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Claire Dederer: "No debemos censurar obras de arte solo por quién está detrás"
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LA CAÍDA DE LOS MITOS

Claire Dederer: "No debemos censurar obras de arte solo por quién está detrás"

La escritora acaba de publicar 'Monstruos. ¿Se puede separar al autor de la obra?' (Península, 2023), por primera vez traducido al español tras ser un éxito en Estados Unidos

Foto: Claire Dederer, autora de 'Monstruos', en una foto promocional.
Claire Dederer, autora de 'Monstruos', en una foto promocional.

Roman Polanski, Woody Allen, J. K. Rowling, Michael Jackson, Phil Spector. Hay un montón de genios sobre los que descansaba una cruel y terrible verdad que, desgraciadamente, no querríamos haber sabido jamás. La lista es demasiado larga como para reducirla solo a cinco. En los últimos tiempos, se ha destapado su peor rostro, dejándonos en muchos casos huérfanos de referentes. Detengámonos por ejemplo en J. K. Rowling, quien supo construir una de las sagas más importantes de la década basada en la premisa de que gracias al amor de tus amigos todo es posible. Millones de niños que se sentían marginados en todo el mundo entendieron este mensaje y salieron adelante gracias a él. Les ayudó a construirse personalmente. También niños que no entraban dentro de las categorías de género u orientación sexual dominantes. Y, mucho tiempo después de triunfar, la escritora británica se convierte en el centro de las críticas al remitir una declaración contra las teorías de género.

De ello habla Claire Dederer en su libro Monstruos. ¿Se puede separar al autor de la obra? (Península, 2023), por primera vez traducido al español tras ser un éxito en Estados Unidos. La autora no explora tanto lo dicho y hecho por auténticos genios del cine o de la música en relación a sus obras, sino más bien explora cómo lidiar con esa angustia de darte cuenta de que, de repente, tu ídolo, aquel que tan bien supo definir y representar tu dolor, se convierte de pronto en tu verdugo.

Al final, la única esperanza que queda es regresar una y otra vez a sus obras para entender cómo nos cambiaron y ayudaron a ser quiénes somos, a la par que condenar con toda la firmeza los hechos repugnantes que cometieron de ser demostrados. Aunque hay una diferencia clara entre el hacer y el decir (no es lo mismo el caso de Polanski, que abusó de una chica de 13 años, que el de Rowling, que es un mero posicionamiento ideológico), charlamos con Dederer sobre los fantasmas de esos monstruos en el imaginario colectivo y su impronta en nuestra cultura, con todo lo que eso conlleva.

PREGUNTA. ¿Se puede separar al autor de su obra, aunque sea un cliché?

RESPUESTA. Sí… realmente creo que es una pregunta obligada. Creo que es la pregunta central que abarca mi libro y a mí se me presentó más como un hecho que como una duda cuando empecé a pensar en el tema. Eso fue allá por 2014 o 2015, a raíz de mi amor por Roman Polanski y sus obras. Ya había investigado y escrito sobre él, había leído su biografía, y… fue un problema difícil de afrontar, ¿no? Amaba su obra y a la vez sabía sobre su vida. Y cuando preguntaba a la gente o leía sobre este problema, el deber separar al artista de su obra se me antojó como una verdad absoluta y necesaria. Hay una escuela crítica, de hecho, que habla de la falacia biográfica que nos lleva de algún modo a pensar que la vida del autor afecta a su obra.

"El rumbo vital de algún modo es el constructor de esa identidad artística, es lo real y sangriento"

Yo soy una escritora de no-ficción. Escribo memorias, me interesa la realidad, así que prefiero estudiar lo que realmente pasó que lo que me gustaría que pasara. Sé diferenciar entre lo que siento realmente y lo que debería o me gustaría sentir. Y según creo, y también por la gente con la que he hablado, esa separación entre la vida del artista y su obra no debería existir. Y no se da. La biografía y el arte deben ir juntos. Por mi experiencia, no podrían de ninguna forma estar al margen. Me parece muy interesante la necesidad que tiene la gente de separarlos, como si fuera una obligación. Hay algo que nos lleva a separarlos, pero por mi experiencia no deberían estarlo.

P. Es curioso que Polanski nos ofreciera películas cuyos personajes centrales fueran mujeres vistas como víctimas de los hombres y luego hiciera lo que hizo. En el libro hablas de una de las películas más malditas de la historia, La semilla del diablo, y afirmas que cuando la volviste a analizar detalladamente sufriste una grave caída en la calle, continuando con la maldición. ¿Fue esta experiencia, o la misma cinematografía de Polanski, la que te llevó a redactar este libro?

