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'El gafe 2': nunca volveremos a ver series tan buenas
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'El gafe 2': nunca volveremos a ver series tan buenas

Este mítico 'true crime' vuelve después de nueve años para continuar la increíble historia del millonario Robert Durst

Foto: Robert Dust en 'The jinx 2'. (HBO)
Robert Dust en 'The jinx 2'. (HBO)

Todo iba bien mientras los muertos los ponía América. Eran investigaciones impúdicas, documentadísimas y morbosas, donde morían niños, hombres, mujeres, granjeros, ex convictos y ex esposas. Desde Paradise Lost (1996) a The jinx (2015), el -así llamado- true crime parecía mejor que los documentales de lo mismo en Antena 3, porque la música era muy buena y veíamos trozos de Estados Unidos particularmente exóticos y porque, en fin, si algo saben hacer allí es televisión revolucionaria.

Sin embargo, después de tantos juicios, interrogatorios y pruebas que incriminaban a gente que nos daba lo mismo, Netflix y HBO descubrieron el gran arsenal de la desgracia local, esos otros crímenes alejados del Imperio que también tenían su chicha y les daban para seguir vendiendo vísceras como si fuera gran cine.

Quiere decirse que ahora andan que si hacen o no hacen una serie sobre un niño asesinado en España, El Pescaíto, y la madre huérfana/viuda se tiene que grabar un vídeo pidiendo que cesen en la indecencia. También hay una serie, ya hecha, sobre “el Rey del cachopo”. Se ha serializado el infanticidio de Alcàsser y el triángulo mortal de la policía de Barcelona. Aquí la mujer policía que cumple condena había presentado una demanda.

En Inglaterra, la mujer que inspira Mi reno de peluche ha salido a los medios a decir que casi todo es mentira, y que la acosada y agredida es ella, no el protagonista acosado y agredido en la fabulación de Netflix.

Foto: Carmen Maura, en uno de los episodios de la serie 'La huella del crimen' (RTVE)

El true crime y los hechos reales y el comercio audiovisual del delito se nos está yendo de las manos. Podemos llegar a preguntarnos si las productoras han desestimado alguna vez un proyecto por el bien de los implicados, o si cualquier suceso verdadero les vale lo mismo toda vez que vean su potencial recaudatorio.

Seguramente cualquier desgracia les parece serializable si salen los números.

'The jinx'

En estas andábamos cuando HBO estrenó la segunda temporada de The Jinx (El gafe). El show dirigido por Andrew Jarecki (responsable también del fascinante documental El impostor, 2012) nos llega directamente de la edad de oro de las series de televisión, cuando éramos felices y no veíamos series, sino obras maestras. Hay toda una generación que ha visto desde The Wire a Juego de Tronos sabiendo que esa felicidad no podía durar. Y no duró y ahora tenemos que ver El rey del cachopo divorciados. La raza degenera.

The Jinx puede considerarse mítica porque nos proporcionó una experiencia única. Seguramente a partir de aquí incurriré en algunos (pocos) spoilers, de modo que les recomiendo dejar de leer y ver la serie si no la conocen. Son seis episodios (los míticos), a los que ahora se suman otro seis (meta-míticos).

Por resumir, Jarecki consiguió con su media docena de capítulos lo que la policía no consiguió en varias décadas: resolver varios crímenes. The Jinx seguía la extraña vida del millonario Robert Durst, cuya primera mujer desapareció de la faz de la Tierra; cuya mejor amiga fue asesinada de un tiro en la cabeza y cuyo vecino apareció cortado en trozos y flotando en bolsas de la basura frente a una playa. ¿Mala suerte? Durst, mefistofélico y amanerado, decía ser un hombre con mala suerte (“el gafe”), al que la vida le había puesto a medio metro de tres crímenes con los que nada tenía que ver, el pobre.

Foto: Una de las últimas imágenes de Robert Durst, antes de su muerte en 2022. (EFE)

The Jinx provocó la reapertura de los dos feminicidios que jalonaban la vida de Durst, que fue detenido. The Jinx 2 se ocupa ahora del destino judicial del acusado. Pero The Jinx 2 no está protagonizado por Robert Durst, sino por la primera temporada de The Jinx.

En efecto, la serie tiene como protagonista a la propia serie, ese final legendario donde Durst no sabe que aún tiene el micro puesto, esa prueba manuscrita donde reitera una falta ortográfica que al cabo resulta condenatoria. Una cosa buena de esta serie es que te da a entender que saber escribir correctamente todas las palabras puede librarte de la cárcel.

“Ojalá no hubiera hecho The Jinx”, se queja Robert Durst. En la primera temporada, las palabras del sospechoso proceden de entrevistas realizadas con Jarecki; aquí, todo son grabaciones de llamadas telefónicas desde la cárcel (es impresionante la cantidad de intimidad que es legal convertir en serie de HBO en Estados Unidos). Durst no quiere ni ver en pintura a Jarecki; ya tuvo bastante.

placeholder El millonario Robert Dust, ante el juez. (Atlas)
El millonario Robert Dust, ante el juez. (Atlas)

La medida moral y artística de esta segunda temporada (que corre ahora por su capítulo 4; he querido ver más de la mitad antes de recomendársela) la encontramos en el capítulo inicial. En él vemos una escena curiosa. El día de la emisión del capítulo final de The jinx (15 de marzo de 2015; 9,4 en IMDB), Jarecki reúne a todos los entrevistados, testigos y familiares de las víctimas en su lujosa casa para que asistan a la resolución del caso. Y los graba. Todas estas personas emocionalmente vinculadas con los asesinatos contemplan a Robert Durst (spoiler) afirmar: “Sí, los maté a todos”, y, claro, flipan. Jarecki no deja de grabarlos.

Aquí lo que debemos pensar es que el creador de la serie, ya en 2015, sabía que iba a haber una continuación, y que, con canapés y amabilidad mediante, engañó o utilizó descaradamente a una decena larga de personas para generar contenido futuro.

Que seas un asesino no quiere decir que no tengas encanto”. La serie se apoya ahora en numerosos abogados, fiscales e investigadores que resultan irrealmente carismáticos (hay dos hermanos gemelos, por ejemplo), y en una realización precisa y un desarrollo muy claro del tremendo lío que es este caso (lleno de llamadas de teléfono, documentación, hipótesis, vínculos entre el acusado y algunos jurados…).

Uno se da cuenta de que hay dos profesiones donde producir un relato es exactamente la labor para la que te pagan: los abogados y los políticos

Como en todas las películas sobre juicios, uno se da cuenta de que hay dos profesiones donde producir un relato es exactamente la labor para la que te pagan: los abogados y los políticos. Robert Durst puede permitirse abogados capaces de crear ficciones que ante un tribunal acaben destronando a la misma realidad.

The jinx 2 es una gran segunda temporada, y algo en ella nos recuerda aquellos años de paz y televisión que vivimos golosamente. Cuando suena la música (Survivor, de Nathaniel Rateliff) nos invade una relajación absoluta, como cuando sonaba la intro de True Detective, de Juego de Tronos o de Los Soprano.

Todo iba bien mientras los muertos los ponía América. Eran investigaciones impúdicas, documentadísimas y morbosas, donde morían niños, hombres, mujeres, granjeros, ex convictos y ex esposas. Desde Paradise Lost (1996) a The jinx (2015), el -así llamado- true crime parecía mejor que los documentales de lo mismo en Antena 3, porque la música era muy buena y veíamos trozos de Estados Unidos particularmente exóticos y porque, en fin, si algo saben hacer allí es televisión revolucionaria.

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