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Soy 'swiftie' y viví la euforia en Madrid: Taylor Swift demuestra por qué es la esencia del pop
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Soy 'swiftie' y viví la euforia en Madrid: Taylor Swift demuestra por qué es la esencia del pop

Así vio el show la redactora veinteañera de Cultura de El Confidencial, toda una fan: "Nos sumió en una euforia que ella había calculado desde el inicio. Nos hizo viajar por su historia, que en cierto modo, es la nuestra"

Foto: Taylor Swift se hizo con todo el estadio Santiago Bernabéu en su primer concierto. (TAS Rights Management)
Taylor Swift se hizo con todo el estadio Santiago Bernabéu en su primer concierto. (TAS Rights Management)

Taylor Swift ha dado un concierto eterno en Madrid. Y no hablamos solo de las aproximadamente tres horas y media de show, sino de todo lo que pasó antes. Los conciertos del Eras Tour, que han llevado a Miss Americana a colgar el cartel de todo vendido durante dos noches consecutivas en el Estadio Santiago Bernabéu, empiezan mucho antes de que ella pise el escenario. Empiezan antes de intercambiar pulseras de la amistad en la cola, y de que tus amigas te hagan el favor de comprar merch porque tú no llegas. Empieza antes de encuadernar los apuntes de historia para poder estudiar para la EBAU en el tren bcn-mad, como las chicas con las que compartí vagón esa misma mañana. Empiezan antes de decidir los looks y pasar semanas buscándolos, o bien creándolos. Y podría arriesgarme a decir que incluso empiezan antes de consumir compulsivamente todos los clips de TikTok de conciertos anteriores y de utilizar tres ordenadores distintos para conseguir entradas.

Si alguien tuviera que marcar en qué punto empieza un concierto del Eras Tour para cada uno de sus asistentes, debería remontarse muchos días, meses, e incluso años atrás. Quizás para algunos empezó cuando en la pandemia escucharon las primeras notas de The 1, o quizás cuando después de conseguir su primer trabajo le dieron al play a The Man. Se puede valorar que fuera después de diez minutos de canción, cuando todas dijimos ¡Qué te jodan, Jake Gyllenhaal! Alguien dataría su inicio cuando bailó Shake It Off en el cierre del Primavera Sound de 2015, o simplemente cuando lo hizo un día de resaca con su mejor amiga de la universidad. Las más longevas quizás dirían que fue cuando escuchaban 22 antes de salir a su primera discoteca, o cuando vieron cómo su prima se pasó meses escuchando We Are Never Getting Back Together porque le acababan de romper el corazón. Pero creo que es legítimo llegar a remontarse hasta el preciso instante en el que sonó por primera vez Love Story en la radio del coche de nuestros padres o cuando la ventana al mundo, que fue YouTube, nos descubrió Our Song o Picture To Burn.

placeholder La cantante y compositora estadounidense Taylor Swift este miércoles en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid. (EFE/Juanjo Martín)
La cantante y compositora estadounidense Taylor Swift este miércoles en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid. (EFE/Juanjo Martín)

Pero si hay algo, en lo que todos los asistentes estarán de acuerdo, es que asistir a un concierto del Eras Tour, es asistir a la culminación de un largo viaje emocional, tanto para la artista como para sus fans. Así que, después de una larga espera, el 29 de mayo de 2024, Madrid se paralizaba para recibir a Taylor Swift, trece años después de su última visita en 2011, cuando vino a presentar su tercer disco Speak Now. El día había llegado. TayTay volvía a nuestros escenarios.

Hablamos del evento musical del año, no valía con llegar a la hora de la abertura de puertas. Era necesario estar mucho antes para poder entrar con calma y evitar cualquier tipo de incidencia. Es por eso que muchas chicas habían acampado días antes para conseguir que sus entradas -que iban desde los 55 euros, con visibilidad reducida, a los 500 euros en los packs vip- les dieran las mejores vistas. Los que no, habían llegado horas antes sabiendo que todo se trataba de paciencia y buen humor. Intercambiar pulseras con nuevas amigas, cantar algunos temas, o retocarse el maquillaje. Todo valía para hacer tiempo, mientras se acababan de vaciar los aproximadamente 100 camiones con los que se transportaba el show. Alrededor de las 15:30h, las colas se empezaron a mover. Primero los vips y paulatinamente el resto. Y si alguien se lo pregunta, para entonces nadie se había puesto ningún pañal.

