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RAE, ¿de carca a millennial? La batalla por dejar de ser un cementerio de elefantes
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Giro en la Real Academia Española

RAE, ¿de carca a millennial? La batalla por dejar de ser un cementerio de elefantes

La Real Academia Española impulsa nuevos proyectos para adaptarse al entorno digital. "No queremos ser un santuario", afirman los académicos

Foto: José Manuel Sánchez Ron (i), Santiago Muñoz Machado y Arturo Pérez Reverte (EFE)
José Manuel Sánchez Ron (i), Santiago Muñoz Machado y Arturo Pérez Reverte (EFE)

“La RAE no puede ser un santuario ni un cementerio de elefantes”. Desde hace unos meses esta es la frase que más se repite en los plenos que la Real Academia Española (RAE) celebra cada jueves en su sede de la calle Felipe IV de Madrid, un edificio histórico que ocupa desde 1894. Los académicos quieren quitarse el polvo de los siglos que atesora desde 1713, cuando fue fundada, y establecerse como una institución del siglo XXI con una adaptación total al mundo digital. Quieren dejar de ser considerados ‘carcas’ y empezar a hablar de tú a tú a los milenials que se manejan en las redes sociales y cuelgan fotos y vídeos en YouTube e Instagram. “O nos sumamos o nos quedamos fuera”, admite de forma tajante el académico Manuel Gutiérrez Aragón a El Confidencial.

Este impulso tiene nombre y apellidos: Santiago Muñoz Machado, elegido director de la institución hace justo un año, una época en la que la RAE adolecía de graves problemas, desde los económicos -su presupuesto se había reducido desde los 3,6 millones de euros a 1,6 millones en los últimos años-, a los de imagen, debido en gran parte al debate que se originó sobre el lenguaje inclusivo en la Constitución, un proyecto que finalmente quedó en agua de borrajas.

Han puesto en marcha el proyecto LEIA junto a Telefonica, un socio que podía asegurarles también posibles colaboraciones financieras

Muñoz Machado tomó las riendas y comenzó a promover el proyecto LEIA (Lengua Española e Inteligencia Artificial) -un acrónimo que surgió al azar, pero que les ha dado para hacer el juego de palabras ‘proyecto galáctico’- junto a Telefónica, un socio que podía asegurarles no solo la parte tecnológica sino también posibles colaboraciones financieras. De hecho, cuando Muñoz Machado tomó posesión de su cargo aseguró: "Acabemos de una vez con las penurias". Aquella idea comenzó a fraguarse en junio y julio y el objetivo era básico: controlar que las máquinas utilicen bien el español. Es decir, que el español que usan cada vez más dispositivos como los asistentes de voz, los buscadores y los textos predictivos partan de las normas que la RAE propone. Para eso su lema sigue siendo “limpiar, fijar y dar esplendor”.

placeholder La Real Academia Española
La Real Academia Española


Por supuesto, para ello tenían que estar implicadas las grandes tecnológicas, Google, Microsoft, Facebook, Twitter y Amazon, que finalmente firmaron una declaración de intenciones hace tres semanas en el Congreso de Sevilla. “Lo que hemos hecho es crear un certificado que verifique el buen uso del español en los textos que usa una empresa en sus aparatos y herramientas. No es que la RAE corrija esos textos sino que comprueba que la empresa pone los medios para usar bien el español o que está comprometida para que sus textos estén de acuerdo con la norma de la academia”, explica desde la propia RAE uno de los miembros implicados en este proyecto. No se trata por tanto de vigilar las páginas o los tuits sino comprobar que los asistentes de voz o los textos predictivos utilizan textos que están verificados por la RAE a partir de sus corpus lingüísticos. “Hasta ahora hemos visto que este tipo de textos utilizaba un español malo y somos 580 millones de hablantes de español. Es importante que haya una institución que supervise el uso para dar normas que unifiquen el idioma”, ratifica esta misma fuente.

Twitter e Internet

El proyecto se incluye en la renovación que la RAE está haciendo también en sus redes sociales y en el impulso que está dando a sus consultas en su propia web. Como señalan desde la institución, en Twitter cada día la cuenta @raeinforma responde entre 200 y 300 dudas, y hay picos, como los lunes, cuando se contestan las de todo el fin de semana que se pueden alcanzar las 900 respuestas. Además, en Instagram cada día se cambian las fotos -no como hace unos meses que siempre estaba la misma-. Y a todo ello se suman las consultas que cada vez más se hacen en el diccionario digital y que ya superan los 60 millones al mes.

En Twitter la cuenta @raeinforma responde cada día entre 200 y 300 dudas y se pueden alcanzar picos de hasta más de 900 respuestas

“Para el seguidor habitual la RAE nunca se ha quedado desfasada, pero no se comunicaban bien estos cambios que está haciendo la RAE. Ahora se está haciendo hincapié en comunicar todo esto. Se creó un departamento potente para ello en mayo con el fin de demostrar que la RAE es actual. Cuando dicen que una palabra modernita como ‘zasca’ no la conoce la RAE no es verdad. La RAE está al tanto”, indican desde la institución. De hecho tienen previsto incorporar nuevos juegos en la red como los retos, es decir, proponer por ejemplo quién consigue extraer y clasificar todas las consultas que se han hecho durante todo un mes en Twitter o qué palabras no están en el diccionario, pero han utilizado con profusión los periódicos en los últimos días.

