Es noticia
"Le tomaron por loco": el insólito pelotazo de Sánchez Dragó en el que (casi) nadie creía
  1. Cultura
Del malditismo al culto

"Le tomaron por loco": el insólito pelotazo de Sánchez Dragó en el que (casi) nadie creía

Cómo 'Gárgoris y Habidis', ensayo críptico de 1.000 páginas sobre la España mágica, pasó de rechazado por las grandes editoriales a superventas de la Transición, y convirtió a un novato Dragó en personaje popular

Foto: Fernando Sánchez Dragó en 2020. (Europa Press/Ricardo Rubio)
Fernando Sánchez Dragó en 2020. (Europa Press/Ricardo Rubio)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Así habló Dragotustra, para todos y para nadie:

"¿Qué es Gárgoris y Habidis? Una obra de imposible definición, una gran ceremonia, un apocalipsis, un laberinto, una eucaristía, una navegación por el desierto en busca de la felicidad, una tauromaquia radicalmente eversora de cuanto de nosotros se ha dicho".

"Odiado o deseado, Gárgoris y Habidis desprecia la tibieza y la indiferencia que proclaman las mediocridades. Queda, pues, la posibilidad de mil lecturas, la imposibilidad de una única interpretación. Un libro que nunca llegará a ser leído y que, por las mismas razones, jamás dejará de ser leído".

Foto: Fernando Sánchez Dragó, en su domicilio de Madrid. (A. M. V.)
TE PUEDE INTERESAR
Sánchez Dragó: "Luché contra Franco porque quería ser Hemingway"
Carlos Prieto Fotografía: Alejandro Martínez Vélez

Fernando Sánchez Dragó murió esta semana a los 86 años con un último servicio a la patria del espectáculo, con una dragonada de la que todo el mundo habló, el anonadante lanzamiento de Ramón Tamames como candidato presidencial. Hubo un tiempo, no obstante, en el que el público no sabía quién era Dragó. Los padres de todos ustedes le conocieron por una vía inverosímil por la que nadie daba un duro: Gárgoris y Habidis.

Tras sus algaradas antifranquistas, sus encarcelamientos intermitentes y su exilio (primeros viajes a Asia), Dragó volvió a casa en los 70. Era un escritor en ciernes cualquiera, solo había publicado un texto con seudónimo (España viva, 1967) que, según él, nadie leyó. La falta de experiencia no le impidió empezar la casa por el tejado, con una dragonada épica, escribir una historia mágica de España de más de 1.000 páginas: Gárgoris y Habidis.

Travesía por el desierto

Desde meses antes de la muerte de Franco, y contra su leyenda nómada, Dragó pasó dos años yendo a la Biblioteca Nacional a diario para investigar legajos e incunables.

Gárgoris encontró editorial, nada menos que la Editora Nacional, empresa estatal (1941-1982) de gran fondo dirigida por Ricardo de la Cierva, director general de Cultura Popular en el tardofranquismo y futuro ministro de Cultura con Adolfo Suárez.

De la Cierva pagó un adelanto a Dragó (se dice que de 100.000 pesetas), pero, leído el libro, se echó para atrás, aunque no reclamó el adelanto.

Dragó, que acabó el texto en la Navidad de 1975, empezó a moverlo por otras editoriales.

"En todas las editoriales nos decían: ‘¡Pero qué es esto!', sin saber que el libro escondía una fortuna"

En Alianza, cuyo editor era Javier Pradera, futuro editorialista de referencia en El País, hubo dudas. "A Pradera le asustó el tamaño del libro, pidió recortes, pero Dragó no quiso, para él era una catedral que se podía venir abajo si le quitabas un cimiento", recuerda el editor Jesús Munárriz (que, como ahora veremos, sería un hombre clave de esta historia).

Como la búsqueda de editorial se había puesto complicada, intervino el joven filósofo Fernando Savater, cuya pareja, la escritora Lourdes Ortiz, era prima carnal de Dragó.

