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Huelgas, prostitución, trabajo infantil: así plasmó el arte los cambios en España entre 1885 y 1910
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hasta el 22 de septiembre

Huelgas, prostitución, trabajo infantil: así plasmó el arte los cambios en España entre 1885 y 1910

El Museo del Prado inaugura 'Arte y transformaciones sociales', una exposición que repasa esos 25 convulsos años a través de casi 300 obras de arte (de las cuales solo dos están firmadas por mujeres)

Foto: Un visitante del Museo del Prado contempla el cuadro de Vicente Cutanda 'Una huelga de obreros en Vizcaya (1892). IHV
Un visitante del Museo del Prado contempla el cuadro de Vicente Cutanda 'Una huelga de obreros en Vizcaya (1892). IHV

España se vio sacudida a finales del siglo XIX y principios del XX por importantes transformaciones sociales. El trabajo industrial comenzó a extenderse, el proletariado fue creciendo (con mujeres y niños entre los obreros explotados), aumentaron los accidentes laborales, se multiplicaron las huelgas y las protestas exigiendo mejoras en las condiciones de trabajo, surgieron en las ciudades importantes núcleos de pobreza y marginación, se registraron cambios en el sistema de educación e importantes mejoras en la medicina, la prostitución se vio sacudida por fuertes críticas…

En los 25 años entre 1885 y 1910 -desde el primer gobierno liberal largo de España, presidido por Sagasta, hasta un par de años antes del asesinato de Canalejas- el país experimentó un cambio importante. En 1887, por ejemplo, se reconoció en España el derecho de asociación y en 1909, el derecho de huelga. Y el arte registró todas esas metamorfosis.

La prueba está en Arte y transformaciones sociales en España (1885-1910), la nueva y ambiciosa exposición del Museo del Prado que se podrá visitar hasta el 22 de septiembre. Una magnífica muestra que se extiende a lo largo de todas y cada una de las cuatro salas de exposiciones temporales del museo y que reúne piezas de artistas como Darío de Regoyos, Sorolla, Nonell, Gargallo, Picasso, Juan Gris y José Gutiérrez Solana, entre otros artistas. Se trata en total de casi 300 obras, aproximadamente la mitad de las cuales son fotografías, muchas de las cuales nunca antes se habían exhibido en público. Y otro dato: solo dos de las casi 300 obras que componen esta exposición están firmadas por mujeres. “Las mujeres estaban vedadas también de las representaciones sociales”, en palabras de Miguel Falomir, director de El Prado.

Después de una larga época dominada por la pintura histórica, a finales del siglo XIX empezó a hacer irrupción en el arte el interés, por primera vez, de reflejar aspectos de la nueva vida de la época, del día a día de la gente: el trabajo en la industria, las huelgas, los suburbios de pobreza… Bajo el claro influjo de la fotografía, el arte comenzó a retratar esos temas con objetividad y precisión, tratando de reproducir la realidad con la misma fidelidad que una instantánea y echando mano para ello del estilo naturalista. Aunque también hubo artistas que plantearon propuestas distintas, como es el caso de Darío de Regoyos, de Picasso, de Juan Gris, de Solana…

“Esta exposición también brinda la oportunidad de repensar cómo nos han contado la historia del arte. Nos han contado la historia del arte como una sucesión de estilos; sin embargo, esta muestra, que abarca un arco de solo 25 años, permite darse cuenta de la heterogeneidad y riqueza del panorama artístico español”, destacaba Falomir.

placeholder 'Escardadoras' (1891), de Laureano Barrau. (I. H. V.)
'Escardadoras' (1891), de Laureano Barrau. (I. H. V.)

La exposición, comisariada por Javier Barón, Jefe de conservación del Área de Pintura del siglo XIX del Museo del Prado, está articulada en secciones temáticas: hay pinturas y esculturas en los espacios más amplios, mientras que los más pequeños, a la manera de gabinetes, reúnen obra gráfica y fotografías.

La exposición se abre con el trabajo en el campo, porque a pesar del desarrollo de la industria en ese período, la agricultura y la ganadería continuaron siendo la principal fuente de riqueza y de ocupación laboral. Pero, frente al costumbrismo del pasado, en esta época los artistas abordan el trabajo agrícola con grandes formatos y estilo naturalista. Es el caso de Preparación para la pasa, cuadro de 1900 de Joaquín Sorolla, o de Escardadoras (1891), el lienzo en el que Laureano Barrau retrató a unas mujeres que se afanan por sacar, con sus manos y la ayuda de una azada, las malas hierbas de un sembrado

Pero, a pesar de la hegemonía del campo, la industria experimentó en esos 25 años un importante desarrollo, y para trabajar en ella se contrataron a obreros, incluidos mujeres y niños. Artistas como Santiago Rusiñol ofrecieron ejemplos del trabajo infantil en industrias textiles y de forja con obras como Herrero (1889). Pablo Gargallo, por su parte, plasmó en su escultura En la artesa el trabajo de un niño en un obrador. Pero es sin duda la obra de Joan Planella La niña obrera (1882) la que mejor revela lo laxa que era la legislación española respecto a la explotación infantil: muestra a una niña trabajando en un telar de garrote, bajo la mirada impávida de un adulto y en un ambiente sucio y tóxico.

placeholder 'La niña obrera' (1882), de Joan Planella. (I. H. V.)
'La niña obrera' (1882), de Joan Planella. (I. H. V.)

