Es noticia
Muere Milan Kundera a los 94 años, el escritor enigmático del sexo y el amor
  1. Cultura
PROSISTA, DRAMATURGO Y POETA

Muere Milan Kundera a los 94 años, el escritor enigmático del sexo y el amor

Alcanzó fama mundial en la segunda mitad del siglo XX con obras como 'La insoportable levedad del ser', 'La broma' y 'El festín de la insignificancia'

Foto: El escritor Milan Kundera. (Francois Lochon/Gamma-Rapho/Getty)
El escritor Milan Kundera. (Francois Lochon/Gamma-Rapho/Getty)

Fue un amigo búlgaro quien me insistió a principios de los 2000 en que tenía que leer a Milan Kundera. Me gustaba mucho Kafka y pensó, con buen criterio, que su compatriota también me gustaría. También tenía interés por la literatura centroeuropea, vivía en Alemania con una beca Erasmus y estaba en la vorágine de la veintena: las emociones, las parejas, la sexualidad, el amor, la filosofía, temáticas profundamente kunderinianas. Con todo, no le hice ni caso. Kundera me sonaba a escritor exitoso de los 80 —lo había sido: La insoportable levedad del ser (1984) había vendido millones de ejemplares en todo el mundo y se había convertido en un autor famosísimo—. Eso a mí me parecía viejo. Pero había otra cosa mucho peor: tenía el tufillo de anticomunista —se había marchado en 1975 a vivir a Francia, se le ponía el calificativo de disidente— y, aunque ya nadie era comunista, mis otros amigos eran los de las manifestaciones antiglobalización, Génova y Porto Alegre, y leer a Kundera me resultaba hasta una especie de traición. Sí, no creo que muchos se salven de transitar alguna vez en su vida por el camino de los prejuicios.

Hoy Kundera ha fallecido a los 94 años de edad, según ha informado la televisión checa. Al final lo leí, aunque tarde. Pasaron 20 años. Suficientes para pensar en las estupideces que cometemos y darme cuenta de por qué vendió lo que vendió y por qué balanceó tan bien su literatura entre el ingenio, la ironía y el absurdo kafkiano y el humor cervantino. No dejen de leer, por ejemplo, El libro de los amores ridículos, siete cuentos en los que derrocha comicidad sobre las relaciones de pareja, si bien en algunos momentos hay una punzadita ácida, un tonito cruel con una mirada muy masculina que quizá también explica por qué fue tan famoso en los 80 y con los años se diluyó casi como un azucarillo entre la masa lectora.

Foto: Milan Kundera. (EFE)

La reflexión es que su visión androcentrista de las relaciones y la sexualidad no ha resistido demasiado bien el paso del tiempo. Si se lee ahora a Kundera…, hay algo que chirría. Casi como sucede con algunas escenas del cine de Truffaut o con el de Berlanga. Woody Allen también patina por ese lado, aunque se salva porque sus chistes son muy buenos. En Kundera leemos sobre las infidelidades —masculinas— y su ligereza —nada es importante porque, total, estamos condenados a que todo se repita y poco podemos hacer para cambiarlo, que decía de una forma muchísimo menos prosaica Nietzsche—. Si hay sufrimiento siempre se puede paliar cometiendo —ellas— la infidelidad, como hace Teresa en La insoportable levedad del ser. Kundera obvia que la tristeza con el sexo despechado puede ser infinita. Después está esa consabidísima relación entre los catedráticos y las alumnas jóvenes (de la que sabía bastante Philip Roth). A veces, los personajes del checo son como esas canciones de Sabina. Canallita enamorado. Quizá por eso es todo tan ochentero.

Jonathan Coe advierte de que la obra de Kundera se halla "irremediablemente dañada por su retrato de las mujeres" y "su androcentrismo"

A esto se refería no hace mucho tiempo el escritor Jonathan Coe cuando hablaba de la obra de Kundera, de la que destacaba que se hallaba "irremediablemente dañada por su retrato de las mujeres" y "su aplastante androcentrismo", donde la primacía de la mirada masculina y la cosificación de la mujer es total, lo que "limita sus logros como novelista y ensayista". Hay quien incluso ha ido más lejos. Joan Smith lo citó en su libro Misogynies, en el que señala que “la hostilidad es el factor común en todos los escritos de Kundera sobre mujeres”. No obstante, habría que ser más justos con el checo, como también le reconoce Coe. En sus novelas, hay personajes femeninos extraordinarios —la propia Teresa; o Sabina; o la autoestopista de El falso autostop—, cuidados y muy bien escritos.

