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La 'Xivilización': la nueva iniciativa china para avanzar hacia el liderazgo mundial
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La 'Xivilización': la nueva iniciativa china para avanzar hacia el liderazgo mundial

La 'Iniciativa para una Civilización global' liderada por Xi Jinping pone a la cultura en el centro de la construcción de valores compartidos por los diferentes países. Posee una clara carga política y económica

Foto: Xi Jinping con Lula da Silva. (Ricardo Stuckert/Reuters)
Xi Jinping con Lula da Silva. (Ricardo Stuckert/Reuters)
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Hace apenas un mes, Xi Jinping presentó una Iniciativa de Civilización Global en la que abogaba por respetar la diversidad de las civilizaciones y por promover los valores comunes de la humanidad, y en la que defendía la cooperación cultural. La propuesta fue percibida en algunos entornos estadounidenses como una parte más del plan de Pekín para abrirse camino en el mundo y alcanzar la hegemonía.

En China, sin embargo, se ha puesto énfasis en el papel que la cultura jugará a largo plazo, tanto para el destino del país como para la construcción de la seguridad global. La ancestral sabiduría china, a fin de cuentas, no ha hecho más que abogar por la prosperidad mutua de las diferentes civilizaciones. La Xivilización, como la denominan, es parte de ese propósito en la medida en que resulta clave para "una nueva perspectiva para los intercambios y el entendimiento entre distintos pueblos y para la integración de culturas diferentes".

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El acento en el aumento de los lazos culturales, que también aspira a difundir la cosmovisión china, es un instrumento habitual del poder blando, que funciona como complemento del poder duro. En el caso chino, se asienta en la economía y por eso juega con un discurso integrador. En los últimos años, se ha autodefinido como el Estado más interesado en defender toda clase de interrelaciones, en generar vínculos mediante las inversiones y la ampliación de las interconexiones comerciales, y siempre bajo la perspectiva de una prosperidad mutua. Tras la guerra de Ucrania, ha acentuado esa posición y se ha ofrecido como el garante de la paz y la estabilidad frente a la incertidumbre global. Términos como confianza, progreso, desarrollo y apertura han estado muy presentes en sus discursos. En ese marco, la Iniciativa de Civilización Global y su énfasis en la coexistencia de las culturas encajan como un guante.

Paz, armonía y errores

La Xivilización es un paso más en un camino que está funcionando. Si hay un ganador de la guerra de Ucrania, hasta la fecha, no es EEUU, sino China. Las sanciones a Rusia han tenido efectos positivos para Pekín, porque han ayudado en su propósito de vincularse más intensamente con otros países. Su economía está más fuerte de lo que se vaticinaba, China se ha convertido en el polo atractor de relaciones con los países en desarrollo, el giro de Arabia Saudí y sus lazos con Irán marcan una diferencia sustancial (al contraponer una potencia que crea lazos con otra que los deshace) y en la arena internacional cada vez cobra más peso.

Las guerras en Oriente Medio y en Libia han desorganizado la región, en primera instancia, y la han vuelto hacia China más tarde

El error de cálculo con las sanciones es uno más de la política exterior estadounidense. En las últimas décadas, pero en especial desde 2001, ha cometido una serie de equivocaciones que han acabado por reforzar a sus enemigos: las guerras en Oriente Medio o en Libia han desorganizado la región, en primera instancia, y la han vuelto hacia China más tarde. Y todo ello en el contexto del impulso definitivo que concedió a Pekín para que se uniera a la OMC, también en 2001, lo que le ofreció una enorme pista de despegue a China. Xi es el último eslabón en esa cadena de crecimiento que ha llevado al país asiático a convertirse en un rival estadounidense por la hegemonía.

En la escena internacional, esa Xivilización se ha anclado en un discurso potente, y más en una época de crisis en muchos ámbitos: la oferta de armonía, es decir, de unas relaciones internacionales reguladas por los intercambios comerciales, que abogue por la multilateralidad, por un equilibrio de intereses y por instituciones internacionales que acojan la diversidad, así como por la coexistencia de culturas diferentes y de tradiciones políticas diversas, suena bien en muchos países del mundo.

El relato chino tiene una parte menos amable, con la que pretenden retratar a quienes rechazan esas ideas, comenzando por EEUU. La insistencia occidental en el marco "democracias contra autocracias" lo refuerza, en la medida en que implica la imposición de valores no compartidos a países con otras tradiciones y costumbres. Posee un aspecto educador en el que se deja sentir la pulsión colonizadora de Occidente, y ni EEUU ni Europa están ya en disposición de continuar creyéndose los amos del mundo. Es hora del multilateralismo, es decir, de la construcción de una arquitectura internacional que favorezca no solo la soberanía de los países, sino la posibilidad de que se desarrollen económicamente. Las acusaciones veladas, pero obvias, van en la dirección de subrayar que Occidente no debe seguir explotando en su provecho los recursos del resto del mundo. La oferta de paz y armonía es también pasivo-agresiva.

