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Y el pop se cansó de cantar al amor: el valor del apoyo mutuo en Depresión Sonora y Carolina Durante
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"A MI FAMILIA LA HE ELEGIDO"

Y el pop se cansó de cantar al amor: el valor del apoyo mutuo en Depresión Sonora y Carolina Durante

Un 'beef' entre las dos bandas madrileñas de moda nos da pie a pensar en si la amistad ha desterrado al amor romántico como gran tema de las canciones pop

Foto: La banda madrileña Carolina Durante, en una imagen promocional. (Sonido Muchacho)
La banda madrileña Carolina Durante, en una imagen promocional. (Sonido Muchacho)

El 31 de agosto de 2018 se publicaba el álbum Joy as an Act of Resistance de la banda británica IDLES. La imagen escogida para la portada muestra a una turba de señores mayores alborotados en lo que parece ser un baile frenético. Descamisados, danzan como poseídos por una fuerza musical arrolladora, que por su edad bien podría ser un disco de swing o jazz, géneros antaño subversivos. Pero no nos engañemos. Lo que se escucha en esa reunión de boomers es punk. En aquel año, la sociedad de Reino Unido se enfrentaba a una gran incertidumbre tras haberse aprobado el referéndum de desconexión y, en mitad de las negociaciones con la Unión Europea, IDLES y la mayoría de los músicos coetáneos pertenecientes a su misma clase social ya presagiaban una época oscura que complicaría sus giras por el resto del continente. Y, por ende, que afectaría a sus vidas precarias, como la de cualquier artista que se sitúa al margen del establishment.

Llegó la hora de juntarse. “Este álbum nace de la necesidad de mostrarnos vulnerables ante nuestro público y animarlos a que ellos también sientan esa fragilidad; a que muestren una sonrisa valiente y desnuda en este nuevo mundo de mierda. Hemos reducido las canciones y las letras a lo más básico para dejarnos respirar, para celebrar nuestras diferencias y que se sientan como una oda a las comunidades y a los individuos que las forman. Porque, sin nuestra comunidad, no seríamos nada”. Este es el mensaje promocional que el frontman de IDLES, Joe Talbot, lanzaba en la New Musical Express. Un mensaje que llamaba a la unión de lo diferente y diverso frente a la separación política e institucional que se iba a llevar a cabo.

placeholder Que el ritmo no pare. (Portada de 'Joy as an Act of Ressitance', de IDLES/Partisan Records, 2018)
Que el ritmo no pare. (Portada de 'Joy as an Act of Ressitance', de IDLES/Partisan Records, 2018)

Más allá de las ideas que trataba el disco, alineadas con el progresismo de nuestro tiempo (antirracismo, feminismo o crítica a la masculinidad hegemónica, defensa de las minorías LGTBI...), sobresalía un elemento que debía aglutinar todo ese descontento y servir de impulso contra lo reaccionario (que en aquellos años se sentía imparable debido a la victoria de varios líderes de derechas ultraliberales como Trump o Bolsonaro). Ese elemento, como bien decía Talbot, era un sentido de comunidad capaz de afianzar e intensificar los lazos emocionales de personas diferentes e iguales por medio de la diversión, con unos valores progresistas bien interiorizados, que funcionaban como telón de fondo de lo que, a fin de cuentas, era una gran fiesta entre amigos. Porque, al final, no se puede pretender convencer por medio de la razón a aquellos que ya no quieren escuchar. Hacen falta hechos. Y los hechos, más allá de la protesta y la denuncia social, estaban en la pista de baile, como en otras reivindicaciones pasadas.

Resulta, cuando menos, curioso que la diversión fuera el mensaje central del disco, justo cuando la vida de Talbot quedaba partida en dos por la muerte de su hija recién nacida (a quien precisamente dedica la única balada del álbum, June, de lo más desgarradora). Este ejercicio discursivo no se debe a un simple “a mal tiempo, buena cara”; era, como decía el propio título, una forma de resistencia. Una resistencia no solo política, sino también vital, contra todo lo triste y negativo de este mundo. Así, como siempre tiende a suceder, el eco de un guitarrazo en Reino Unido influye en toda una generación de músicos de sus países vecinos, también en cuanto a discurso. Y nuestro país no podía ser una excepción.

