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El día que Isabel la Católica obligó a convertirse a su amigo judío Abraham
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Más allá de 'la leyenda negra'

El día que Isabel la Católica obligó a convertirse a su amigo judío Abraham

La editorial Debate publica una gran biografía de la monarca abulense con una nueva visión sobre alguno de los aspectos más polémicos de su reinado

Foto: Isabel la Católica. Madrazo (1848) Museo del Prado
Isabel la Católica. Madrazo (1848) Museo del Prado

El 15 de junio de 1492, apenas dos meses después de que los Reyes Católicos firmasen las capitulaciones de Santa Fe que llevarían a Cristóbal Colón a América, Isabel y Fernando se encontraban en el monasterio extremeño de Santa María de Guadalupe. Construido un siglo antes, gracias al interés y la preocupación de Alfonso XI, el edificio era una de las construcciones favoritas de la reina, que encontró en el lugar un enclave ideal para buscar paz y descanso. Junto a los monarcas se encontraba el fraile Hernando de Talavera, confesor de la reina antes de que llegase al trono, así como sus leales admnistradores, Andrés Cabrera, Gonzalo Chacón y el cuñado de este Gutierre de Cárdenas. Todos ellos iban a ser testigos de la conversión al cristianismo de Abraham Seneor, uno de los doce hombres que formaban su círculo de consejeros más íntimo, aquellos a los que consultaban con frecuencia y les servían de apoyo.

placeholder 'Isabel la Católica' (Debate)
'Isabel la Católica' (Debate)

Aliado de Isabel desde que él y Cabrera consiguieron que la ciudad de Segovia le apoyase frente al privado de Enrique IV, Seneor y la reina mantuvieron durante décadas una relación de apoyo y amistad que llevó al judío a financiar a la reina y su posterior campaña contra Granada con casi dos millones de maravedís. Algo que seguramente contribuyó a que Seneor fuese nombrado rab mayor de los judíos castellanos y tesorero de la Santa Hermandad. Una posición que le sirvió para convertirse en uno de los hombres más acaudalados de Castilla, alcanzando tal grado de importancia que él y su familia consiguieron estar exentos de algunas de las prohibiciones que debían acatar los judíos. Los mismos que, desde hacía tres meses, y a través del Decreto de Granada, fueron obligados a convertirse o a abandonar España. Un decreto que llegaba décadas, e incluso siglos, más tarde que la expulsión de los judíos de países como Inglaterra, Francia o Austria.

Foto: Antonio Piga en su despacho del departamento de Medicina Legal de la facultad de Medicina de Alcalá. (C. C.)
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La reina ejerció como madrina del evento, durante el cual vertieron agua bendita sobre Seneor y parte de su familia. A partir de ese momento el judío, que ya tenía ochenta años, pasaría a llamarse Fernando Pérez Coronel. Y a ser considerado como un traidor por aquellos que, hasta ese momento, profesaban la misma fe. "Todos los judíos de mis reinos son míos y están so mi protección y amparo y a mí me pertenece de los defender y amparar la justicia" había dicho Isabel en 1477, consciente de la situación que vivían los judíos en España en aquel momento. Sin embargo, apenas dos décadas después, su apego por ellos desapareció, aunque en su corte fuesen esenciales hombres como Seneor, Yucé Abranel, el responsable de los impuestos del ganado en Plasencia, o Samuel Abulafia, uno de los princpiales administradores de la reina en la intendencia de las tropas durante la guerra de Granada.

placeholder El autor, Giles Tremlett, con el Alcázar de Segovia al fondo.
El autor, Giles Tremlett, con el Alcázar de Segovia al fondo.

Isabel, de la protección a la purga

"El cambio de opinión tiene dos causas, por un lado la lógica de la Inquisición, y de hecho así se argumenta, dicen "no podemos tratar el problema converso si hay judíos que están intentando judeizar, hay que borrar la tentación". El otro es que ya se le ve que lo que ella quiere es una sociedad homogénea, para ella pura." Así justifica el periodista y escritor británico Giles Tremlett el cambio de actitud de la reina católica. Tremlett, que acaba de publicar 'Isabel la Católica, la primera gran Reina de Europa' (Debate) ofrece una nueva visión de una de las monarcas más importantes de la Historia de España, y frente a la casa de Abraham Seneor en Segovia, que ahora es el Centro Didáctico del barrio judío de la ciudad, explica una de las decisiones más importantes del reinado de Isabel y Fernando. "Esa purificación de Castilla para ella requiere al final la expulsión de los que no son cristianos, porque Castilla es cristiana. Esa es su visión, muy clara, pero muy radicial, o blanco y negro, del mundo... Lo único que se puede decir a su favor en todo esto, tanto en la Inquisición como en la conversión forzosa de los musulmanes, es que primero hay un camino intermedio y ahí influye mucho Hernando de Talavera que es un poco el blando comparado con el duro que es Torquemada, y él dice, "hay que convencer". Y lo intenta pero no lo consigue, y es cuando se deciden por la línea dura."

Para Tremlett, el cambio de postura de Isabel, es menos radical de lo que podría parecer, a pesar de la importancia que los judíos tenían en la corte. "Isabel se refería a que "los toleramos" y la palabra tolerancia supone que tienes que tolerar algo. Hay algo malo en el otro que no te gusta. Eso revela cuál es la actitud. Y además como son "sus judíos", súbditos en el sentido de que no son sujetos castellanos crisitanos, están ahí porque ella se lo permite. La decisión es suya. Ella también puede decir que no pueden estar, y eso es lo que hace." Más tajante resulta el autor en la biografía de la reina nacida en Madrigal de las Altas Torres, que concluye el último de los dos capítulos dedicados a los judíos aclarando que "la expulsión era una prueba de que la monarquía moderna, sedienta de poder, en cuya construcción trabajaba la reina, podía ser por lo menos igual de cruel que el dificilmente manejable orden medieval que iba desmontando poco a poco. Para Isabel, expulsar judíos era solo otro paso en el proceso de construcción de una sociedad religiosamente pura, homogénea y ordenada, que fuera un ejemplo brillante, más que una excepción, para Europa y la cristiandad. El precio, en términos de sufrimiento humano y pérdida de vidas, no le preocupaba mucho."

placeholder Retrato de la época de los Reyes Católicos.
Retrato de la época de los Reyes Católicos.

