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Este hombre sobrevivió a seis campos de concentración y luego se hizo cazador de nazis
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Este hombre sobrevivió a seis campos de concentración y luego se hizo cazador de nazis

Josef Lewkowicz fue el único de una familia de 150 personas que salió con vida del Holocausto. Tras ser liberado, logró dar con Amon Göth, el Carnicero de Cracovia. Ahora cuenta su historia en 'El superviviente de Auschwitz'

Foto: Imagen de Josef Lewkowicz.
Imagen de Josef Lewkowicz.

Con solo 16 años Josef Lewkowicz se convirtió en el prisionero 85314 y entró en un campo de concentración. En el primero. Este judío que hoy tiene 96 años pasó durante su adolescencia por seis campos de concentración nazis: Plaszów, Auschwitz-Birkenau, Mauthausen, Melk, Amstetten y Ebensee. Logró sobrevivir a todos esos lugares infernales y, concluida la II Guerra Mundial, cambió el pijama de rayas por un uniforme del servicio de inteligencia de Estados Unidos y se convirtió en cazador de nazis.

“He visto cosas terribles: ahorcamientos ceremoniales, fusilamientos indiscriminados, crueldad innombrable, la depravación del canibalismo. Soporté el hambre, las palizas y las torturas en seis campos de concentración y conseguí sobreponerme para poder llevar a un monstruo ante la Justicia”, en palabras del propio Josef Lewkowicz.

El monstruo al que consiguió dar caza y hacerle responder ante un tribunal por sus crímenes fue nada menos que Amon Göth, más conocido como el Carnicero de Cracovia, el infame comandante del campo de concentración de Plaszów a quien Ralph Fiennes interpretó en la película La lista de Schindler. Además, Lewkowicz también testificó contra el nazi Julius Ludolf, comandante del campo de Melk y quien, al igual que Göth, fue declarado culpable de crímenes de guerra y ejecutado.

De toda su familia, compuesta por 150 miembros, solo él sobrevivió al Holocausto. Así que, tras ser liberado, uno de sus objetivos fue reagrupar a las familias que habían sido separadas por los nazis. Se dedicó a patear pueblos y aldeas en busca de niños judíos que habían sido sacados a escondidas de los guetos, en muchos casos minutos antes de que deportasen a sus padres a campos de exterminio, para tratar de reunirlos de nuevo con sus familiares. Ayudó a cientos de críos a rehacer sus vidas.

placeholder Portada de 'El superviviente de Auschwitz', la autobiografía de Josef Lewkowicz.
Portada de 'El superviviente de Auschwitz', la autobiografía de Josef Lewkowicz.

Se mire por donde se mire, la de Josef Lewkowicz es una historia absolutamente increíble. Sin embargo, solo ahora se ha decidido a contarla. Lo hace en El superviviente de Auschwitz (Newton Compton Editores), un libro del que solo en el Reino Unidos se han vendido más de 150.000 ejemplares y está llamado a convertirse en una referencia absoluta sobre el Holocausto, cuyas víctimas se conmemoran este viernes.

En la actualidad Lewkowicz tiene 96 años y vive en Jerusalén. Mantiene intacta su lucidez, aunque debido a su avanzada edad se fatiga fácilmente. Ha accedido a hablar por videoconferencia con El Confidencial. “Hola”, comienza diciendo Lewkowicz en perfecto español, pues vivió varios años en América Latina y se casó con Perla, una colombiana con la que tuvo tres hijos. Detrás de él, una chimenea llena de fotos de sus hijos y nietos.

PREGUNTA. Usted fue deportado a seis campos de concentración, seis: Auschwitz, Ebensee, Mauthausen, Plaszów, Melk y Amstetten. ¿Cómo logró sobrevivir?

RESPUESTA. No debería hacerme esa pregunta, porque la realidad es que no hice nada especial para sobrevivir. Recé, recé y recé, eso sí, tenía fe en Dios. Ante todos los peligros, ante todas las dificultades, llamaba a Dios y le pedía que me ayudara. Y sentía que Dios estaba cerca de mí. Es como si alguien que se estuviera ahogando en medio del mar viera un pedacito de madera al que agarrarse. Quizá fue la fe lo que me salvó, no lo sé.