La cuestión política: ¿fue un disidente comunista?

Y, aunque a los 20 años le di toda la importancia del mundo, quizá lo que menos relevancia tenga hoy de sus novelas sea el aspecto político. Quizá porque la crítica al comunismo de la antigua órbita soviética suena ya casi a demodé. El propio Kundera insistía en que su obra no era política —decía no escribir novelas de tesis ni comunistas ni anticomunistas—, pero sí le trajo unos cuantos problemas. En su primera novela, La broma (1967), ridiculiza al régimen comunista convirtiendo la historia en una sutil crítica a los totalitarismos y su falta de sentido del humor (que también aparecería en novelas posteriores como La despedida, de 1973, El libro de la risa y el olvido, de 1979, y La insoportable levedad del ser).

Para entonces, la relación entre el Partido Comunista y Kundera llevaba años en permanente tensión, si bien en 1968 obtuvo el Premio de la Unión de Escritores Checoslovacos. Como la gran mayoría de los jóvenes del país, después de la II Guerra Mundial se había afiliado al partido, aunque fue expulsado en 1950. En 1956, fue readmitido, pero en 1970, dos años después de que sus obras fueran censuradas, sería expulsado de nuevo. En 1975, hizo las maletas con su mujer, Vera, y se marchó a Francia, país en el que, por otro lado, las ventas comenzaban a crecer a bastante buen ritmo. En 1981, incluso perdió la nacionalidad checa.

Foto: André Gide
TE PUEDE INTERESAR
Gide, el escritor que rechazó a Proust (y al comunismo)
Jordi Corominas i Julián

En los 70 y los 80, la imagen del escritor era la de un disidente del régimen soviético bien asentado entre la intelectualidad francesa (vivía en el barrio de Montparnasse de París). Sin embargo, en los últimos tiempos, varias informaciones hicieron tambalear esta figura. En 2008, una revista checa publicó varios artículos en los que relataba que en su juventud Kundera había delatado a un crítico que, a la postre, había llegado a pasar 22 años en prisión. Y, el año pasado, el también escritor checo Jan Novak publicó una ingente biografía de casi 1.000 páginas —aún no traducida al español— en las que desarrolla que su compatriota había sido poco menos que un estómago bien agradecido del régimen.

El año pasado, una biografía de casi 1.000 páginas describía a Kundera como un estómago bien agradecido del régimen comunista

“Kundera se mantuvo como un comunista ortodoxo, quizás hasta el día de hoy. Y no tengo dudas de que era un privilegiado: pudo viajar al exterior en la década de 1950 cuando casi nadie podía y ganó un premio nacional con una ridícula obra de propaganda que ahora no permite que se publique en otros idiomas. Fue un privilegiado hasta el final. De hecho, en 1975 le dieron permiso para dar clases en Francia y, probablemente, hubiera hecho gustoso las paces con el régimen, pero no se lo permitieron", manifestaba Novak en una entrevista a una radio checa hace unos meses. Con respecto a todas estas informaciones, Kundera se limitó a negar la delación. Sobre su biografía no emitió ni una sola palabra.

Máxima privacidad

Era parco el escritor. No iba a actos públicos y durante décadas no concedió apenas entrevistas. Tampoco en los últimos años. De ahí que casi no se conozca su figura más allá de su obra literaria. Solo se abrió durante su época más exitosa. De ahí sí se pueden hallar algunos entrecomillados como los que soltó para The New York Times en 1985, precisamente sobre política e ideología: “El peligro que nos amenaza es el imperio totalitario. Jomeini, Mao, Stalin, ¿son de izquierda o de derecha? El totalitarismo no es ni de izquierda ni de derecha, y dentro de su imperio ambos perecerán”, señalaba, a la vez que insistía en que “la tenaz lucha entre la izquierda y la derecha me parece obsoleta y bastante provinciana. Odio participar en la vida política, aunque la política me fascina como espectáculo. Un espectáculo trágico y mortal en el imperio del Este; intelectualmente estéril, pero divertido en Occidente”.

