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Atwood: "Al parecer, soy una misógina que justifica a los violadores y una Mala Feminista"
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Atwood: "Al parecer, soy una misógina que justifica a los violadores y una Mala Feminista"

La escritora canadiense Margaret Atwood analiza las batallas que existen dentro del feminismo en el breve ensayo '¿Soy una Mala Feminista?', uno de los que se incluyen en su nuevo libro 'Cuestiones Candentes' (Salamandra)

Foto: Margaret Atwood en una conferencia en 2019 (EFE)
Margaret Atwood en una conferencia en 2019 (EFE)

Por lo visto, soy una "Mala Feminista". Puedo añadir esta acusación al resto de las cosas de las que me han acusado desde 1972, como haber alcanzado la fama escalando una pirámide de cabezas de hombres decapitados (dicho por un diario de izquierdas), ser una dominatrix que sólo vive para subyugar a los hombres (dicho por uno de derechas, con una ilustración mía con botas de cuero y un látigo) o ser una persona cruel capaz de arruinar —gracias a mis mágicos poderes de Bruja Blanca— la reputación de mis críticos en los mentideros de Toronto. ¡Doy mucho miedo! Y ahora, según parece, soy una misógina que justifica a los violadores y una Mala Feminista que les ha declarado la guerra a las mujeres.

¿Cómo sería una Buena Feminista, a ojos de mis acusadoras? Mi posición de partida es que las mujeres son seres humanos, lo cual conlleva que en ellas se manifiesten toda una gama de conductas que van desde lo santo a lo demoníaco, incluyendo lo criminal. No son seres angélicos incapaces de hacer el mal. Si lo fueran, no necesitaríamos un sistema jurídico para tramitar sus acusaciones, ya que siempre serían ciertas. Tampoco creo que las mujeres sean menores de edad incapaces de actuar con iniciativa propia o de tomar decisiones morales. Si lo fueran, volveríamos al siglo XIX y las mujeres no podrían tener propiedades, ni tarjetas de crédito, ni acceder a la educación superior, ni decidir sobre su reproducción ni votar. Hay en Norteamérica ciertos grupos con mucho poder trabajando para que las cosas vuelvan a ser así, pero en general no se los considera feministas. Además, creo que para que las mujeres tengan derechos humanos y civiles ha de haber derechos humanos y civiles, punto, y esto incluye el derecho a una justicia equitativa, del mismo modo que para que las mujeres puedan votar tiene que existir el derecho de sufragio.

placeholder Portada de 'Cuestiones candentes', libro que reúne una colección de ensayos de Margaret Atwood.
Portada de 'Cuestiones candentes', libro que reúne una colección de ensayos de Margaret Atwood.

¿Creen las Buenas Feministas que sólo las mujeres deben disfrutar de estos derechos? Desde luego que no. Eso supondría volver al antiguo estado de cosas en el que los hombres eran los únicos que gozaban de derechos, sólo que a la inversa.

Supongamos, pues, que las Buenas Feministas que me acusan y yo, la Mala Feminista, estamos de acuerdo en los puntos anteriores. ¿En qué discrepamos? ¿Y cómo he terminado metida en semejante rifirrafe con las Buenas Feministas?

En noviembre de 2016 firmé —por una cuestión de principios, como siempre que firmo algo— una carta abierta en la que se pedía que la Universidad de Columbia Británica (UCB) depurase responsabilidades por la manera en que había gestionado las acusaciones contra un antiguo trabajador, Steven Galloway, jefe del Departamento de Escritura Creativa. Varios años antes la universidad había anunciado en medios de ámbito nacional que se habían presentado varias quejas contra él, a pesar de que todavía no se habían investigado y de que ni siquiera el propio acusado sabía de qué se lo acusaba. Antes de conocer más detalles Galloway tuvo que firmar un acuerdo de confidencialidad. La sociedad —yo incluida— se llevó la impresión de que era un peligroso violador en serie. Además, cualquiera tenía carta blanca para atacarlo, ya que, en virtud del acuerdo que había firmado, no podía decir nada para defenderse. Aquello suscitó un aluvión de insultos.

¿Son ecuánimes la Buenas Femenistas?

