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'Felipe VI. Un rey en la adversidad': así se preparó el discurso del 3-O en Zarzuela
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'Felipe VI. Un rey en la adversidad': así se preparó el discurso del 3-O en Zarzuela

Ofrecemos en exclusiva un adelanto editorial del nuevo libro de José Antonio Zarzalejos, analista político y adjunto al presidente de El Confidencial

Foto: 'Felipe VI. Un rey en la adversidad', de José Antonio Zarzalejos. (Planeta).
'Felipe VI. Un rey en la adversidad', de José Antonio Zarzalejos. (Planeta).

El próximo miércoles día 10 sale a la venta 'Felipe VI. Un rey en la adversidad' (Editorial Planeta) de José Antonio Zarzalejos, analista de El Confidencial y adjunto al presidente de la sociedad editora de este diario. El libro aborda por primera vez los más de seis años de reinado de Felipe de Borbón y Grecia desvelando episodios inéditos y aportando datos nuevos sobre las decisiones del jefe del Estado, así como la descripción del contexto familiar y político-institucional que ha situado a la monarquía parlamentaria en un trance de crisis tanto por la conducta privada de su padre, Juan Carlos I, como por el cuestionamiento por determinadas fuerzas políticas de la forma de Estado así como por adhesiones interesadas.

El relato de Zarzalejos es el resultado de un largo trabajo de investigación histórica, jurídica y periodística que ha incluido una treintena de conversaciones confidenciales con personas que por razones de cercanía con Felipe VI o por sus responsabilidades políticas han vivido directamente los acontecimientos que se relatan. Ofrecemos a nuestros lectores la prepublicación de un pasaje especialmente crucial del capítulo cuarto del libro y que sigue provocando reacciones encontradas: el discurso del rey del 3 de octubre de 2017, dos días después del referéndum ilegal sobre la independencia de Cataluña. Según la versión contrastada por Zarzalejos, la intervención del rey no fue improvisada, fue refrendada por el entonces presidente del Gobierno y consultada con varias personalidades; entre ellas, Pedro Sánchez, entonces secretario general del PSOE y líder de la oposición.

placeholder Felipe VI se dirige a todos los españoles tras los acontecimientos en Cataluña, el 3 de octubre de 2017.  (Reuters)
Felipe VI se dirige a todos los españoles tras los acontecimientos en Cataluña, el 3 de octubre de 2017. (Reuters)

Ante la falta de reacción de la presidencia del Gobierno y después de que las imágenes —unas reales y otras falsas— de lo ocurrido el 1 de octubre en Cataluña impactasen en la comunidad internacional, los centros de poder financieros y políticos, extranjeros y nacionales, giraron su mirada a Zarzuela. El Rey participó el 26 de agosto de 2017 —un comportamiento sin precedentes— en la manifestación de condena por los atentados yihadistas ocho días antes en Barcelona y Cambrils. El monarca observa en la concentración organizada un ambiente bien distinto al de días anteriores, cuando él y la reina acudieron a la Ciudad Condal a visitar a los heridos y participar en el minuto de silencio por las víctimas en la plaza Catalunya.

Felipe VI comprueba que la organización de la manifestación se ha dejado en manos de la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural, que los gritos, la cartelería y las pancartas están desconectados del propósito del acto popular y enlazan con las reivindicaciones secesionistas. Aunque le acompañan las más altas autoridades del Estado, no hay rastro ni de su presencia ni de su autoridad. En apenas una semana, el ambiente en Barcelona había cambiado, incluso la actitud de las autoridades autonómicas y municipales.

En apenas una semana, el ambiente en Barcelona había cambiado

Felipe VI llegó a reunirse con la alcaldesa de Barcelona en un lugar discreto de la ciudad la semana anterior. Fue una conversación "sincera" en la que el monarca se interesó por la marcha de los acontecimientos, la incidencia que en ellos pudiera tener la tragedia del terrorismo y las posibilidades de evitar los hitos secesionistas que se iban a producir en las semanas siguientes. Luego de esa entrevista, ya no fue posible la interlocución del rey con Ada Colau porque la edil barcelonesa dejó de mostrar disponibilidad al diálogo.

Felipe VI empieza a barruntar que el esprint del soberanismo va a ser traumático porque busca la colisión frontal con la legalidad constitucional y estatutaria. Y es el momento en el que el jefe del Estado tiene la convicción de que, antes o después, su intervención pública resultaría necesaria. La concentración de Barcelona le confirma sus peores temores. Y, efectivamente, su intervención fue imprescindible.

En Zarzuela, valorando el cariz de los acontecimientos y el vacío de poder que se estaba produciendo, se toma la decisión de que el jefe del Estado, en el desarrollo de las facultades que le otorga el artículo 56 de la Constitución, se dirija al país. La comparecencia pública de Felipe VI se somete a una intensa reflexión y son consultadas personalidades de la sociedad civil de distintos ámbitos que, casi con unanimidad, valoran como aconsejable la intervención del Rey.

