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"Su secretaria dijo que Hitler era servicial y amable. Ella lo vivió así"
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Vencedores y vencidos

"Su secretaria dijo que Hitler era servicial y amable. Ella lo vivió así"

Un libro revisa la trastienda de los juicios de Núremberg contra los nazis. Un 'dream team' de magistrados y periodistas enfrentados al horror… y al muermo. Hablamos con su autor

Foto: El mariscal Hermann Göring durante el juicio de Núremberg, en 1946. (EFE/Evgenij Chaldej)
El mariscal Hermann Göring durante el juicio de Núremberg, en 1946. (EFE/Evgenij Chaldej)

El mariscal Hermann Göring, número dos del Tercer Reich, salió de la II Guerra Mundial como de un after: bastante pedo, llevaba tiempo tomando cuarenta pastillas diarias de Paracodin. “Poco después de su captura, los médicos habían comenzado una cura de desintoxicación… La dosis del opiáceo se fue reduciendo gradualmente. Al mismo tiempo, se le puso a dieta para librarlo de su enorme sobrepeso. Al final Göring tenía un buen estado físico cuando comenzó el juicio [de Núremberg]. A muchos les generó la impresión de alguien más vital e ingenioso que los años anteriores”, cuenta Uwe Neumahr en El castillo de los escritores, ensayo sobre la trastienda del juicio más famoso del siglo XX.

“Desde que se sometió a una sistemática cura de desintoxicación que lo libró de su afición a la morfina, Göring se encontraba en mejor forma que nunca. Derrochaba energía”, resumió en sus memorias Albert Speer, el arquitecto del Tercer Reich, que también fue juzgado en Núremberg.

Si la mayoría de los nazis procesados optaron por el perfil bajo durante el juicio, negando las acusaciones, Göring lo afrontó en estado expansivo, sin mucho que perder (acabó siendo condenado a la horca, pero se adelantó unas horas a la justicia aliada suicidándose con cianuro) y con ganas de dar la nota. "Hombre sediento de poder y vanidoso... disfrutaba visiblemente de volver a ser el centro de la atención… Estaba muy lejos de arrepentirse... Ahora se las daba, con una actitud impertinente, de estrella del espectáculo”, explica el libro de Neumahr.

Creyendo que los alemanes tendrían nostalgia del Tercer Reich más tarde o más temprano, Göring quiso pasar a la historia con un discurso para muy cafeteros. “Aunque no pueda convencer al tribunal, sí convenceré al menos al pueblo alemán”, dijo durante el juicio, donde “reconoció abiertamente el uso de violencia ciega y su implicación con la Gestapo”.

Foto: Jerarcas nazis acusados en los Juicios de Núremberg.

"Tan buen actor como manipulador”, Göring era “retóricamente diestro y agudo”. “Su interrogatorio, que había sido pensado para hacer tambalear la credibilidad de más alto rango juzgado, transcurrió de forma distinta a la planeada”, según Neumahr. En otras palabras: Göring pasó por encima de la fiscalía estadounidense...

El enredo

La periodista estadounidense Janet Flanner, enviada especial del New Yorker, tenía claro que Göring había ganado el asalto, pero quizá no midió bien su fascinación por el sujeto. Sus crónicas levantaron más de una ceja en EEUU. “Lo que Göring ofreció a sus jueces no fue un mea culpa, sino una disertación sobre la técnica del poder. El mariscal del Reich hizo que el príncipe de Maquiavelo pareciera un aburrido apologista. Göring fue decididamente más amoral y más ingenioso”, escribió Flanner. Según Neumahr, “ninguno de sus colegas reflexionó sobre Göring en términos tan hiperbólicos. Para Flanner era un ‘gladiador’ y su victoria inicial un ‘triunfo radiante'". Por el contrario, Flanner subestimó el trabajo de la fiscalía estadounidense, héroes nacionales en su país. ¿Consecuencias? El New Yorker prescindió de los servicios de Flanner, sustituida en Núremberg por otro nombre de relumbrón, la británica Rebecca West, que también la lio... en todos los sentidos: acabó liándose con uno de los jueces.