Su marido, su primera decisión relevante

Escrita originalmente en inglés, con el título de 'Isabel de Castilla', la biografía de Tremlett trata, según el propio autor, de "colocar a Isabel en su lugar en la Historia universal". Una trayectoria vital que, en su inicio, no está avalada por demasiados documentos ya que "nadie se hace eco de su nacimiento, ni de su vida como niña", explica el autor frente al Acueducto de Segovia. Un monumento que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, y en el que también tuvo un papel muy importante la monarca abulense. En 1483 la reina ordenó a un noble cuidar y proteger la construcción romana, y según explican las guías de la ciudad, amplió su extensión dos mil metros y construyó la cornisa que cierra la parte superior del acueducto. "Segovia es donde Isabel se hace mayor, toma conciencia política y se autoproclama" explica Tremlett al hablar de la relación de la ciudad castellana con la monarca. "Con 13 años" prosigue, "llega a Segovia, es una mujer sin poder sobre su propia vida hasta que decide apoyar a su hermano Alfonso con la condición de que sea ella la que elija a su marido".

Un privilegio que permitió a Isabel quitarse de encima a todos los pretendientes que los nobles, sabedores de la influencia que podían ejercer si lograban su propósito, pusieron en su camino. "Esta decisión resultó vital para su trayectoria" reitera Tremlett "ya que a partir de aquí siempre insiste en lo mismo, sabe que el hombre que elige es la clave de su futuro, y es la primera vez en la que Isabel demuestra ser capaz de manejarse en un mundo de hombres. Ella se da cuenta de que su decisión es poder, y ahí es donde muchos se sorprenden y vemos que ella es capaz de tomar decisiones propias."

Que se decantase por Fernando II de Aragón, sin embargo, no fue un capricho casual, ni una decisión con la que exasperar a los nobles cuyas competencias ya había reorganizado. "Isabel elige a Fernando porque Aragón es un aliado potente. En parte, también se decanta por él porque así puede demostrar que ella es quien elige. Y además porque es español, no el sentido patriótico de hoy día, sino que mientras los demás quieren sacarla del país, casándose con Fernando lo evita. Además él se comprometió a trasladarse a Castilla, arriesgándose y viéndose obligado a venir disfrazado y tenían la misma edad. Por último, también tuvo mucha importancia la presencia de Carrillo, el arzobispo de Toledo, en la vida de Isabel, ya que este era amigo y aliado de la corona de Aragón."

placeholder Coronación de Isabel la Católica en el Alcázar de Segovia.
Coronación de Isabel la Católica en el Alcázar de Segovia.

Sin remordimientos

A lo largo de más de quinientas páginas, divididas en cuarenta y seis capítulos, 'Isabel la Católica, la primera gran reina de Europa' trata de redimir a la monarca de la leyenda negra con la que, durante varios siglos, ha cargado su reinado. Desde su llegada al trono, hasta la consquista de América, pasando por su relación con los Borgia, la muerte de sus hijos, o su estrecha relación con la Iglesia, la biografía de Tremlett descubre una mujer extremadamente religosa, pero también sumamente inteligente. "Isabel conocía muy bien la fuerza de la propaganda y ansiaba presentarse como una mujer devota y como un instrumento de la Providencia" subraya el autor en su obra, para la cual ha necesitado documentarse en diversos archivos y bibliotecas de nuestro país.

De la trayectoria de su hermanastro Enrique, la monarca aprendió "cómo no debía ser". Pero su tozudez ante ciertos planteamientos no evitó que, en ciertos aspectos, según subraya el autor, Isabel tomase "demasiados riesgos". Sin embargo, en los días previos a su muerte, la regente no se arrepintió de ninguna de las decisiones que había tomado a lo largo de su vida. "Si había cometido errores, creía que eran pocos y puntuales" asegura Tremlett antes de finalizar el recorrido por Segovia. En su lecho de muerte, Isabel "no se arrepiente de casi nada pero le preocupaba la esclavitud" que consideraba que estaba justificada para los "infieles" pero no para los indígenas de las tierras descubiertas por Colón. Un ejemplo más de que, según el autor, "Isabel no era consciente de su poder mundial, pero lo ejercía".

El 15 de junio de 1492, apenas dos meses después de que los Reyes Católicos firmasen las capitulaciones de Santa Fe que llevarían a Cristóbal Colón a América, Isabel y Fernando se encontraban en el monasterio extremeño de Santa María de Guadalupe. Construido un siglo antes, gracias al interés y la preocupación de Alfonso XI, el edificio era una de las construcciones favoritas de la reina, que encontró en el lugar un enclave ideal para buscar paz y descanso. Junto a los monarcas se encontraba el fraile Hernando de Talavera, confesor de la reina antes de que llegase al trono, así como sus leales admnistradores, Andrés Cabrera, Gonzalo Chacón y el cuñado de este Gutierre de Cárdenas. Todos ellos iban a ser testigos de la conversión al cristianismo de Abraham Seneor, uno de los doce hombres que formaban su círculo de consejeros más íntimo, aquellos a los que consultaban con frecuencia y les servían de apoyo.

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