P. Me imagino que hubo muchas ocasiones en las que pensó que iba a morir…

R. Sí, claro, muchísimas. Me molieron a golpes un montón de veces. Y en una ocasión casi me dispararon entre ceja y ceja. El asesino al final no llegó a apretar el gatillo, porque creyó que yo ya estaba muerto.

Foto: Annette Cabelli. (C. Barragán)

P. Ese es uno de los pasajes más sobrecogedores de su libro. La persona que le puso el revólver entre los ojos era Amon Göth, el Carnicero de Cracovia, el monstruo al que Ralph Fiennes interpretó en La lista de Schindler. Se salvó de que le matara porque usted se desmayó, ¿verdad?

R. Sí. Göth alzó el revolver y lo colocó a unos cinco centímetros de mi cara. Me apuntó entre los ojos. Y ya no sé qué más ocurrió, porque me desmayé y estuve inconsciente. Cuando me desperté estaba vivo en el hospital del campo de concentración. Me habían pegado y tenía el cuerpo destrozado, en carne viva en muchas zonas. Pero estaba vivo. Así que me recuperé y volví a trabajar.

P. ¿Por qué pasó por tantos campos?

R. No lo sé. Nos mandaban todo el rato de un campo a otro, siempre íbamos de un campo a otro. Hay campos en los que estuve que ni siquiera he mencionado en el libro porque estuve solo una o dos semanas. ¿Sabe qué? Cuando me cambiaban a un campo nuevo yo estaba de alguna manera contento.

P. ¿Contento? ¿Y eso?

R. Sí, estaba contento porque pensaba que no podía haber algo peor a lo que ya conocía, pensaba que el campo nuevo estaría un poquito mejor. Pero siempre era peor, nunca mejor.

P. Habrá visto cosas terribles…

R. Sí, he visto cosas espantosas, he pasado por cosas espantosas. Pero gracias a Dios aquí estoy, es algo milagroso. Sobrevivir era todos los días un milagro, porque a la gente en los campos la pegaban, la disparaban, la ahorcaban… También había gente que se caía al suelo de tan desnutrida como estaba, se caía y ya nunca más se volvía a levantar. Y luego estaban las cámaras de gas. Todos los miembros de mi familia fueron seleccionados. Vivíamos en Dzialoszyce [una pequeña ciudad polaca] en la que había unos 18.000 judíos. El 2 de septiembre de 1942 declararon Dzialoszyce judenrein, es decir, libre de judíos. Nos llevaron a un gran campo vacío, estuvimos allí un día y una noche. Y al día siguiente nos seleccionaron. Nos dijeron que nos pusiéramos en fila.

"Un oficial de las SS te empujaba a la derecha o la izquierda. De 18.000 personas, a 17.250 las empujó a la derecha. Eso significaba la muerte"

P. ¿Recuerda cómo fue el proceso de selección?

R. Claro. Había un oficial de las SS con un látigo; no hablaba, simplemente te observaba y después te empujaba hacia un lado o hacia otro. De las 18.000 personas que éramos, a 17.250 las empujó hacia la derecha. Toda mi familia fue a parar a la derecha, mi madre y todos mis hermanos, mientras que a mi padre y a mí nos mandó a la izquierda. Entonces no sabíamos qué significbaa eso, qué suponía que te mandaran a la izquierda o a la derecha. Pero más tarde nos enteramos de que esa era la diferencia entre la vida y la muerte. El tipo del látigo que decidía a qué lado te mandaba jugaba a ser Dios, decidía quién debía de vivir y quién debía morir. De los 18.000 judíos que éramos, 17.250 fueron a los campos de exterminio, a las cámaras de gas de Bełżec, donde fueron exterminados cerca de 600.000 judíos en total. Mi familia al completo desapareció allí. Ahora hay un museo en ese lugar, para que la gente no olvide lo que ocurrió. Destruyeron todo, no quedó nadie con vida. Pero sabemos que mi familia fue llevada allí y ejecutada en las cámaras de gas de Belzec.

