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Y Draghi dijo "whatever it takes": la verdad tras las tres palabras mágicas que salvaron Europa
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Y Draghi dijo "whatever it takes": la verdad tras las tres palabras mágicas que salvaron Europa

Adelantamos a continuación uno de los capítulos de la biografía 'Mario Draghi, el artífice', escrita por Jana Randow y Alessandro Speciale que publica Deusto esta semana

Foto: Mario Draghi, cuando presidía el BCE. (EFE/Olivier Hoslet)
Mario Draghi, cuando presidía el BCE. (EFE/Olivier Hoslet)

Sobre los mercados financieros se acumulan nubarrones de tormenta. Pero la mañana del 26 de julio de 2012 a Londres eso no parece preocuparle. La ciudad se ha despertado con un sol espléndido. Las residencias reales de Buckingham y el palacio de Saint James siguen inmersas en un majestuoso silencio, pero Lancaster House bulle de actividad. El primer ministro David Cameron está esperando la llegada de invitados importantes en el edificio de tres plantas y estilo georgiano que en el cine y la televisión suele sustituir al palacio de Buckingham. Claire Foy y Matt Smith han recorrido sus pasillos como la reina Isabel II y el duque de Edimburgo en la serie 'The Crown'; Colin Firth deambuló por sus salones en la piel de Jorge VI, el soberano tartamudo de 'El discurso del rey', y aquí es donde la familia Crawley de 'Downton Abbey' celebró una Navidad a principios de los años veinte.

El elenco de invitados de Cameron lo forman más de doscientos inversores, autoridades económicas y gente de negocios. Entre la legión de personalidades que esa mañana cruzan el pórtico y ascienden por la imponente escalinata que conduce a los salones de la planta noble está Mario Draghi.

El presidente del BCE, que llegó la noche anterior, ha encontrado la capital financiera de Europa en estado de excitación por la inminente inauguración de las XXX Olimpiadas, pero poco esperanzada por lo que respecta a una solución inmediata a la crisis de deuda soberana que devasta el continente desde hace tres años.

placeholder 'Mario Draghi, el artífice'. (Deusto)
'Mario Draghi, el artífice'. (Deusto)

"Bienvenidos a Londres, bienvenidos al espectáculo más grande del mundo", dice Cameron al dar la bienvenida a sus invitados en la Global Investment Conference, la primera de una serie de cumbres financieras organizadas en paralelo al acontecimiento deportivo para atraer dinero al Reino Unido. Tras lo cual, prosigue con un listado triunfal de todas las ventajas que supone hacer negocios en Inglaterra y presenta al país como el lugar ideal para invertir. El contraste con el desastre que tiene lugar al otro lado del canal de la Mancha es flagrante. Al alabar el inglés como la lengua elegida para los negocios, las finanzas y cada vez más la política, Cameron se permite lanzarle un dardo irónico a la Unión Europea: "A veces digo que una lengua única será un poco mejor que la moneda única, pero en cualquier caso es importante salvaguardar y promover ambas" .

El congreso es, en buena medida, un acto ceremonial. Mervyn King, entonces gobernador del Banco de Inglaterra, recuerda que "nadie lo había pensado como una ocasión relevante. Es una premisa importante para entender lo que sucede después" . Poco antes de la sesión de las diez y media de la mañana, titulada "Cómo gestionar los retos globales", Draghi parece relajado mientras charla con sus compañeros de panel, el propio King, Agustín Carstens y Alexandre Tombini, gobernadores de los bancos centrales de México y Brasil, respectivamente. "Tomaos todo el tiempo que queráis —les indica— . Yo no tengo mucho que decir." En su intervención, lo único que pretende es ratificar un mensaje que ya transmitió hace algunos días durante una entrevista, y muchas veces en el pasado: el euro es irreversible. Punto.

Quizá detecta el escepticismo en el rostro de los presentes. Hace otra pausa y añade, con tono resuelto: "Y creedme: será suficiente"

El público empieza a tomar asiento en la Long Gallery. El estrado se ha colocado en un extremo del salón de más de 35 metros de largo situado en el ala este del palacio, una disposición bastante incómoda, puesto que gran parte de los espectadores se encuentra más cerca de las ventanas que de los oradores. La pintura de Guercino sustraída de Roma que hay en el techo, la chimenea adornada con dorados franceses y las puertas altas y macizas dan al ambiente un aire regio, una atmósfera que contrasta con el mobiliario moderno y funcional, y los paneles blancos y rojos colocados para el evento.

Cuando, poco después de las once, es el turno de que Draghi tome la palabra, el presidente del BCE empieza comparando al euro con un abejorro: según las leyes de la física, es imposible que pueda volar, y sin embargo lo consigue. Ahora, no obstante, el euro deberá "convertirse en una verdadera abeja". La analogía produce cierto desconcierto entre los espectadores. Draghi prosigue, recurriendo sólo de vez en cuando a sus apuntes. El público sopesa con atención cada palabra. Alrededor de seis minutos y medio después de iniciar su discurso, cuando ya ha dicho que el euro está aquí para quedarse, el presidente baja la mirada. Inspira hondo. Entrecruza los dedos y agrega: "Quisiera deciros otra cosa. En el ámbito de nuestro mandato, el BCE está dispuesto a hacer lo que sea necesario para preservar el euro". Quizá detecta el escepticismo en el rostro de los presentes. Hace otra pausa y añade, con tono resuelto: "Y creedme: será suficiente".

