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'Reza, obedece, mata': en Suecia, Dios manda SMS
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'Reza, obedece, mata': en Suecia, Dios manda SMS

SkyShowtime recupera la mini-serie documental sobre un crimen en un pequeño pueblode Uppsala en el que se mezclaron religión e infidelidad

Foto: Imagen de 'Reza, obedece, mata'. (Skyshowtime)
Imagen de 'Reza, obedece, mata'. (Skyshowtime)

Con sólo dos capítulos disponibles de momento, Reza, obedece, mata nos lleva al pequeño pueblo de Knutby, donde en 2004 una mujer fue asesinada a tiros, su vecino resultó herido y las parejas de ambos parecían tener algo que ver con ello. Los cuatro, junto a otros cien habitantes de “la colina”, formaban una congregación pentecostal, con pastores que pueden casarse, pero no divorciarse. Una de las fieles confiesa enseguida la autoría en solitario del crimen. Dios, vía SMS, le dijo que la víctima “ya había acabado su tiempo en el mundo”. Al ir a matarla, miró antes el móvil por si tenía otro SMS de Dios, revocando sus órdenes anteriores. No lo tenía. Tres disparos.

Bienvenidos a una Suecia menos amable que la que intuimos hojeando el catálogo de Ikea, menos modernita que la reflejada en las películas de Ruben Östlund, menos elegante que la que asoma en la entrega de los premios Nobel. Bienvenidos a una Suecia rural y pía, con pistolas.

Henrik Georgsson ha dedicado seis capítulos de menos de una hora a revisar el crimen que, como suele decirse, conmocionó a un país, al punto de que seguramente nadie se acordaba de él pasados doce meses. Este crimen de Cuenca de los Uppsala, este Puertourraco con casitas de madera, sirve sobre todo para lo que sirve el true crimen bien entendido: para preguntarnos por la verdad.

Una de las fieles confiesa la autoría en solitario del crimen. Dios, vía SMS, le dijo que la víctima "ya había acabado su tiempo en el mundo"

Normalmente, quien estuvo allí cree que conoce la verdad y, por lo que sea, se la ha guardado para sí mismo. Era lo que decía Luis Figo en su propio documental, El caso Figo (Netflix), que tuve la deferencia de no comentarles aquí. En él se narraba su fichaje por el Real Madrid, y empezaba como Reza, obedece, mata, con un tipo que mira a cámara y dice (Figo): yo sé la verdad. Los futbolistas en una cosa en la que superan a los filósofos es en que, si algo lo han visto con sus propios ojos, no le dan más vueltas.

La serie sueca empieza, como decimos, ahí mismo, en el balompié de la veracidad. Después de pasar 17 años en la cárcel, Helge (condenado finalmente por los crímenes, entendemos) mira a cámara y afirma lo que afirma toda la gente que miente: que ha llegado la hora de decir la verdad. En un encantador diálogo sueco, el productor de la serie le pregunta por qué no dijo la verdad antes, toda vez que quizá podría haberse ahorrado 17 años de prisión. La respuesta de Helge es, como digo, muy tierna: “Pensaba que en Suecia no pasaban estas cosas. Que pasaban sólo en otros países”. Las cosas que no pasaban en Suecia era que te metieran en la cárcel por un crimen que no habías cometido. Hasta los suecos tienen una visión de su país elevadísima.

placeholder Reza, obedece, mata. (HBO)
Reza, obedece, mata. (HBO)

La serie, en principio abocada a la mera corrección artística, utiliza los recursos conocidos en este tipo de producto. Primero, la entrevista personal; después, un sobreactuado seguimiento de las investigaciones que dos periodistas hacen de los sucesos acaecidos hace casi veinte años; también: recortes de prensa, cortes de radio, clips de televisión de la época perfectamente dosificados. Finalmente, dramatizaciones esquivas y sutiles de algunos momentos cruciales del crimen.

Cuando en una llamada hoy en día (pasa con todo, en rigor) te digan que “esta conversación puede ser grabada”, lo que tienes que pensar enseguida es en la posibilidad de acabar veinte años después en una serie de Netflix. O, como es el caso, de SkyShowtime (antes, en HBO, de hecho). Ahora mismo todo lo que esté siendo grabado, filmado o registrado puede ser utilizado en tu contra en una ficción o no ficción desarrollada en cualquier momento de lo que queda de siglo XXI. Es fascinante la facilidad con la que la policía, el 112, una compañía de seguros, Amazon o tu súper de confianza le cederán en el futuro lo que dijiste una tarde en que marcaste el teléfono para hablar con ellos.

Sirve sobre todo para lo que sirve el true crimen bien entendido: para preguntarnos por la verdad

Reza, obedece, mata, a pesar de ser lo de siempre, consigue atrapar al ya saturado espectador de true crimes con un tempo propio, pausado y oscuro. Es como si los creadores no tuvieran ninguna prisa por contarte las cosas, y fueran mimando el dato, enseñando un poco de bosque sueco, colando planos de una simpática maqueta del escenario del crimen y luego tomas cenitales muy bonitas de árboles nevados. Todo parece como de secta de Arizona con ropa del Decathlon.

Porque Dios, la religión y la fe van posándose poco a poco sobre el relato. De pronto descubrimos que la muerta era llamada por todos “la novia de Cristo”, lo que no es poco llamar. Se descubre que un pastor tiene un lío con la mujer de su vecino, y de pronto todas las creencias pentecostales se derrumban. La congregación se disuelve porque los líderes no son de fiar (quién lo hubiera pensado), y hasta un pastor (hay varios) afirma: “Ya sólo me fío de la policía”. Entre Dios y la policía, es lo sensato, opino.

Con sólo dos capítulos disponibles de momento, Reza, obedece, mata nos lleva al pequeño pueblo de Knutby, donde en 2004 una mujer fue asesinada a tiros, su vecino resultó herido y las parejas de ambos parecían tener algo que ver con ello. Los cuatro, junto a otros cien habitantes de “la colina”, formaban una congregación pentecostal, con pastores que pueden casarse, pero no divorciarse. Una de las fieles confiesa enseguida la autoría en solitario del crimen. Dios, vía SMS, le dijo que la víctima “ya había acabado su tiempo en el mundo”. Al ir a matarla, miró antes el móvil por si tenía otro SMS de Dios, revocando sus órdenes anteriores. No lo tenía. Tres disparos.

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