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¿Traficante o payaso? ¿Quién es en realidad Cao de Benós, el español de Corea del Norte?
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¿Traficante o payaso? ¿Quién es en realidad Cao de Benós, el español de Corea del Norte?

La miniserie documental 'El infiltrado', disponible en Filmin, revela el papel del tarraconense norcoreano en los negocios de la dictadura juche

Foto: Alejandro Cao de Benós y 'El infiltrado'. (Filmin)
Alejandro Cao de Benós y 'El infiltrado'. (Filmin)

"He encontrado una isla en medio del lago Victoria donde construir una fábrica de armas subterránea", le dice James al grupo de norcoreanos. Unos minutos antes, la camarilla de funcionarios del Gobierno de Kim Jong-un le han enseñado un catálogo con misiles y tanques y su precio en dólares. "Se pueden conseguir cinco misiles Scud-E por 25 millones de dólares", le explican. Una trama internacional de tráfico de armas y drogas —Corea del Norte, Uganda, Siria, Camboya—. Un actor que se hace pasar por un empresario multimillonario. Un tarraconense convertido en el representante del régimen de Pyongyang. Un cocinero danés infiltrado como un topo durante años que ha descubierto los negocios de una dictadura que sufre un bloqueo internacional que no permite acuerdos a la luz del día. Micrófonos ocultos y escondidos dentro de bolígrafos para conseguir unas imágenes muy comprometedoras sobre la financiación de los Kim. 'El infiltrado', la miniserie documental en dos episodios que acaba de estrenar Filmin parece una historia más rocambolesca que real, nada disonante con el 'modus operandi' de un país que vive en un continuo contraste identitario entre su "villanía de dibujos animados" y las precarias condiciones de vida de una población sometida bajo un mando cruel e imprevisible.

En la televisión española, Alejandro Cao de Benós siempre aparece retratado como un tipo estrafalario, incluso algo chiflado, que va por la vida uniformado proclamando las bondades de la República Popular Democrática de Corea, un friki cercano a los altos mandos del país asiático, pero a quien no hay que tomar demasiado en serio. Sin embargo, en 'El infiltrado', el documentalista danés Mads Brügger ha destapado el papel de intermediario que juega el catalán en los negocios turbios del régimen. Tanto que el propio Cao de Benós ha tenido que hacer público un comunicado tras el estreno de la serie el pasado viernes. "Soy Delegado Especial de un departamento de relaciones culturales. Mis cargos son honoríficos y no tengo contrato o salario por ello. Mi cargo me permite facilitar intercambios culturales o atender entrevistas con la posición oficial de la RPDC. No estoy autorizado a tomar decisiones por parte de cualquier departamento u organización del país. Nunca la RPD de Corea me ha propuesto facilitar negocios que tengan que ver con armas y/o drogas", se defiende.

placeholder El infiltrado danés Ulrich Larsen. (Filmin)
El infiltrado danés Ulrich Larsen. (Filmin)

Fue en 2006 cuando Brügger y Cao de Benós se cruzaron por primera vez. El director quería grabar su documental 'La capilla roja', protagonizado por un grupo de teatro danés-coreano, lo que le llevó a viajar a Pyongyang y a contactar con el barcelonés, encargado, efectivamente, de las relaciones culturales con Corea del Norte. Gracias a ese documental, en 2010, un cocinero danés llamado Ulrich Larsen se puso en contacto con Brügger para proponerle un proyecto: Larsen se infiltraría en la Asociación de Amigos de Corea en Dinamarca y acabaría adentrándose en el régimen. Brügger no las tuvo todas consigo y propuso que, cuando realmente hubiese llegado a un círculo influyente, le volviese a contactar. Y fue con la aparición de Cao de Benós y del acceso a información del servicio secreto coreano cuando nació 'El infiltrado'. Un plan que, en caso de ser descubierto por las autoridades, podría amenazar la vida de los protagonistas: recordemos que en 2017, el estudiante estadounidense Otto Warmbier, de 23 años, murió tras permanecer año y medio detenido en una cárcel norcoreana tras haber robado un cartel de vestíbulo de un hotel en Pyongyang.