Nunca pensé que mi primer concierto de Swift sería desde la grada de prensa, así que al igual que cualquier otra fan que se ha emocionado con Long Live, decidí seguir todos los códigos de las swifties. Quizás no podría entrar un ordenador para redactar, entiendo que se nos quería presente, pero sí podía entrar con puñado de pulseras de la amistad. El camino al estadio fue algo así como a un reencuentro con quien no conoces. Decidí llevar un look acorde a las eras [etapas musicales] de la americana, así que fui una más en el desfile de purpurina y brillantes. "¡Debería ser así todos los días!", dijo la chica que se sentó a mi lado durante los cuarenta minutos de bus. Se sentía como volver a ser adolescente e irte de campamentos. Espacio seguro. Una comunión prácticamente empoderante. El hogar de las demasiado intensas, demasiado estridentes, demasiado obsesionadas con ese casi-algo-que-nunca-fue. Pero como dijo Courtney Love, el refugio de muchas chicas adolescentes. Siento que somos amigos de siempre y no nos conocemos de nada. Dijo otra cuando en la siguiente parada subió otra remesa de swifties. Todas emocionadas, guapísimas, vestidas con trajes que habían tardado semanas en acabar. Cuando bajé del bus ya había intercambiado casi todas mis pulseras.

Foto: El ministro de Transportes, Óscar Puente, en el concierto de Taylor Swift. (Cedida)

Poco a poco el estadio se fue llenando. A las 18:45 Paramore tomó el escenario. Un set que sacó lo mejor de los de Hayley Williams con temas como Still Into You, Hard Times o Only Exception. Taylor Swift siempre dice que las bandas que van con ella son aquellas que les gusta escuchar, y como no imaginarla hace más de diez años hecha una bolita, como tú o yo, mientras susurraba cuz’ you are… the only exception. Así que con las emociones a flor de piel el escenario se iluminó con todas las fotos de sus eras para dar comienzo al esperado concierto. La gente siguió llegando a sus asientos, incluido Aitana, hasta el segundo antes de empezar.

La puesta en escena, más que reconocible, se conformaba con un escenario principal, y una larga pasarela con dos plataformas por donde la artista se iría moviendo. Se trata en sí de un concierto fácil de seguir. Poco se sale del guion con el que ha girado por todo el mundo. Los últimos cambios fueron la reestructuración del setlist debido a la incorporación de su último disco TTPD, pero ya habían calado entre el público. Eso hacía que todo el mundo tuviera claro qué iba a pasar en cada segundo y, por lo tanto, a donde tocaba mirar y cantar. Más de 45 canciones en casi tres horas y media en las que repasa 10 discos.

placeholder Taylor Swift con la guitarra y su icónico body de flecos. (TAS Rights Management)
Taylor Swift con la guitarra y su icónico body de flecos. (TAS Rights Management)

Apareció el reloj. La histeria estaba servida. A las 20:15 sonaron las primeras notas de Miss Americana & The Heartbreak Prince y más de un corazón se paró y volvió a latir. Taylor Swift apareció con su icónico body de pedrería en tonalidades lover elevándose sobre la plataforma del diamante. El público rompió en una prolongada ovación y enloqueció con su "encantada de conoceros". Se abría así Lover, el disco que polarizó a sus fans en su día, pero que ahora cuenta con algunos de los hits más fan favorites. Fueron Cruel Summer -con el que puso a todo el estadio a cantar desde el puente hasta el final del concierto- y The Man -la canción que da el mismo subidón de feminismo blanco y turbocapitalista que Barbie, con una oficina de fondo en el escenario. Le tomó el relevo y una versión breve de You Need To Calm Down, donde se pudo ver de nuevo los visuales de la casa que componen los distintos álbumes. Todo estaba estudiado al milímetro encima del escenario, hasta su naturalidad, pero decidías creer, como quien cree en la magia de la Navidad, o el amor. Y ahora, acompañada de bailarines, cantó Lover a la guitarra.

Lluvia de fuegos artificiales en la pantalla principal y Miss Swift apareció con su ya emblemático vestido de flecos. La segunda era no podría ser otra que Fearless, con esos toques country con la que se dio a conocer en nuestro país hace más de quince años. Al ver a todo el público cantando a pleno pulmón, sabías que esto era personal para aquellos que bordeaban los treinta. No podía ser de otra manera, delante de la reina del baile de los millennials. Como un viaje en el tiempo, mientras cantaba You Belong With Me y Love Story, los fantasmas de amores pasados de la adolescencia se unieron a la fiesta, sin olvidar de acompañarnos con las tres palmadas.