Sin embargo, tras una investigación judicial que se prolongó varios meses, con múltiples testigos y declaraciones, la jueza dictaminó que no había habido ninguna agresión sexual, y así lo hizo saber el propio Galloway a través de su abogado. Galloway fue despedido de todos modos. Todo el mundo se sorprendió, también yo. Su facultad presentó una queja, que sigue en trámite, y hasta que ésta no se resuelva el público general no podrá tener acceso a la sentencia de la jueza ni a sus razonamientos a partir de las pruebas presentadas. El veredicto de no culpabilidad molestó a algunas personas, que continuaron atacando a Galloway. Fue entonces cuando empezaron a circular detalles sobre la falta de imparcialidad de la UCB y cuando se redactó la carta abierta contra su gestión del caso.

Una persona ecuánime se habría reservado el juicio sobre la culpabilidad del profesor hasta conocer el dictamen y las pruebas. Somos adultos: podemos formarnos nuestras propias opiniones, en un sentido o en otro. Los signatarios de la carta dirigida a la UCB siempre hemos sido de este parecer. Quienes me han criticado, no, ya que su decisión estaba tomada de antemano. ¿Son personas ecuánimes estas Buenas Feministas? Si no lo son, lo único que habrán conseguido es dar pábulo al viejo cuento que sostiene que las mujeres son incapaces de actuar con justicia o de juzgar con imparcialidad, y por tanto les habrán regalado a sus oponentes un motivo más para negarles puestos de decisión en el mundo.

La justicia paralela puede ser comprensible durante un tiempo, pero corre el peligro de consolidar culturalmente el hábito del linchamiento

Una digresión: la retórica de las brujas. Otra de las acusaciones que se han dirigido contra mí es la de haber comparado la investigación de la ucb con los juicios por brujería de Salem, en los que cualquier acusación era sinónimo de culpabilidad, ya que las pruebas estaban sometidas a unas reglas que impedían demostrar la propia inocencia. Las Buenas Feministas recusan semejante comparación. Creen que las estaba comparando con los cazadores de brujas de Salem y llamándolas "niñas histéricas". No obstante, a lo que yo me refería es a la estructura que regía los juicios en sí.

Lo de la retórica de las brujas puede referirse a tres cosas: 1) a los insultos consistentes en llamar a alguien "bruja", como hicieron muchos con Hillary Clinton durante las recientes elecciones (las de 2016); 2) a las "cazas de brujas", dando a entender que alguien está buscando algo que no existe; 3) a la estructura de los juicios por brujería de Salem, en los que toda acusación implicaba culpabilidad. Yo me refería a este tercer uso.

placeholder Monumento en recuerdo de los inocentes que murieron durante los juicios por brujería en Salem.
Monumento en recuerdo de los inocentes que murieron durante los juicios por brujería en Salem.

Esta estructura —la que equipara acusación con culpa— se ha aplicado en muchos episodios de la historia de la humanidad, no sólo en Salem. Tiende a activarse durante la fase de "terror y virtud" de las revoluciones: algo ha salido mal y hay que hacer una purga, como ocurrió en la Revolución francesa, en las purgas de Stalin durante la URSS, en el período de los Guardias Rojos en China, en la Junta Militar argentina o en los primeros días de la Revolución iraní. La lista es larga y afecta tanto a la izquierda como a la derecha. Para cuando termina la fase de "terror y virtud", muchos se han quedado por el camino. Nótese que no estoy diciendo que no pueda haber traidores o lo que sea dentro de un determinado grupo; lo único que digo es que, en momentos así, se obvian las garantías habituales de la justicia.

Esto se hace siempre en nombre de la creación de un mundo mejor. A veces, en efecto, es así, al menos durante un tiempo. Otras se utiliza como excusa para introducir nuevas formas de opresión. En cuanto a las justicias paralelas —que permiten condenar a la gente sin necesidad de juicio—, nacen como respuesta a la falta de justicia —ya sea porque el sistema es corrupto, como en la Francia prerrevolucionaria, o porque no hay sistema, como en el salvaje Oeste— y se basan en que la gente se tome la justicia por su mano. La justicia paralela puede ser comprensible durante un tiempo, pero corre el peligro de consolidar culturalmente el hábito del linchamiento, con lo que el sistema de justicia salta por los aires y las estructuras de poder extralegales se afianzan. Cosa Nostra, por ejemplo, nació como un movimiento de resistencia frente a la tiranía política.