Dieciseis segundos

"Whatever it takes." Lo que sea necesario. Después de esos dieciséis segundos, a gran parte de los presentes el resto del discurso le resbala. Mientras se preguntan qué significa exactamente eso, lo que sea necesario, los inversores apenas escuchan las siguientes observaciones y las declaraciones sobre que los mercados financieros están subestimando los progresos realizados en la eurozona. Sentada en primera fila, bajo el atril blanco, Christine Lagarde, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, se pregunta si Draghi, con esa frase improvisada, acaba de poner todo el peso del BCE para apoyar al euro. Mientras los expertos en mercados del Departamento del Tesoro estadounidense, exultantes, chocan los cinco, convencidos de que por fin el presidente ha entendido que la clave para resolver la crisis no son los arriesgados trucos técnicos y financieros, sino una clara demostración de liderazgo. "Sabía que estaba a punto de adoptar una posición fuerte, pero no con qué palabras se expresaría", recuerda Jack Lew, entonces jefe de gabinete del presidente Barack Obama y secretario del Tesoro a partir de 2013.

El euro, las acciones y los bonos experimentan subidas a causa del discurso de Draghi

El euro, las acciones y los bonos experimentan subidas a causa del discurso de Draghi. Existe la convicción compartida de que, tras haber archivado el Programa para los Mercados de Valores (SMP), el Banco Central se dispone a iniciar una expansión cuantitativa a gran escala. Pero a los analistas del mercado, incluso los del BCE, aquello los toma por sorpresa. No se esperaban una declaración de intenciones tan rotunda. "No creo que Mario hubiese previsto la magnitud de la respuesta en los mercados", especula King. Por su parte, Draghi no parece particularmente impresionado. Cuando baja del estrado, Christine Lagarde se levanta para tratar de interceptarlo. Seguido de cerca por Regina Schüller, responsable de comunicación del BCE, Draghi se vuelve y le pregunta: "¿Cómo he estado, Regina?" "Ha sacudido los mercados. Creo que tengo trabajo por delante", responde ella. "¿En serio? Mmm", comenta él.

placeholder Christine Lagarde y Mario Draghi en la sede del BCE en Fráncfort. (Reuters)
Christine Lagarde y Mario Draghi en la sede del BCE en Fráncfort. (Reuters)

El móvil de Schüller ya ha empezado a sonar y no dejará de hacerlo durante un buen rato. Los periodistas piden detalles sobre las declaraciones del presidente. Ella se limita a repetir: "El euro es irreversible" y "Lo que sea necesario". Los inversores y los demás presentes entre el público, mientras tanto, no están seguros de cómo interpretar esas palabras. Nunca han oído una toma de posición igual de incondicional por parte de un personaje de perfil tan alto en la Unión Europea, y parece que no han captado la premisa establecida por Draghi: "En el ámbito de nuestro mandato". Christine Lagarde, que dirá que el "Whatever it takes" entrará en los anales como "las tres palabras más eficaces en la historia de los bancos centrales", es una de ellas.

Una gran victoria

El "Whatever it takes" catapulta a Draghi al octavo puesto de la lista de las personalidades más influyentes del mundo en 2012, según Forbes. Y se convertirá en el principio rector de las políticas del BCE. Las declaraciones contribuirán a hacer del presidente la imagen paradigmática de un nuevo activismo de los banqueros centrales, dispuestos a llenar el vacío de liderazgo en los momentos cruciales. Para Draghi, poner todo el peso del balance del BCE como garantía para la supervivencia del euro era una elección casi obligada. "Lo que sea necesario" era una manera de decir que ya habíamos intervenido en el pasado y que lo haríamos de nuevo en el futuro" es la interpretación de Jean-Claude Trichet. Se consideró una declaración audaz, enormemente arriesgada, y en análisis posteriores, una gran victoria. "No creo haber pensado nunca que un día lo anunciaría con tanta claridad. Fue un golpe maestro. Existen muy pocas declaraciones de un gobernador de banco central con una relevancia comparable —dice un veterano del sector, Stanley Fischer—. Mario utilizó su reputación con mucha sabiduría."

Una ronda de mensajes y llamadas rápidas antes de cruzar la calle para unirse a la recepción presidida por el príncipe Carlos en Clarence House proporciona a Draghi una primera impresión de las reacciones que lo esperan en casa.

placeholder Vista de la sede del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort. (EFE)
Vista de la sede del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort. (EFE)

En su bandeja de entrada tiene un correo de uno de sus asesores, que le ha mandado la "breve" de Bloomberg sobre su discurso, además de la promesa de que el personal ya está preparado para colaborar con él y dotar de contenido a esas palabras. "Me alegra mucho saberlo, gracias" es la respuesta de Draghi. Uno de los primeros a los que llama por teléfono es Jens Weidmann. En calidad de presidente del Bundesbank, Weidmann es una de las autoridades más influyentes en el Consejo de Gobierno del BCE. Es también una de las más escépticas cuando se trata de aprobar medidas no convencionales. Contar con su apoyo supondría un enorme avance para convencer a los alemanes de que su dinero no se dedicará a mantener a flote a los irresponsables gobiernos de los países mediterráneos. Cuando se da cuenta de que Draghi está pensando en comprar deuda soberana, Weidmann no muestra ningún entusiasmo.

