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La mejor obra de Ridley Scott no es Napoleón, sino un anuncio de hace 40 años
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María Gelpí

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La mejor obra de Ridley Scott no es Napoleón, sino un anuncio de hace 40 años

En la víspera de 1984, la emergente Apple, dirigida por un pipiolo Steve Jobs en modo emprendedor salvaje, lanzó un anuncio que marcó un hito en la historia de la publicidad

Foto: Recreación histórica de la batalla de Austerlitz. (Reuters/David W. Cerny)
Recreación histórica de la batalla de Austerlitz. (Reuters/David W. Cerny)
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Tras el estreno del Napoleón de Ridley Scott —y digo bien, pues es su Napoleón y está bien que así sea, mal que trinen los historiófilos—, los diarios y las redes se han llenado de críticas de todo tipo hacia el director. Aprovechando la controversia, muchos se han lanzado a confeccionar una suerte de lista polarizada entre las películas buenas y las malas de Scott, en un simplismo retromaníaco muy propio de nuestro tiempo. Pero más allá del inevitable reduccionismo en redes y de las críticas peliculeras, que dejo para los expertos en cine, me gustaría recordar que una de las mejores producciones de Ridley Scott fue un spot publicitario que en breve cumplirá 40 años. Pero vaya spot publicitario.

En la víspera de 1984, la emergente Apple, dirigida por un pipiolo Steve Jobs en modo emprendedor salvaje, lanzó un anuncio que marcó un hito en la historia de la publicidad. Emitido por primera vez en la noche del 31 de diciembre de 1983 y unos días más tarde durante la Super Bowl XVIII, el comercial 1984, producido por Fairbanks Films y dirigido por Ridley Scott, tenía como objetivo dar a conocer el lanzamiento del mítico Macintosh 128K y competir en los premios Clio de publicidad de ese mismo año. Jobs ya había expresado su preocupación por el dominio del mercado por parte de IBM con la canción What a Feeling de Irene Cara, declarando su intención de intervenir en el mercado monopolizado que coartaba la libertad neoliberal de consumir.

El mítico anuncio comienza en un escenario gris y un ambiente opresivo en los que cientos de espectadores observan enajenados una pantalla de ordenador gigante, en la que un líder autoritario, encarnado por David Graham, emite un discurso para ellos. Simultáneamente, una chica rebelde, la atleta inglesa Anya Major, la única en color, huye de unos antidisturbios, vestida con zapatillas deportivas rojas, shorts rojos y una camiseta blanca en la que unas líneas dejan intuir el dibujo de una manzana y un ordenador. Cuando ella está lo suficientemente cerca del escenario, lanza con maestría atlética un martillo que impacta contra la gran pantalla, generando una explosión que deja boquiabiertos a los adormecidos espectadores, mientras suena una voz diciendo: "Verá por qué 1984 no será como 1984", al tiempo que emerge la mítica manzana pintada de arcoíris.

La escena hacía clara referencia al mundo distópico de la novela del mismo título de Orwell y Apple se erigía por aquel entonces como la fuerza liberadora frente a un supuesto Gran Hermano, que hacía referencia a IBM. Apple se presentaba como una alternativa al control que IBM establecía en el mercado, en una era tecnológica todavía en pañales, mostrando ya la dualidad inherente al uso de la tecnología, por sus posibilidades para la emancipación y el control al mismo tiempo.

El impacto fue notable, generando ventas millonarias y cambiando el panorama de los anuncios en la Super Bowl, con el segundo más caro del mundo publicitario, convirtiéndose en un ícono cultural referenciado y parodiado en diversas ocasiones, asumiendo la estructura básica de su narrativa, pero cambiando su sentido. El primero en hacerlo fue Matt Groening, tenido por muchos como el gran visionario de un futuro decadente ya desde sus tiempos en Los Simpson. En este caso, fue en el episodio Future Stock (3-21) de la serie Futurama, en el año 2002. Ironizaba sobre las artes de un clásico tiburón de Wall Street para la conquista del mercado de la mítica Planet Express y su inseparable y bochornoso lema Los mensajeros son reemplazables, sus envíos no.

