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Los años oscuros del poeta Rimbaud como traficante de armas en el cuerno de África
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Los años oscuros del poeta Rimbaud como traficante de armas en el cuerno de África

Una nueva película (muy experimental) del español Pedro Aguilera indaga en aquellos días en los que el famoso 'enfant terrible' se convirtió en mercader con el único afán de enriquecerse

Foto: Arthur Rimbaud en sus años en Hararr (Etiopía). (Wikimedia Commons)
Arthur Rimbaud en sus años en Hararr (Etiopía). (Wikimedia Commons)

En 1886, el poeta Arthur Rimbaud (1854-1891) hacía mucho tiempo que había dejado ser el enfant terrible con pelo punk que enamoró a los letraheridos parisinos y con vehemencia física a Paul Verlaine. El autor de Una temporada en el infierno —poemario del que este año se han cumplido 150 años de su publicación— merodeaba por la ciudad de Tadjoura —la actual Yibuti— en el cuerno de África, lindando con Etiopía, y ya no escribía versos, sino que traficaba con armas. No quería alcanzar la gloria literaria, sino algo más prosaico, como ser rico. Embolsarse dinero rápido, volver a Francia y vivir como un burgués capitalista. Una evolución que a día de hoy no extraña.

Muy poco se sabe de estos años oscuros de su vida. De hecho, mucha gente piensa que el joven Rimbaud murió, eso, joven (y casi con la cara de Leonardo DiCaprio, como aparece en la película Vidas al límite, de Agnieszka Holland), o que desapareció sin dejar rastro a los 19 años. Apenas hay documentos más allá de las cartas que escribió a su hermana y su madre durante los 15 años que anduvo de aventuras, no solo por África, sino también por Asia. Y de imágenes solo quedan tres, que parece que él mismo se hizo con una cámara que había comprado en el continente africano.

Pero, con ese material —más sus poemas y otros textos ajenos—, el director vasco Pedro Aguilera ha creado y dirigido la película Hotel Splendid, un “ensayo fílmico”, como él lo describe, sobre el año que Rimbaud estuvo en Tadjoura esperando que llegara su cargamento de fusiles para llevárselo en una caravana de camellos a través de las colinas etiopes al rey Melenik II. El resultado es una película extraña, curiosa, de proyección en un museo de arte contemporáneo (la propia historia ya es una locura en sí misma), pero que nos revela cómo pudo ser aquel Rimbaud varado casi como Godot (esperando las armas que nunca llegaban), rodeado de marineros borrachos, un ayudante y una joven etiope con la que mantuvo una relación. Un expoeta que, además, tampoco quería escribir ya una sola línea.

placeholder Cartel de la película 'Splendid Hotel. Rimbaud en África'.
Cartel de la película 'Splendid Hotel. Rimbaud en África'.

“Yo tengo una fascinación con Rimbaud desde la adolescencia por sus poemas y también porque ha sido referenciado por muchos artistas que admiro”, cuenta Aguilera a El Confidencial por teléfono. El cineasta hizo un viaje por Etiopía y la ciudad de Harrar, en la que estuvo el poeta, y le pareció que todo aquel entorno, en realidad, todos los viajes de Rimbaud, tenían una película o una serie.

Pero se centró en el año en el que, tras trabajar para una agencia, el escritor decide montárselo por su cuenta y empezar con el tráfico de armas, lo que ya lindaba bastante con la legalidad. Es un año en el que, como dice Aguilera, pasan muchas cosas a las que el poeta no les da importancia, pero la tienen: le empieza a doler la rodilla que después derivará en un cáncer óseo que le matará, se publica Las iluminaciones, y lo hace en la revista Vogue un Verlaine abandonado, Francia le redescubre y le piden que vuelva sin éxito. “Aquello fue una huida hacia delante. Se había convertido en sus propios poemas. Él no es consciente, pero cinco años después morirá. Es el año en el que ya no es un genio de la poesía, eso lo ha perdido, pero se convierte en un mito”, afirma el director.