Los teléfonos suenan también en el resto del continente. Los líderes europeos intentan contactar con los gobernadores de los bancos centrales nacionales para preguntarles: "¿Qué ha prometido Draghi y con qué instrumentos contáis?". Las respuestas que llegan desde lugares de veraneo y coches de viaje son siempre algo parecido a "No lo sé". Durante el fin de semana, Draghi pone al día a los dirigentes del BCE, y explica que no tiene aún un plan concreto. Habla de las conversaciones mantenidas durante las semanas previas y de cómo la incertidumbre sobre la supervivencia del euro lo convencieron de que tenía que adoptar una posición más clara.

Merkel y Hollande están de acuerdo en transmitir una señal favorable a Draghi

La llamada más importante se desarrolla entre Berlín y París unas veinticinco horas después del discurso de Londres. La canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés François Hollande están de acuerdo en transmitir una señal favorable a la posición de Draghi. En un comunicado difundido a media tarde, los dos afirman que sus respectivos países "están comprometidos con el profundísimo deber" de mantener intacta la eurozona y que harán "cualquier cosa" para proteger la moneda única. También España e Italia lo suscriben, y Jean-Claude Juncker, al frente del grupo de ministros de Finanzas de la eurozona, confirmará en breve que el fondo temporal creado para ayudar a los Estados, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), está colaborando con el BCE en un plan para reducir los costes de la deuda. Y añade: "No hay tiempo que perder".

En Londres, Draghi se ha desplazado a Guildhall para escuchar las intervenciones del canciller del Exchequer británico, George Osborne, y del alcalde Boris Johnson, antes de subirse a un coche para dirigirse a la otra punta de la ciudad. Una vez asegurado el apoyo de las capitales de las principales economías europeas, el presidente puede concederse una pausa y asistir junto a su mujer y otros novecientos millones de espectadores de todas partes del mundo a una sinopsis de la historia británica desde los albores de la Revolución Industrial hasta nuestros días, con alusiones a la literatura, la música y la cultura popular, que culmina con un gigantesco espectáculo de fuegos artificiales: la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos. Los dos se sientan en una tribuna con Christine Lagarde y su acompañante, y con sir Roger Bannister y su esposa, la hija de Per Jacobsson, el hombre que dirigió el FMI durante los años cincuenta y sesenta. Lagarde sigue impresionada por la actitud relajada de Draghi. Como observaría años después, "acababa de poner en marcha los mercados, de salvar el euro. Y fingía no saberlo".

¡El euro es irrevocable!

Retrospectivamente, las declaraciones de Draghi no parecen tan inéditas. Justo unos días antes, había dicho a Le Monde que, con el nuevo plan de acción definido por los gobiernos europeos para una Unión más inclusiva y los primeros resultados tangibles de ese acuerdo, el BCE ya no tenía "más tabúes". "Los analistas externos imaginan situaciones hipotéticas de disgregación de la eurozona. Es una visión que infravalora el capital político invertido por nuestros líderes en este proyecto, además del apoyo de los ciudadanos europeos. ¡El euro es irrevocable!".

Gran parte de los banqueros centrales, sobre todo los más cercanos, sabían que el presidente del BCE estaba sopesando las opciones disponibles. Erkki Liikanen y Christian Noyer, gobernadores de los bancos centrales de Finlandia y Francia, se esperaban un compromiso firme por su parte, aunque no conocieran los detalles. Incluso el neerlandés Klass Knot, uno de los miembros más conservadores del Consejo de Gobierno, tenía la sospecha de que el equipo del presidente estaba trabajando en un plan de respuesta a la crisis. Recuerda haberle preguntado a Draghi, a principios del mes de julio: "¿Tienes algo en mente?". La respuesta: "Aún nada concreto. Pero tendrá que ser algo gordo".

Los mercados financieros, temerosos, necesitaban una señal inequívoca

Los mercados financieros, temerosos de que el BCE se estuviera retirando de la primera línea en la lucha contra la crisis, necesitaban una señal inequívoca. El impacto del programa de préstamos trienales concedido a los bancos en diciembre de 2011 y marzo de 2012 se estaba atenuando, y el Programa para los Mercados de Valores con el que el Banco Central había comprado bonos del Estado de Grecia, Irlanda, Portugal, España e Italia —los países GIPSI, llamados así por su acrónimo en inglés, que a veces deriva en el despectivo PIGS [siglas que significan "cerdos" en inglés]— estaba guardado en un cajón. A finales de la primavera, Draghi había empezado a buscar vías alternativas para reavivar la confianza en la moneda única, discutiendo con su personal y sus confidentes los instrumentos que seguían a disposición del BCE. La cuestión más debatida era cómo encontrar el equilibrio preciso entre un mecanismo que garantizara que los países mantendrían las promesas de reforma, una obligación no contemplada en el SMP, y al mismo tiempo tuviera una potencia suficiente para convencer a los inversores.

