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Gabriel Ferrater, el poeta que venció el miedo de la cultura literaria catalana
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El erizo y el zorro

Gabriel Ferrater, el poeta que venció el miedo de la cultura literaria catalana

Jordi Amat publica en Tusquets una biografía nada convencional del poeta memorable, asombrosamente culto y provocador incansable, que sacudió un ecosistema literario muy conservador

Foto: Gabriel Ferrater.
Gabriel Ferrater.

A finales de 1959, un pequeño grupo de hombres que representan la respetabilidad y la supervivencia de la cultura en lengua catalana se reúne en una sala del Hotel Colón, frente a la catedral de Barcelona. Es el jurado que debe conceder un premio de poesía, que lleva el nombre de Carles Riba, el gran poeta catalán que acaba de fallecer. Pero el jurado no se pone de acuerdo: duda entre un poeta ya publicado, que sigue con la tradición dominante en la poesía catalana del momento, y otro joven, inédito y que pone muy nervioso a uno de los miembros del jurado. Este, partidario también de la inercia de la poesía catalana de entonces, un tanto sentimental y hueca, siente literalmente asco al leer al joven poeta, que se llama Gabriel Ferrater.

Los poemas que Ferrater ha presentado al premio hablan de burdeles, del sexo con una prostituta durante la mili, y cuestionan la rigidez moral de la cultura catalana e incluso a uno de sus emblemas, el poeta Joan Maragall. El miembro del jurado que no quiere de ningún modo que gane el poeta joven dice que “con los versos provocativos de la recopilación de Gabriel Ferrater corremos el riesgo de ensuciar la poesía catalana”. Eso es lo que está en juego: no se trata de premiar a un libro mejor o peor, a un estilo u otro, sino de la supervivencia como un territorio con límites morales de la poesía catalana, un poco beata, que no ha querido o no ha podido asumir plenamente la modernidad. Ferrater pierde. Pero su libro, que lleva un título absurdo en latín, 'Da nuces pueris' ('Da nueces a los niños'), sacado de un poema del más pornográfico de los poetas latinos, Catulo, se publica igualmente. Es el inicio de una breve carrera de poeta que cambiará muchas cosas en la angustiada y parroquial cultura literaria catalana del momento.

placeholder 'Vencer el miedo'. (Tusquets)
'Vencer el miedo'. (Tusquets)

Esa es la historia que cuenta Jordi Amat en 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater', publicado por la editorial Tusquets. No se trata de una biografía convencional del poeta; es un retrato profusamente documentado con cartas, diarios y otros papeles de la época, pero al mismo tiempo es esencialmente una visión personal, no exhaustiva, del hombre y su tiempo. Amat es quizás el mayor divulgador actual de la tradición cultural catalana de la segunda mitad del siglo XX. También él, a su modo, la ha modernizado con sus libros sobre grandes figuras del catalanismo como Ramón Trias Fargas y Josep Benet y las siempre complejas relaciones entre cultura y política en Cataluña, los años del pujolismo y el 'procés'. Amat tiene vocación divulgadora, narrativa, desacralizadora, pero al mismo tiempo se toma en serio la cultura catalana como siempre lo hace el catalanismo: con el poder en mente.

Ferrater, como cuenta Amat, era hijo de una Cataluña que desapareció con la Guerra Civil y el franquismo. Procedía de una familia burguesa de inclinaciones liberales e ilustradas que había prosperado con el comercio de productos agrícolas en Reus, en Tarragona. La familia perdió buena parte de sus propiedades durante la guerra, pero durante el conflicto Ferrater descubrió la libertad: mientras los hombres se exiliaban o iban al frente, se produjo un cierto vacío de poder en el que sus amigos y él, en la primera adolescencia, descubrieron el alcohol, el sexo y la vida sin reglas. Muchos años antes de convertir esa experiencia en poema, Ferrater ya divergía de la tradición catalana: para él, personalmente, la Guerra Civil no fue un drama, sino un raro episodio de libertad y descubrimiento. Y así lo escribiría.

