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Este filósofo argentino te dice que no te esfuerces: el amor es imposible
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Un manual de anti-autoayuda

Este filósofo argentino te dice que no te esfuerces: el amor es imposible

El 'bestseller' Darío Sztajnszrajber aboga en su último libro por resignificar el amor para así levantarlo de sus cenizas. Tanto si ha muerto o nunca existió, una vez más, que viva el amor

Foto: El filósofo Darío Sztajnszrajber. (EFE/Isaac Esquivel)
El filósofo Darío Sztajnszrajber. (EFE/Isaac Esquivel)

"El amor es imposible. Una provocación contundente (...). (¿Habrá alguna otra forma de hacer filosofía que no sea desde la provocación?)", se pregunta Darío Sztajnszrajber al comienzo de la segunda tesis (o capítulo) de su libro. Y la respuesta es no. No, al menos, para este filósofo argentino archiconocido en su país gracias a una faceta de divulgador que abarca televisión, radio y espectáculos masivos, además de los más habituales medios escritos, y que cada vez lo es más en España. No para este pensador que filosofa a martillazos —ese era precisamente el título de su anterior libro, Filosofía a martillazos— y que en este último, publicado también en Ariel, pasa por el mazo el concepto de amor. Y le da fuerte: se ensaña con el amor romántico, con su vertiente comercial, con las categorías aprendidas que lo esclerotizan y sujetan… Le da bien a aquellos que piensan que todos los amores remedan el primero, a quienes practican cálculo de interés, a quienes no salen de binarismos, a quienes se enroscan hasta encajar en los dispositivos que lo regulan, lo docilizan, lo acaban por matar… Que no se acerquen, por tanto, quienes busquen soluciones, remedios, calmantes.

No es este un manual de autoayuda, sino justo de lo contrario, de anti-autoayuda, de modo que bienvenidos quienes quieran salirse de sus propios quicios, los que saborean la duda y los que se excitan en el combate de las ideas. Prepárense y agarren el martillo porque “esta es la filosofía que a mí me gusta hacer”, afirma Darío Sztajnszrajber, “una filosofía de la deconstrucción, que se coloca en la vereda opuesta de la autoayuda, que no va al encuentro de certezas o de la ejecución de recetas. Al contrario. Este libro no propone formas de alcanzar farmacológicamente una tranquilidad desde el amor, sino de poner en jaque las formas instituidas del amor para recuperar así algo de su vocación originaria, que tiene mucho más que ver con la libertad, con la intensidad, con la pasión, con un elemento dionisíaco que siempre es desbordante. La autoayuda la entiendo como una forma de contención, de construcción de marcos donde se inserta al sujeto y en cuyo interior se queda tranquilo. Yo creo que la filosofía apunta a todo lo contrario. Es básicamente un arte de la inquietud, de modo que más que tratar de resolver los problemas del amor, como haría un libro de autoayuda, aquí se trata de problematizar al amor”.

En este roer el hueso de la imposibilidad del amor Sztajnszrajber no está solo. Lo acompañan Agamben, Derrida, Esposito, Levinas, Butler y Platón, como no, y Nietzsche, claro que sí, con sus argumentos y teorías. Porque el libro es exigente, es duro seguir los meandros de sus tesis. Lo que pasa es que con estas se mezclan vivencias que devuelven al autor su carnalidad y contingencia. Así nos enteramos de que la larga historia de amor de sus padres no era tan maciza como creía Darío de pequeño; que un buen (mal) día desapareció Silvia, la receptora de toda su atención —esa forma de amor— de niño, y que la bibliotecaria que le dejó su primer Nietzsche le dejó también un mensaje nunca atendido. Como en una carrera de relevos, aquel amor imposible se fundió así con el amor posible a la sabiduría, pues eso es lo que viene siendo la filosofía.

placeholder Portada de 'El amor es imposible', de Darío Sztajnszrajber.
Portada de 'El amor es imposible', de Darío Sztajnszrajber.