El BCE no era el único lugar en el que se estaban examinando posibles instrumentos para tranquilizar a los mercados. El primer ministro italiano, Mario Monti —un tecnócrata que había asumido el cargo unas dos semanas después que Draghi—, estaba desarrollando, junto al Banco de Italia, un escudo contra el diferencial de riesgo. Los principales autores del plan, además de Monti, eran Vittorio Grilli, el ministro de Finanzas, Ignazio Visco, el gobernador del banco central y su director general Fabrizio Saccomanni. Su misión: proteger a los países "virtuosos" de la eurozona adquiriendo automáticamente sus bonos en el caso de que se hallaran bajo un ataque financiero. Cuando le presentaron el plan, en un encuentro secreto mantenido en Roma, Draghi se mostró favorable a los correctivos fiscales y a las reformas estructurales incluidas en la propuesta, pero rechazó el núcleo central, es decir, la compra automática de bonos. En su opinión, el plan nunca superaría el examen del departamento legal del BCE. No lo consideraba viable, a pesar de que los italianos insistieron en que el acuerdo adoptado por los líderes europeos en la cumbre de finales de junio apuntaba en esa dirección.

Los funcionarios del BCE afinaban un plan que, según ellos, sería capaz de frenar el creciente pánico de los mercados

Mientras, los funcionarios del BCE afinaban un plan que, según ellos, sería capaz de frenar el creciente pánico de los mercados, sobre todo ahora que los líderes habían ofrecido una perspectiva sobre el futuro de Europa y el acuerdo sobre la unión bancaria facilitaría la recapitalización directa de las entidades de crédito con problemas. En una reunión celebrada a finales de julio, tras semanas de intenso debate, gran parte de los miembros del Comité Ejecutivo y algunos expertos clave del BCE estaban convencidos de que había llegado el momento de actuar, y que sobre la mesa había suficientes hipótesis de posibles medidas —todas basadas principalmente en el concepto de condicionalidad, la idea de vincular las intervenciones del Banco Central con las reformas implementadas por los gobiernos para conseguir la máxima eficacia— y una cobertura política que enviaría una señal firme. Aquel día no se hicieron más planes, ni tampoco en el transcurso de esa semana. Todo se dejó parado hasta que la mañana del 26 de julio los abogados de los principales bufetes estadounidenses y británicos —gente a la que Draghi conocía desde hacía por lo menos tres décadas— le preguntaron cómo redenominar los contratos de incumplimiento crediticio (CDS, por sus siglas en inglés) en una moneda distinta y Cameron elogió la economía inglesa, sus oportunidades de negocio y la fuerza de la libra esterlina ante una sala repleta de inversores. ¿Por qué motivo la eurozona no debería ambicionar la misma solidez y el mismo éxito?

Un jarro de agua fría

El compromiso de Draghi para proteger el euro no tarda en recibir un jarro de agua fría. Quedan claros los desafíos que tiene ante sí. Menos de veinticuatro horas después del discurso de Londres, el Bundesbank alza la voz. En ese momento, aunque el banco central alemán es uno más de los diecisiete miembros del Eurosistema, su influencia sobre las decisiones políticas es mayor que la de muchos de sus pares. No sólo supervisa la economía más fuerte de Europa y es una de las instituciones más grandes de la región, con once mil empleados (en 2012, sólo el Banco de Francia cuenta con más), sino que su organización, mandato y estructura operativa han sido el modelo del BCE.

Se fundó en 1957 para suceder al Bank Deutscher Länder, el banco de los estados alemanes, que a partir de 1948 había supervisado el marco tras su introducción. Como institución independiente, con un órgano decisorio formado por representantes de las filiales regionales y de la sede central —la estructura preferida por los estadounidenses—, el Bundesbank estaba firmemente comprometido con la estabilidad de precios. Su éxito a la hora de controlar la inflación con tipos de interés definidos tras un atento examen de los desarrollos monetarios y económicos había sido tal que, en 1992, Jacques Delors, uno de los políticos más influyentes de Europa y entonces presidente de la Comisión Europea, observó: "No todos los alemanes creen en Dios, pero todos creen en el Bundesbank".

"No todos los alemanes creen en Dios, pero todos creen en el Bundesbank"

El viernes 27 de julio por la mañana, un portavoz dice que "en el pasado, el Bundesbank ha expresado repetidamente su opinión crítica respecto a la compra de títulos, porque este tipo de operaciones difumina la frontera entre las políticas monetaria y fiscal". Es una advertencia directa al BCE: el Banco Central Europeo se arriesga a infringir una de las normas principales que regulan su conducta, la prohibición de financiar a gobiernos, establecida en el artículo 123 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea.