Pero es que la misma Apple, en 2004, lanzó una versión actualizada del anuncio con la protagonista llevando un iPod, auriculares incluidos, que no le impedían la ligereza de movimientos, en un momento en el que Apple ya extendía su dominio del mercado de bienes y servicios relacionados con la tecnología, al formar parte del grupo de las cinco Big Tech o Gigantes Tecnológicas: Google (Alphabet), Amazon, Apple, Facebook (Meta) y Microsoft, copando el mercado de la comunicación en sentido amplio. También el mítico juego de culto Half Life 2 usó para su promoción en 2010 un vídeo en forma de cinemática, asumiendo el espíritu orwelliano del original. Por su parte, la empresa tecnológica china LeTV presentó un spot que cogía el testigo para el relevo de Apple, en donde un púber emergente, en vez de reventar una pantalla, terminaba comiéndose la manzana que todos adoraban, en un nuevo intento de reemplazo. Otras marcas comerciales, como los famosos helados Ben & Jerry’s, aprovecharon el tirón narrativo, como también lo hizo el programa estadounidense Saturday Night Live (SNL), que parodió la elegancia de los inodoros Koohl, con un Benedict Cumberbatch bajándose los pantalones, en una continuidad entre urinarios y arte que viene dándose desde Duchamp. El último en sumarse a este historial de troleos fue la empresa Epic Games, en 2020, que echaba en cara a Apple el bloqueo de la descarga de su juego Fornite en su plataforma Store, en lo que acabó convirtiéndose en un battle royale de realidad aumentada.

El anuncio de Ridley Scott es sublime, no ya por su carácter premonitorio, sino por su capacidad para representar situaciones similares de control y reemplazo del poder en diferentes escenarios. Los grandes directores de cine, entre los que Scott se encuentra, son grandes pensadores audiovisuales y por eso mismo no renuncian al sentido narrativo de lo que nos quieren mostrar a través de personajes, que alegorizan o simbolizan ciertas relaciones sociales, así como reacciones psicológicas relacionadas con nuestros miedos y los afectos, en una era, la nuestra, de la información y los datos. Esto nos acerca en cierta medida a aquello que Aristóteles afirma en su Poética, de que la poesía, pensando en la épica, es más filosófica que la Historia, porque habla sobre lo general, mostrando no lo que es, sino lo que podría ser, mientras que la Historia tan solo puede contar los hechos particulares.

Scott, en su Napoleón, traiciona en cierto modo al personaje histórico para amoldarlo a sus intenciones narrativas, como ya lo hicieran Miloš Forman con su Amadeus, Derek Jarman con su Caravaggio o Ken Russell con su Mahler y su Franz Liszt. Es por eso que defrauda a los que esperan de ella una lección de Historia o un biopic que le ahorre un libro sobre el personaje, bajo la acusación, martillo, esta vez, de herejes, de no ser fiel a la Historia. A estos, se les podría contestar con la cita de Walter Benjamin de su tesis XVI sobre El sentido de la Historia (LOM Ediciones): "Deja que los demás se desgasten con la puta 'Érase una vez' en el burdel del historicismo"..

Yo simplemente creo que Ridley Scott ha visto cosas que no creeríamos.

Tras el estreno del Napoleón de Ridley Scott —y digo bien, pues es su Napoleón y está bien que así sea, mal que trinen los historiófilos—, los diarios y las redes se han llenado de críticas de todo tipo hacia el director. Aprovechando la controversia, muchos se han lanzado a confeccionar una suerte de lista polarizada entre las películas buenas y las malas de Scott, en un simplismo retromaníaco muy propio de nuestro tiempo. Pero más allá del inevitable reduccionismo en redes y de las críticas peliculeras, que dejo para los expertos en cine, me gustaría recordar que una de las mejores producciones de Ridley Scott fue un spot publicitario que en breve cumplirá 40 años. Pero vaya spot publicitario.

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