La Depresión de Carolina

De regreso a la actualidad musical dentro de nuestras fronteras, uno de los últimos sucesos virales en la escena alternativa ha sido el beef de Depresión Sonora (el proyecto de Marcos Crespo, aka Markusiano) contra la banda madrileña Carolina Durante. Al parecer, Markusiano ha hecho una versión de una de las canciones más conocidas de los primeros, Cayetano. Burlándose de ellos, asegura en un vídeo de TikTok que los Carolina le han enviado un merchan, en concreto una camiseta, que decide destrozar y usar a modo de trapo para limpiar la cocina o sus partes nobles. Al día siguiente, el 30 de junio, ambos destaparon la sorpresa: Carolina versiona el Ya no hay verano de Depresión Sonora (himno indiscutible de los más aciagos días de pandemia, cuando el proyecto despegó) y Depresión Sonora el Cayetano de Carolina.

A pesar de sus diferencias estilísticas, ambas bandas son dos de los puntales de una nueva escena musical en España, una vez superado ya el movimiento de aquello que tuvo a llamarse indie. La comparación con IDLES no es buena desde un punto de vista musical, pero sí en el discursivo. Para quien todavía no conocía a Carolina Durante, todo un fenómeno de masas consolidado tras su concierto en el WiZink Center de Madrid a finales del año pasado, seguramente hayan sabido de la existencia de Diego, Juan, Martín y Mario este último mes gracias al anuncio de una famosa marca de cerveza que, precisamente, enaltece el valor de la amistad. Todo ello con una banda sonora de lo más especial, como es la famosísima canción Marta, Sebas, Guille y los demás de Amaral.

A pesar de que la canción esté rayadísima, siendo una de las más escuchadas desde su lanzamiento en 2005, los madrileños le insuflan aire nuevo, poniendo parte de su identidad en ella. Lo viejo siempre vuelve, pero no es nostalgia lo que emerge de esta cover de Amaral, sino una nueva significación de la amistad en pleno 2023, más allá de las verbenas de pueblo, las radiofórmulas y los anuncios de televisión, entornos donde hasta ahora solía habitar dicho tema de los de Zaragoza hasta convertirse en un cliché. Sí, en España siempre hemos sido muy de estar con los amigos, de pasar horas y horas en la calle con nuestros panas, pero tal vez nunca lo valorábamos tanto como ahora, sobre todo tras el final de la pandemia.

Después de que se haya hablado tanto de poliamor, la amistad cotidiana prevalece como el vínculo más especial que cuidar

Volviendo a Depresión Sonora, Markusiano ha admitido que la canción que más representa su nuevo disco, El arte de morir muy despacio (Sonido Muchacho, 2022), es la titulada Dónde están mis amigos, con un guiño claro a Extremoduro. En una entrevista con la revista Crazy Minds, reconoce que trata del hecho de "darte cuenta de lo que realmente importa y es valioso en tu vida: la gente que te rodea y te apoya".

En sus propias palabras, dicho tema va sobre "una noche frenética en la que estás en algún sitio buscando a tus amigos, pero no los encuentras. Te sientes con miedo: dónde estoy, qué está pasando, no entiendo nada. Los acabas encontrando y ves que están ahí, que siempre han estado contigo. Al final, te das cuenta de que siempre te van a apoyar y solo tienes que abrirte y contar con ellos". En una conversación privada con el artista, reconoce, además, que, a pesar de la fama cosechada estos últimos años, las giras nacionales e internacionales (pues cuenta con mucha proyección en países como México y pronto tocará en un gran festival al que acuden grandes clásicos del sonido synthwave y pospunk), lo que menos le gustaría que pasara sería dejar de lado a sus amigos de toda la vida, con los que creció en el barrio madrileño de Vallecas.

