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Beyoncé ya no es humana, ya no es divina, es algo mucho más poderoso
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Beyoncé ya no es humana, ya no es divina, es algo mucho más poderoso

Un total de 53.000 personas han abarrotado el Estadio Olímpico de Barcelona para ver a Queen B en la única y espectacular parada en España de Renaissance Tour, su primera gira en solitario en seis años

Foto: Beyoncé durante su concierto en el Estadi Olímpic Lluis Companys en Barcelona. (Andrew White)
Beyoncé durante su concierto en el Estadi Olímpic Lluis Companys en Barcelona. (Andrew White)

Hará unos diez años, coincidiendo con el lanzamiento de su álbum homónimo, que Beyoncé decidió dejar de conceder entrevistas (excepto algunas que celebramos y contamos con los dedos de las manos), y separar aún más su vida privada de su figura de super estrella internacional. Siempre celosa de su intimidad, con esto se alejó por completo del, llamémoslo, mundo mortal.

Si sabes qué ha desayunado tu artista favorito, con quién se ha despertado él último ganador de un premio revelación o has visto bailar a la hija de tal celebrity con la rapera de moda en su salón, de Beyoncé poco puedes decir. La tía ha agarrado su narrativa por los cuernos, y ha puesto su trabajo como su única representación en la vida online y offline -junto con algunos looks muy bien servidos o momentos estratégicamente buscados, sin pies de foto en su instagram-. Tiene el control de todo. Por eso, cada vez que lanza un disco, hace una gira o firma un editorial junto a Balmain (Renaissance Couture), el mundo se para y la admira. Todo lo que sabemos es todo lo que ella nos da. Y si en febrero anuncia una gira mundial para presentar su séptimo disco, también conocido como disco del año 2022, también conocido como Renaissance, tú respiras, te sientas, y revientas el servidor de tu portátil hasta conseguir entradas.

De eso ya han pasado algunos meses, muchos nervios, y un par, o muchos, cambios de look. Pero por fin, este jueves, 8 de junio de 2023, Beyoncé se plantó de nuevo en el Estadi Lluís Companys, en la que ha sido la única fecha del Renaissance World Tour en la península. All my queens to the front. Y por queens no solo me refiero a the drags, the trans, the gays, and the gals, sino a las 53.000 personas que llenaban cada uno de los rincones del recinto. La excitación se palpa en el ambiente y los looks de Mugler x H&M estaban on point en la zona VIP central donde minutos antes Arca daba un DJ set para hacer tiempo. La pantalla principal se ilumina, y entre paneles que parecían de la ruleta de la suerte futurista, se forma su imagen: una diosa, una venus negra imponente, imparable y poderosísima. Rodeada de humo, emerge del suelo la mismísima Queen Bey. Bienvenidos a la noche de vuestra vida.

placeholder La cantante durante su concierto en Barcelona. (Andrew Whitie)
La cantante durante su concierto en Barcelona. (Andrew Whitie)

Escenario lleno de espejos replicados por pantallas, y ella vestida de brillos de pies a cabeza. ¿Y si comenzamos por el principio? Obviamente con la cover de Dangerously in Love de Destiny Child. El acto más suave y dulce. Canta Flaws and All y se sienta en la cola de un piano metálico con 1+1. Le siguen I Care y su especial tributo a Tina Turner. Con cada nota que da, sientes cómo estás emprendiendo un viaje hacia un cielo del que solo ella tiene las llaves. Renaissence.

Su propio rostro funciona como el visual de un eclipse. Debe destacarse que solo los visuales en sí valen la entrada entera, porque te vuelan la cabeza. Pero volvamos. Un nuevo sol, un nuevo ser. Su persona se va transformando en una especie de humanoide digital. Y así aparece en el escenario, como una especie de robot que se libera de los brazos mecánicos que la han creado. Category is… I’m that girl . Con la entrada del coro de bailarines se genera un efecto de Formation sideral. Le sigue Cozy, una celebración de una misma, de ser mujer, negra y luchadora. El estadio estalla en bailes. Hace un juego magistral con la instrumental de Sweet Dreams, con el que nos pone a todos la miel en la boca, pero sigue Comfortable in my skin. Y aún va más lejos, no solo está cómoda, sino que como produjo con A.G. Cook, estamos delante de un Alien superstar. No hay nada que se pueda decir para descubrirla que no haya cantado ella antes.

Es a partir de aquí cuando la presencia del vogue se marca. Y justo antes de cerrar este capítulo, lanza por los aires a los gemelos bailarines que llevan ya una década acompañándola en sus coreografías. Como si se tratara de caballeros alados, se hacen con el círculo central de la pista mientras que el público se desvive con 7/11. Culo siempre arriba, pero don’t drop that alcohol! House music was born and this is my house.