El movimiento #MeToo es un síntoma de las deficiencias del sistema jurídico. Con demasiada frecuencia las instituciones —y aquí incluyo a las estructuras empresariales— no tratan con justicia a las mujeres y personas en general que denuncian abusos sexuales, por lo que éstas han terminado recurriendo a una nueva herramienta: internet. Desde entonces varias estrellas han caído de los cielos. La táctica se ha revelado eficaz y ha servido para dar un toque de atención. Pero ¿y ahora qué? Podemos reparar el sistema jurídico o podemos prescindir de él.

placeholder La escritora Margaret Atwood. JEAN MALEK
La escritora Margaret Atwood. JEAN MALEK

Las instituciones, las empresas y los lugares de trabajo pueden depurar responsabilidades o esperar a que caigan más estrellas, además de unos cuantos asteroides. Si el sistema jurídico se obvia porque se considera ineficaz, ¿qué ocupará su lugar? ¿Quiénes serán los nuevos agentes del poder? Las Malas Feministas como yo, desde luego, no. No somos aceptables ni para la derecha ni para la izquierda. En épocas de extremos ganan los extremistas. Su ideología se convierte en religión y a quienes no se adhieren a sus puntos de vista se los tilda de "apóstatas", "herejes" o "traidores"; a los moderados que ocupan posiciones intermedias se los aniquila. Los escritores de ficción resultan especialmente sospechosos porque escriben sobre seres humanos, y las personas son ambiguas en lo moral. El objetivo de la ideología es eliminar la ambigüedad.

La carta abierta dirigida a la UCB también es un síntoma: un síntoma del fracaso de la UCB y de la parcialidad de su investigación. Este asunto debería haber quedado en manos de la Asociación Canadiense de las Libertades Civiles o de la Asociación de las Libertades Civiles de Columbia Británica. Quizá ahora estas organizaciones decidan pronunciarse al respecto. Dado que la carta ha derivado en una discusión sobre la censura —pues ha habido llamamientos a que se borre la web donde está alojada, y con ello las reflexivas palabras de sus autores—, quizá PEN Canadá, PEN Internacional, Periodistas Canadienses por la Libertad de Expresión e Index on Censorship expresen también su parecer.

La carta decía desde el principio que la UCB les había fallado tanto al acusado como a las denunciantes. Yo añadiría que les ha fallado a los contribuyentes, que financian la UCB con seiscientos millones de dólares al año. Nos gustaría saber cómo se ha gastado nuestro dinero en este caso. Los mecenas de la UCB —que recibe miles de millones de dólares en donaciones privadas— también tienen derecho a saberlo.

Declaración de guerra contra las mujeres

Todo este asunto ha provocado un enfrentamiento entre escritores, sobre todo desde que la carta se vio distorsionada por sus atacantes, que la tacharon de declaración de guerra contra las mujeres. Llegados a este punto, apelo a todo el mundo —tanto a las Buenas como a las Malas Feministas como yo— a que abandonen sus estériles disputas, unan sus fuerzas y dirijan el foco de atención hacia donde tendría que haber estado desde el principio: la UCB. Dos de las personas que se sumaron a la denuncia inicial se han pronunciado ya en contra de la manera en que la UCB ha manejado todo este asunto. Hay que darles las gracias por ello.

Apelo a todo el mundo —tanto a las Buenas como a las Malas Feministas como yo— a que abandonen sus estériles disputas y unan sus fuerzas

Cuando la UCB emprenda una investigación independiente de sus propias acciones —como la que tuvo lugar hace poco en la Universidad Wilfrid Laurier— y se comprometa a hacer pública dicha investigación, nuestra carta habrá logrado su objetivo. Ese objetivo nunca ha sido el de aplastar a las mujeres. ¿Por qué la responsabilidad y la transparencia deberían ser antitéticas con los derechos de las mujeres?

Por lo visto, soy una "Mala Feminista". Puedo añadir esta acusación al resto de las cosas de las que me han acusado desde 1972, como haber alcanzado la fama escalando una pirámide de cabezas de hombres decapitados (dicho por un diario de izquierdas), ser una dominatrix que sólo vive para subyugar a los hombres (dicho por uno de derechas, con una ilustración mía con botas de cuero y un látigo) o ser una persona cruel capaz de arruinar —gracias a mis mágicos poderes de Bruja Blanca— la reputación de mis críticos en los mentideros de Toronto. ¡Doy mucho miedo! Y ahora, según parece, soy una misógina que justifica a los violadores y una Mala Feminista que les ha declarado la guerra a las mujeres.

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