Este detalle amoroso es importante para entender la naturaleza de El castillo de los escritores, que más que un libro sobre los juicios de Núremberg, es sobre su trastienda. O cómo un dream team de magistrados y periodistas internacionales se encerró en un castillo bávaro para juzgar la mayor aberración del siglo, y aunque las tropelías de los nazis eran gigantescas, ellos mismos no pudieron escapar a sus contradicciones políticas o sentimentales. O el rutinario día a día de un juicio en el que el show de Göring fue la excepción y había que rellenar los tiempos muertos de alguna forma.

placeholder Portada del libro.
Portada del libro.

Hablamos con el ensayista alemán Uwe Neumahr (1972).

PREGUNTA. Sostienes que algunos escritores sufrieron durante el juicio algo que podríamos calificar como crisis de estilo: escritores sobrados de ingenio no encontraban las palabras adecuadas para describir el horror. ¿Qué estilo sería adecuado para describir lo indecible? ¿Uno lo más seco posible?

RESPUESTA. No sé exactamente qué estilo podría ser. Tal vez no me corresponda como alemán sugerir a los autores cómo deberían escribir sobre el Holocausto. El filósofo alemán Theodor W. Adorno dijo una vez que “escribir poesía después de Auschwitz era un acto de barbarie”. Con esta declaración, expresaba su estupor por lo que había pasado en los campos de concentración. Por supuesto, después de 1945, hubo autores que escribieron sobre Auschwitz con gran calidad literaria y sensibilidad. Un ejemplo es el poeta judío alemán Paul Celan.

Mi libro trata sobre el primer contacto con el horror del Holocausto de algunos periodistas, en octubre de 1945, con el inicio de los juicios de Núremberg. Muchos habían oído hablar del Holocausto, pero en la sala del tribunal se enfrentaron por primera vez a una película documental sobre los campos de concentración. Los abrumó. No tuvieron tiempo para reflexionar sobre lo que habían visto y procesarlo lingüísticamente. Sus artículos se publicaron apenas unos días después. Como resultado, muchos eran muy objetivos y “áridos”. Un gran escritor como John Dos Passos sí encontró palabras para expresar lo indecible de manera natural, aunque contó con la ventaja de escribir con más tiempo para una revista.

"Tal vez no me corresponda como alemán sugerir a los autores cómo escribir sobre el Holocausto"

P. Cuando uno piensa en los juicios de Núremberg, imagina un thriller judicial, pero al alargarse varios años, se convirtieron también en una película sobre gente (periodistas o jueces) atrapada en el tedio. ¿No hay épica histórica por dramática que sea que escape al aburrimiento de lo cotidiano?

R. El aburrimiento del juicio de Núremberg se debió principalmente a que hubo que leer todos los documentos en voz alta: los informes burocráticos de las SS, las cartas de la Gestapo, etc. Los periodistas tuvieron que escuchar los papeles horas y horas. Fue una orden del presidente del tribunal. Los propios acusados ​​también resultaron aburridos para muchos periodistas, que habían viajado a Núremberg con la expectativa de ver demonios de cerca, pero se encontraron con hombres que negaban cualquier culpabilidad, al menos la mayoría de ellos.

El juicio solo se volvió épico en las adaptaciones cinematográficas, por ejemplo en la película de Hollywood ¿Vencedores o vencidos?, con Spencer Tracy, Burt Lancaster y Marlene Dietrich.

P. La excepción fue el testimonio de Göering, que le costó el puesto a Janet Flanner, aunque la fiscalía tampoco salió bien parada del interrogatorio. ¿Tan bien lo hizo Göering? ¿Era ético en ese contexto hablar bien de Göering?

R. No pretendo juzgar si lo que hizo Janet Flanner fue ético. Ella veía a Göring como una especie de condotiero del Renacimiento italiano: guerrero, artista y completamente amoral, pero muy inteligente. Para ella, Göring fue un Maquiavélico por excelencia. Flanner era muy proeuropea, vivió en París de corresponsal, creía que sus compatriotas estadounidenses eran más ingenuos que los europeos.

Foto: Imagen del campo de concentración de Auschwitz. (Bundesarchiv)

Yo no creo que las personas sean demonios sin más, como malvados de un blockbuster. Hitler quizá fue el mayor criminal contra la humanidad de la historia. Pues bien: su secretaria, Traudl Junge, que sobrevivió a la guerra, dijo que Hitler fue servicial y amable con ella. Aunque esto nos resulte muy difícil de imaginar, ella lo vivió así.