Draghi está caminando por el filo de la navaja y sabe que debe traducir sus palabras de Londres en una acción concreta. Cualquier iniciativa que el BCE decida emprender deberá ser lo bastante audaz como para mantener a raya a los inversores que están apostando por la ruptura del euro; tener reglas lo suficientemente sólidas para ejercer presión sobre los gobiernos, con el fin de que cumplan su parte para reforzar los pilares de la unidad europea; y ser suficientemente inatacable desde el punto de vista legal para soportar el tamiz de los tribunales, dado que, con toda probabilidad, cualquier programa acabará siendo discutido ante las máximas instancias legales de la Unión. Draghi quiere el consenso unánime del Consejo de Gobierno. Para obtenerlo, necesita el apoyo de Weidmann. Antes de las reuniones del Consejo del 1 y el 2 de agosto, los dos se encuentran para buscar un terreno común. Pero la distancia parece insalvable.

placeholder Jens Weidmann, presidente del Bundesbank. (Reuters/Kai Pfaffenbach)
Jens Weidmann, presidente del Bundesbank. (Reuters/Kai Pfaffenbach)

El plan del presidente gira en torno a los fondos de ayuda para los Estados, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera provisional y el Mecanismo Europeo de Estabilidad permanente (MEDE), ahora en las últimas fases de preparación, con la compra de bonos del Estado en el mercado primario, además de las compras del BCE en el mercado secundario para garantizar que los efectos de la bajada récord de los tipos de interés lleguen a la economía real. Ya ha advertido al economista alemán Klaus Regling, que dirige el MEDE, que esté preparado. Pero Weidmann y los abogados del Bundesbank consideran que el plan es legalmente insostenible.

Draghi acude a los gobernadores de otros bancos centrales. También ellos son escépticos respecto a la capacidad de los instrumentos no convencionales, pero, a diferencia de Weidmann, su temor principal es que las intervenciones del BCE lleven a los gobiernos a la inacción. Aun así, sus homólogos aceptan el argumento de que en un momento de verdadera crisis debe existir un único órgano con el suficiente dinero y la necesaria rapidez en la toma de decisiones: el Banco Central. Por eso intentan convencer al colega alemán para que se ponga de su lado y trabaje en la elaboración de un programa a la altura del compromiso adoptado por Draghi.

EEUU a la espera

Durante el verano, los funcionarios estadounidenses no dejan duda alguna: esperan que Europa actúe. El continente "arde debido a la profunda preocupación por la voluntad política" de la región para resolver la crisis, dirá Timothy Geithner, secretario del Tesoro, en una entrevista televisiva tres días antes del discurso de Mario Draghi en Londres. Cuatro días después, visita al ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble en Sylt, una isla del mar del Norte, en muchos aspectos el equivalente al estadounidense Martha’s Vineyard, antes de ir a Fráncfort para ver a Draghi y pedirle que le ponga al día de las opciones que está examinando el Banco Central Europeo. Geithner y Draghi son "espíritus afines", afirma alguien que los conoce y ha trabajado con ambos durante años. Lo que Geithner oye durante el encuentro lo convence de que Europa "está absolutamente decidida a hacer todo lo necesario" para resolver la crisis de deuda en el continente.

placeholder Timothy Geithner, secretario del Tesoro de Estados Unidos. (Reuters/Yuri Gripas)
Timothy Geithner, secretario del Tesoro de Estados Unidos. (Reuters/Yuri Gripas)

Los funcionarios de la Reserva Federal son menos optimistas. Hace meses que siguen la evolución del deterioro gradual que ha llevado a Europa al borde del colapso: una posibilidad que también tendría graves consecuencias para la economía estadounidense. "Me consuelan algo las declaraciones de Mario Draghi acerca de que el BCE está listo para hacer más, pero me pregunto cuáles serán las medidas concretas que preparará, porque deberán situarse en la intersección entre lo que a Mario le gustaría hacer, lo que está autorizado a hacer de acuerdo con los estatutos del BCE y lo que los alemanes estarán dispuestos a aprobar", expone aquel verano William Dudley, presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, a los colegas reunidos para establecer la política monetaria. Steven Kamin, un economista de la Reserva Federal, argumenta más tarde: "Un compromiso del BCE, sin límite temporal, a intervenir en los mercados para poner un techo a los tipos de los títulos españoles e italianos, quizá en paralelo a una financiación directa del fondo para rescatar a los Estados, podría cambiar las cosas de verdad y mejorar de manera sustancial las perspectivas europeas. Sin embargo, dada la extrema incertidumbre de la situación, consideramos más probable que en la reunión fijada para finales de esta semana, el BCE anuncie una línea de actuación más limitada". Su conclusión: "La situación financiera se volverá aún más difícil en los próximos meses".

El 1 de agosto, el Consejo de Gobierno del BCE se reúne por primera vez después del "Whatever it takes". En la cena de la noche del miércoles, que precede a la parte formal del encuentro, prevista para el jueves por la mañana, el ambiente es casi de emoción. Después de meses de espera y tensiones, los gobernadores están agradecidos con Draghi por haber señalado finalmente una salida de la crisis. "Fue un alivio", recuerda el austríaco Ewald Nowotny. Con mayor razón, los comensales se quedan desconcertados cuando, tras tantos discursos sobre una acción decidida, Draghi revela que no tiene nada concreto que proponer. "Contaba con la capacidad del sistema para inventar una solución —afirma Christian Noyer, y añade, halagando la determinación del presidente—: La suya fue una intuición genial." Draghi pide a los gobernadores que se queden después de la cena para hacer una tormenta de ideas sobre las posibles operaciones.

