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El tipo que reventó a su empresa tras cobrar un bonus de dos millones: "Soy cabezota"
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El 'trader' de oro

El tipo que reventó a su empresa tras cobrar un bonus de dos millones: "Soy cabezota"

Le expulsaron del instituto por vender marihuana. Poco después, era el 'trader' más lucrativo de un gigante financiero en la City. El intruso que llegó a lo más alto y petó. Hablamos con Gary Stevenson sobre sus memorias explosivas

Foto: Gary Stevenson posa para El Confidencial. (G. G. C.)
Gary Stevenson posa para El Confidencial. (G. G. C.)
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"En 2011, Europa se hundió. Primero fue Grecia. Después España y luego Italia, Portugal e Irlanda. Caían como fichas de dominó… Nadie compraría los bonus de ninguno de esos Gobiernos, nadie les prestaría dinero. Eso era bueno para mí. Gané un montón de dinero… Con el hundimiento de Europa… superé los 22 millones [de ganancias para su empresa] en junio. Ya era el principal 'trader' de toda la planta. Era mi gran momento, estaba arrasando… Mi departamento consideraba el papel que nuestro banco estaba desempeñando en la destrucción tanto del sistema bancario como de la economía mundial un fracaso moral por nuestra parte. Es broma, claro. Eso no lo pensaba nadie. ¿Por qué cojones íbamos a pensarlo?... Era una locura. Trabajaba vestido con una sudadera gris con capucha y guantes negros sin dedos".

Con la Europa de la deuda en modo juegos del hambre, Gary Stevenson se convirtió en el 'trader' más lucrativo de Citigroup, gigante estadounidense de los servicios financieros. Era el chico de moda en la City londinense. Todos querían ficharle y él se dejaba querer… a su manera. “Tuve una entrevista con Barclays. Tuve una entrevista con Bank of America. Tuve una entrevista con Goldman a la que me presenté en sudadera y zapatillas y les dije que tenía clarísimo que no quería el trabajo”, recuerda Stevenson en sus memorias de 'trader' inflamado, El juego del dinero, que Península publica ahora en España.

Pleno de energía y arrogancia, Stevenson pensaba que estaba en su mejor momento laboral (aunque el derrumbe estaba al caer). Para entender su subida y bajada (con venganza final), hay que explicar primero de dónde venía. Stevenson se describe en el libro como un “intruso”. Cuando le expulsaron del instituto por vender marihuana, nadie hubiera apostado por él. No ya por la venta de drogas -que él ve como a) unas prácticas necesarias para entender cómo hacer dinero en situaciones de riesgo y b) el reflejo de una pulsión vital (“Yo siempre iba detrás de esas libras que no tenía”), sino por cuestiones de clase: pocos chicos de barrio tenían acceso al mundo financiero secreto en el que él lograría entrar. Tras recuperar el rumbo adolescente, Stevenson estudió en la London School of Economics, donde sus compañeros le veían como un bicho raro por su acento de clase obrera londinense.

Stevenson, que pasó ayer por Madrid para hablar de su libro, ataviado con su mejor chándal, nos cuenta su asalto a los cielos.

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Foto: G. G. C.

PREGUNTA. Su segundo año en la London School of Económica no fue fácil, ¿verdad? Demasiadas relaciones sociales para usted.

RESPUESTA. Pasa en muchas universidades de élite: todos se vuelven locos el segundo año (el de la búsqueda de prácticas). Los estudiantes cambian su manera de vestir -empiezan a llevar traje. Pero lo peor es que también empiezan a hablar diferente, a usar acrónimos financieros absurdos (ABS, IBD, CDS, etc.). ¿Qué coño era eso? Todos menos tú parecían entender esos palabros de tres letras... o al menos hacían como si los entendieran.

Tienes que entender cómo funciona la LSE, es como el ejército, pero con todo el mundo hablando de cómo conseguir un trabajo en Goldman Sachs.

En el primer año te avalaban tus notas; en el segundo, tu currículum. ¿Qué CV tenía yo si venía de repartir periódicos y de doblar cojines? Los que me rodeaban venían de tocar el clarinete en el Royal Albert Hall, fundar una ONG y recorrer en moto el Sáhara. Mi plan era sacar buenas notas, pero ¿qué podía hacer si los trabajos se repartían en función de con quién habías tocado antes el clarinete? Me di cuenta de que la vida es injusta para chavales como yo, pero en lugar de lamentarme pensé, vale, ¿cuál es el plan b?

