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La cara B de los cuadros sale a la luz: ¿qué hay en el reverso de 'Las meninas' y otras obras?
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HASTA EL 3 DE MARZO

La cara B de los cuadros sale a la luz: ¿qué hay en el reverso de 'Las meninas' y otras obras?

La muestra en el Museo del Prado titulada 'Reversos' analiza a través de más de un centenar de obras del siglo XV hasta hoy la importancia de la parte de atrás de los lienzos

Foto: Vista del anverso y del reverso de la obra 'Monja arrodillada' (1731), de Martin Van Meytens, parte de la nueva exposición del Museo del Prado. (EFE/Fernando Alvarado)
Vista del anverso y del reverso de la obra 'Monja arrodillada' (1731), de Martin Van Meytens, parte de la nueva exposición del Museo del Prado. (EFE/Fernando Alvarado)

La culpa es en gran medida de Velázquez. En Las meninas, su obra cumbre y sin duda la más icónica del Museo del Prado, Velázquez mira al espectador desde detrás de un gran lienzo en el que está trabajando. Un lienzo del que solo vemos la parte trasera y que ocupa una importante superficie pictórica de Las meninas, aproximadamente una quinta parte de todo el cuadro. ¿Qué hay en la otra cara de ese lienzo en el que trabaja Velázquez?

Una exposición tan extraordinaria como original en el Museo del Prado invita ahora a descubrir la cara B de los cuadros, su parte trasera. Lleva por título Reversos y, al igual que Alicia la del País de las Maravillas, entra en una dimensión desconocida al atravesar el espejo, esta muestra conduce al visitante a ver lo que nunca se ve, a explorar el territorio más desconocido de los cuadros, ese que solo tienen el privilegio de contemplar restauradores, conservadores y estudiosos.

No, no se trata simplemente de colgar un puñado de cuadros de cara a la pared, dejando a la vista su reverso. Esta exposición, que se podrá visitar hasta el 3 de marzo y que es fruto de siete años de trabajo e investigación, tiene calado y densidad conceptual. Comisariada por Miguel Ángel Blanco, la muestra recorre a través de más de un centenar de obras procedentes de importantes museos y colecciones la historia de la parte de atrás de los cuadros desde el siglo XV hasta el XXI, revelando la ingente cantidad de información que allí se esconde. Incluye obras de Fra Angelico, Rembrandt o Tiepolo, pero también de numerosos autores que nunca antes se habían expuesto en el Prado: Van Gogh, René Magritte, Lucio Fontana o Sophie Calle.

La exposición, cuyas salas por primera vez se han pintado de negro, se abre con una reproducción a tamaño real de la parte trasera de Las meninas realizada por Vic Muniz. Se trata del único facsímil existente del reverso de esa obra de Velázquez y, por tanto, es idéntico en medidas (320,5 x 281,5 cm), materiales y tejidos. Además, reproduce de forma exacta los remaches, manchas y vetas de la madera.

placeholder Una mujer observa una de las obras expuestas, por delante y por detrás, en la nueva exposición del Museo del Prado 'Reversos'. (EFE/Fernando Alvarado)
Una mujer observa una de las obras expuestas, por delante y por detrás, en la nueva exposición del Museo del Prado 'Reversos'. (EFE/Fernando Alvarado)

Fue durante el Renacimiento, en plena competición entre la pintura y la escultura por ver cuál de ellas estaba por delante, cuando se impulsó la realización de obras pintadas a doble cara, tanto por el anverso como por el reverso. Las más antiguas de esas obras bifaces eran generalmente tablas portátiles de devoción o parte de dípticos plegables. Pero también había retratos con fines diplomáticos o matrimoniales.

El reverso acabaría convirtiéndose en el género pictórico en sí mismo. A mediados del siglo XVII se consolidó el artista que se pinta a sí mismo en su taller detrás del cuadro en el que está trabajando y del que solo vemos su reverso, una forma de autorretrato que pervive hasta hoy. El Autorretrato como pintor de Vincent Van Gogh, procedente del Museo Van Gogh en Ámsterdam y que por primera vez se exhibe en España dentro de esta exposición, es un ejemplo de esa larga tradición.

placeholder Vista de la obra 'Autorretrato como pintor' (1886) de Vincent Van Gogh. (EFE/Fernando Alvarado)
Vista de la obra 'Autorretrato como pintor' (1886) de Vincent Van Gogh. (EFE/Fernando Alvarado)

También hay numerosos trampantojos que representan reversos de pinturas, algunos de los cuales se pueden ahora contemplar en la exposición del Prado. Esas obras muestran la gran significación que para los artistas podían tener esas caras ocultas de los lienzos. Lienzos que, por otra parte, están montados sobre bastidores en forma de cruz, una estructura que permite mover fácilmente los cuadros, pero que también simboliza las penalidades que conlleva el arte. Un ejemplo de ello es el bastidor original del Guernica, presente en esta exposición. Entre 1937 y 1964 ese cuadro de Picasso viajó a 30 ciudades y fue clavado y desclavado 45 veces de esas tablas. "La obra fue repetidamente crucificada", en palabras de Miguel Ángel Blanco.

