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'Nabucco', en el Real: mucho que escuchar, nada que ver
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'Nabucco', en el Real: mucho que escuchar, nada que ver

El montaje desgraciado de la ópera de Verdi deriva el protagonismo de la velada a la batuta de Nicola Luisotti y al triunfo de la orquesta y el coro, cuya interpretación del 'Va pensiero' provocó el delirio y el bis

Foto: Anna Pirozzi (Abigaille) y Michael Fabiano (Ismaele). (Teatro Real/Javier del Real)
Anna Pirozzi (Abigaille) y Michael Fabiano (Ismaele). (Teatro Real/Javier del Real)

Estaba 'cantado' que sobrevendría el bis del 'Va pensiero'. Por la popularidad del himno libertario de 'Nabucco'. Y por la cualificación del coro del Teatro Real. Se han currado mucho los coristas la temporada. Incluso han reaccionado con elocuencia a los desafíos de las óperas más descarnadas y extremas, desde 'El ángel de fuego' a 'Juana de Arco'.

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Se merecía el coro una velada de placer y de gozo. Se merecía el reconocimiento de los espectadores, cuyo entusiasmo después del 'Va pensiero' se prolongó varios minutos. Y el maestro Luisotti no pudo resistirse al furor plebiscitario. El Teatro Real ha trivializado la relevancia de los bises a fuerza de prodigarse con excesiva normalidad —lo de 'Tosca' rozó el esperpento—, pero no es cuestión de restregar los malos hábitos al coro. Ni es cuestión de sustraerse a las pasiones desatadas de la grandes noches. Por ejemplo, cuando la soprano Anna Pirozzi recogió la cosecha de clamores con la altivez de las grandes divas. Estuvo inmensa en el papel complejo de Abigaille, aunque el entusiasmo general de los 'tendidos' decayó cuando compareció el equipo escénico. Se le abucheó con total… merecimiento.

placeholder Anna Pirozzi (Abigaille), Luca Salsi (Nabucco), Silvia Tro Santafé (Fenena), Michael Fabiano (Ismaele) y el coro titular del Teatro Real. (Teatro Real/Javier del Real)
Anna Pirozzi (Abigaille), Luca Salsi (Nabucco), Silvia Tro Santafé (Fenena), Michael Fabiano (Ismaele) y el coro titular del Teatro Real. (Teatro Real/Javier del Real)

Hubiera sido mejor una versión de concierto. O sea, enfatizar la lectura musical del maestro Luisotti y preservar al público de una dramaturgia fallida y torpe que deslució este martes el estreno de 'Nabucco' en el Teatro Real, no hasta el punto de malograr el éxito de la velada, pero sí hasta el extremo de pedir explicaciones a la dirección escénica de Andreas Homoki.

Suya fue la idea de concebir la ópera de Verdi bajo la tiranía de un gigantesco muro de mármol que adquiría una connotación mágico-religiosa y que disturbaba sobremanera el trasiego escénico. No era una solución. Era un obstáculo. Un objeto sospechoso. Un lastre insufrible.

Y un artificio semiótico —el muro divisorio, el muro de las lamentaciones— que articulaba la acción en sus diferentes extrapolaciones. 'Nabucco' alude a la victoria de Babilonia sobre Jerusalén en la crónica bíblica del siglo VI antes de Cristo. Y no es obligatorio exhumar en 2022 la historia o en la leyenda, pero resulta menos convincente degradarla a un folletón familiar decimonónico. La hija adoptada. La rivalidad amorosa. La madre ausente. El amante. Y hasta el prosaísmo de los papeles de la herencia.

Hubiera tenido más sentido destacar la pista del Risorgimento, evocar las connotaciones subversivas de 'Nabucco', precisamente porque la ópera de Verdi sobrentendió en la persecución de los judíos —“oh mia patria, sì bella, e perduta”— la causa de la Italia ocupada. Y es verdad que Homoki plantea el vestuario del rey babilónico y de los invasores —los asirios— en la estética de los Habsburgo, pero el guiño se malogra en una dramaturgia inexpresiva y anodina. Y en un espacio no solo monolítico —el muro—, sino monocorde.

placeholder Foto: Teatro Real/Javier del Real.
Foto: Teatro Real/Javier del Real.

Toda la luz proviene del foso. Y del lúcido criterio musical de Nicola Luisotti, cuya afinidad al repertorio de Verdi ya le ha permitido dirigir en Madrid 'La Traviata', 'Rigoletto', 'Un ballo in maschera', 'Aida' y 'Don Carlo'.

