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Las mejores películas de Concha Velasco, la chica yeyé: de 'Historias de la televisión' a 'Las chicas de la Cruz Roja'
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Las mejores películas de Concha Velasco, la chica yeyé: de 'Historias de la televisión' a 'Las chicas de la Cruz Roja'

Es difícil elegir los papeles más representativos de una artista que actuó en cine, teatro y televisión, que cantó y bailó, que presentó programas y dio las campanadas

Foto: Una imagen de Concha Velasco en los años 60. (Archivo)
Una imagen de Concha Velasco en los años 60. (Archivo)

Puede que los más jóvenes recuerden a Concha Velasco como aquella mujer mayor de pelo corto y blanco nuclear que se bajó de las tablas hace poco más de un año y a la que los programas del corazón persiguieron durante semanas o de aquella mujer en traje de falda de tubo y chaqueta a juego que presentaba Cine de barrio. Para los un poco menos jóvenes, Concha Velasco era la villana de Las chicas del cable. Los ya entrados en canas por su Teresa de Ávila para la televisión. Y los más veteranos por ser aquella punta de lanza de la modernidad, por ser la chica yeyé, por demostrar que no solo las suecas o las francesas o las inglesas podían vestir minifalda y peinar cardados y mover la pierna enseñando muslo y se podía ser tan exuberante como el franquismo podía permitir a una estrella de cine y, si se forzaba, un poco más. Cantó y sacó discos. Fue bailaora flamenca. Dio las campanadas. Hizo teatro. Habitó la tele desde que la tele es tele. Fue la cara de la comedia española, la mujer de la sempiterna sonrisa. La vecina de al lado, la madre cálida, la artista de España.

¿De dónde le salió el duende y el descaro a la hija de un militar de caballería, asistente de Franco en África, nacida en el frío primer mes de noviembre después de la Guerra Civil? Su padre había llegado a Valladolid, donde nació ella, con las tropas franquistas. Y en Valladolid conoció a su madre, Concha Varona, de ideas republicanas e hija de los constructores del barrio de Las Delicias, quien además fue compañera de Rosa Chacel en la carrera de Filosofía y Letras. ¿De dónde se saca la alegría y el color en una postal en blanco y negro?

Limitar el papel de Concha Velasco al de cantante o actriz es no entender lo que supuso su figura para un país monolítico en el que todo se condensaba en el star-system de una única cadena de televisión. Velasco ha muerto a los 84 años habiéndolo hecho todo y desaparece como desapareció aquel cine ingenuo, musical y despreocupado.

En El Confidencial hemos elegido los papeles más icónicos su carrera.

Musa de la comedia

Tenía quince años cuando consiguió su primer papel en el cine, en La reina mora, un papel minúsculo y sin acreditar, de bailaora. Poco a poco fue escalando en papeles menos que secundarios, como en La fierecilla domada, donde la gran estrella era Carmen Sevilla, la última supuerviviente de su aquella generación de actrices que abrieron la posibilidad de un país más libre, alegre y policromo. Su primer papel secundario fue en Muchachas en vacaciones (1958), pero fue con su película siguiente, ese mismo año con la que empezó a ser La Velasco: con su Paloma de Las chicas de la cruz roja empezó a cimentar su imagen de chica alegre y pizpireta, a la vez que sexy. La vecinita de al lado, que llaman los americanos. También fue su primer trabajo junto a Tony Leblanc —coincidirían en seis ocasiones—. Hoy, la película dirigida por Rafael J. Salvia y escrita por el gran Pedro Masó se ha convertido en un clásico de la comedia española.

Las chicas de la cruz roja fue un éxito absoluto en su momento, una ruptura con el cine de posguerra y un primer atisbo de unas nuevas fórmulas de comedia romántica que seguía siendo blanca y acrítica, pero que empezaban a mostrar cierta rebeldía; la censura avisó de la "peligrosidad" de algunas de sus escenas. Aunque el amor romántico de la película sigue basado en la celotipia y la posesión, empieza a plantear la posibilidad de un Madrid joven, cosmopolita y vibrante.

placeholder Mabel Karr, Concha Velasco, Luz Márquez y Katia Loritz en 'Las chicas de la cruz roja'.
Mabel Karr, Concha Velasco, Luz Márquez y Katia Loritz en 'Las chicas de la cruz roja'.

La chica ye-yé

Esa modernidad hacia la que iba apuntando Concha Velasco cristalizó en el papel con el que siempre se la identificará. El de Katy de Historias de la televisión (1965), para la que se puso a las órdenes de José Luis Sáenz de Heredia, director adscrito al régimen —fue el responsable de llevar al cine Raza, el guion escrito por Franco—. Además de volver a coincidir con Leblanc y de compartir pantalla con José Luis López Vázquez, Velasco interpreta para la película la canción La chica yeyé, compuesta por Augusto Algueró y el músico y letrista Antonio Guijarro. La canción no dejó de sonar en los años siguientes y, todavía hoy, es una de las canciones pop más importantes de la música española.