Es una afirmación extrañamente agresiva del impasible banquero alemán, y una prueba de lo delicado que es el momento

Cuando, alrededor de las once y media, se disuelve la reunión, las diferencias son demasiado evidentes. Weidmann se opone, en la reunión y en las declaraciones públicas. La independencia del BCE "impone a la institución el respeto y la no violación de su mandato —ha dicho en una entrevista publicada pocas horas antes del encuentro—. Somos el banco central más grande e importante del Eurosistema, y tenemos más voz y voto que muchos otros". Es una afirmación extrañamente agresiva del banquero alemán, conocido por su impasibilidad y cortesía, y una prueba de lo delicado que es el momento. Alemania será más grande que el resto de los países de la eurozona, pero su representante tiene, como los demás, un solo voto en el BCE.

Durante los encuentros del día posterior, algunos de los participantes, entre ellos Klaas Knot y Jörg Asmussen, el alemán que Angela Merkel quería en el Comité Ejecutivo tras la dimisión de Jürgen Stark, expresan sus dudas y preocupaciones sobre el programa que empieza a delinearse de manera más clara. Antes de pronunciarse, sin embargo, quieren entender cuál será el instrumento definitivo. Weidmann se limita a decir que no. 'Nein zu allem': 'no a todo'. Su propuesta de que el BCE haga los cálculos necesarios para verificar si los gobiernos están en disposición de gestionar su carga de deuda antes de decidir la compra de los bonos —un ejercicio conocido como análisis de la sostenibilidad de la deuda, gestionado por el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea— cae previsiblemente en el vacío.

Crece el desacuerdo

El 2 de agosto de 2012 el desacuerdo entre Draghi y Weidmann va más allá. En la conferencia de prensa que siempre tiene lugar después de las reuniones del Consejo, el presidente rompe la vieja tradición de mantener la confidencialidad de las decisiones de voto de los miembros individuales (a diferencia de otros bancos centrales, el BCE no publica un recuento oficial de los votos que preceden a sus decisiones). Señala a Weidmann como el único contrario a la propuesta de adquisición de bonos del Estado, que prevé la compra en el mercado secundario y una rigurosa condicionalidad para garantizar que las medidas de ayuda temporal proporcionadas por el BCE se acompañan de reformas reales. "Es sabido que el señor Weidmann y el Bundesbank tienen reservas sobre el programa de compra de bonos", dice. La observación es fruto de una discusión bastante encendida que los dos han mantenido en privado poco antes, durante la cual Weidmann ha insistido en que no puede ocultar su oposición. Para los miembros del Consejo que siguen la conferencia de prensa en la sala adyacente, la declaración de Draghi es una sorpresa, además de la prueba de que se le está acabando la paciencia con los alemanes. "Estábamos de acuerdo en que la situación era dramática —recuerda Weidmann—. Nadie negaba que la crisis fuera profunda. La diferencia clave era quién era responsable y quién sería capaz de resolverla de manera sostenible."

No, el Gobierno no está preocupado por los planes de Draghi, asegura a la prensa un portavoz de Berlín

La actitud de Draghi no era lo que Weidmann y el Bundesbank esperaban, pero en cierto sentido facilitó la comunicación entre los dos interlocutores. De ahora en adelante, el gobernador alemán criticará abiertamente la política del BCE y a finales de agosto sostendrá que el programa de compra de bonos propuesto es una cuestión "espinosa" y que la idea de fijar objetivos explícitos para los tipos de interés que los países de la eurozona deben pagar por su deuda le provoca "dolor de estómago". Draghi, por su parte, está convencido de no necesitar la ayuda de Weidmann para tener a Alemania de su lado: puede contar con Angela Merkel. No, el Gobierno no está preocupado por los planes de Draghi, asegura a la prensa un portavoz de Berlín; y no, las objeciones del presidente del Bundesbank no influirán en el apoyo alemán a la lucha contra la crisis emprendida por el BCE, revela un estrecho aliado de la canciller.

Mientras, en el BCE se ultiman los preparativos. El personal trabaja hasta bien entrada la noche para dar forma a un programa que sea percibido como un baluarte creíble, erigido para proteger a la eurozona, y que al mismo tiempo no contravenga los límites impuestos al Banco Central por la normativa vigente. Draghi apela a la excesiva carga de trabajo para anular su participación en el congreso de la Reserva Federal en Jackson Hole, Wyoming. Entre las opciones sobre la mesa están poner un techo a los tipos de los bonos soberanos y fijar objetivos para el diferencial de los bonos de varios países con respecto al Bund alemán. Se discute también la compra de activos de varias clases, incluso la deuda del sector privado. Hasta el momento, sin embargo, ninguna solución se ha impuesto como decisiva. En Estados Unidos, el viaje anulado del presidente se interpreta como una señal de que el BCE está trabajando de verdad en un plan. "En mi opinión, es una noticia absolutamente magnífica", declara Adam Posen, miembro saliente del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra. Los problemas europeos acaparan la atención de la reunión de la Reserva Federal y su presidente, Ben Bernanke, está entre los más firmes defensores de la necesidad de una solución. "Considero muy constructivas algunas políticas propuestas recientemente en Europa, y pido a nuestros colegas europeos que sigan por este camino, con iniciativas que resuelvan de verdad la crisis", dice en el transcurso de su intervención. Draghi no está entre el público, pero Weidmann, sí.