Savater le llevó el manuscrito a un "amigo" suyo, Jesús Aguirre, editor de Taurus y tótem cultural de la Transición. "Cuando Aguirre se enteró de que eran varios volúmenes, no quiso ni pensarlo", recuerda Savater.

placeholder Edición original del libro. (José Méndez Martín)
Edición original del libro. (José Méndez Martín)

Hubo más calabazas editoriales. "En todas partes nos decían: ‘¡Pero qué es esto!', sin saber que el libro escondía una fortuna. Nos miraban como si estuviéramos locos", añade.

El cerrojazo de las grandes fue total. Contra todo pronóstico razonable, el texto acabó en una nueva y pequeña editorial de poesía, Hiperión, de Jesús Munárriz. Otra vez, las conexiones de familia. En los 60, Munárriz había estado casado con Lourdes Ortiz. "Para mí, Dragó era el primo divertido de Lourdes con el que nos reíamos mucho", rememora el editor.

Al margen de las ramificaciones familiares, a Jesús Munárriz le gustó el manuscrito. "Lo leí en dos noches sin parar. Pensé: 'Si a mí me ha enganchado, ¿por qué no a los demás?".

El lanzamiento

Hiperión lo editó en cuatro volúmenes metidos en una caja. "No sabíamos cómo hacerlo. El estuche lo hizo un taller que hacía cajas para camisas", recuerda el editor.

Fue de (muy) largo su libro más caro de producir. Una apuesta de riesgo para una editorial de poesía que se movía en márgenes estrechos de gasto y beneficio.

La tirada fue de 3.000 ejemplares. Dragó le dijo a Munárriz que se daba "con un canto en los dientes si vendía la tirada entera en un año", pero se despachó entera en 15 días, en las Navidades de 1978.

“Lo leí en dos noches sin parar. Pensé: 'Si a mí me ha enganchado, ¿por qué no a los demás?”

Para cuando el libro se presentó en Madrid, el 15 de marzo de 1979, iba por la cuarta edición. "A la presentación del Ateneo acudió el no va más de la intelectualidad", recuerda Munárriz, y se queda corto. Tomen nota: Dámaso Alonso, Luis Racionero, Julio Caro Baroja, José Luis Aranguren, Agustín García Calvo, Gonzalo Torrente Ballester, Fernando Savater y Fernando Arrabal intervinieron en el acto, con Sánchez Dragó de maestro de ceremonias.

"Nos pidieron ayuda para promocionar el libro y montamos la que montamos", apunta Savater.

Rosa María Pereda hizo en El País hizo una larga crónica de un acto "abarrotado de un público heterogéneo". Extractos:

"El encuentro fue un ejemplo de las corrientes de pensamiento que cruzan el mundo intelectual español y de la necesidad de enfrentarlas en sesiones públicas".

"Caro Baroja, con el saber hacer que le caracteriza y el humor implacable que usa habitualmente, convocó a los fantasmas que subyacen en la obra de Dragó… Sus bromas —en las que trascendía una lectura poética y literaria del libro por parte del único historiador de la mesa— fueron aplaudidas y reídas, particularmente aquel momento en que hablaba de la ‘visión cochambrosa de la historia’. De este experto en heterodoxias y mundos culturales ocultos quedó clara la importancia de lo mágico en la literatura española, y la irrelevancia de los personajes que lo encarnan y transmiten. 'Las brujas —insistía— son mujerucas de pueblo".

placeholder Dragó, en su casa, semanas antes de su fallecimiento. (Alejandro Martínez Vélez)
Dragó, en su casa, semanas antes de su fallecimiento. (Alejandro Martínez Vélez)

"Por ahí andaba, también, ejemplar, Agustín García Calvo: 'Todas las cosas se convierten en religión en cuanto se cree en ellas. La religión no ha muerto, por desgracia. De la droga vemos nacer religión, de las ideologías, del amor. La aparición del verbo creer funda las religiones y rompe el sentido de lo sagrado: antes, la relación con lo sobrenatural no era de creencia, sino de confianza: no se desenmascaraba de ningún modo lo sagrado, que, por tanto, seguía siendo oculto".

