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'Vania (versión 2)': Esta revisión de Chéjov es la obra del año y Javier Cámara pone la guinda
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'Vania (versión 2)': Esta revisión de Chéjov es la obra del año y Javier Cámara pone la guinda

El dramaturgo y director Pablo Remón se la ha jugado con esta actualización del drama chejoviano y le ha salido muy bien. En las Naves del Matadero hasta el 7 de abril

Foto: Javier Cámara como Iván/Vania en 'Vania (versión 2). (Vanessa Rábade)
Javier Cámara como Iván/Vania en 'Vania (versión 2). (Vanessa Rábade)

El dramaturgo y director Pablo Remón ha intentado una machada y le ha salido bien. Dos versiones distintas del Tío Vania, de Chéjov, en programa doble en las Naves del Matadero de Madrid en coproducción con el Teatro Español y Teatro Kamikaze. A las 18.00 y a las 20.30. Y a falta de ver la primera, ya podemos decir que con la segunda ha triunfado por todo lo alto. La reinterpretación y actualización que ha hecho de la obra chejoviana trasladándola a La Mancha o a cualquier finca del secarral castellano es para aplaudir sin parar. Le ha cogido bien la medida al ruso: al fin y al cabo, hastío vital y corazones rotos por el amor no correspondido había en 1899 cuando la escribió, en este 2024 y habrá en el año tres mil si se sigue representando.

Remón (Madrid, 1977), que quien esto escribe conoció allá por 2013 con La abducción de Luis Guzmán, una obra “rara” y donde ya dejaba ver las trazas del buen dramaturgo que es, se ha convertido en estos diez años en una de las figuras más interesantes del teatro español. Un muy buen sucesor de Juan Mayorga (a quien todavía le queda carrete, faltaría). Después llegaron 40 años de paz, una reflexión sobre nuestra Transición sin clichés (de ningún lado), Barbados etc, El tratamiento, Los Mariachis, Doña Rosita, anotada y su salto al Centro Dramático Nacional con Los farsantes, una sátira de nuestros sueños (y miserias) que no quedó del todo cuajada, pero donde coincidió por primera vez con Javier Cámara.

placeholder Marta Nieto e Israel Elejalde en 'Vania (versión 2). (Vanessa Rábade)
Marta Nieto e Israel Elejalde en 'Vania (versión 2). (Vanessa Rábade)

Porque si algo te llevas de este Vania (versión 2) es el goce de ver a actores como Cámara, que está espléndido desde su primera aparición como el agricultor Iván tras soñar que ha ganado MasterChef -frente a Maria Jesús, “una señora de Tarancón, Cuenca”. El monólogo del actor le coge el pulso a la obra desde los primeros minutos y eso está muy bien porque si no se caza de primeras al espectador, este se va. Y, por eso, lo que vas a hacer en esos primeros minutos es reírte a carcajadas. Sí, Remón ha creado una comedia espectacular a partir del drama chejoviano. Ha sacado todo su arsenal cómico (y con un humor muy manchego, todo hay que decirlo). Te rompen el corazón, sí, la vida te parece una mierda, también, pero al menos habrá que reírse. Y es un tópico, pero es verdad: la comedia es mucho más difícil de lograr que un dramón de amores frustrados.

A Cámara le acompañan Israel Elejalde, que interpreta al médico Astrov y que también está estupendo con una vis cómica que no se le ve muy a menudo; como también lo está Manuela Paso como Marina. De hecho, ambos tienen una escena muy divertida. Y cuando aparecen es de esas veces en las que una obra sube, como ocurre con la escena inicial en la que ya piensas: esto no tiene nada de mala pinta; Juan Codina es Alexander, el “malo” de la obra de Chejov y que le causa todas las amarguras a Ivan/Vania y que está muy cómico; Marta Nieto como Helena/Elena Muñoz, el bellezón de la obra que relampaguea en su papel; y Marina Salas, la Sonia apesadumbrada por no conseguir el amor del médico y que a veces también está un poco opacada. Curiosamente, Salas y Nieto interpretaron el papel de la periodista Lydia Cacho en La Infamia y ganaron el Max conjunto por él.

placeholder Manuela Paso con  Javier Cámara en Vania (versión 2). (Vanessa Rábade)
Manuela Paso con Javier Cámara en Vania (versión 2). (Vanessa Rábade)

El dramaturgo y director ha dividido la ambientación rusa en dos partes. Una dacha rusa en la que se bebe mucho vodka -”porque en Rusia se bebe”; y una finca manchega en la que se bebe mucha Mahou también. Los personajes se van cambiando de casa, pero el espectador no se pierde jamás. Ahora estás en Rusia y te tienes que ir a San Petersburgo y ahora estás en el secarral. Ni siquiera hace falta que se cambien de ropa (que es un recurso que se usa muchas veces en estos casos). Puedes seguir perfectamente la melancolía de Iván/Vania enamorado hasta las trancas de Helena/Elena y, por supuesto, como ocurre siempre en esta obra, no correspondido por ella. Puedes seguir a esa Sonia que desea ser amada por el médico mientras este suspira por Helena/Elena. Todos los hombres -también su marido- suspiran por Helena/Elena cuando es el personaje femenino más banal. Es decir, la vida.

La vida, esa que pasa, nos guste o no y que, como le dice el médico a Iván/Vania, no vamos a tener otra, por mucho que queramos. La vida, esa en la que bailamos en las verbenas de las fiestas del pueblo -”pensamos que habría una y después otra, y después otra, pero no” -en la que enamorarse no dolía, hasta que duele, y en la que hemos podido trabajar sin descanso durante 25 años para que luego no te den ni las gracias. Y todo eso fastidia muchísimo. Pero la salida tampoco es tragarse un frasco de morfina.

placeholder Marina Salas y Javier Cámara en 'Vania (versión 2). (Vanessa Rábade)
Marina Salas y Javier Cámara en 'Vania (versión 2). (Vanessa Rábade)

Eso lo contó ya Chéjov en el siglo XIX y lo cuenta Remón en el XXI. De todas las obras que he tenido oportunidad de ver de este dramaturgo posiblemente esta sea la que alguien diga “la más asequible”. Sí, es realista, es muy cómica, es esperanzadora, apenas recae en simbología. La casa es una casa, la dacha es una dacha. Y el amor y el hastío, el hartazgo de darte contra la pared porque no te quieren como tú quieres que te quieran siguen siendo lo que fueron: te destruyen. Pero como dice Sonia al final, “habrá que vivir, tío. Y luego miraremos atrás y veremos todo lo que hemos sufrido y que lo hemos pasado”.

Chéjov, además de dramaturgo, era médico y esta era su receta para la frustración y el fracaso. Y, ciertamente, un siglo y pico después no es que haya otra. Vayan a ver este montaje y saldrán reconfortados. Y qué gusto da ver una obra de personajes.

El dramaturgo y director Pablo Remón ha intentado una machada y le ha salido bien. Dos versiones distintas del Tío Vania, de Chéjov, en programa doble en las Naves del Matadero de Madrid en coproducción con el Teatro Español y Teatro Kamikaze. A las 18.00 y a las 20.30. Y a falta de ver la primera, ya podemos decir que con la segunda ha triunfado por todo lo alto. La reinterpretación y actualización que ha hecho de la obra chejoviana trasladándola a La Mancha o a cualquier finca del secarral castellano es para aplaudir sin parar. Le ha cogido bien la medida al ruso: al fin y al cabo, hastío vital y corazones rotos por el amor no correspondido había en 1899 cuando la escribió, en este 2024 y habrá en el año tres mil si se sigue representando.

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