La educación también tiene espacio propio en la exposición. Al fin y al cabo hacia 1885 el 71% de la población español era analfabeta. La Constitución de 1876 disponía que la educación se basase en la doctrina católica y, dado que la cobertura pedagógica del Estado era insuficiente, la Iglesia asumió en buena parte esa tarea, así como la de atender a los huérfanos, como muestran varias de las obras de la muestra del Prado. Por su parte las llamadas ‘escuelas de amigas’ permitían a las mujeres trabajadoras dejar allí a sus hijos durante su jornada laboral. A la amiga, se titula un cuadro de 1906 de Julio Romero de Torres sobre uno de esos centros.

La medicina registró en esos 25 años avances muy importantes, marcados por la regularización de la vacunación y de las normas higiénicas. “El médico es el héroe del momento, el referente ético”, en palabras de Javier Barón, comisario de esta exposición. Ahí está por ejemplo el imponente cuadro de Luis Jiménez Aranda titulado La sala del hospital durante la visita del médico en jefe, que inaugura un género que será seguido por otros.

Y, por supuesto, no falta en la muestra un apartado dedicado a la emigración: en la última década del siglo XIX partieron desde la Península a América (principalmente a Cuba y Argentina) hasta 400.000 españoles. El embarque era el momento más habitual que recogían tanto las fotografías como los cuadros, ya que condensa la tristeza por lo que se dejaba atrás y la incertidumbre por el futuro. Ventura Álvarez Sala eligió justo ese momento en Emigrantes, de 1908, en el que se ve a un grupo de personas embarcando en el puerto de Gijón.

Los accidentes laborales también cobraron importancia en la época. Además de los registrados en oficios tradicionales (como la pesca, como recoge Sorolla en la obra titulada ‘¿Aún dicen que el pescado es caro’) también empezaron a ser relevantes los que ocurrían en la industria y en las obras motivadas por la expansión de la construcción. Una desgracia, de José Jiménez Aranda, plasma por ejemplo la caída de un albañil de un andamio.

placeholder 'La esclava' (1904), de Gonzalo Bilbao. (I. H. V.)
'La esclava' (1904), de Gonzalo Bilbao. (I. H. V.)

Llama la atención las fuertes críticas que ya había en la época a la prostitución, asociada a la injusticia social, la explotación y el desgarro vital. Antonio Fillol pintó La bestia humana (1897), que muestra a una proxeneta induciendo a la prostitución a una joven, vestida de luto, ante la indiferente mirada del cliente. La esclava (1904) es el explícito título de una obra de Gonzalo Bilbao que retrata el interior de un burdel y, en el centro, la última mujer incorporada a la explotación. Sorolla consigue en Trata de blancas (1895) recoge el ambiente de opresión, casi carcelario, al que se ven sometidas unas mujeres prostituidas. Y en Vividoras del amor (1906) Julio Romero de Torre muestra a cuatro prostitutas que esperan a sus clientes y miran al espectador sin pudor, desafiantes. El cuadro fue rechazado por "inmoral" de la Exposición Nacional de ese mismo año.

La industrialización en ese periodo también provocó pobreza y marginación. Si un cabeza de familia se quedaba en el paro, enfermaba o caía en el alcoholismo, la familia entera caía rápidamente en la miseria. María Luisa Puiggener lo reflejó en Madre e hija (1900), cuadro que muestra a una mujer con un bebé en brazos mendigando en la catedral de Sevilla. Santiago Rusiñol lo plasmó en La casa de préstamos (1889), a donde acude una viuda a empeñar sus pertenencias para subsistir. Isidro Nonell lo expuso en su cuadro de 1899 En la puerta de una iglesia (esperando la sopa) y Solana en Los desechados, un cuadro de 1908 profundamente sombrío que muestra a dos frailes agustinos junto a un grupo de niños tullidos. Las fotografías de esta sección revelan por su parte como los gitanos, los negros de Cuba y los nativos de Filipinas y de Guinea Ecuatorial sufrían marginación por motivos étnicos.

placeholder 'Madre e hija' (1900), de María Luisa Puiggener. (I. H. V.)
'Madre e hija' (1900), de María Luisa Puiggener. (I. H. V.)

La exposición se cierra con el capítulo dedicado a las huelgas y las reivindicaciones por los derechos laborales. Fueron protestas que en muchos casos tuvieron como resultado represión y muerte. José Uría recogió en Después de una huelga (1895) las protestas en los talleres ferroviarios en Valladolid, con un obrero muerto. Vicente Cutanda mostró en su famoso lienzo Una huelga de obreros en Vizcaya (1892) un paro en el sector siderurgia, que desde 1890 vivió importantes conflictos. Y Antonio Fillol, un artista comprometido con las protestas que llegó a ser detenido, plasmó en El hijo de la revolución (después de la refriega) (1904) el cruce de dos calles en Valencia y el resultado de un enfrentamiento entre manifestantes y autoridades, con un cuerpo tendido en el suelo.

España se vio sacudida a finales del siglo XIX y principios del XX por importantes transformaciones sociales. El trabajo industrial comenzó a extenderse, el proletariado fue creciendo (con mujeres y niños entre los obreros explotados), aumentaron los accidentes laborales, se multiplicaron las huelgas y las protestas exigiendo mejoras en las condiciones de trabajo, surgieron en las ciudades importantes núcleos de pobreza y marginación, se registraron cambios en el sistema de educación e importantes mejoras en la medicina, la prostitución se vio sacudida por fuertes críticas…

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