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Las claves de 'El proceso': el libro inacabado que Kafka quería quemar y aún nos obsesiona
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centenario de su muerte

Las claves de 'El proceso': el libro inacabado que Kafka quería quemar y aún nos obsesiona

La editorial Arpa publica una nueva edición de la novela que incluye un fragmento del manuscrito original inédito en español y un nuevo ordenamiento de los capítulos

Foto: Franz Kafka. (Getty/Heritage Images/Fine Art Image)
Franz Kafka. (Getty/Heritage Images/Fine Art Image)

"Todo lo que dejo… debe de ser quemado hasta la última página". Esa fue la última voluntad de Franz Kafka, las instrucciones precisas que le dio a Max Brod, su amigo del alma, antes de morir de tuberculosis el martes 3 de junio de 1924 con tan solo 40 años.

Entre los papeles que el escritor quería que ardieran estaban sus diarios y muchísimas cartas personales, pero también los manuscritos de algunas novelas inéditas. Uno de ellos era el de El proceso, probablemente la obra literaria más famosa del siglo XX, tan destacada como para haber alumbrado el adjetivo ‘kafkiano’ para describir una situación angustiosa y absurda.

Brod, ya se sabe, no cumplió con el deseo explícito de Kafka de que sus escritos fueran destruidos. Prefirió actuar como “albacea literario en lugar de como verdugo literario”, en sus propias palabras. Gracias a esa decisión, la obra de Kafka se salvó tanto del fuego como de la oscuridad. El proceso fue publicado en 1925 y su manuscrito se convirtió 64 años después, en 1989, en el más caro de la historia de la literatura: fue adquirido en una subasta en Sotheby’s por el Archivo de Literatura Alemán de Marbach a cambio de unos 3,5 millones de marcos alemanes, el equivalente a unos 4 millones de euros actuales.

El proceso cuenta la historia de Josef K., el empleado de un banco que la mañana de su 31 cumpleaños recibe la visita de unos funcionarios que le comunican que está detenido aunque se le va a permitir continuar con su vida diaria, que se va a iniciar un proceso contra él y que a su debido tiempo conocerá los cargos que se le imputan. Comienza a partir de ahí la pesadilla del protagonista por la laberíntica maquinaria de la justicia y su engranaje infinito, que concluirá con la ejecución de K., sin llegar a saber nunca de qué se le acusa.

Kafka no concluyó El proceso, dejó el libro sin terminar. Empezó a escribir la historia de Josef K. con febril entrega alrededor del 11 de agosto de 1914, redactando en primer lugar el capítulo inicial y el final. Trabajó después de manera fragmentada en los capítulos centrales, pero cinco meses después de haber comenzado El proceso, en enero de 1915, se hastió y abandonó el libro.

placeholder Detalle de una página del manuscrito original de 'El proceso'. (EFE/Felipe Trueba)
Detalle de una página del manuscrito original de 'El proceso'. (EFE/Felipe Trueba)

No surtieron efecto los ruegos para que terminara la novela de su amigo Max Brod, quien desde el principio vio en El proceso una profundidad metafísica y existencial de la que probablemente ni el propio Kafka era consciente. De hecho, y a pesar de lo oscuro y desasosegante que resulta el libro, de encarnar la alienación y desamparo del hombre moderno ante la enormidad del poder, a Kafka le parecía tan rebosante de humor que cuando le leía el primer capítulo a Brod le daban tales ataques de risa que “por momentos no podía continuar con la lectura”, según el testimonio de este.

Lo que sí que consiguió Brod, temeroso de que Kafka pudiera destruir el manuscrito de El proceso, fue que este se lo entregara. Alrededor de 1920 el escritor puso en manos de su amigo un total de 161 páginas sueltas, escritas por las dos caras con su apretada caligrafía, arrancadas de cuadernos y agrupadas por Kafka en un orden precario. Algunas estaban dispuestas tras una hoja en la que había un título, lo que hacía pensar que eran capítulos. Otras, sin embargo, estaban agrupadas mediante una hoja plegada pero sin título ni indicación alguna. Y también había bastantes hojas sueltas.