"Arrabal interrumpe rompiendo una lanza, aparentemente nada irónica, a favor de la religión, concretamente del cristianismo, y en contra de las burocracias —burrocracias, insistía, acentuando una pronunciación intencionadamente francesa— más o menos celestiales, desde el clero al Estado, desde el Partido Comunista a los jesuitas. Cuando alguien del público, crispado por el anticomunismo del autor teatral, le echa en cara los mártires del franquismo, Arrabal recobra la serenidad y la identidad: menciona sus propios muertos y sigue insistiendo en que este país burrocratiza hasta lo que no era asimilable hasta aquí y ahora: los grupos de homosexuales revolucionarios".

“El público variopinto se iba calentando en el transcurso del acto, desde la adhesión a la discrepancia furiosa", narró El País.

La dragonada. No se hablaba de otra cosa en los mentideros culturales.

El vendedor

Para Munárriz el milagro no fue vender como churros, que también, sino hacerlo sin una "operación prefabricada detrás". "Dragó había empezado a aparecer en algún programa literario, pero no era conocido aún por el gran público". Todo eso cambió con el fenómeno Gárgoris.

Hiperión despachó 23 ediciones. Y, luego…, el libro siguió despachando decenas de miles de ejemplares, pero ya sin Hiperión.

"Al calor del éxito, Dragó fue afilando el colmillo como vendedor de su obra. En las presentaciones por España, fue puliendo el relato en función de lo que funcionaba o no entre el público. De familia periodística, siempre tuvo muy buen pico, se sabía vender bien", aclara Munárriz.

"Al calor del éxito, Dragó fue afilando el colmillo como vendedor de su obra"

"Dragó vio que la cosa crecía y quiso aprovechar la ola. Nos pidió publicar nuevas ediciones en otras editoriales: una de bolsillo y otra ilustrada que hizo Planeta. Yo estaba ya un poco aburrido de su libro, quería centrarme en la poesía, le dimos permiso sin más. No nos llevamos un duro. Con los temas económicos siempre fuimos muy pánfilos. Algún listo de Planeta supo ver el negocio", añade.

El libro siguió vendiendo sin parar durante muchos meses. Ahora bien: ¿por qué?

Expediente X

Gárgoris era un libro largo, caro, críptico y fuera de las modas de la época. Los ensayos políticos alcanzaban cifras que ahora no podemos ni soñar, pero lo de Dragó era… otra cosa. "Iba por otro lado, no hablaba de la Guerra Civil o de la democracia, que era lo que vendía, era una historia imaginaria de España que, en principio, no era lo que la gente andaba buscando entonces", asegura Savater.

¿Qué fibra sensible tocó Dragó para meter un pelotazo comercial sin concesiones a las corrientes culturales en boga?

"El libro recuperó cosas olvidadas que estaban fuera de las historias de España. Situaciones costumbristas concretas, de un pueblo a una bruja, que a la gente le sonaban o con las que se podían identificar", afirma Munárriz.

Aunque siempre se compran muchos más libros de los que se leen, Gárgoris arrastra el mito de libro muy vendido y poco leído, pero hay lectores que desestabilizan esta estadística…

"Dragó tenía una cultura fuera de lo común"

José Méndez Martín, doctor en Filosofía del Derecho y arquitecto técnico, se ha leído "seis veces" el libro. Méndez —que conoció a Dragó en los 80 en la Feria del Libro de Madrid, y departió largamente con él— asegura: "Mientras Dragó firmaba ejemplares, decía: 'Seguro que ese luego no se lo lee'. Era un texto difícil. También por el estilo circular de Dragó, que saltaba de un tema a otro, había que leerlo varias veces para entenderlo. Dragó tenía una cultura oceánica y fuera de lo común", afirma Méndez.