¿Será esta obra una especie de venganza literaria? “Más que una venganza literaria sustitutiva, en la creencia de que la filosofía puede alcanzar un saber como un modo de redimir la imposibilidad del amor, yo creo que, al revés, el amor y la filosofía convergen, coinciden en el mismo tipo de matriz que es buscar denodadamente lo que saben que no pueden encontrar y, sin embargo, en ambos casos la certeza de la imposibilidad del encuentro no solo no inhibe la búsqueda, sino que la potencia en términos aporéticos. Creo que tanto el amor como la filosofía son básicamente experiencias de la aporía y por eso cito tanto a Derrida. Son experiencias de lo imposible, son modos de acariciar lo imposible, de acercarse… Porque, claro, lo imposible siempre es, en última instancia, inaccesible, pero una cosa es declarar su inaccesibilidad de modo definitivo, otra cosa es creerlo alcanzar y otra cosa es lo que intento proponer en el libro, esta idea agambeniana de que hay amor… pero no es para nosotros. Acontece cuando no lo estamos esperando, cuando ya nos estamos yendo y entonces siempre queda una sensación como a mitad de camino o que pone en jaque la idea de camino. De ahí lo aporético del amor.

Aporía tiene que ver con la idea de un camino que no puede darse. Sí creo que muchas de las historias personales, amorosas, en mi caso particular, al haberme dedicado a la filosofía, sí encuentran en este lenguaje filosófico una forma de manifestarse y, sobre todo, en una filosofía de la deconstrucción, encuentran un modo de asumirse. Desde el momento en que partimos de la idea de que el amor es imposible, lo que nos queda es ejercer una deconstrucción de todas las definiciones del amor que se creen posible y todas estas experiencias cambian de registro. No se viven como una derrota, sino que vuelven posible resignificar la idea de pérdida como una forma de darse del amor”.

"Hay que poner en jaque las formas instituidas del amor para recuperar algo de su vocación originaria, que tiene más que ver con la libertad"

En Madrid, en Barcelona, en las paradas que Darío Sztajnszrajber hizo en España el pasado otoño para presentar su libro se repitieron los llenazos, las largas colas para entrar a escucharlo y para firmar los ejemplares. Qué fantasía si una de esas personas se acercara con un ejemplar lleno de tachones y de noes y presentara una enmienda a la totalidad del libro. ¿Qué pasaría si a la provocación contundente de El amor es imposible le respondiera alguien que de eso nada, que el amor es bien posible y que “quien lo probó lo sabe”?

“Me pasaría lo mismo que me pasa cada vez que me cruzo con alguien ultracreyente que se enoja por mis cuestionamientos a las religiones institucionales y me dice que Dios existe y se enoja también con cualquier trabajo filosófico de cuestionamiento. En general, en esos diálogos yo intento moverme de aquel lugar obvio que es que frente a la creencia en la existencia de Dios del otro lado se encuentran los que niegan su existencia. En mi caso, no me convence ni la verdad de que Dios existe ni la verdad de que Dios no existe porque, en general, tengo un problema con la idea de verdad. Con el amor me pasa lo mismo. No se trata de la idea de si el amor es posible o no es posible, sino de que el juego con el concepto de lo imposible es cuestionar qué tipo de amor es aquel del que partimos; ese que tenemos tan normalizado como único que no aceptamos que hay otras versiones del amor tan válidas como la hegemónica y que, sin embargo, están dejadas de lado. Eso me parece fundamental. Le agregaría a esta persona que, obviamente, la filosofía no es prescriptiva ni un mandato. Simplemente, uno puede no darle lugar y vivir su vida feliz. Yo, si así pudiese, hasta lo envidiaría”.

"El amor es imposible. Una provocación contundente (...). (¿Habrá alguna otra forma de hacer filosofía que no sea desde la provocación?)", se pregunta Darío Sztajnszrajber al comienzo de la segunda tesis (o capítulo) de su libro. Y la respuesta es no. No, al menos, para este filósofo argentino archiconocido en su país gracias a una faceta de divulgador que abarca televisión, radio y espectáculos masivos, además de los más habituales medios escritos, y que cada vez lo es más en España. No para este pensador que filosofa a martillazos —ese era precisamente el título de su anterior libro, Filosofía a martillazos— y que en este último, publicado también en Ariel, pasa por el mazo el concepto de amor. Y le da fuerte: se ensaña con el amor romántico, con su vertiente comercial, con las categorías aprendidas que lo esclerotizan y sujetan… Le da bien a aquellos que piensan que todos los amores remedan el primero, a quienes practican cálculo de interés, a quienes no salen de binarismos, a quienes se enroscan hasta encajar en los dispositivos que lo regulan, lo docilizan, lo acaban por matar… Que no se acerquen, por tanto, quienes busquen soluciones, remedios, calmantes.

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