Buscarse la vida

Atrapado en las redes universitarias de contactos, a Stevenson le tocó la lotería: ganó un concurso para financieros emergentes -un juego de cartas de simulación bursátil- para el que “no se necesitaba haber tocado el puto oboe”, y le abrieron las puertas de los rascacielos de la City. Trader en prácticas en Citigoup. Tenía 21 años.

La imagen de un becario más perdido que un esquimal en Monegros es un clásico del mundo laboral, pero lo de Stevenson fue radical, un búscate la vida total, con sus compañeros a lo suyo (ganar millones pegados a un ordenador y a un teléfono) y él a tientas.

"Los ricos necesitan el trabajo para encajar; yo para ganar dinero"

P. Al principio, no entendió usted nada de su trabajo. ¿Cómo se apañó?

R. Cuándo llegué a la oficina no tenía ni idea de que tenía qué hacer, pero, a diferencia del resto, no hice como si lo hubiera entendido. Como tengo mucha autoconfianza, mi actitud fue: si yo no lo comprendo, probablemente el resto tampoco. Estaba seguro de que si me daban el tiempo suficiente acabaría pillándolo.

P. ¿No le generaba inseguridad estar a uvas en un trabajo en el que uno puede hacer perder mucho dinero a la empresa a cada momento?

R. Empecé justo antes de la crisis de Lehman Brothers, con mi equipo ganando cada vez más dinero y yo trayendo cafés. Me movió un impulso egoísta: tenía que imitar lo que fuera que estuvieran haciendo mis compañeros para forrarse así. Los primeros dos años me dediqué exclusivamente a copiar. Luego fui más allá. Mi valor consistió en ser lo suficientemente osado para tomar riesgos. Solo quería mi trozo de pastel.

Vida social

Sus descripciones de la fauna oficinesca en el libro son contundentes:

1) “Citibank alquila una finca enorme en el campo en algún lugar de las afueras de Londres y convoca a los 'traders' de todo el mundo para una convención y una borrachera. La Babosa está allí y de repente me doy cuenta de por qué lo llaman la Babosa. La Rana está allí y de repente me doy cuenta de por qué lo llaman la Rana. El gran jefe, el jefe de la Babosa, pronuncia un gran discurso en el que nos pide que arriesguemos más, mucho más. —¡Si estás dispuesto a correr el riesgo con un millón de dólares, por qué no con diez! Nos dan gorras de béisbol de camuflaje del ejército con un ‘Piensa en grande’ impreso en la parte delantera. No me quedé a la fiesta. Me puse la gorra, me subí a mi pequeño Peugeot 106 y conduje de camino a casa”.

2) “Era un italiano moreno de voz grave. Se llama Lorenzo di Luca. Es el chaval más tonto que he conocido nunca. No hace más que ligar. No sé ni si habla inglés. El otro día llegó tres horas tarde a trabajar y cuando Caleb le preguntó por qué, él se encogió de hombros y dijo ‘el Año Nuevo sueco’. Ese tío es un imbécil. Pero, aun así, gana millones para el departamento. Si él puede hacerlo, cualquiera puede”, escribe.

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Foto: G. G. C.

P. Los compañeros le presionaban para que fuera a beber con ellos a la salida del trabajo, aunque entraran a currar al día siguiente a las seis de la mañana. ¿Salir era parte del trabajo?

R. Ellos pensaban que yo quería ir a beber con ellos, pero en realidad no quería.

P. ¿Arrojaba el alcohol a una planta cuando no miraban?

R. Si podía evitar beber, lo hacía, pero soy inglés: si tengo que beber, bebo, no tengo problema.

P. Por favor, siga.

R. Lo que veía en esas situaciones festivas eran las diferencias de clase. Esos tipos venían de entornos ricos, tenían que ganar medio millón al año para ser parte de su grupo, el trabajo era una prolongación de su vida social. Para mí el curro estaba totalmente separado de mi entorno, yo solo estaba ahí para encontrar el modo de ganar dinero. Hay un momento de American Psycho, en el que la novia le dice: "Odio tu trabajo, ¿por qué no lo dejas?" Y él responde: "Porque tengo que encajar". Los ricos necesitan el trabajo para encajar; yo para ganar dinero. Para ellos era vida social; para mí, un billete de lotería. Yo no tenía ningún interés en dejarme ver por restaurantes pijos, pero lo hacía porque tenía que jugar a su juego.