Actriz de la nueva ola española

La vallisoletana también trabajó con la nueva ola de directores que orearon el cine nacional con una ambición de un cine más autoral y moderno. Entre ellos, Pedro Olea, Josefina Molina y Mario Camus. Para Concha Velasco, el mejor trabajo de su carrera fue en Pim, pam, pum....¡fuego! (1975), de Pedro Olea, con guion de Rafael Azcona, en la que interpretó a Paca, una chica en la España de la posguerra que aspira a formar parte de la Compañía Celia Gámez —con la que Velasco había trabajado en su juventud—, que se encuentra durante un viaje de tren con Luis (Josep María Flotats), que resulta ser un maqui. La película, que habla abiertamente sobre la España de los perdedores y los desfavorecidos, se estrenó un mes antes de que muriese Franco y formó un revuelo, que la llevó, incluso, a ser censurada en plena democracia unos años después. Con Olea también trabajó en Tormento, la adaptación de la novela de Galdós, cuyo guion coescribió el mismísimo José Frade —junto a Ricardo López Aranda y Ángel María de Lera— y que se llevó el premio a la Mejor película española en el Festival de San Sebastián en 1974.

placeholder Concha Velasco en 'Pim, pam, pum... ¡fuego!'.
Concha Velasco en 'Pim, pam, pum... ¡fuego!'.

A las órdenes de Josefina Molina se puso para uno de sus grandes papeles televisivos, la serie de ocho episodios Teresa de Jesús que, en su momento, costó la inusual cantidad de 400 millones de pesetas y que se rodó entre escenarios naturales de Castilla y León, Andalucía y Extremadura y decorados de casi una hectárea. Teresa de Jesús fue una superproducción estrenada en 1984 que buscaba reconstruir el perfil de la monja Teresa de Ávila desde el máximo rigor histórico. En la producción, ambientada en el siglo XVI, trabajaron más de 300 actores y se utilizaron todo tipo de semovientes. "A lo largo de ocho episodios se sigue la aventura de aquella mujer que se mezcló con el pueblo y frecuento la nobleza y que, en medio de la más desbordante actividad, experimentó las más sublimes vivencias místicas. La que había sido procesada por la inquisición termino por ser la primera doctora de la iglesia", reza, nunca mejor dicho, la sinopsis. Por este papel ganó su única Antena de Oro y un Fotogramas de Plata.

Camus, por su parte, la había elegido para La Colmena, donde se mezclaban actores "de toda la vida" como José Sazatornil, Francisco Rabal o José Luis López Vázquez, con nuevos rostros de la movida madrileña, como Victoria Abril. La adaptación de la novela de Cela consiguió el que, hasta este año gracias a Alcarrás, el último Oso de Oro del cine español.

El último Berlanga

Con José Luis García Berlanga rodó París Tombuctú (1999), compartiendo pantalla con Michel Piccoli, grande del cine europeo, una película que supuso también el ocaso de esa dramedia que tan bien supo hacer el director valenciano y que analiza tan clínicamente la idiosincrasia de la España predemocrática. Muy alejada del nivel de imperdibles como Plácido (1961) o El verdugo (1963), la última película de Berlanga demostró una vez más la rebeldía de Velasco, que se atrevió a enseñar los pechos en pantalla habiendo cumplido la sesentena. La chica yeyé se había pasado al rock 'n' roll a los sesenta.

placeholder Una imagen de 'París-Tombuctú'.
Una imagen de 'París-Tombuctú'.

Sus últimos trabajos en el cine (Malasaña 32) y en la televisión (Las chicas del cable) se estrenaron poco más de dos años antes de su muerte. Del teatro se bajó en septiembre de 2021. Casi setenta años de carrera incombustible, heterodoxa y polifacética. Nunca ganó el Goya, más allá del cabezón honorífico que le concedieron en 2013, pero ¿quién necesita un Goya cuando se tiene la corona yeyé?

Puede que los más jóvenes recuerden a Concha Velasco como aquella mujer mayor de pelo corto y blanco nuclear que se bajó de las tablas hace poco más de un año y a la que los programas del corazón persiguieron durante semanas o de aquella mujer en traje de falda de tubo y chaqueta a juego que presentaba Cine de barrio. Para los un poco menos jóvenes, Concha Velasco era la villana de Las chicas del cable. Los ya entrados en canas por su Teresa de Ávila para la televisión. Y los más veteranos por ser aquella punta de lanza de la modernidad, por ser la chica yeyé, por demostrar que no solo las suecas o las francesas o las inglesas podían vestir minifalda y peinar cardados y mover la pierna enseñando muslo y se podía ser tan exuberante como el franquismo podía permitir a una estrella de cine y, si se forzaba, un poco más. Cantó y sacó discos. Fue bailaora flamenca. Dio las campanadas. Hizo teatro. Habitó la tele desde que la tele es tele. Fue la cara de la comedia española, la mujer de la sempiterna sonrisa. La vecina de al lado, la madre cálida, la artista de España.

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