"La tenaz lucha entre la izquierda y la derecha me parece obsoleta y bastante provinciana. Odio participar en la vida política"

Fue de lo poco sobre sí mismo que logró sacarle la periodista. Ya estaba advertida, como ella misma contaba en el texto. “Debo advertirles de mi mala disposición. Soy incapaz de hablar de mí mismo y de mi vida y de los estados de mi alma, soy discreto hasta un grado casi patológico, y no hay nada que pueda hacer contra eso. Si esto es posible para ti, me gustaría hablar de literatura”, le dijo antes de concertar la entrevista. El escritor explicaba sus razones: “Cuando uno no puede esconderse de los ojos de los demás, es el infierno. Los que han vivido en países totalitarios lo saben. Ese sistema solo saca a relucir, como una lupa, las tendencias de toda la sociedad moderna. La devastación de la naturaleza; el declive del pensamiento y del arte; burocratización, despersonalización; falta de respeto ante la vida personal. Sin secreto, nada es posible, ni el amor, ni la amistad”.

"Cuando uno no puede esconderse de los ojos de los demás, es el infierno. Los que han vivido en países totalitarios lo saben"

Tras el boom de La insoportable levedad del ser —por cierto, John Banville dijo que tampoco era una novela para tanto—, Kundera se replegó hacia narrativas más filosóficas, como las que aparecen en La inmortalidad (1988), La lentitud (1995), La identidad (1998) y La ignorancia (2000). También publicó ensayos —en francés— sobre el arte de la novela. Nunca más volvería a vender lo que en los 80, aunque el brillo nunca se apagó del todo. En 2014, vendió más de 100.000 ejemplares en Italia de la que sería su última novela, La fiesta de la insignificancia, considerada menor, aunque con los temas típicos del escritor: la maternidad, la sexualidad, la opresión del poder, el absurdo, la ironía. En España, fue publicada por Tusquets, como toda su obra desde que la editora Beatriz de Moura se hizo con su confianza allá por los 80.

En los últimos tiempos, también había habido un acercamiento entre la República Checa y el escritor. En 2006, obtuvo el Premio Nacional de Literatura y en 2020 consiguió el Premio Franz Kafka en reconocimiento a su trayectoria literaria y le fue restituida la nacionalidad checa. En numerosas ocasiones, había sonado para el Nobel, aunque fue otro checo el que consiguió el prestigioso galardón. En 1984, el poeta Jaroslav Seifert fue el ungido con las mieles del premio, si bien solo pudo disfrutarlo un par de años. Kundera era consciente y así lo trasladó en una entrevista. “Demasiado tarde para Seifert, que tiene 83 años. Se dice que, cuando el embajador sueco se acercó a su cama en el hospital para hablarle del premio, Seifert lo miró durante mucho tiempo. Finalmente, dijo con tristeza: "¿Pero qué voy a hacer ahora con todo este dinero?". A Kundera, sin embargo, eso no le hubiera supuesto un problema.

Fue un amigo búlgaro quien me insistió a principios de los 2000 en que tenía que leer a Milan Kundera. Me gustaba mucho Kafka y pensó, con buen criterio, que su compatriota también me gustaría. También tenía interés por la literatura centroeuropea, vivía en Alemania con una beca Erasmus y estaba en la vorágine de la veintena: las emociones, las parejas, la sexualidad, el amor, la filosofía, temáticas profundamente kunderinianas. Con todo, no le hice ni caso. Kundera me sonaba a escritor exitoso de los 80 —lo había sido: La insoportable levedad del ser (1984) había vendido millones de ejemplares en todo el mundo y se había convertido en un autor famosísimo—. Eso a mí me parecía viejo. Pero había otra cosa mucho peor: tenía el tufillo de anticomunista —se había marchado en 1975 a vivir a Francia, se le ponía el calificativo de disidente— y, aunque ya nadie era comunista, mis otros amigos eran los de las manifestaciones antiglobalización, Génova y Porto Alegre, y leer a Kundera me resultaba hasta una especie de traición. Sí, no creo que muchos se salven de transitar alguna vez en su vida por el camino de los prejuicios.

República Checa Literatura Partido Comunista
El redactor recomienda