El mambo

En su primer año laboral, ganó diez millones para la empresa, cifra nunca alcanzada por un novato. “Hubo dos razones principales por las que gané tanto dinero ese año: era fácil, y estaba permitido. Era fácil porque todo el mundo lo hacía. Todo el mundo seguía llevando a cabo la misma operación: prestar dólares a largo plazo, al 2%, y tomarlos prestados de vuelta, todos los días, gratis. Y estaba permitido, supongo, por el mismo motivo. Porque todo el mundo a mi alrededor lo hacía, y a una escala mucho mayor”, escribe.

Estuvo a punto de echarlo todo a perder tras una jugada arriesgada, pero lo que otro recordaría con trauma, él lo hace con nostalgia del vértigo. “No puedo mentir. Hubo un momento en el que el corazón se me tensó en el pecho y se me erizó todo el vello del brazo. Sé que hay personas, entre ellas mis mejores amigos, que habrían sentido pánico y habrían salido en desbandada de allí nada más darse cuenta de que podían perder 40 millones de dólares. Pero yo no. Tengo que admitirlo: a mí me puso”, cuenta en el libro.

"Si quieres pelear contra mí, perfecto, pero yo no voy a sacrificar mis principios"

P. Un día perdió mucho dinero en el trabajo, pero lo recuerda con melancolía adrenalínica. Aunque acabó calcinado del curro, ¿lo echa un poco de menos?

R. ¡Aaaargh! [Pausa de unos segundos para aterrizar las ideas contrapuestas que parecen estar viniéndole a la cabeza]. Sí y no. Para ser un buen 'trader' tienes que matar la parte emocional de ti mismo, porque tus emociones pueden llevarte a tomar decisiones equivocadas, y acabé harto de esa sensación de escisión.

P. ¿Lo dejó del todo?

R. Sigo haciendo operaciones de 'trader' a veces. Mi estilo es ir a contracorriente. Si pierdo, subo la apuesta (desde el covid apuesto a que el oro va a subir). Es parte de mi carácter. Me gusta ser el tipo que señala a los demás cuando se equivocan.

P. Dice que tuvo que liquidar su parte emocional para triunfar. ¿Fue también la causa de que acabara petando? A una persona normal le alegraría recibir un gran bonus, pero usted se rayaba pensando en que el siguiente tenía que ser mayor...

R. Si un momento explicara mi caída sería, en efecto, cuando recibí mi primer gran bonus, casi 400.000 libras, cuando pensaba que serían 100.000. Ahora entiendo que recibir mucho más dinero del esperado me produjo un 'shock'. Primero, pensé en todos los esfuerzos de mi padre para ganar veinte veces menos, pero luego se me vino otro pensamiento a la cabeza. Si yo había recibido ese bonus, ¿cuánto habrían ganado mis compañeros? ¿Por qué ellos sí y yo no? Era el principio de un conflicto interno entre la responsabilidad social y la avaricia. Algo dentro de mí cambió, ganar dinero se convirtió en una obsesión y me alejé de las partes humanas que me rodeaban.

P. ¿Por qué le preocupaba tanto lo que ganaran sus compañeros?

R. [Unos segundos para pensar] ¿Por qué esos tipos ganaban dos millones mientras nosotros sudábamos sangre para ganar 20.000 libras? Tenía la oportunidad de darle la vuelta a esa injusticia siendo mejor que ellos.

La lucha final

Pero su conversión en millonario no le iba a salir gratis. O la ansiedad de seguir ganando cada vez más. Entró en barrena física y mental, perdió mucho peso y le recetaron pastillas para el dolor cardiaco. Era incapaz de hacer la más mínima tarea práctica o doméstica. El gran achicharre.