P. Uno supondría que, enfrentados al horror histórico, las diferencias entre los que trabajaron en el juicio se diluirían, pero las vanidades (competencia entre periodistas o luchas de poder entre los magistrados) jugaron un papel relevante en la trastienda del juicio. ¿Demasiados egos en el mismo castillo?

R. Se podría ver así, pero la competencia era enorme, especialmente entre los corresponsales angloamericanos. Tenías que ser más rápido que el competidor para conseguir una primicia. Esto llevó a un comportamiento despiadado. La periodista inglesa Rebecca West llegó al extremo de iniciar una relación sentimental con el principal juez estadounidense. Sin duda, esto benefició a su trabajo, ya que pasó a recibir información de primera mano.

Tampoco hay que olvidar que en aquel momento comenzaba la Guerra Fría, que tuvo un impacto directo en la coexistencia entre los corresponsales soviéticos y los occidentales. Los soviéticos tuvieron que abandonar el castillo por orden de los comisarios políticos soviéticos y mudarse a un edificio vecino.

"A Gellhorn el juicio de Núremberg le generó un odio profundo a los alemanes el resto de su vida"

P. Para acabar: ¿Qué pensaba Alemania de los juicios de Núremberg en 1945 y qué piensa en 2024?

R. En 1945, muchos alemanes pensaban que Núremberg era la justicia de los vencedores. Hasta Willy Brandt criticó el hecho de que no hubiera alemanes entre los jueces. Él, que había tenido que huir de los nazis, dijo: "También hubo innumerables alemanes asesinados por los nazis: antinazis, comunistas, socialistas. ¿Los alemanes antinazis no tenemos derecho a juzgar a nuestros asesinos? De hecho, los crímenes contra los alemanes no eran un problema en aquel momento, lo cual fue injusto.

Hoy día, el juicio de Núremberg se considera en gran medida positivo, a pesar de todas sus debilidades jurídicas. Era la primera vez que se juzgaba a los autores de un régimen criminal y fue un intento de juicio constitucional, como querían sobre todo los estadounidenses. Inicialmente, Churchill pidió un procedimiento sumarísimo: ejecutar sumarialmente a los acusados. Stalin votó a favor de un juicio-espectáculo basado en el modelo soviético. Los estadounidenses querían un juicio basado en el Estado de derecho, que diera a los acusados ​​la oportunidad de ser defendidos por sus abogados.

No en vano, los juicios de Núremberg fueron decisivos para la fundación de la Corte Penal Internacional de La Haya.

P. Dices que a más de una de las personas que asistieron al juicio les cambió la vida. ¿En qué sentido?

R. En un sentido muy tangible, la vida de Janet Flanner cambió cuando perdió brevemente su trabajo en el New Yorker tras su reportaje sobre Núremberg. Willy Brandt, futuro presidente alemán, que cubrió el juicio, pensó en abandonar [“Los horrores de Núremberg podían llevar incluso la naturaleza más fuerte al borde del colapso emocional”, según el libro] y finalmente se quedó. Luego ganó el Nobel de la Paz. Su postración ante el monumento en el gueto judío de Varsovia, en junio de 1970, se convirtió en símbolo de la reconciliación germano-polaca. A menudo Brandt decía que su experiencia en el juicio de Núremberg le convirtió en pacifista. A Martha Gellhorn, por su parte, el proceso le generó un odio profundo a los alemanes el resto de su vida.

El mariscal Hermann Göring, número dos del Tercer Reich, salió de la II Guerra Mundial como de un after: bastante pedo, llevaba tiempo tomando cuarenta pastillas diarias de Paracodin. “Poco después de su captura, los médicos habían comenzado una cura de desintoxicación… La dosis del opiáceo se fue reduciendo gradualmente. Al mismo tiempo, se le puso a dieta para librarlo de su enorme sobrepeso. Al final Göring tenía un buen estado físico cuando comenzó el juicio [de Núremberg]. A muchos les generó la impresión de alguien más vital e ingenioso que los años anteriores”, cuenta Uwe Neumahr en El castillo de los escritores, ensayo sobre la trastienda del juicio más famoso del siglo XX.

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