"Lo que no me gustó de tocar en el WiZink Center es que estábamos colocados muy lejos los unos de los otros"

Por otro lado, Carolina Durante presume también de incluir la amistad como uno de los núcleos argumentales de sus canciones. A pesar de que es inevitable que tantas hablen de amor con estribillos perfectos [Perdona (ahora sí que sí) es el mejor ejemplo, pero también Colores], pues el pop siempre ha sido el territorio del amor romántico, las dedicadas al compañerismo, la creación de lazos y la amistad son muy variadas: El Parque de las Balas, Casa Kira (en colaboración con Orslock) o la colaboración con Mujeres en su hit Rock y amistad. A fin de cuentas, su último álbum se titula Cuatro chavales (Sonido Muchacho, 2022), porque eso es lo que son: amigos de toda la vida que un día se sentaron a componer canciones sin demasiadas pretensiones y que, de pronto, un día, triunfaron.

¿Dónde están mis amigos?

De hecho, en su concierto del WiZink Center de Madrid (una especie de tierra prometida para tantas bandas emergentes), su propuesta era de lo más minimalista e iba contra la autoexigencia de tener que dar un espectáculo de alto calibre, repleto de luces, efectos y escenografía. Tan solo pusieron en escena aquello que mejor se les da y es la clave de su triunfo: buenas canciones, canciones desnudas, como definía Talbot, en bruto y en crudo. En cuanto a su experiencia en tal escenario, Juan Pedrayes, su batería, confirmaba en un ambiente informal: “Lo que no me gustó es que, al tocar, estábamos colocados muy lejos los unos de los otros”.

Como es lógico, el amor siempre será el tema más recurrente a la hora de escribir una canción pop. Y no es nada nuevo que se alce la voz por la unión y el compañerismo, pero, sin duda, nunca se le ha dado tanta importancia al hecho de formar parte de algo (como, por cierto, reza el lema del famoso anuncio antes citado). Al final, parece ser una de las consecuencias lógicas del mundo líquido que tan bien definió Bauman. Cuando más se ha hablado de distintas formas de amar a alguien, como las relaciones abiertas o el poliamor, la amistad cotidiana prevalece como el vínculo más especial que cuidar y al que prestar atención. Los amores van y vienen, los amigos también, pero el sentimiento de comunidad con la gente con la que compartes tu vida y a la que quieres (sin más, no hace falta ni mucho ni poco, a veces tan solo cuenta estar ahí) es la mayor fuente de bienestar de la que uno puede gozar. Es un pensamiento algo naif y bastante adolescente (ahí uno recuerda las agendas firmadas del instituto o los posts en redes sociales ya extintas como Tuenti), pero no por ello desechable. Y, sí, contra ese mundo líquido y ola reaccionaria, o mismamente contra el mundo adulto (que siempre se antoja individualista), la amistad y formar parte de una comunidad es, sin duda, un acto de resistencia.

El 31 de agosto de 2018 se publicaba el álbum Joy as an Act of Resistance de la banda británica IDLES. La imagen escogida para la portada muestra a una turba de señores mayores alborotados en lo que parece ser un baile frenético. Descamisados, danzan como poseídos por una fuerza musical arrolladora, que por su edad bien podría ser un disco de swing o jazz, géneros antaño subversivos. Pero no nos engañemos. Lo que se escucha en esa reunión de boomers es punk. En aquel año, la sociedad de Reino Unido se enfrentaba a una gran incertidumbre tras haberse aprobado el referéndum de desconexión y, en mitad de las negociaciones con la Unión Europea, IDLES y la mayoría de los músicos coetáneos pertenecientes a su misma clase social ya presagiaban una época oscura que complicaría sus giras por el resto del continente. Y, por ende, que afectaría a sus vidas precarias, como la de cualquier artista que se sitúa al margen del establishment.

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