P. Usted por entonces era además muy joven, casi un niño…

R. Tenía 16 años la primera vez que entré en un campo de concentración, y 18 cuando fui liberado.

"Los asesinos nazis tenían que pagar por lo que hicieron. Me dediqué a buscarlos para hacerles responder por sus crímenes. Y los encontré"

P. Tras ser liberado, ¿qué le llevó a convertirse en cazador de nazis?

R. Después de ser liberado hice dos cosas. La primera fue tratar de salvar a los niños judíos que no habían sido asesinados por los nazis y que se encontraban en orfanatos, monasterios, acogidos en algunas familias… Habíamos perdido a 6 millones de judíos, no podíamos permitirnos perder a ninguno más. Salvamos a unos 600 niños y los enviamos a Palestina, entonces bajo mandato británico, que se negó a dejarlos entrar, así que los enviamos a Chipre. Cuando por fin se creó el Estado de Israel, trajimos aquí a todos esos niños. Y, por otro lado, me convertí en cazador de nazis. Esa gente no podía irse de rositas, los asesinos nazis tenían que pagar por lo que habían hecho. Y yo los conocía, recordaba perfectamente sus rostros. Así que me dediqué a cazar nazis para llevarlos ante la Justicia, me dediqué a buscarlos para hacerles responder por sus crímenes. Y los encontré.

P. Usted fue el que encontró a Amon Göth, el Carnicero de Cracovia…

R. Sí. Seguí varias pistas, lo busqué por un montón de sitios y un día, casi por casualidad, di con él en el campo de Dachau, que entonces albergaba a unos 30.000 alemanes. Se encontraba tirado en el suelo, sucio. Estaba demacrado, había perdido mucho peso, era la mitad de lo que había sido. Iba vestido como un mendigo, con harapos, y, como le decía, estaba tirado en el suelo. Pero le reconocí, vaya si le reconocí, era él, era imposible que no hubiera reconocido su rostro cruel. “Levántate perro”, le dije. Le insulté, le llamé muchas de las cosas que él nos llamaba a nosotros en el campo de Plaszów. Yo sabía todo lo que había hecho, así que perdí el control y empecé a darle puñetazos y patadas en un ataque de ira. Lo llevé ante la Justicia y, por abreviar, fue condenado a morir ahorcado.

P. Supongo que se habrá preguntado muchas veces qué lleva a una persona a hacer las numerosas brutalidades que Amon Göth cometió…

R. Sí. De hecho, se lo pregunté a él. Durante el juicio en el que fue condenado a muerte le pregunté por qué, por qué hizo todo lo que hizo. No me contestó, no abrió la boca. Se lo pregunté varias veces, pero ninguna vez contestó.

P. ¿Y cuál es la respuesta que usted se da?

R. Yo quería saber si se arrepentía de lo que había hecho. “Por qué lo hiciste, por qué, por qué?”, le pregunté cuando lo encontré. No me respondió. Después le pusieron en una celda especial, porque yo le indiqué a los responsables que Göth era una persona valiosa y que había que vigilarlo. Fui a verle a esa celda, en la que había un pequeño banco de madera. Me senté junto a él. ¿Sabe qué? Le puse la mano sobre un hombro y le dije: “Amon, cuéntame, por qué disparaste a este, por qué mataste a aquel otro del modo en que lo hiciste”. Le mencioné varios casos específicos de los que había sido testigo, pero solo recibí silencio por respuesta. Antes de que fuera ejecutado, el juez le preguntó si había algo que quisiera decir. Respondió que sí. Y cuando el juez le dijo que hablara, lo único que dijo es que era inocente. Y después se lo llevaron y lo ejecutaron. Yo creo que hacía ya tiempo que quería morir.

"¿Qué precio pagó Göth? Un precio muy bajo. Fue responsable de millares de muertes, y solo pagó con un cuerpo, el suyo, además decrépito..."