1) “No era normal que un millonario de veinticinco años fuera a trabajar con agujeros en las zapatillas, que viviera en una casa sin suelos, que durmiera por las tardes en un sofá rojo roto y se despertara con frío a medianoche, soñando con números. Que notara un dolor punzante en el corazón y en ocasiones no fuera capaz de comer. Quería dejarlo".

2) "Pero el problema de dejarlo era... que no podía. Verás, estaba atado de pies y manos. Cuando en Citibank me pagaron ese bonus tan enorme [dos millones de libras], se aseguraron de encadenarme bien a las pantallas. Una parte del bonus se me pagó de entrada, y ese era el dinero que yo estaba invirtiendo. El resto se pagaría con un retraso significativo. Una cuarta parte en 2013, una cuarta parte en 2014, una cuarta parte en 2015 y una cuarta parte en 2016. Así que, ya lo ves, en ese momento yo no podía irme. El banco me debía más de un millón de libras. Si me iba, lo perdería todo... Estaba encadenado”, escribe.

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Foto: G. G. C.

Le trasladaron a la oficina de Tokio, donde inició una antihuelga a la japonesa. Máxima batalla psicológica contra su empresa a ver si se iba él o le echaban. Pasó meses cobrando un pastón por no dar un palo al agua. “Al no tener trabajo de verdad, me sobraba mucho tiempo, así que, tras una reunión con todas las personas de la oficina que me hablaban, que eran cero, acordamos por unanimidad que debería reducir mi horario laboral a una o dos horas al día… Llegaba sobre las diez y me ponía a estudiar o a dibujar… A eso de las doce iba a por algo de comer y de allí directo a casa”.

Resumiendo: cobraba 120.000 dólares al año por no hacer nada/por reírse de su empresa.

El caso es que acabó ganando la guerra a la corporación. Y ahora está en Madrid rajando de sus antiguos empleadores en una gira internacional. Superen eso.

"A muchos de los empleados de la empresa les pareció hilarante que me saliera con la mía"

P ¿Cómo logró ganarle el pulso a su empresa sin desfallecer?

R. Así soy yo. Pensaban que si empezaban duro, me achantaría, pero equivocaron la estrategia, porque soy muy cabezota, cuanto más me golpean, más fuerte devuelvo el golpe. No me importa que me duela si al final logro vencer a los cabrones. ¿Qué puedo decir? Soy un tipo introvertido y un poco loco. Supongo que tiene que ver con venir de un entorno difícil. Si quieres pelear contra mí, perfecto, pero yo no voy a sacrificar mis principios.

P. ¿Qué pensará su antigua empresa del libro?

R. A muchos de sus empleados les pareció hilarante que me saliera con la mía. A casi ninguno de mis antiguos compañeros les molesta que me meta con la banca, si acaso se pican por jactarme de ser mejor 'trader' que ellos. A los 'traders' de Citibank les da igual Citibank, lo único que quieren es ganar dinero.

P. Ganar dinero mientras el mundo se iba a pique, ¿generó algún tipo de remordimiento ahí dentro?

R. A todo el mundo le traía sin cuidado, no porque los 'traders' sean malas personas, sino porque están agresivamente entrenados para acertar en sus predicciones. Es como si tu trabajo consistiera en predecir cuánta gente morirá si un volcán entra en erupción. Puede ser un trabajo amoral, pero no es uno donde hagas juicios morales, como quizá sí sea el tuyo...

"En 2011, Europa se hundió. Primero fue Grecia. Después España y luego Italia, Portugal e Irlanda. Caían como fichas de dominó… Nadie compraría los bonus de ninguno de esos Gobiernos, nadie les prestaría dinero. Eso era bueno para mí. Gané un montón de dinero… Con el hundimiento de Europa… superé los 22 millones [de ganancias para su empresa] en junio. Ya era el principal 'trader' de toda la planta. Era mi gran momento, estaba arrasando… Mi departamento consideraba el papel que nuestro banco estaba desempeñando en la destrucción tanto del sistema bancario como de la economía mundial un fracaso moral por nuestra parte. Es broma, claro. Eso no lo pensaba nadie. ¿Por qué cojones íbamos a pensarlo?... Era una locura. Trabajaba vestido con una sudadera gris con capucha y guantes negros sin dedos".

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