Foto: Gabriel Ferrater

La familia se arruinó, en parte por las ideas fantasiosas del padre, que acabó suicidándose para que la familia cobrara un seguro de vida. Y Gabriel llegó a la edad adulta sin apenas haber recibido educación formal y sin un título universitario, pero con una inmensa cultura que le permitió introducirse en el mundo de las revistas literarias y las pujantes editoriales del momento. Era un hombre deslumbrante, capaz de leer en cualquier idioma imaginable, con ideas novedosas y provocadoras sobre la literatura catalana medieval, los mejores escritores internacionales de aquellos años y las últimas tendencias de la lingüística. Pero siempre malvivió con trabajos poco rentables, como la traducción, la elaboración de informes editoriales —en los que tenía que recomendar argumentadamente si los editores debían publicar o no un libro— y artículos para enciclopedias y revistas. No conseguía terminar proyectos mayores. No conseguía mantener relaciones estables. No conseguía no beber.

Una vida precaria y rica

Amat no solo reconstruye la vida de Ferrater, sino, como tiene por costumbre, las grandes tramas de la vida cultural catalana. En este caso, una vida que es precaria, porque está sometida a una dictadura que la hostiga y tiene un mercado relativamente pequeño y, al mismo tiempo, resulta sorprendentemente rica: hay revistas, se premian libros de autores monumentales como Josep Pla o Mercè Rodoreda, se traducen al catalán autores internacionales… Ferrater es consciente de esa paradoja: su maestro, Carles Riba, se había quejado durante mucho tiempo de que los burgueses financiaban la cultura para presumir de los libros que tenían en las estanterías de sus casas bienestantes, no por otra cosa. Y aunque Ferrater detesta el nacionalismo —y suelta barbaridades provocadoras en medios pequeños y reuniones culturales y universitarias dominados por el catalanismo— también se opone al franquismo, y tras mucho resistirse acaba participando en actividades antifranquistas. “Nuestra cultura está ligada con nuestra política —dice—. Tiene que luchar para sobrevivir contra la presión de la lengua mayoritaria que domina el Estado”. Aunque, al mismo tiempo, dice, “en nuestra literatura ha habido una inflación de mediocridades y una deflación de las verdaderas excelencias. Por el simple hecho de escribir en catalán, los escritores han obtenido una prima de estimación”.

Ferrater fue un inmenso poeta, culto y provocador, que sacudió el conservador y temeroso ecosistema cultural catalán

Ferrater fue un inmenso poeta (lean su poesía completa en el volumen ' Les dones i els dies' o la traducción al castellano 'Mujeres y días') y un hombre asombrosamente culto y provocador, que sacudió de manera admirable el conservador y temeroso ecosistema cultural catalán. Amat está convencido de que fue un hombre de talla europea, aunque pocos le conocieran fuera del mundo editorial, y recoge la opinión de que “Poema inacabat” es quizá el mejor poema escrito en España en la segunda mitad del siglo XX. Su retrato hace justicia al poeta y su época, aunque el final del libro sea un tanto precipitado y todo él esté recorrido por una nostalgia que hoy domina las partes más juiciosas del viejo catalanismo, al que pertenece Amat: la añoranza de un mundo burgués, liberal, ilustrado y culto que el franquismo casi logra liquidar como se había propuesto, pero que si ahora casi ha desaparecido es por su enorme irresponsabilidad política.

Sea como sea, 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' es una magnífica introducción a un escritor memorable, un lector único y un adulto torpe que encarna una de las mejores excepciones de la cultura catalana.

A finales de 1959, un pequeño grupo de hombres que representan la respetabilidad y la supervivencia de la cultura en lengua catalana se reúne en una sala del Hotel Colón, frente a la catedral de Barcelona. Es el jurado que debe conceder un premio de poesía, que lleva el nombre de Carles Riba, el gran poeta catalán que acaba de fallecer. Pero el jurado no se pone de acuerdo: duda entre un poeta ya publicado, que sigue con la tradición dominante en la poesía catalana del momento, y otro joven, inédito y que pone muy nervioso a uno de los miembros del jurado. Este, partidario también de la inercia de la poesía catalana de entonces, un tanto sentimental y hueca, siente literalmente asco al leer al joven poeta, que se llama Gabriel Ferrater.

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