R. Sí, sí… Escribí ya un libro sobre Repulsión, una película anterior, que también vi cuando era muy joven y significó mucho para mí a la hora de hacerme crítica de cine. Creo que Repulsión es una obra crucial para mí, ya que trata la experiencia del terror femenino de una forma existencial y que tiene que ver con el miedo al tacto masculino. Y sí, en mi caso, habiendo también sufrido acoso sexual cuando era joven, cuando la vi es como si hubiera tomado mi experiencia para enseñármela a través de las lentes del horror… y fue… Bueno, no estoy respondiendo a tu pregunta. Pero para mí este acontecimiento fue crucial a la hora de entender qué podía hacer el arte y qué debería hacer. Así que, cuando empecé a ser crítica de cine, Polanski fue muy importante para mí al haber hecho Repulsión.

placeholder Portada de 'Monstruos', de Claire Dederer (Península, 2023)
Portada de 'Monstruos', de Claire Dederer (Península, 2023)

A medida que estudiaba sobre él y su obra, y escribía sobre él, La semilla del diablo emergió como una película perfecta para mí. Hay una unidad increíble entre el argumento, los personajes, las miradas, el modo en el que funciona el subtetxo… Es una gran película, y también es conocida por ser una de las más malditas de la historia del cine. Varias personas tuvieron malas experiencias después de hacerla. Y, en mi caso, iba a participar en un documental radiofónico sobre ella cuando de pronto me caí y me hice una brecha enorme en la cara. La razón por la que incluyo esta anécdota en el libro es porque quería trasladar una imagen que ayudara al lector a hacerse a la idea de la urgencia con la que me asaltó la pregunta central del libro. La de si podemos separar la vida del autor de su obra. O mejor dicho: ¿qué hacemos con las obras de arte de hombres monstruosos? Suena intelectualoide, pero para aquellos que amamos el arte, el rumbo vital de algún modo es el constructor de esa identidad artística, es lo real y sangriento. Y cuando esa relación entre la obra se rompe, se siente más que un mero asunto intelectual, se siente urgente, emocional. Y por eso usé esa imagen de yo rompiéndome las rodillas en mitad de la cera, ya que quería transmitir esa urgencia al lector con una sola imagen para hablar de Polanski.

P. La biografía de nuestros mitos artísticos es algo que siempre andamos rastreando. Ahora, con las redes sociales, tan solo un click no separa de la vida de quienes admiramos, el algoritmo hace el resto. En el libro hablas de un amigo tuyo que solía ir siempre a la misma librería a preguntar si habían traído un nuevo libro de los Beatles. Pero ahora, sin embargo, “estamos enfermos de biografías”, como dices. ¿No crees que este contexto de constante comunicación entre artistas y público redunda en un menor aprecio por sus obras, tal vez porque se despeja el misterio que impregna sus vidas?

R. Sí, creo que hay una distinción entre leer biografías y ver la vida de los famosos a través de internet. La información sobre la vida en Internet de los artistas es ambiental, no podemos escapar de ella, no tenemos elección. Tan solo pasa por nuestros ojos. Creo que de alguna forma ilumina la experiencia de sus obras. Pero sí, estoy de acuerdo, creo que limita nuestro enganche hacia sus trabajos. Me gustaría poder atender solo a la obra, no saber mucho. Querría tener una relación pura con ella, tanto como público como escritora. Me encantaría que mis lectores tuvieran esa relación de enganche con mi obra.

"Creo que algo se pierde cuando buceamos en las biografías. Y ahora son ubicuas, no se puede escapar de ellas"

Es divertido, en el libro hablo de Valerie Solanas, quien disparó a Andy Warhol, y cuando lo hizo dijo algo increíble: “leed mi libro, mis textos hablan por mí”. Y sí, aunque en realidad fuera un monstruo, creo que está hablando por cualquier escritor o artista que busca que su trabajo hable por él mismo. Yo anhelo esto también como parte del público. Creo que algo se pierde cuando buceamos en las biografías. Hay un tipo de transmisión entre el artista y su público que hace que se mitigue ese deseo, irónicamente, solo porque estamos obteniendo más información. Me encanta la idea también de que las biografías ahora son ubicuas, no podemos escapar de ellas porque al final controlan la economía, ¿no crees? Internet, que es la máquina que sustenta la economía, depende de las biografías, todos compartimos historias de nosotros mismos y de la gente, y eso es lo que hace que todo siga hacia delante. Así que no creo que podamos escapar. Creo que como público, hay cuestiones interesantes sobre qué hacer para resistirse a la biografía. Pero eso es otro tema.

P. Hace poco empezamos a usar el término “cultura de la cancelación”. Recuerdo a mi abuela sentada en el sofá viendo su película favorita, Lo que el viento se llevó, y de no ser capaz de explicarle por qué la HBO había decidido retirarla de su catálogo. Tú afirmas que el conocimiento cultural siempre debe remontarse al pasado. Pero si las personas más longevas de nuestro tiempo no pueden entender los prejuicios racistas o sexistas de determinados productos culturales… ¿Cómo podríamos explicarles la razón por la que estos son cancelados?