Noyer recuerda muchas discusiones bilaterales con Draghi en esa época. "Uno de los argumentos era la idea de que si se anunciaba una intervención limitada por parte del BCE, los efectos no serían decisivos. El arma más eficaz del Banco Central es la posibilidad de actuar casi sin límites". Draghi sigue consultando con su predecesor, Trichet. "Hablábamos por teléfono con regularidad, lo hacemos aún hoy. [...] Discutíamos hasta qué punto era determinante la colaboración activa por parte de los gobiernos. La condicionalidad era absolutamente necesaria". Al francés, la decepción por el intento fallido, un año antes, de presionar a Italia para que reformara su economía a cambio de la compra de sus bonos del Estado le sigue escociendo. Pero esta vez el Mecanismo Europeo de Estabilidad fijará programas de ajuste e impondrá su implementación antes de la concesión de cualquier ayuda. Las promesas ya no serán suficientes.

Draghi se pone a trabajar para construir el apoyo político necesario para aprobar los programas. Durante una sesión a puerta cerrada en el Parlamento Europeo celebrada el 4 de septiembre, el día previo a dos jornadas de reuniones del Consejo de Gobierno en Fráncfort, Draghi dice a los parlamentarios que el Banco Central Europeo ha perdido el control sobre los costes de la deuda. Por ello no puede eximirse de intervenir en el mercado de bonos para recuperar el control sobre los tipos de interés y garantizar la supervivencia del euro. Cualquier acción se llevará a cabo en nombre de la política monetaria.

Compra ilimitada

Cuando ese mismo día, la propuesta del BCE llega a los blancos centrales de la eurozona, los gobernadores no tienen mucho tiempo para asimilar el plan y consultar a sus departamentos legales. Lo que está claro es que el paquete, denominado operaciones sin restricciones monetarias, prevé la compra ilimitada de deuda soberana. Para garantizar que éstas no provoquen un aumento de la oferta de dinero, alimentando así la consiguiente inflación, el BCE pretende recomprar justo la misma suma de dinero que ponga en circulación, según un proceso llamado "esterilización". Las filtraciones sobre el plan llegan a la prensa, y los mercados de divisas, de capitales y bursátiles suben. Es una de las raras ocasiones en las que Draghi pierde los estribos con sus colegas, y les recuerda a todos que la difusión de información reservada es un delito penal. Para mantener alguna ventaja sobre los periodistas, el paquete cambia de nombre y se adopta el de operaciones monetarias sin restricciones (OMT, por sus siglas en inglés), porque los funcionarios más conocedores de la cotidianidad británica informan al presidente de que en el Reino Unido MOT es el acrónimo de la revisión anual de los vehículos.

La condicionalidad es el elemento principal del programa. Los países que quieran beneficiarse tendrán que formar parte de un programa de ayuda gestionado por el MEDE. Esta característica permite que quienes son escépticos con la compra de bonos del Estado, como Knot o Asmussen, puedan apoyarlo sin reservas, a sabiendas de que el Banco Central no será el único en sostener el peso. Pero no convence a Jens Weidmann.

"De acuerdo, ha dicho "lo que sea necesario", pero ¿qué significa eso exactamente? ¿Qué estáis dispuestos a hacer?"

El siguiente fin de semana, autoridades de todo el mundo se citan en Basilea, lugar de encuentro entre Suiza, Francia y Alemania, para una de sus reuniones bimestrales. Es la primera oportunidad que tiene la comunidad internacional de los bancos centrales para interrogar a Draghi sobre su compromiso de hacer "lo que sea necesario" para proteger el euro y sobre el programa OMT que deriva de él. La discusión es franca. Lo es siempre que un gran banco central anuncia una política que afectará al resto del mundo. "De acuerdo, ha dicho “lo que sea necesario", pero ¿qué significa eso exactamente? ¿Qué estáis dispuestos a hacer?" son algunas de las preguntas dirigidas a Draghi. Sus respuestas los convencen sólo en parte. Cuando, la semana siguiente, informan al Comité Federal de Mercado Abierto, que fija los tipos de interés en Estados Unidos, Janet Yellen y William Dudley ocultan su escepticismo bajo tecnicismos políticos. "La gobernadora Yellen y yo estuvimos en Basilea el pasado fin de semana —dice Dudley a sus pares—, y debo decir que la opinión casi unánime era que, en términos generales, el BCE lo ha hecho lo mejor posible, teniendo en cuenta las diferentes restricciones con las que debe operar". James Bullard, presidente del Banco de la Reserva Federal de San Luis, es algo más explícito: "Temo que el BCE no esté activando planes de expansión verdaderamente agresivos para mitigar la recesión en la eurozona. Es más, las compras selectivas de deuda que propone prevén cierto grado de condicionalidad, lo que significa que deberá esperar a que los países reaccionen a su oferta."

En ese momento, por lo que respecta a políticas expansivas, la Fed va muy por delante del BCE. Estados Unidos ya había recurrido a la expansión cuantitativa en noviembre de 2008, en paralelo al Programa de Ayuda para Activos en Problemas (TARP, por sus siglas en inglés) del Gobierno, mediante el cual la Administración adquirió activos y participaciones "tóxicas" de los bancos. En diciembre de aquel año, el tipo de los fondos federales se había bajado a cero, frente a la referencia del 2,5 por ciento fijada por el BCE. En 2010 se había puesto en marcha un segundo programa de expansión, y luego un tercero, esta vez ilimitado, tras esa reunión de septiembre de 2012.