Kafka no dejó claro a Max Brod el orden de los capítulos, ni siquiera cuáles estaban completos y cuáles sin terminar. A la muerte del escritor, Brod armó la novela como mejor le pareció a fin de dotarla de coherencia. En la primera edición de El proceso, por ejemplo, no incluyó los fragmentos sueltos, solo los capítulos que consideró terminados. Asimismo, añadió algunas frases de su cosecha y suprimió otras de Kafka, siempre con el objetivo de darle coherencia a la novela.

En ediciones posteriores, Brod sí que incluyo esos fragmentos y eliminó varios de sus propios añadidos. En cualquier caso, las ediciones actuales de la novela no se basan en el texto de Brod, sino directamente en el manuscrito original de Kafka. Es el caso de las dos nuevas ediciones de El proceso que acaban de ver la luz en España, coincidiendo con el centenario de la muerte de Kafka: la de la editorial Nórdica, a cargo de Isabel Hernández; y la de Arpa, con traducción, notas y postfacio de Luis Fernando Moreno Claros.

placeholder Max Brod, amigo, editor y biógrafo de Franz Kafka, en una imagen tomada alrededor de 1937.(Getty Images)
Max Brod, amigo, editor y biógrafo de Franz Kafka, en una imagen tomada alrededor de 1937.(Getty Images)

Sin embargo, sigue habiendo espacio para algunas novedades. Brod, por ejemplo, desechó un fragmento del manuscrito original de El proceso porque pensó que no tenía que ver con el libro. Sin embargo, Reiner Stach, el gran biógrafo de Kafka, lo ha recuperado y lo incluye como colofón del capítulo titulado El Tío /Leni.

“Después de llevar a cabo un estudio muy minuciosos, Stach considera que ese es su sitio, y yo estoy de acuerdo con él”, nos cuenta Luis Fernando Moreno Claros, que en su nueva traducción de El proceso que acaba de publicar la editorial Arpa también incluye ese fragmento, inédito en español, y que comienza así: “Cuando salieron del teatro, caía una lluvia ligera. K. ya estaba cansado a causa de la obra y de la mala representación, pero el pensamiento de que tenía que albergar al tío con él lo deprimía. Precisamente hoy le importaba mucho poder hablar con la señorita Bürstner, tal vez podía darse la posibilidad de un encuentro con ella; pero la compañía del tío lo impedía totalmente”.

Otra novedad: la nueva edición de Arpa de El proceso se cierra con Un sueño, un fragmento de la novela que Kafka convirtió posteriormente en cuento e incluyó en Un médico rural, una colección de 14 relatos. Moreno Claros ha decidido devolver ese fragmento al que considera que es su lugar original.

Fue el gran germanista inglés Malcolm Pasley quien finalmente estableció el orden más lógico de los distintos capítulos de El proceso, un orden aceptado por la inmensa mayoría de la comunidad académica. Según ese orden, las páginas agrupadas bajo el encabezamiento La amiga de B. no tenían la categoría de capítulo, componían solo un fragmento y como tal se debía publicar al final del libro, junto a los restantes fragmentos. Sin embargo, en la edición de Moreno Claros, ese fragmento titulado La amiga de B. adquiere la categoría de capítulo y cambia de lugar. “Me he saltado en ese sentido el canon sobre el orden que han de seguir capítulos, pero también Stach se lo salta”, nos explica.

En realidad nada de esto es importante para el lector medio, se trata de leves modificaciones que solo los muy cafeteros apreciaran. “Para el lector común la novela es la misma que se lee desde 1925 hasta hoy”, destaca Luis Fernando Moreno Claros.

placeholder Portada de la edición de 'El proceso' de Franz Kafka traducida por Luis Fernando Moreno Claros.
Portada de la edición de 'El proceso' de Franz Kafka traducida por Luis Fernando Moreno Claros.