Los reversos de los cuadros ofrecen también información del método y la personalidad del artista. A veces, en la cara B de un lienzo hay composiciones acabadas o muy avanzadas que, por alguna razón, el artista descartó, aprovechando el otro lado del lienzo. Obras de Gregorio Fosman, Fernando Álvarez de Sotomayor, Ernest Ludwig Kirchner y Darío de Regoyos así lo revelan.

Pero los reversos también han servido a los artistas para probar ideas o hacer anotaciones. De Rafael Hidalgo de Cavildes hay un reverso que muestra la misma imagen que el anverso, quizá porque quería comprobar si la composición funcionaba. Pero no es lo habitual que haya la misma imagen en las dos caras de un lienzo, lo más común es que sean imágenes distintas y hasta disonantes. Así, una obra de Annibale Caracci esconde en su trasera dibujos burlescos. Y José Antonio Benlliure reaprovechó un boceto de un cuerpo ferozmente tachado para un autorretrato.

placeholder Parte de atrás de 'El funeral de san Antonio Abad' (1426-30), de Fra Angelico.  (El Confidencial)
Parte de atrás de 'El funeral de san Antonio Abad' (1426-30), de Fra Angelico. (El Confidencial)

Por supuesto que en Reversos hay muchos cuadros colgados de cara la pared, junto a una pequeña foto de su anverso. Un ejercicio de radicalidad que permite espiar dedicatorias ocultas en la parte trasera de los lienzos o la decisión del dueño de un determinado cuadro de donarlo a tal o cual institución. Pero también se pueden descubrir frases como la que Eugenio Lucas Velázquez dejó en 1855 el reverso de su cuadro La lavativa: "¿Qué pensabas? ¡Tonto! Pues en este mundo nadie se escapa".

Las caras B de los cuadros están con frecuencia llenas de etiquetas y sellos que permiten reconstruir su recorrido. Es el caso de El funeral de Antonio Abad, pintado por Fra Angelico entre 1426 y 1430 y la más antigua de las 105 obras que componen esta exposición. La parte de atrás de ese pequeño cuadro muestra cuatro lacres de la casa de Alba, etiquetas de inventario, sellos de incautación de la Guerra Civil… El reverso de un cuadro de Salomon Koninck revela que esa obra perteneció a un marchante judío en Francia cuya colección fue confiscada por los nazis. Y las etiquetas detrás de un cuadro del pintor barroco flamenco Andries van Eertvelt​ dan cuenta de que la obra resultó dañada en un pequeño incendio en el domicilio de un ministro franquista.

Las traseras también esconden evidencias de operaciones de adaptación de lienzos a nuevas ubicaciones. A un modelo para tapiz de Rubens se le añadió, por ejemplo, por sus cuatro costados, un engatillado de ornamentos arquitectónicos que recientemente fue retirado. Y una franja del cartón para tapiz de Zacarías González se plegó por atrás para poder encajar la pintura en un lugar más estrecho.

placeholder 'La lavativa' (1855), de Eugenio Lucas Velázquez. (El Confidencial)
'La lavativa' (1855), de Eugenio Lucas Velázquez. (El Confidencial)

En ocasiones, cuando se infiltran en el lienzo los aceites de las pinturas y de los productos de preparación, los reversos adquieren tintes fantasmagóricos que dibujan con perfiles inciertos las figuras del anverso. Esa misma sensación espectral se siente ante la única escultura que forma parte de la exposición: la armadura de Carlos V realizada por Leone Leoni, colocada permitiendo ver el interior y el molde, por tanto, el cuerpo del rey.

“Velázquez nos recuerda en Las meninas que el arte es mucho más que una imagen, puesto que las obras de arte, y en particular la pintura, son tridimensionales”, en palabras de Miguel Falomir, director del Museo del Prado. "Cuando se ve un cuadro y su reverso es como si se estuviera ante una excavación arqueológica y se vieran todas las capas".

La culpa es en gran medida de Velázquez. En Las meninas, su obra cumbre y sin duda la más icónica del Museo del Prado, Velázquez mira al espectador desde detrás de un gran lienzo en el que está trabajando. Un lienzo del que solo vemos la parte trasera y que ocupa una importante superficie pictórica de Las meninas, aproximadamente una quinta parte de todo el cuadro. ¿Qué hay en la otra cara de ese lienzo en el que trabaja Velázquez?

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