Tal vez son las limitaciones incluidas en el programa lo que hace que los inversores duden de su eficacia. Quienes se ocupan de las operaciones de mercado en el BCE temen que los traders no se acaben de creer la determinación del Banco Central, mientras que sus homólogos en Estados Unidos están satisfechos de que al menos la situación haya dejado de empeorar. Entre bastidores, Benoît Cœuré y Peter Praet, miembros del Comité Ejecutivo, intentan explicar la estrategia del BCE a los operadores de Wall Street y los inversores extranjeros, y para ello sacan de gira, por así decirlo, al Banco Central Europeo. Cuando piensa en el año 2012, Ángel Ubide, el legendario inversor y experto que entonces era director de economía global en un fondo especulativo llamado Tudor, comenta: "Habíamos dedicado un par de semanas a tratar de entender si Draghi había querido decir realmente "lo que sea necesario", pero al cabo de un mes o dos la gente empezó a pensar: “Sí, parece que algo ha cambiado en serio”". Sin embargo, en su opinión, el verdadero punto de inflexión no se produciría hasta mediados de octubre, cuando el FMI celebró su asamblea anual en Tokio. "Hasta entonces, todo el mundo me preguntaba si España iba a impagar. En Tokio, la cuestión ya era otra: "Vale, ¿cómo puedo ganar dinero en España?". La naturaleza de la conversación había cambiado".

Calma al fin

Durante las semanas posteriores, en la eurozona los tipos de los títulos siguieron bajando y se extendió una sensación de calma, a pesar de los primeros indicios de que las OMT se habían ideado para no usarse nunca. El Gobierno español presidido por Mariano Rajoy, que era uno de los principales defensores del programa y potencialmente el único que cumplía los requisitos para solicitarlo, se muestra reacio a hacerlo. Le preocupan las condiciones previstas en el plan y el estigma que habría supuesto para el país. Es posible que Italia sea demasiado grande para que otro pueda salvarla y, en cualquier caso, Monti se mantiene firme en su decisión de que el país debe arreglar por sí solo sus problemas.

Una nota de prensa que enumera los elementos fundamentales —las compras se centrarán en los bonos del Estado con madurez de entre uno y tres años, y en caso de impago el BCE aceptará el mismo tratamiento que un acreedor privado— sigue siendo el único documento formal relativo al programa. No se ha promulgado una normativa que establezca de manera oficial las bases del plan y defina los parámetros al detalle, como observa el periodista del Financial Times Michael Steen en casi todas las conferencias de prensa desde el anuncio de las operaciones monetarias sin restricciones, poniendo a prueba la paciencia de Draghi. Al final, en 2014, el propio Steen acabará trabajando en el BCE como su responsable de comunicación. En 2013, cuando Irlanda se dispone a abandonar su programa de rescate, se encuentra con mensajes contradictorios sobre la posibilidad, al menos teórica, de beneficiarse de las OMT. En un principio, el BCE había dicho que se podría emplear el programa para apoyar a los países que salieran del plan de rescate para los Estados, con el fin de ayudarlos a recuperar el acceso a los mercados, pero seis meses más tarde Draghi contradice sus declaraciones iniciales y afirma que para permitir la aplicación de las OMT, los países incluidos en el programa de ayuda deberían haber regresado ya a los mercados por sí solos. Completa el círculo un documento del BCE según el cual las operaciones monetarias sin restricciones no serían necesarias en el caso de que un Estado soberano hubiera recuperado el acceso a los mercados.

Es posible que parte de las contradicciones se debieran al hecho de que el programa seguía incompleto. Se habían establecido las reglas y, con la salvedad de algunos detalles, existía un borrador de la normativa, pero faltaban muchas partes relacionadas con su implementación práctica, postergadas hasta que un país pidiera realmente la ayuda de las OMT. Hasta entonces, eso no había sucedido. Un funcionario del BCE que trabajó en el programa estima que la versión que conserva en un cajón está completa al 95 por ciento, aproximadamente. Gran parte de las lagunas se completaron más adelante, junto al programa de compra de activos a gran escala lanzado en 2015.

Sobre los mercados financieros se acumulan nubarrones de tormenta. Pero la mañana del 26 de julio de 2012 a Londres eso no parece preocuparle. La ciudad se ha despertado con un sol espléndido. Las residencias reales de Buckingham y el palacio de Saint James siguen inmersas en un majestuoso silencio, pero Lancaster House bulle de actividad. El primer ministro David Cameron está esperando la llegada de invitados importantes en el edificio de tres plantas y estilo georgiano que en el cine y la televisión suele sustituir al palacio de Buckingham. Claire Foy y Matt Smith han recorrido sus pasillos como la reina Isabel II y el duque de Edimburgo en la serie 'The Crown'; Colin Firth deambuló por sus salones en la piel de Jorge VI, el soberano tartamudo de 'El discurso del rey', y aquí es donde la familia Crawley de 'Downton Abbey' celebró una Navidad a principios de los años veinte.

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