Apenas sin descanso entre era y era, el calor se hacía más palpable en los silencios, Red, el segundo disco que regrabó en el largo proceso de volver a poseer toda su música, abrió su era con un pequeño número de clown-magician y un montón de bailarines vestidos de rojo que convierten el escenario en una fiesta. En esta nos encontramos cara a cara con el brillo de 22, y de volver a ser hipsters, la pijamada de We Are Never Getting Back Together -con el esperado NI DE COÑA en el último estribillo- y con el protodubstep que intentó en I know You Were Trouble. En este momento ya habíamos podido ver su icónica camiseta de 22 y el body de pedrería negro y rojo, que a cada concierto parece ser más oscuro. Y cuando se puso su largo abrigo, confesó que este era su tour favorito porque se trae con ella todo sus mejores recuerdos. Como si se tratara de nuestra mejor amiga, escuchamos los sentidos 10 minutos de All Too Well como si fuera una misa. Evidentemente, en un público de gals&gays, el Bernabéu retumbó cuando todos cantaron al unison FUCK THE PATRIARCHY!

Foto: Comienzan las colas para el concierto de Taylor Swift del 29 y 30 de mayo. Matias Chiofalo /Europa Press

Llegados a este punto, una hora dentro del concierto, la conexión y electricidad entre la cantante y su público se podía palpar en el aire. No estábamos ante un ídolo inalcanzable, sino una chica que lo había logrado. Sentimientos a borbotones y compartirlos como mayor arma. No se trata de ser vanguardia, innovar, o anticiparse al futuro de la música. No necesita ser moda como Beyoncé, ni elevar la música a planos de experimentación como Rosalía. Su mayor virtud es presentarse como solo una chica, tu amiga, pero con el carisma y el destello en los ojos de toda una superestrella. Se abre ante nosotros con la misma sinceridad que lo hace una de fiesta en el lavabo de chicas, algo torpe, quizás en el límite del cringe, sin reservas, pero con la sinceridad de un corazón puro. Y si ella confiaba en nosotros de esta manera, ¿cómo no lo iba a hacer su público?

Un poco en contra de sus fans de Speak Now solo hizo Enchanted, con su vestido de princesa de cuento de hadas. Aquí no se escatima en vestuario, ni en bailarinas. Aunque todas parecen sacadas de una tienda de vestidos de graduación, es precisamente la cercanía que gusta: un día tú también podrías ser esa princesa. Y llegó el momento más esperado después de ver todo el contenido de Latinoamérica ¡VA A REPUTAR! Con un mono de una sola pierna, como una serpiente que empieza a mudar la piel, se personificó como una femme fatale que no puede parar de sonreír cándidamente. Sonaron los bajos de …Ready For It?. Estamos en Reputation, en su lucha contra Kanye West. Quizás el momento más guerrero y luchador. Un torbellino de emociones desde el cántico en Delicate, a culminar con Look What You Make Me do? y todas sus versiones pasadas sobre el escenario.

placeholder Taylor Swift acompañada de sus bailarinas. (Ricardo Rubio/Europa Press)
Taylor Swift acompañada de sus bailarinas. (Ricardo Rubio/Europa Press)

Habiendo cruzado el ecuador del concierto, una era pausada era un regalo para los fans. Los visuales nos adentraron poco a poco en el bosque de sus discos de 2020, Folklore y Evermore. Presentó los discos como aquellos con los que logró escribir más allá de sí misma, cuando pudo crear un espacio al que escapar. La Taylor más cuentacuentos. En el escenario una cabaña de cuento, árboles por todo el front stage, dejando visibles a los músicos y ella luciendo un vaporoso vestido azul. Muchas de las canciones fan favorite habían caído en la restructuración del setlist, pero Cardigan, betty, august o my tears ricochet hicieron que el público se desgarrara la voz junto a ella. Sin olvidar el delicado momento al piano de cola con champagne problems, que se llevó la mayor ovación de la noche. Una dinámica que se arrastra de ciudad para ver cual es capaz de aguantar más.

El calor y cansancio al que se llegó a las dos horas de concierto en ciertas zonas como la pista hizo que los sanitarios tuvieran que intervenir mientras en el escenario se daba el aquelarre de willow.

Un momento espectacular. Con su marcha prácticamente militar, 'Bad Blood', prendió literalmente el escenario lanzando llamas

Volvimos a la ciudad. La naturaleza está muy bien, pero los destellos de neón aún mejor. Con su look menos conseguido, falda skater y crop top de pedreria en rojo anaranjado y amarillo -cómo no-, puso sobre el escenario su disco más disfrutón. 1989 es una celebración de vitalidad, es tu amiga incansable, y algo zumbada, con las mejores historias. Un disco profundamente sagitario de diciembre. Presenciamos la sucesión perfecta de Style, Blank Space y Shake It Off que parecian prometer la infinidad de las noches de cuando eres descaradamente joven. Parecía imposible que pudiera tener la energía tan alta a estas alturas de la noche, pero así era. Y si es un disco sagitario, también hubo tiempo para la intensidad más sentida con Wildest Dreams junto a sus coristas. Y llegó uno de los momentos más espectaculares de la noche. Con su marcha prácticamente militar, Bad Blood, prendió literalmente el escenario lanzando llamas.