P. Y se hizo justicia, ¿no?

R. Amon Göth cargaba sobre su conciencia con la muerte de miles y miles de personas. Él quería morir, pero su muerte no debería haber sido tan rápida. Tendría que haber tenido una muerte lenta, tendría que haber muerto una y otra vez. Pero no se puede matar a una persona dos veces. Al final, ¿qué precio pagó Amon Göth? Un precio muy bajo. Fue responsable de millares de muertes, y solo pagó con un cuerpo, el suyo, un cuerpo además decrépito... Todo esto que le cuento, el motivo por el que he escrito este libro, es para que se sepa lo que de verdad ocurrió, para que no lo olvidemos nunca y para que no vuelva a ocurrir jamás. Pero ahora está ocurriendo de nuevo. Los judíos ahora están siendo una vez más asesinados. La diferencia es que ahora podemos defendernos, mientras que en los campos nazis no podíamos hacerlo. Cuando encontré a Amon Göth yo podía haberle pegado un tiro, podía haber hecho con él lo que me hubiera dado la gana. Pero soy incapaz de matar. Solo Dios da la vida y solo Él la puede quitar, así que yo no concibo que una persona pueda matar a otra. Por eso no maté a Göth y preferí llevarle ante la Justicia.

placeholder Josef Lewkowicz, rezando. (Jroots)
Josef Lewkowicz, rezando. (Jroots)

P. Tengo entendido que también conoció a Oskar Schindler…

R. Sí. Después de la guerra yo me convertí en cazador de nazis, y Oskar tenía miedo de que pudiera ir a por él. Se me acercó un día y me contó todo lo que había hecho para ayudar a los judíos. Yo sabía muchas cosas de él porque era amigo de Amon Göth, venía con frecuencia al campo de Plaszów [del que Amon Göth era comandante] y yo le veía de lejos. Pero sabía quién era, sabía que tenía una fábrica y que utilizaba prisioneros del campo de Plaszów para trabajar en ella. Schindler tenía miedo de que le acusaran de haber tenido trabajadores en condiciones de esclavitud. Pero le dije: “No te preocupes Oskar, no eres un criminal de guerra. Tú no has golpeado a nadie, tú le has dado a tus trabajadores más comida de la que recibían en el campo. Puede que no seas el hombre más justo del mundo, pero no eres un criminal de guerra. Si es necesario, testificaré a tu favor”. Se quedó muy contento con lo que le dije, le llevé a comer al restaurante de un hotel y al terminar de almorzar se empeñó en que quería una botella de schnapps [un aguardiente]. No era fácil en esa época encontrar licores, pero era un alcohólico. Hoy Oskar Schindler es un justo entre las naciones [distinción que otorgada por el Estado de Israel a los no judíos que participaron activamente en el rescate de judíos durante el Holocausto]. Fue un buen tipo, fue bueno con los judíos.

P. ¿Por qué ha tardado tanto en contar su historia? Su libro solo se publicó en 2023, y es ahora cuando llega la traducción en español.

R. Cuando mis hijos eran pequeños, no quería hablar de lo que me había ocurrido. No quería que ellos crecieran con el complejo de que por ser judíos les podían pegar y encerrar en un campo de concentración. Pero cuando mis hijos crecieron, empezaron a insistir en que tenía que contarles mi historia, que yo era el único que se la podía contar. Y luego, cuando el rabino Naftali Schiff se enteró de todo aquello por lo que había pasado, me convenció para que hiciéramos el documental [The Survivor’s Revenge (La venganza del superviviente), 2019] y luego este libro. Como le decía antes, he hecho todo esto para que no se olvide lo que ocurrió y para que no vuelva a suceder jamás.

Con solo 16 años Josef Lewkowicz se convirtió en el prisionero 85314 y entró en un campo de concentración. En el primero. Este judío que hoy tiene 96 años pasó durante su adolescencia por seis campos de concentración nazis: Plaszów, Auschwitz-Birkenau, Mauthausen, Melk, Amstetten y Ebensee. Logró sobrevivir a todos esos lugares infernales y, concluida la II Guerra Mundial, cambió el pijama de rayas por un uniforme del servicio de inteligencia de Estados Unidos y se convirtió en cazador de nazis.

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