Sin embargo, tales discursos no dibujan un mapa con una división clara entre Occidente y los demás países, porque las interrelaciones son mucho más complejas. En esas líneas difusas surgen los nuevos países no alineados, pero también estados que viven entre impulsos contradictorios. Hay ejemplos evidentes en Latinoamérica, con muchos países que están cerca política y financieramente de EEUU, pero que han desarrollado vínculos económicos muy relevantes con China.

Los problemas para la economía mundial

Esa misma contradicción, y este es un aspecto muy relevante, se está produciendo en el interior de las democracias occidentales. La guerra de Ucrania no ha provocado divisiones ideológicas en Europa (algo más en EEUU, donde hay una parte de la población que no quiere continuar con el apoyo a la guerra, y con líderes republicanos elevando la voz en contra), pero sí ha generado efectos económicos negativos. Hasta ahora, tales perjuicios no han provocado una acusada inestabilidad interna, a pesar de que las sanciones han afectado más a Europa que a Rusia y que no han sido seguidas por buena parte de los países del mundo.

El caso chino es muy diferente del ruso, porque un desacoplamiento más profundo con Pekín, que es obligado desde la perspectiva de la conservación de la hegemonía, afectaría de una forma profunda a la economía mundial, empezando por la occidental. Así lo afirmaba el economista jefe de la OMC, Ralph Ossa. Como aseguró a FAZ, supeditar las decisiones a consideraciones geopolíticas, como está ocurriendo, lleva al proteccionismo, y un buen ejemplo es la ley para la reducción de la inflación estadounidense (IRA); en segunda instancia, conduce a una caída real y preocupante en el comercio y en la inversión. No hemos visto todavía sus señales, pero es mera cuestión de tiempo que así ocurra.

"Una separación total de nuestras economías sería desastrosa para China y para EEUU, y desestabilizaría al resto del mundo"

Janet Yellen, la secretaria del Tesoro estadounidense, abogó en un discurso reciente por una "relación económica constructiva y justa" entre China y Estados Unidos. Yellen apuesta por una desglobalización selectiva que preserve los intereses norteamericanos, pero que no se separe de los vínculos estrechos con Pekín: "Una separación total de nuestras economías sería desastrosa para ambos países y desestabilizaría al resto del mundo".

Según Yellen, las recientes medidas tomadas por su país simplemente desean salvaguardar su seguridad, pero no tratan de conseguir ventajas competitivas sobre China. Si ambos países se atienen a esa línea, y Pekín entiende que EEUU trata únicamente de proteger su tecnología, especialmente la militar, será positivo para el mundo, porque podrán continuarse los necesarios lazos comerciales y de inversión que dieron forma a la globalización. No se trata de competencia comercial, solo de intereses ligados a la seguridad. Nadie quiere separarse de nadie, vino a decir Yellen.

Las dos posiciones

Lo cierto es que no es así: hay divergencias serias en EEUU sobre cómo tratar con China. Y no provienen del poder político, que debe manejar posiciones e intereses muy distintos dentro de su país. Hay algunas divergencias serias entre sectores, y un ejemplo típico es el de las empresas de fracking frente a las renovables, pero sobre todo esas diferencias aparecen entre el enfoque de los halcones en política exterior, que están presionando sobre Taiwán y son partidarios de medidas contundentes, y un entorno económico que advierte de las consecuencias para la economía que tendría una desglobalización más profunda. Esa división interna es producto de una contradicción enorme, la misma que llevó a China a convertirse en potencia hegemónica, la de la necesidad de mantener el nivel de beneficios en Occidente. Sin embargo, de seguir por ese camino, advierten los halcones, existe la posibilidad real de que el desarrollo chino permita, en muy pocos años, una equiparación tecnológica y, con ella, el aumento de su poder militar. Es llamativo cómo, por ejemplo, el giro estadounidense y europeo hacia las energías verdes puede acabar dando a China todavía más presencia e influencia en las economías occidentales.

Una contradicción similar se produce en Europa, que tiene vínculos económicos profundos con China, que se ve presionada por el giro proteccionista de EEUU y que tiene lazos históricos y militares con Washington.

La Xivilización es poder blando que pretende profundizar en esas contradicciones: la oferta de interrelación, intercambios frecuentes y fluidos, y una arquitectura económica mundial cercana a la de la era de la globalización suena bien al área económica de EEUU y de Europa, y también a muchos gobernantes europeos. La resolución de este dilema será clave para la dirección que tome el mundo los años próximos. La firmeza frente a Rusia, a pesar de los perjuicios, es difícil que se repita con China, porque implicaría cambios profundos en el interior de Occidente.

Hace apenas un mes, Xi Jinping presentó una Iniciativa de Civilización Global en la que abogaba por respetar la diversidad de las civilizaciones y por promover los valores comunes de la humanidad, y en la que defendía la cooperación cultural. La propuesta fue percibida en algunos entornos estadounidenses como una parte más del plan de Pekín para abrirse camino en el mundo y alcanzar la hegemonía.

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