R. Bueno, en primer lugar a mí no me gusta el término “cancelación cultural”, creo que dificulta el debate y nos aleja de lo que hay que hablar. El año pasado estaba de gira con el libro y una mujer que tendría unos diez años más que yo dijo en una presentación que “la cancelación cultural estaba envenenando a nuestros hijos” y que no teníamos escapatoria. Yo la pregunté por qué y me dijo que estaba viendo en la tele una película con Fred Astaire disfrazado de negro. Y su hija de 23 años llegó y le dijo que eso no estaba bien. Esa mujer inmediatamente percibió que esas palabras de su hija pertenecían a la cultura de la cancelación, pero en realidad tan solo intentaba hablar sobre la historia con su madre.

"La etiqueta de cancelación cultural ha hecho a los más mayores más reaccionarios y estar menos predispuestos a hablar libremente con los jóvenes"

Creo que es una herramienta de la derecha eso de que cualquier comentario que hagas a una persona mayor en tu vida sin que sea malintencionado sea interpretado como cancelación cultural. Es una forma muy efectiva de apagar las voces críticas y el debate. Así que lo primero que haría sería deshacerme del término, porque al final deberíamos apreciar situaciones como esta, en las que hay una persona muy joven hablando con otra más mayor, a quien quiere, sobre cosas importantes. Y esta mujer creía que su hija había sido envenenada por la cancelación cultural, pero al final lo que suele pasar es que los más mayores han sido envenenados por la idea de que tener una conversación es malo. Esta etiqueta de “cancelación cultural” les ha hecho ser más reaccionarios y estar menos predispuestos a hablar libremente con la gente joven que hay en sus vidas. Y sí, hay una especie de orgullo en los más mayores al tomar la decisión de no querer entrar en esos temas con los jóvenes, o bien acaban desprestigiando su punto de vista calificándolo de “woke”. Y la verdad… no sé cómo podríamos hacer las cosas bien si no escuchásemos a la gente joven.

P. En tu libro hablas mucho sobre el dolor que sientes cuando conoces los detalles de la vida personal de los artistas. El concepto de “sublime”, sin embargo, a veces se utiliza para nombrar a aquellas obras que nos imprimen sensaciones contradictorias de asco o miedo, pero a la vez paz y belleza. El público en ocasiones busca que el arte le brinde malas sensaciones, como si estuviera intentando alcanzar algún tipo de límite moral o ético. ¿Eres una persona que disfruta de que la cultura le haga sentir mal?

R. Oh, me encanta sentirme mal, sí. A veces creo que solo quiero consumir cultura que me haga sentirme mal. Sí, concuerdo al cien por cien con lo que dices. Creo que al final en la responsabilidad de la obra para reflejar la experiencia humana en toda su complejidad. Por eso participé en un libro conjunto sobre el Lolita de Nabokov. Esta novela lidia con ese sentido de lo sublime, con lo terrible y todo lo que hay en ese profundo abismo de la experiencia humana. Y creo que toda gran obra debería hacer eso. Creo que se puede llegar a confundir la obra con la biografía de los artistas, y entonces ahí estamos fallando, ya que es otro tema de discusión.

"Si empezamos a condenar obras de arte por el tema que tratan, entonces creo que deberíamos empezar por aquellas que van sobre los hombres blancos de clase alta"

La gente hace cosas que están muy mal y hay que condenar esos hechos, lo que es realmente peligroso es aplicar esa condena al arte mismo. No debemos censurar obras de arte solo por quién está detrás. En el caso de Lolita, es un libro que representa la pedofilia, algo despreciable, pero que la obra enseña sin tapujos. Es muy importante que estas historias se cuenten para que se hable de ellas. Y si empezamos a condenar determinadas obras de arte por el tema que tratan, entonces creo que deberíamos empezar por aquellas que tratan sobre la realidad de los hombres blancos de clase alta. Pero la condena se extendería rápidamente a las mujeres, a las personas de color o al colectivo queer. Estas son las personas que más sufrirían si permitimos que se juzgue el arte por el tema que trata. Y eso está pasando ahora mismo en América, lo que me parece peligroso e inaceptable.

P. La hipocresía juega un rol muy importante en todos estos temas. Parece que escuece más que una persona que se define a sí mismo como feminista luego tenga comportamientos machistas. En cambio, en tu país habéis tenido a un presidente del gobierno que dijo abiertamente que había que “agarrar a las mujeres por el coño”. ¿Hay algún sesgo ideológico que nos hace enfadarnos tanto con los hipócritas, y a la vez permitir que ciertos discursos terribles se defiendan con orgullo sin resistencia, al darles ya por supuestos?