En lo que sí parece haber unanimidad entre los especialistas es en que el pistoletazo de salida que llevó a Kafka a escribir El proceso se encuentra en su propia biografía. En concreto, en su breve compromiso de matrimonio con Felice Bauer y en la ruptura del mismo.

Kafka conoció a Felice en casa de Max Brod. Se vieron solo unas cuantas veces en toda su relación, pero mantuvieron un apasionado idilio epistolar. Felice encarnaba la modernidad, era empleada de una gran empresa de Berlín, “pero seguía muy apegada a su familia y su idea del matrimonio era muy tradicional”, subraya Moreno Claros. Kafka, por su parte, no tenía ningún deseo en realidad de casarse, solo quería escribir. “Estoy ávido de soledad, la idea de un viaje de novios me causa terror. Todas las parejas de luna de miel, guarden o no relación conmigo, me resultan una estampa repugnante”, le confesó a Max Brod en septiembre de 1913.

La insistencia de Felice en casarse culminó el 1 de junio de 1914 en una ceremonia de compromiso formal en la que los Bauer recibieron en su casa de Berlín a la familia del escritor y las dos familias pusieron las cartas sobre la mesa.

Pero el compromiso con Felice no duró mucho. La novia fue alertada por su amiga Grete Bloch (con la que Kafka también se carteaba desde el otoño de 1913) de que Kafka sentía miedo vital hacia el matrimonio, y exigió mantener una reunión con el escritor para aclarar las cosas. El encuentro de la pareja tuvo lugar el 12 de julio de 1914 en el hotel Askanischer Hof de Berlín, con Grete, Erna (una hermana de Felice) y Ernst Weiss (un amigo de Kafka), como testigos. El escritor fue sometido a un penoso interrogatorio; “el tribunal en el hotel”, como lo calificaría después en su diario; El otro proceso de Kafka, como lo denominó Elias Canetti.

placeholder Felice Bauer y Franz Kafka en 1917.(Creative Commons)
Felice Bauer y Franz Kafka en 1917.(Creative Commons)

Felice rompió el compromiso matrimonial y, poco después, Kafka comenzó a escribir El proceso. Durante cinco meses trabajó sin descanso en la novela, escribir fue para él una especie de terapia. “En sus diarios de esos meses aparecen términos como ‘tribunal’, ‘culpa’, ‘juicio’ o ‘acusado’; sin embargo, sería erróneo y limitado leer la novela e interpretarla únicamente desde esa perspectiva”, destaca Luis Fernando Moreno Claros.

Se sabe que Josef K. es el equivalente a Franz Kafka, que F.B. (la abreviatura de Fräulein Bürstner en la novela) corresponde también a las iniciales de Felice Bauer y que en El proceso hay varios pasajes que aluden a la vida cotidiana de Kafka. Pero la novela sobrepasa con creces lo autobiográfico para convertirse en una crítica al estado y a la falta de libertad individual.

En enero de 1915 Kafka y Felice se reconciliaron, y el escritor aparcó El proceso. Pero tampoco esta vez su relación duró mucho. Se rompió a finales de 1917, cuando empezaron los primeros síntomas de la enfermedad pulmonar que sufría Kafka.

El escritor murió en 1924 y, al año siguiente, se publicó El proceso. Al principio pasó sin pena ni gloria, a pesar recibir críticas elogiosas. Fue cuando intelectuales judíos como Walter Benjamin y Theodor W. Adorno mostraron su devoción por esa novela cuando comenzó a popularizarse, extendiéndose el interés por Kafka por todo el mundo. Un interés que hoy sigue igual de vivo.

"Todo lo que dejo… debe de ser quemado hasta la última página". Esa fue la última voluntad de Franz Kafka, las instrucciones precisas que le dio a Max Brod, su amigo del alma, antes de morir de tuberculosis el martes 3 de junio de 1924 con tan solo 40 años.

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