"Corea del Norte es el último vestigio de la Guerra Fría", explica Brügger a El Confidencial. "Y tiene esa estética extraña, rayana en el 'kitsch', que le resulta atractiva a la gente que vive en libertad en los países occidentales modernos. Es como una dictadura de dibujos animados. Algo que es, en algunos aspectos, hasta risible. Pero esa percepción es un error, un error que yo también solía cometer. Porque bajo esa fachada de dibujos animados existe una dictadura draconiana y cruel que mata, abusa y destruye a personas diariamente. Es la dictadura más brutal en el mundo hoy. Pero sigue causando fascinación entre la gente que solo la mira superficialmente".

placeholder A la derecha, el Sr. James, Jim Latrache-Qvortrup. (Filmin)
A la derecha, el Sr. James, Jim Latrache-Qvortrup. (Filmin)

Tras un comienzo como afiliado raso a la Asociación de Amigos de Corea en Dinamarca, Larsen se vuelca en su cometido de escalar hasta convertirse en un miembro destacado de la organización para toda Escandinavia. Demostrando una verdadera entrega a la causa juche, Larsen consigue llamar la atención, primero, de Cao de Benós y, más tarde, de algunos jerifaltes del Gobierno de Kim. La pantomima para destapar la financiación ilegal del país llega hasta el punto de tener que contratar Larsen a un actor para interpretar al Sr. James, un supuesto multimillonario del petróleo interesado en comprar armamento norcoreano. Sorprende, por un lado, la ingeniudad de los norcoreanos, pero también la coartada tan poco elaborada de los protagonistas, que ni siquiera se habían puesto de acuerdo en bautizar a la empresa a través de la cual supuestamente pretendían negociar. Pero también cómo maneja el cotarro de una de las dictaduras más oscuras del mundo contemporáneo.

PREGUNTA. ¿Quién es realmente Cao de Benós?

RESPUESTA. Alejandro Cao de Benós es una persona muy extravagante, describe Brügger. No hay muchos como él. Le conocí en 2006, en mi primer viaje a Corea del Norte para mi primer documental. La primera impresión es apabullante, porque te recibe con el uniforme militar norcoreano que le regalaba el régimen y se presentaba como un representante del Gobierno norcoreano. Y tenía un discurso que llegaba a indignar. Lo primero que me pregunté es, ¿cómo un tipo nacido en Barcelona, procedente de una familia de la alta burguesía, insiste en que Corea del Norte es el paraíso de los trabajadores, cuando es una pesadilla para todo el mundo salvo para la familia Kim y las élites que nos rodean? Antes de conocerlo mejor, pensaba que Alejandro era un payaso. Un tonto útil. Incluso hasta que nos volvimos a reunir en Oslo tenía mis dudas. Pensaba que fardaba, que exageraba, porque me resultaba difícil creer que tenía algo de mano, que, por ejemplo, la industria armamentística norcoreana pudiese considerar que alejandro es un interlocutor válido.

placeholder Mads Brügger en un momento de 'El infiltrado'. (Filmin)
Mads Brügger en un momento de 'El infiltrado'. (Filmin)

P. ¿Cuándo te diste cuenta de que era más que "un tonto útil"?

R. Cuando Ulrich y James viajaron a Corea del Norte, yo esperaba que me trajesen de vuelta una imagen no más que superficial del país. No esperaba que volviesen con información de calidad procedente de los servicios de inteligencia. Los catálogos de las armas, por ejemplo. Alejandro, me di cuenta de que cumplía. Que todo lo que había prometido lo hacía realidad. Y más adelante del proceso, me di cuenta de que tenía poder para coordinar acuerdos petrolíferos —hizo tratos con un empresario en Jordania— y descubrí que, debajo de esta máscara de esa apariencia de payaso, Cao de Benós es una persona muy peligrosa implicada en actividades criminales internacionales. Y sigue siendo un misterio para mí el por qué las autoridades españolas le permiten seguir haciendo lo que hace. Le han quitado el pasaporte —o eso dice—, lo que significa que no puede salir de España, pero sigue haciendo negocios: hace poco ayudó a Corea del Norte en un asunto sobre criptomonedas, en un acuerdo entre el Gobierno norcoreano y alguien en Estonia. Y él se llevó una comisión, algo que descubrieron las autoridades españolas y que ha hecho que estas se interesen un poquito más en él. Sigue siendo un asesor muy activo del régimen.

P. ¿Por qué, aparte de la detención por tráfico de armas de 2016, las autoridades no le consideran una amenaza?

R. Creo que las autoridades siguen viéndolo como un payaso y piensan que es una pérdida de tiempo seguir investigándolo. Y, por otro lado, cuando nos hemos reunido con él, yo siempre esperaba que algún servicio de inteligencia nos interceptase. ¿Qué hacen estos tipos con estos norcoreanos en Uganda, Camboya o Pekín? Creía que llamaríamos mucho la atención. Pero nunca ocurrió nada, y creo que el hecho de que seamos ‘amateurs’ es bastante reseñable, porque hemos conseguido llegar muy lejos sin que nos monitoricen. Pero creo que porque la guerra contra el terrorismo islamista consume toda la atención de los servicios de inteligencia.