La película, señala, se rodó de una forma muy rimbaudiana. Para empezar, no tiene guion. Es muy poética. Se cogieron textos de aquí y de allá, propios y ajenos, y se mezclaron. “Lo que estaba claro es cómo él llega a esa ciudad y cómo se va con la caravana”, apostilla Aguilera. Y, entre medias, la desaparición. “Él quiere borrarse, en contraste con el presente, donde todo el mundo quiere estar presente. Eso tiene una parte buena, que es que puedes renacer, pero anuló su don de la escritura y se convierte en un condenado del materialismo”. De individualista, punki y pacifista a traficante de armas —si bien nunca un esclavista— en solo unos años. Ese fue su viaje.

placeholder Damien Bonnard como Rimbaud en 'Hotel Splendid'.
Damien Bonnard como Rimbaud en 'Hotel Splendid'.

Las imágenes de la cinta muestran un puerto árabe concurrido, unas casas a las que le faltan unas cuantas manos de pintura de azul y blanco, y un bosque tupido. No es la actual Yibuti, ya que no pudieron rodar allí por lejanía y presupuesto, sino la marroquí Larache, “aunque se olía el aire del puerto, el petróleo de los barcos y las sardinas que se fríen allí”, señala Aguilera. Está rodada con dos cámaras pequeñas que permiten mucha versatilidad y que siguen al actor Damien Bonnard (Rimbaud) por todas partes. No es para nada un biopic al uso. Pero es que nunca buscaron eso. “Es más bien como una performance rimbaudiana”.

Más llamativo resulta que no haya más películas sobre esta etapa de la vida del poeta. Ni siquiera en Francia, donde durante mucho tiempo fue pieza principal de la contracultura. Y, sin embargo, para el cineasta es una figura que sigue siendo supermoderna por muchas razones y no solo por la del enfant terrible.

"Creó una nueva forma de escritura y un arquetipo que antes no existía, la del hombre perdido en su laberinto, que después llevaron a cabo Kafka, Beckett y los surrealistas. Pero él lo hizo antes y con solo 15 años. Cuando Nietzsche escribió Zaratustra, él ya estaba en Tadjoura. El hombre moderno no ha cambiado mucho desde entonces. Había sido el primer punk, el artista que lo rompe todo. Si hoy es difícil de entender, en su tiempo, muchísimo más. De hecho, está mucho más cerca de nosotros que de su tiempo. Y luego es el artista que se convierte en su propia obra de arte, como mucho después harían Warhol o Duchamp. Y, al final, es el artista que deja el arte y acaba encadenado al materialismo", resume Aguilera.

"Es el artista que se convierte en su propia obra de arte, como mucho después harían Warhol o Deschamps. Y, al final, es el artista que deja el arte y acaba encadenado al materialismo"

Tras llevarle las armas al rey Melenik II, lo cual pensaba que iba a ser en dos meses y le costó un año, el poeta no se hizo tan rico como pretendía. Al contrario, el rey le engañó bastante y, prácticamente, con lo que tuvo que pagar para que no le mataran durante el viaje —por ahí asediaban los beduinos abisinios—, se quedó con lo puesto. Y no regresaría a Francia como les había dicho a su hermana y su madre tras aquel negocio, sino que no embarcaría hasta 1891, ya con el cáncer muy avanzado. Moriría poco tiempo después a los 37 años cuando ya no era casi nadie.

“Libre Dios al hombre honrado del reconocimiento público

si no, se torna malvado”.

Lo dice la película y aquel fue, al final, el máximo deseo del poeta que solo pocos años antes lo había sido todo en París.

Hotel Splendid se estrena este viernes en los cines y, para enero, ya estará disponible en la plataforma Filmin.

En 1886, el poeta Arthur Rimbaud (1854-1891) hacía mucho tiempo que había dejado ser el enfant terrible con pelo punk que enamoró a los letraheridos parisinos y con vehemencia física a Paul Verlaine. El autor de Una temporada en el infierno —poemario del que este año se han cumplido 150 años de su publicación— merodeaba por la ciudad de Tadjoura —la actual Yibuti— en el cuerno de África, lindando con Etiopía, y ya no escribía versos, sino que traficaba con armas. No quería alcanzar la gloria literaria, sino algo más prosaico, como ser rico. Embolsarse dinero rápido, volver a Francia y vivir como un burgués capitalista. Una evolución que a día de hoy no extraña.

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