Los académicos, muy a favor

Para los académicos esta apertura digital es positiva. Ellos parece que también quieren limpiarse la imagen que ha permanecido durante tan largo tiempo en la que solo faltaba que Felipe V apareciera por alguno de los vetustos salones de la institución. “Creo que en los últimos tiempos, no es que la RAE se haya abierto, pero ha conseguido una cierta popularidad y la gente parece tener una cierta inquietud por las palabras. También hay que decir que eso ha hecho que el diccionario en papel haya sido un fracaso económico. Una de las cosas de las que vivía la Academia era el diccionario, pero ahora no se vende, lo cual es normal también. Ahora todas las consultas son por Internet”, comentaba recientemente el helenista Carlos García Gual, que entró en la RAE el pasado mes de febrero.

En los últimos tiempos, la RAE ha conseguido una cierta popularidad y la gente parece tener una cierta inquietud por las palabras

“La RAE ha sido pionera en muchas cosas como los corpus electrónicos que han revolucionado la investigación en lingúïstica. Todo esto es un paso más en esa línea”, admite el académico Pedro Álvarez de Miranda, al que no obstante todavía le chirría un tanto esto del español hablado por las máquinas. “A mí eso se me escapa un poco, pero si hay que enseñar español a las máquinas tendrá que ser un buen español. Yo me quedo con el hecho de enseñar a alumnos de carne y hueso, pero entiendo que el español de las máquinas tiene que ajustarse”, sostiene, aunque añade que le entusiasma cómo funciona el departamento de consultas a través de Internet: “Presta un servicio público importantísimo, y quienes responde a eso son seres humanos, son inteligencias naturales”.

Parece que tampoco se echa tanto de menos el diccionario en papel, que en cualquier caso estaba abocado casi a su desaparición. De los 400.000 ejemplares que se vendían en 2003 en la última edición de 2014 hubo un sobrante de hasta 50.000 ejemplares en la tirada. “Dentro de unos años ya no habrá diccionarios en papel. Y todo se consultará en el teléfono, ni siquiera en el ordenador. Tenemos millones de consultas al mes en Internet. Muchas vienen de Latinoamérica. El gran esfuerzo de la RAE es seguir manteniendo la unidad del idioma con Latinoamérica. ¿Qué harán los robots con todo esto? Nunca van a pensar por nosotros, pero sí nos van a sustituir como consultores. Todo este proyecto de la Inteligencia Artificial ha sido una muy buena idea del actual director”, resalta Gutiérrez Aragón.

Y detrás de todo… el dinero

Aunque la RAE tiene más oxígeno que hace un año -el Gobierno les insufló cinco millones de euros para gastar en los próximos tres años- todavía hay que tapar demasiados agujeros. Y ahí sí que se sigue notando la desaparición del diccionario en papel. Porque una cosa son las palabras, y otra, el dinero. “Las consecuencias económicas fueron terribles. Ha ocasionado una pérdida de ingresos muy importante. El diccionario costaba 99 euros y ahora las consultas son gratuitas. Y no está en el ánimo de la Academia que dejen de serlo”, señala Álvarez de Miranda, que se pregunta si “la lengua española vale cinco millones de euros. No, vale más, pero es que estábamos recibiendo poquísimo. Y luego presumimos de que si Hispanidad, echamos mucha retórica, mucho triunfalismo de ser la tercera lengua más hablada del mundo, pero ocupémonos más de ella”.

El Gobierno insufló recientemente cinco millones de euros para los próximos tres años, pero todavía hay que tapar agujeros

Por todo ello este tipo de proyectos digitales no se limitan simplemente a una cuestión de imagen. Con LEIA está previsto que haya distintas colaboraciones con los socios. Y Google, Facebook, Microsoft no son cualquiera. En principio habrá un intercambio de materiales. La RAE les ofrecerá recursos como el acceso a su diccionario online y las consultas que se han hecho a lo largo de veinte años, y estas empresas le darán a la RAE máquinas para aprender textos, herramientas y soportes. “Puede haber socios que sean tecnológicos y aporten estas máquinas y otros que también sean financiadores y den una aportación económica”, revelan desde la academia. También pueden actuar como patrocinadores de los diversos grupos de investigación que pretende poner en marcha la RAE en colaboración con estas empresas y la universidad.

En definitiva, la RAE “quiere estar viva y abierta”, como afirma Gutiérrez Aragón, pero también quiere salir de la UVI económica. Y el dinero ahora está en los emporios de Mark Zuckerberg y compañía.

“La RAE no puede ser un santuario ni un cementerio de elefantes”. Desde hace unos meses esta es la frase que más se repite en los plenos que la Real Academia Española (RAE) celebra cada jueves en su sede de la calle Felipe IV de Madrid, un edificio histórico que ocupa desde 1894. Los académicos quieren quitarse el polvo de los siglos que atesora desde 1713, cuando fue fundada, y establecerse como una institución del siglo XXI con una adaptación total al mundo digital. Quieren dejar de ser considerados ‘carcas’ y empezar a hablar de tú a tú a los milenials que se manejan en las redes sociales y cuelgan fotos y vídeos en YouTube e Instagram. “O nos sumamos o nos quedamos fuera”, admite de forma tajante el académico Manuel Gutiérrez Aragón a El Confidencial.

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