Llegados a este punto LO AMAS o LO ODIAS. Swift se tomó su tiempo para presentar con siete canciones su último, y polarizado, disco, The Tortured Poets Department. Por lo general, la puesta en escena de Taylor suele ser teatral, pero justo en esta era gana un carácter de Theater Kid, o más bien, de sentimiento en carne viva, que no te permite una opinión indiferente. Sus bailarines, ahora caracterizados con la intensidad de los estudiantes de danza contemporánea, la acompañan abriendo con But Daddy I Love Him. Sea como sea, resulta tan hipnótica que no puedes apartar la mirada. Gracias a esto se pudo descubrir que temas como Who's Afraid of Little Old Me?, Fortnight o I Can Do It With A Broken Heart ganan con su directo. Destaca la grandeza de la marcha a lo Welcome To The Black Parade de MCR, pero ahora más blanca que nunca en The Smallest Man Who Ever Lived.

placeholder Taylor Swift en el Bernabéu. (Ricardo Rubio/Europa Press)
Taylor Swift en el Bernabéu. (Ricardo Rubio/Europa Press)

Y el momento más esperado llegó. Las canciones sorpresa. Después de que Lisboa se llevara el bote de You’re on Your Own Kid era el turno de Madrid. Como la última vez que visitó la ciudad lo hizo con Speak Now, empezó a la guitarra con Sparks Fly x I can Fix Him (No I Can’t). Al piano en lugar de escoger una de las favoritas de los fans, volvió a abrir TTPD y cantó I Look at People’s Windows y, aunque internet había propagado el rumor de la posible aparición de Lana Del Rey, todo lo que tuvimos fue Snow On The Beach en acústico.

Después de más de tres horas nos acercamos al final. El disco con el que se anunció esta gira, Midnights, que reúne la esencia de toda la carrera de Swift se abrió con sus temas más virales y un montón de nubes móviles por el escenario. Una celebración de color y vitalidad, y donde el dolor parece algo hermoso y deslumbrante. Y así es como se vivió Lavender Haze, Anti-Hero o en la aparición del último look en Midnight Rain. Pero no olvidemos sobre todo los pasos de baile de Bejeweled o el cabaret de Vigilante Shit. Cerrar el concierto con Mastermind y Karma deja exactamente la huella que debe dejar. Taylor Swift nos sumió en una euforia que ella había calculado desde el inicio. Nos hizo viajar por su historia, que en cierto modo, y de manera individual, también es la nuestra. Swift puede pasarse la vida hablando sobre el Karma, pero esa gran ovación final no llegó por una fuerza superior, sino por años de una metodología de trabajo constante y de un talento aprovechado hasta su último aliento. Todo esto mientras que disfruta y hace disfrutar a ambos lados del escenario. Nadie lee la esencia del pop tan bien como ella.

Cuando todo acabó, las lágrimas de felicidad, cansancio, y el vacío provocado por el final de un sueño, se eclipsaron con su resplandeciente sonrisa que iluminó una última vez el Bernabéu. Solo una mastermind como ella podría lograr que cada una de las personas de ese estadio conectara de manera personal, e individual, con sus canciones. No todos pueden conseguir tener desde niñas de seis años, hasta adultos hechos y derechos que bordean los cuarenta, cantando incansables durante más de tres horas, como si de un pacto secreto se tratara. Una noche irrepetible, donde Taylor Swift demostró porque es la artista pop más aclamada del mundo. Irrepetible, hasta que en su siguiente fecha lo vuelva a lograr.

Taylor Swift ha dado un concierto eterno en Madrid. Y no hablamos solo de las aproximadamente tres horas y media de show, sino de todo lo que pasó antes. Los conciertos del Eras Tour, que han llevado a Miss Americana a colgar el cartel de todo vendido durante dos noches consecutivas en el Estadio Santiago Bernabéu, empiezan mucho antes de que ella pise el escenario. Empiezan antes de intercambiar pulseras de la amistad en la cola, y de que tus amigas te hagan el favor de comprar merch porque tú no llegas. Empieza antes de encuadernar los apuntes de historia para poder estudiar para la EBAU en el tren bcn-mad, como las chicas con las que compartí vagón esa misma mañana. Empiezan antes de decidir los looks y pasar semanas buscándolos, o bien creándolos. Y podría arriesgarme a decir que incluso empiezan antes de consumir compulsivamente todos los clips de TikTok de conciertos anteriores y de utilizar tres ordenadores distintos para conseguir entradas.

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