Gárgoris fue muy criticado por los historiadores porque no era una historia verdadera. Aunque se vendió como una historia mágica de España, ni era un libro de historia ni tampoco lo que entendemos hoy por mágica; término que entonces se utilizaba para hablar de algo desconocido o de lo que no se hablaba. La historia mágica era la intrahistoria del país, los sentimientos de la gente y las costumbres del pueblo", aclara Méndez.

"Es muy difícil explicar a posteriori el éxito del libro, tienes que haber vivido la época para entenderlo. El franquismo nos contó España a su manera. Luego, vinieron los relatos de los nuevos demócratas, que empezaron a salir de debajo de las piedras, y del marxismo cultural. Para los que no estábamos en ninguno de esos tres sitios, la visión heterodoxa de Dragó fue un soplo de aire fresco", recuerda Méndez.

Habla Savater: "Fue el bestseller más asombroso del mundo. Era un libro con cosas interesantes, pero duro y (aparentemente) lejano a las preocupaciones de la gente. Era muy difícil, por tanto, que llegara a la gente. El primer sorprendido por sus ventas fui yo. La única explicación que tengo es que había una curiosidad popular por España y sus tradiciones, y Dragó enganchó al lector por ahí. Pero, realmente, no tengo ni idea de por qué vendió tanto, y, si alguien dice saberlo, miente".

Tras preguntar la periodista Raquel Peláez en Twitter a qué se debía el extraño éxito de Gárgoris, llovieron las respuestas interesantes sobre el ocultismo como imán generacional:

"Desde la República solo se hablaba del Cid e Isabel I. La publicidad de ese libro prometía recordar mitos y hechos de una historia ibérica anterior. Pero a las dos horas de lectura... a la cuesta de Moyano".

"Fue un best-seller marcianísimo. Por un lado, creo que pilló el Zeitgeist que te cagas: el misterio, lo autóctono, lo prohibido hasta entonces".

"Fue el correspondiente español del Retorno de los Brujos en un momento histórico en el que la intelectualidad ponía en cuestión el pensamiento oficial que identificaba con el franquismo recién superado. Brujería, paganismo, etc, dejaban de ser pecado para ser objeto de análisis".

"En esos años la temática del libro vendía muchísimo: el ocultismo, lo prohibido, el esoterismo, lo mágico, los alucinógenos. Lo escribió en el momento justo. Los que no acertaron fueron quienes lo premiaron".

El profeta

Mientras las ventas crecían, Dragó mantuvo una agria polémica con el novelista y crítico Leopoldo Azancot, que escribió esto sobre el libro en El País: "La obra es específicamente fascista, por cuanto en ella confluyen vindicación del irracionalismo y condena del racionalismo; exaltación del nacionalismo como valor supremo e instrumento de salvación; defensa del retorno a los orígenes, en cuanto medio de neutralizar el progreso, del que Sánchez Dragó abomina".

placeholder Fernando Sánchez Dragó posa para EC en su domicilio de Madrid. (Alejandro Martínez Vélez)
Fernando Sánchez Dragó posa para EC en su domicilio de Madrid. (Alejandro Martínez Vélez)

Por el contrario, Gonzalo Torrente Ballester, prologuista estrella de Gárgoris, escribió:

"Sánchez Dragó pretende averiguar algo nuevo de esta España cambiante y problemática por medio de sus mitos".

Tras subrayar que era bueno que los historiadores se ocuparan de sus cosas, Torrente Ballester aseguró que no era necesario hacerlo a base de “negar la otra España, la de los heresiarcas, los iluminados, los canteros prehistóricos, las razas misteriosas y marginales".

Para acabar…

Así habló Dragotustra:

"Trato de aventurarme por el inconsciente colectivo español".

"¿Por qué demorarse en hechos cuando una memoria más profunda y convincente nos suministra mitos? Si nada es verdad, como Buda enseña, nada tampoco es mentira",

"El filósofo pasa, el historiador no llega, el profeta permanece", escribió Dragó en Gárgoris y Habidis.

El profeta, por supuesto, era Fernando Sánchez Dragó hablando de sí mismo.

Así habló Dragotustra, para todos y para nadie:

Fernando Sánchez Dragó
El redactor recomienda