R. Si… Creo que existe mucho complejo ideológico, sobre todo en Europa. En Estados Unidos e Inglaterra también, ya que al fin y al cabo es la forma en la que las posiciones reaccionarias han disfrazado su discurso como si fuera rebelde, presentándose a sí mismos como los reyes del espíritu crítico e independiente. Lleva ya pasando bastante tiempo, y hay algo inevitable en que esas personas reaccionarias hagan o digan cosas terribles que aludan a algún tipo de opresión. Al fin y al cabo, entra dentro de lo esperable. Luego, son esos comportamientos los que entran dentro de la cultura de la cancelación. La derecha usa estas malas actitudes para mostrar lo muy independiente que es su pensamiento. Pero no solo los esperamos, sino que llegan a celebrarlos, lo que también mete más presión a las figuras de la izquierda que a las de la derecha para que no los cometan. Estas acaban siendo vigiladas de forma más escrupulosa para que hagan lo correcto. Y, por supuesto, como es lógico, hacemos cosas malas porque somos seres humanos. Por tanto… ¿nos sentimos más heridos cuando alguien hace algo que va en contra de su ideología? Sí, yo creo que sí.

"Hay un conflicto dramático entre lo que alguien aparenta y el modo en el que actúa, un conflicto con el que es difícil lidiar, y que también es intolerable y doloroso"

En mi libro hablo del conflicto que surge cuando la persona se presenta a través de sus obras y no de sus experiencias personales, las cuales pueden ser bastante deplorables. El caso más visible de esto es el de Bill Cosby. Al fin y al cabo, adoptó un poco la figura de padre de la nación, y cuando salieron a la luz las declaraciones contra él de acoso sexual iba totalmente contra la imagen que proyectaba. Así que sí, hay un conflicto dramático entre lo que alguien aparenta y el modo en el que actúa, un conflicto con el que es difícil lidiar, y que también es intolerable y doloroso.

P. Tu tesis final es que el único modo de lidiar con este conflicto es reparar en el amor que sentimos hacia las obras de esos genios y en cómo nos ayudaron a madurar y crecer con el paso de los años. Como decías antes, los seres humanos cometemos errores. Me pregunto si para entender esa humanidad todos los mitos deben caer.

R. Sí, te entiendo a la perfección. Creo que es un problema actual. Hace cincuenta años, cuando era una niña, no había necesidad de tomar en serio a los genios. Pongamos el ejemplo de Lou Reed, que para mí también fue muy importante. No había esa necesidad de decir venga, ahora el mito se convierte en humano. Voy a saber más de él. Y esto es necesario porque la persona y el mito en sí mismo no se refleja de manera constante a nosotros. Ahora, en cambio, estamos en una especie de avalancha de las biografías. Así que esta pregunta es crucial y actual. El mito es tan ambiental que lo consume todo, llena las pantallas. Hace años, estaba yo sola escuchando Street Hassle, de Lou Reed; ahora mismo hay miles de personas hablando de él y de su vida.

Foto: Foto: iStock.

Creo que conocer lo podrido del mito hace que lo bajemos a la tierra un poco. Y tal vez, al final, esa es la forma en la que volvemos a las obras, ¿no es así? El hecho de que el genio se vuelva humano nos permite lanzar por la borda lo que ha hecho y volver a su obra. Para mí, esa es la esperanza. El libro tiene dos conclusiones. Una es brindar al público de posibilidad de acción, yendo más allá de nuestro mero rol consumista y pasivo. El hecho de que se den cuenta de que hay algo que pueden hacer. Eso me da esperanza. Y, en segundo lugar, creo en nuestra capacidad de regresar una y otra vez a las obras. Lo he experimentado y es genial. Para gente como yo o gente como tú, que puede reafirmarse constantemente gracias al arte en sí mismo, esto es lo más importante. Necesitamos vivir ahí dentro.

Roman Polanski, Woody Allen, J. K. Rowling, Michael Jackson, Phil Spector. Hay un montón de genios sobre los que descansaba una cruel y terrible verdad que, desgraciadamente, no querríamos haber sabido jamás. La lista es demasiado larga como para reducirla solo a cinco. En los últimos tiempos, se ha destapado su peor rostro, dejándonos en muchos casos huérfanos de referentes. Detengámonos por ejemplo en J. K. Rowling, quien supo construir una de las sagas más importantes de la década basada en la premisa de que gracias al amor de tus amigos todo es posible. Millones de niños que se sentían marginados en todo el mundo entendieron este mensaje y salieron adelante gracias a él. Les ayudó a construirse personalmente. También niños que no entraban dentro de las categorías de género u orientación sexual dominantes. Y, mucho tiempo después de triunfar, la escritora británica se convierte en el centro de las críticas al remitir una declaración contra las teorías de género.

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