El discurso debía ser anterior a la declaración, que no se pareciera a una respuesta

Se medita sobre la adecuación del momento: si antes de que se produjera la inevitable declaración unilateral de independencia o después de que Carles Puigdemont la hiciera. Se consideró que la intervención debía ser anterior a esa eventual declaración para que, si se producía, el discurso del Rey no se tomase como una respuesta. El texto del discurso se define con detalle: debe ser breve, claro, conciso y con un estilo muy directo. No puede contener concesiones buenistas ni expresiones de voluntarismo.

El monarca ha intentado en todo momento "estar ahí". Ha soportado sin un mal gesto los desplantes de las autoridades de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona, ha conllevado estoicamente sus visitas blindadas, fuera a la capital catalana, fuera a Gerona y otras localidades. Ha hablado con quienes se han prestado a ello y ha tendido todos los puentes posibles.

El discurso se ensaya varias veces, pero menos de las habituales. Se decide sin discusión alguna que la indumentaria del Rey sea civil. "Nada de uniforme militar". Camisa blanca, corbata granate y traje gris. Se apuesta por una escenografía sobria y plano medio sostenido, sin panorámicos que distraigan la atención. No se incluye ninguna frase en catalán. No se trata de un discurso para Cataluña, sino para España entera y para los catalanes que se sienten abandonados ("no estáis solos"). Tampoco habrá referencias a los disturbios, ni a las cargas policiales. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad pasan por días tensos y, según uno de sus mandos políticos, se sienten "humillados y mal dirigidos". No habrá nombres, salvo una referencia reiterada a las "autoridades" de la Generalitat y de Cataluña. El Rey acompañará con gestos determinadas frases para enfatizarlas. Se aplica una luz tenue a la retransmisión.

Rajoy lee el discurso y lo refrenda con reticencias

El presidente del Gobierno se reúne con el Rey a mediodía del 3 de octubre. Lee el texto del discurso y no hace objeciones expresas. Rajoy refrenda con reticencias el discurso. Unas reticencias que fuera de Zarzuela confiesa en su círculo de colaboradores y algunos ministros. La iniciativa del monarca no debió extrañar al jefe del Ejecutivo porque Felipe VI le venía advirtiendo de que el curso de los acontecimientos le iba a obligar a esa intervención pública. Las ideas básicas del discurso del Rey se consultan también con Pedro Sánchez, que sugiere que se incluya una llamada al diálogo. Ni el Rey ni el jefe de su Casa consideran que esa expresión deba ser incluida en la disertación, pero se añade una referencia a la entrega del Rey "a la conciliación y el entendimiento". Felipe VI desea aproximarse a la sugerencia de Pedro Sánchez, aunque no pueda asumirla literalmente ni por entero.

Las palabras del Rey, él era consciente de ello, iban a marcar su reinado. Y le iban a procurar enormes problemas, incomprensiones y desdenes, pero también reforzarían —así sucedió— los atributos de rigor, seriedad y fiabilidad que le atribuían las encuestas y le manifestaban en privado representantes de distintos ámbitos. En el día de hoy —y pese a que se pretende una retractación del jefe del Estado por aquellas palabras—, Felipe VI es perfectamente consciente del coste que tuvieron, pero en la misma medida está convencido de que aquel era el discurso que debía pronunciar y pronunció. Se trató de una disertación dirigida a todos los españoles, a los medios de comunicación internacionales y al mundo financiero, que ya detectaba salidas significativas de fondos de las entidades bancarias catalanas.

El discurso del Rey tuvo una buena acogida fuera de Cataluña, pero no allí. Con una rara transversalidad —fruto de un síndrome de Estocolmo colectivo—, se criticó con un conjunto de argumentos heterogéneos y, sobre todo, falsamente sentimentales. Felipe VI no había utilizado el catalán; no había reprobado las cargas policiales, no había ofrecido ningún horizonte distinto a la "represión del Estado"; se había convertido en un "Rey de parte"; se pronunció como un "facha", y un argumentario de adicional del mismo tenor. La realidad, sin embargo, fue que, aunque efectivamente el jefe del Estado dejó pelos en la gatera con su iniciativa, y él lo sabía, aquella noche se ganó la Corona en el episodio más crítico de nuestra democracia, solo comparable al 23-F de 1981. Carles Puigdemont, en una de sus más ridículas declaraciones, calificó el discurso del Rey como "claramente golpista", y así lo recoge en sus memorias.

El próximo miércoles día 10 sale a la venta 'Felipe VI. Un rey en la adversidad' (Editorial Planeta) de José Antonio Zarzalejos, analista de El Confidencial y adjunto al presidente de la sociedad editora de este diario. El libro aborda por primera vez los más de seis años de reinado de Felipe de Borbón y Grecia desvelando episodios inéditos y aportando datos nuevos sobre las decisiones del jefe del Estado, así como la descripción del contexto familiar y político-institucional que ha situado a la monarquía parlamentaria en un trance de crisis tanto por la conducta privada de su padre, Juan Carlos I, como por el cuestionamiento por determinadas fuerzas políticas de la forma de Estado así como por adhesiones interesadas.

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