Semejantes garantías y afinidades predispusieron la respuesta de la orquesta y del coro en estado de plenitud. 'Nabucco' es la tercera ópera de Verdi (la estrenó con 29 años en la Scala). Y la primera que aloja la audacia melódica y el instinto teatral. El libreto de Solera se tambalea con los síntomas de un pastiche bíblico indigerible, pero el ingenio verdiano encuentra su camino en la angustia episódica de los personajes y en la soberanía del coro. Es el gran personaje de la ópera, en su ubicuidad y en su espesor narrativo. Y la razón por la que 'Nabucco' forma parte del acervo universal, adquiriendo vuelo en las 'alas doradas' de 'Va pensiero'.

placeholder Luca Salsi (Nabucco) y Anna Pirozzi (Abigaille). (Teatro Real/Javier del Real)
Luca Salsi (Nabucco) y Anna Pirozzi (Abigaille). (Teatro Real/Javier del Real)

Andreas Homoki lo sabe. Y renuncia unos minutos a la torpeza general de su puesta en escena para convertir el trance coral en un cuadro único y esmerado. Seguro que los cantantes no le agradecen la ocurrencia de comenzar el pasaje cuerpo a tierra, pero el 'crescendo' de la música les permite reincorporarse. Y prodigar una escena de enorme belleza, sensibilidad y estremecimiento.

El clamor del público reaccionó al hito. Y se reprodujo con mayor euforia al final de la velada, en el momento de los saludos. Fue entonces también cuando se aplaudió la nobleza de Luca Salsi (Nabucco) y la personalidad de Anna Pirozzi (Abigaille), estrellas de un reparto que expuso la buena forma de Michael Fabiano (Ismaele), la solvencia de Silvia Tro (Fenena) y la vulgaridad Dimitri Belosselsky (Zaccaria), demasiado vociferante y descuidado, incluso precario en el registro más grave. Supo acompañarlos a todos las manos de Luisotti. Porque los escuchaba. Y supo crear un espacio sonoro de instinto y de primor. La orquesta se percibía opulenta y sensible. Brillaba en los pasajes 'di forza' y se conmovía en los episodios camerísticos y recogidos. Impresionaba la clarividencia del maestro italiano en la penumbra del foso. La dinámica que supo crear. El fresco cromático. El rigor con que desempeñaba su condición de sumo sacerdote verdiano.

placeholder Anna Pirozzi (Abigaille), Luca Salsi (Nabucco), Silvia Tro Santafé (Fenena) y el coro titular del Teatro Real. (Teatro Real/Javier del Real)
Anna Pirozzi (Abigaille), Luca Salsi (Nabucco), Silvia Tro Santafé (Fenena) y el coro titular del Teatro Real. (Teatro Real/Javier del Real)

No se entiende la historia absoluta del Teatro Real sin Verdi, ni se comprende la etapa contemporánea del coliseo capitalino sin la contribución de Luisotti, aunque el estreno de 'Nabucco' invita a evocar que el libreto del pastiche estaba previsto para el compositor germano Otto Nicolai. Bastante más conocido que Verdi entonces, pero contrariado por las restricciones que la censura dominante pudiera imponerle a un argumento exótico y violento. Podría tratarse de un pretexto. Y de una jugada providencial a beneficio de Verdi, cuyas primeras óperas —'Oberto', 'Un giorno di regno'— no le habían permitido despegar, pero le mantenían en la situación de un compositor interesante, susceptible de merecerse una nueva oportunidad en el templo 'scaligero'. Y una oportunidad lo fue 'Nabucconodosor', tanto en su contexto específico —un éxito rotundo en La Scala— como en la dimensión legendaria que retrospectivamente se le ha concedido al paralelismo entre la opresión de los hebreos y el yugo de los italianos bajo la ocupación de los invasores austriacos. No estaban tan claras las cosas cuando la obra de Verdi y Solera se estrenó en 1842, pero la inercia y la retórica del Risorgimento sí contribuyeron a celebrar décadas después 'Nabucco' como el embrión sutil de la ópera protesta. El propio Solera se recreaba en el ingenio de aquella estrofa —"Va pensiero, sull'ali dorate"—, en el impulso que otorgó al movimiento político del que fue luego activísimo protagonista, encontrando acomodo en la 'corte' de Cavour y erigiéndose en el mejor propagandista de acrónimo verdiano: “¡Viva V(ittorio) E(mmanuele) R(e) D´I(talia)!”.

Estaba 'cantado' que sobrevendría el bis del 'Va pensiero'. Por la popularidad del himno libertario de 'Nabucco'. Y por la cualificación del coro del Teatro Real. Se han currado mucho los coristas la temporada. Incluso han reaccionado con elocuencia a los desafíos de las óperas más descarnadas y extremas, desde 'El ángel de fuego' a 'Juana de Arco'.

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