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Cao de Benós.

P. ¿Temieron en algún momento por sus vidas?

R. No. El Gobierno de Pyongyang nunca se ha atrevido a asesinar fuera de sus fronteras, salvo en el caso de Kim Jong-nam, pero fue por una cuestión de sangre, para proteger el poder del líder Kim Jong-un, su hermanastro. Además, yo no fui con ellos en los encuentros con los norcoreanos ni en las reuniones de la Asociación, porque hubiese sido un lastre para ellos si me hubiesen reconocido. Pero Ulrich y Jim sí que se jugaron la vida. Fue un caso de “aprender haciendo”, porque no teníamos a nadie con quien hablar de nuestros planes de infiltración. Fueron como los primeros pasos de un bebé, pensando muy concienzudamente cuáles iban a ser nuestros próximos pasos. Lo que sí teníamos eran unas líneas rojas muy claras: nunca, de ninguna manera, les íbamos a dar dinero a los norcoreanos. Incluso cuando viajaban para reunirse con ellos, James y Ulrich pagaban sus propios gastos. Y teníamos que ser muy cuidadosos para no incitar a los norcoreanos a cometer actos ilegales. Tenían que ser ellos los que nos los propusiesen a nosotros. Iniciativa suya propia. Por ejemplo, no nos ofrecieron ni armas nucleares ni biológicas ni químicas. Pero sí nos ofrecieron misiles.

Cao de Benós niega ahora la mayor parte. Desmiente que haya intervenido en cualquiera de aquellos negocios que destapa Brügger e, incluso, afirma que estaba haciendo un papel para —atención— desenmascarar a Brügger y a su equipo por orquestar un "montaje" para degradar la imagen de Corea del Norte. "Como he dicho, su propuesta inicial era la construcción de un hotel lo cual no es nada especial. Pero más tarde, y sin venir a cuento, se refirió a que quería construir armas en el sótano del hotel, lo cual cambió inmediatamente mi postura sobre él y Ulrich", se defienden. "Le dije que lo único que podía hacer era facilitarle una visita al país. De cualquier forma era un hombre muy arrogante y racista, por lo que desempeñé un papel que se ajustara a su modo de vida y fantasía. Así que le mentí, preparé sobre la marcha un discurso de ventas monumental para impresionarle, sacarle información y saber quién estaba detrás de todo eso. En el film, Mads Brügger dice que James era el hombre de mis sueños, lo cual no hay nada más alejado de la realidad. El tipo de personas como él son las que más desprecio en este mundo. El papel desempeñado por Mr. James es un calco de Mads Brügger, una persona arrogante y sin principios que trata a otros como sirvientes, que se siente racial y moralmente superior por ser rico, y que haría cualquier cosa por dinero".

Juzguen ustedes mismos, pero ahí queda la escena final de la serie, cuando a través de Zoom los autores del documental revelan la verdad detrás de su proyecto y la cara de Cao de Benós se congela en la pantalla en un rictus inenarrable. "Alejandro, ¿estás ahí? Alejandro, ¿nos escuchas?".

"He encontrado una isla en medio del lago Victoria donde construir una fábrica de armas subterránea", le dice James al grupo de norcoreanos. Unos minutos antes, la camarilla de funcionarios del Gobierno de Kim Jong-un le han enseñado un catálogo con misiles y tanques y su precio en dólares. "Se pueden conseguir cinco misiles Scud-E por 25 millones de dólares", le explican. Una trama internacional de tráfico de armas y drogas —Corea del Norte, Uganda, Siria, Camboya—. Un actor que se hace pasar por un empresario multimillonario. Un tarraconense convertido en el representante del régimen de Pyongyang. Un cocinero danés infiltrado como un topo durante años que ha descubierto los negocios de una dictadura que sufre un bloqueo internacional que no permite acuerdos a la luz del día. Micrófonos ocultos y escondidos dentro de bolígrafos para conseguir unas imágenes muy comprometedoras sobre la financiación de los Kim. 'El infiltrado', la miniserie documental en dos episodios que acaba de estrenar Filmin parece una historia más rocambolesca que real, nada disonante con el 'modus operandi' de un país que vive en un continuo contraste identitario entre su "villanía de dibujos animados" y las precarias condiciones de vida de una población sometida bajo un mando cruel e imprevisible.

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