Celebración de la fiesta y la música negra

A estas alturas del concierto nadie tenía dudas de que no es solo un bolo, sino una celebración de la fiesta y la música negra. Beyoncé eleva los márgenes, para reivindicarlos desde su estrellato. En este tercer capítulo, Motherboard, parece convertirse en una sirena tecnológicamente alterada. Algo así como Lady Gaga en el videoclip de You and I. Los looks que se sirven son un sueño de una noche en Ibiza iridiscente. Posiblemente es la parte más divertida del show. Entran los primeros fuegos artificiales, la gente se prepara para bailar la coreografía de tiktok de Cuff it. Los bailarines llegan por fin al círculo central y al son de los gritos de Big Freedia, rompe Break My Soul.

Sin darte cuenta, mientras bailas como si alguien te fuera a puntuar, del hueco de las pantallas principales emerge un caballo gigante en medio del escenario. Y cuando crees que ya no puedes recibir más inputs por segundo, Beyoncé empieza a recitar sobre la extended version todas las mujeres negras a la que quiere rendir homenaje. Podéis imaginar, la cosa ha ido de Lizzo a Aretha Franklin, todas tienen cabida en esta casa.

Se trata de servir lo que te han dado. En las pantallas subraya esta idea con visuales de ballrooms y empezamos a ver a una Beyoncé ahora vestida con sus icónicas chaquetas de pelo. Opulance, el acto con más fuerza de todo el concierto. El estadio literalmente tiembla con el combo Formation-Diva-Who Run the world? Si una cosa nos ha enseñado Beyoncé es a creer en la fuerza femenina. Y ahí, justo cuando lo más apropiado sería gritarle ¡MADREEEE!, aparece la única persona que realmente puede hacerlo. Ivy Blue, con tan solo 11 años, se pone a bailar con su madre. Debe ser fuerte de la hostia decir que tu madre es Beyoncé. Toca estar a la altura. La pequeña de la familia se pone a liderar un parade donde Queen B entra con una especie de tanque galáctico. El nivel de estímulos ya es fuerte pero toca disparar el fuego durante Savage y ahí estás otra vez haciendo el bailecito de tiktok.

placeholder Beyoncé en el Estadi Olímpic Lluis Companys. (Andrew White)
Beyoncé en el Estadi Olímpic Lluis Companys. (Andrew White)

Como quien no quiere la cosa, se ha hecho de noche y hemos sobrepasado la mitad del concierto. Aparece una catedral sideral en los visuales, algo parecido al universo de Utena, pero hecho de metal casi líquido. Toca ir a misa con su canción más bounce, Church girl. Elegante como nunca. Tocan los clásicos atemporales: Rather Die Young, Love on Top -con la que en su día anunció su embarazo-, y bueno, qué deciros, Crazy in Love. No había ni un solo alma que no se la supiera. Incluso ese tío que debía estar redactando una crónica para un medio muy serio, muy profesional, empezó a picar de manos.

Un vasito de agua, un par de instrumentales y a seguir. En este punto había más energía en el escenario que en el público, pero el tema se remonta fácil si encadenas Plastic off the sofa-Virgo's groove-Naughty Girl. Un espectáculo en mayúsculas. También creo que mucha gente seguía aguantando y dándolo todo porque nadie quiere quedar mal delante de la reina. Porque al final venimos por ella, y ella lo sabe. Y agradece que estemos ahí. Nos muestra toda su historia en vídeo, un reel rápido un breve instrumental de Single Ladies que enloquece a todas las disfrutonas de la gradería y On Air. Último acto. Venida para contarnos la evidencia, emerge en un plató de noticias: America has a problem. El escenario se plaga de bailarines abejas para hacer de Honey/Pure el ballroom de la noche. Beyoncé no solo contaba con bailarines al uso, sino que muchos de ellos eran parte de esta comunidad. El espectaculo era impagable. Un paso atrás para dejar brillar a quien también la ha llevado hasta allí.

Napoleón guiando a sus tropas

Y cuando la gente no podía estar más eufórica, aparece montada en un caballo de cristales. Es Napoleón guiando a sus tropas. Sobrevuela a lomos de su particular bola de discoteca al público y aterriza entre sus bailarines. Tú aquí ya piensas: "Esto es lo mejor que he visto nunca, no hay nada más, es insuperable". Y BOOM. Se eleva ella sola, rodeada de cien mil papelitos de confeti. Beyoncé ya no es humana, no es divina, es algo mucho más poderoso que todo eso.

Más de treinta canciones en poco más de dos horas y media. Una energía desbordante. El Renaissance World Tour no es solo la demostración de que estamos ante una de las mejores artistas de nuestros tiempos, y posiblemente de los anteriores y de los que vendrán, sino que también ha sido un despliegue de virtuosismo técnico en cuanto a representación audiovisual se refiere. Todo estaba calculado al milímetro, no había margen para el error. Un viaje de ida y vuelta a un planeta desconocido del que nunca querrás escapar.

Hará unos diez años, coincidiendo con el lanzamiento de su álbum homónimo, que Beyoncé decidió dejar de conceder entrevistas (excepto algunas que celebramos y contamos con los dedos de las manos), y separar aún más su vida privada de su figura de super estrella internacional. Siempre celosa de su intimidad, con esto se alejó por completo del, llamémoslo, mundo mortal.

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