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Alejo Stivel: "Elegí la vida y corté. No puedes estar con gente tóxica si quieres estar limpio"
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Alejo Stivel: "Elegí la vida y corté. No puedes estar con gente tóxica si quieres estar limpio"

El ex cantante y compositor de Tequila y reputado productor de discos como '19 días y 500 noches', de Sabina, cuenta sus memorias en 'Yo debería estar muerto'. Este es un capítulo

Foto: El cantante durante una entrevista en Buenos Aires en abril de 2023. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
El cantante durante una entrevista en Buenos Aires en abril de 2023. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)

Después de Tequila, en 1984, me encontré en medio de un maremágnum de emociones. Después de casi siete años de trabajo constante, estaba agotado y necesitaba un respiro. Para mí era muy extenuante, tanto los conciertos en donde desplegaba una energía brutal como después toda la presión de la relación con la discográfica que era superestresante. Acabé, tras esos años, muy quemado, física y moralmente. Además, había terminado mi relación con una novia. Todo sucedió al mismo tiempo, dejándome un poco desorientado sobre qué hacer a continuación. Así que decidí tomarme un tiempo fuera de España.

Mi primer destino fue Buenos Aires, donde no había estado desde el exilio. Regresar después de ocho años fue impactante. Aunque la escenografía era casi igual, faltaban muchas personas queridas en mi vida. Sin embargo, también hubo reencuentros emocionantes con mi familia y amigos.

Volver a Buenos Aires fue un torbellino de emociones. Cuando el avión anunció que habíamos aterrizado en la República Argentina, las lágrimas llenaron mis ojos. Era un momento poderoso, lleno de sensaciones encontradas.

Después de Buenos Aires, pasé un tiempo en Nueva York con mi amigo de la infancia, Javier Timerman, que estaba estudiando en la Universidad de Columbia. Me adapté fácilmente a la vida en la Gran Manzana y disfruté explorando mucho la ciudad durante varios meses.

placeholder Tequila en sus inicios. Alejo Stivel está a la derecha en la fila de abajo (CEDIDA POR LA EDITORIAL)
Tequila en sus inicios. Alejo Stivel está a la derecha en la fila de abajo (CEDIDA POR LA EDITORIAL)

Entre esos viajes, visité a mi padre en Colombia. En esa época, tenía conexiones en todo el mundo. No me cansaba de exprimir las experiencias. En Colombia la coca corría más habitualmente que el tabaco. Tenía una amiga que me dijo que era experta en preparar paquetitos para enviar fuera utilizando tarjetas de felicitación como encubrimiento. Las cartas llegaban a sus destinos sin ser detectadas por las autoridades postales. Ni lerdo ni perezoso le dije: "¡¡Manos a la obra!!", y mandé varios paquetitos a amigos de Madrid. La calidad era incomparable; en España no se veía nunca esa pureza y mis amigos estaban encantados con los envíos.

Luego me envié a mí mismo a casa de una amiga en Los Ángeles (con su permiso, por supuesto) una gran cantidad en varias cartas. Por alguna extraña razón no llegaban y no llegaban, excediendo el tiempo normal de una carta. En Los Ángeles, me invadió el pánico. Temía ser atrapado como traficante de drogas, y ya me imaginaba deportado, pero finalmente, después de una larga espera, las cartas llegaron a salvo. Nos reímos de la situación y lo celebramos con una fiesta en casa.

Después vendía el excedente de cocaína a una amiga modelo española, quien estaba muy involucrada en la escena musical. Era amiga de los Talking Heads y otros artistas reconocidos. Me convertí en dealer por unas semanas; fue un gran negocio que me permitió recuperar algo de dinero después de ese viaje lleno de altibajos emocionales y aventuras arriesgadas. Y sin duda una buena historia para mis memorias. Estrella de rock en España, dealer de drogas en Estados Unidos.

"Me convertí en dealer por unas semanas; fue un gran negocio. Fui estrella del rock en España y dealer en EEUU"

Una vez me puse a hacer unos cálculos: ¿cuántos kilómetros me hice en furgoneta haciendo giras por toda España? ¡Unos cuatrocientos mil! ¡Todo dentro del país, y con las carreteras de los años ochenta!

Otro cálculo: el dinero que gasté en drogas. El cálculo me da: dos pisos de dos dormitorios, salón y plaza de parking. En una buena zona.

¡¡¡Dos pisos me metí por la nariz!!!

Calculé también que salí durante quince años casi todas las noches hasta el amanecer, quizá una noche o dos por semana no lo hacía, pero sí como mínimo cinco veces por semana; redondeando, salí a unas treinta mil noches de marcha volviendo a casa de día totalmente traspuesto.

No pude dejar de drogarme hasta que terminó Tequila. Pasó un buen tiempo y en un momento dado, corté. Tuve que cortar, quise cortar.

Después de Tequila, estuve algunos años largos saliendo hasta las mil y sin hacer nada, durmiendo todo el día. Fueron mis dark years. Como corresponde a toda biografía de un rockero, el capítulo de los años oscuros.

La época oscura duró por lo menos tres años.

Cuando estuve en Nueva York ya me habían sonado algunas alarmas; pasé días locos, porque tenía pasta y era muy joven, y es cuando sientes que no hay riesgo y todo está bien.

Manhattan en esa época tenía una noche hiperintensa y había zonas muy peligrosas. Zonas que no estaban ocupadas aún por los ricos, que luego invadieron toda la ciudad. Alphabet City era una zona básicamente de yonquis. Todas las noches a las dos de la mañana había filas de yonquis con cinco grados bajo cero en invierno que iban a comprar su dosis para picarse.

Todo estaba muy controlado, con su propio código. Por ejemplo, te decían: "Show me your marks", queriendo ver en tus brazos si eras un verdadero yonqui o un poli. Como yo no lo era, tenía que discutir y convencerlos de que no era poli. Y al final siempre me vendían.

Llamaban "manteca" a la heroína.

"No pude dejar de drogarme hasta que terminó Tequila. Pasó un buen tiempo y en un momento dado, corté. Tuve que cortar, quise cortar"

Me metí de lleno en esos lugares peligrosos; iba con un amigo que era camarero de un bar de moda; nos parecía que estábamos en una película de acción. Para nosotros era como un juego, que podría haber acabado de la peor manera.

Cuando volví a Madrid, meses después, seguí saliendo todas las noches. Ya no tenía dinero, pero todavía se me consideraba una estrella de rock, o exestrella y me conocían en cada lugar al que iba. Por eso en todos lados me dejaban entrar, me invitaban a bebidas. Pedía y no me cobraban. Arrancaba a la noche y seguía hasta la mañana. Volvía a mi casa, me iba a dormir, me levantaba por la noche, y volvía a salir. Así todos los días durante casi tres años.

Vivía de noche como los vampiros.

Mi entorno se empezó a preocupar. Mi madre hablaba con mis amigos, se preguntaban: "¿Qué hacemos con Alejo?". Mientras, yo estaba un poco en una rueda, enganchado y sin poder salir de ese estilo de vida tóxico y cero productivo.

Mi cuenta bancaria ya había llegado a cero.

Como no hice nada para ingresar más dinero, al final me lo gasté todo y me quedé sin un duro. Pasé de llevar los bolsillos llenos de billetes todas las noches para gastar sin medida a no tener nada. Ya no era divertido.

Un día me miré al espejo y me vi la cara. Algo me había pasado. Llevaba muchos años viviendo al filo, y eso se nota en la cara; sentí muy nítidamente que se bifurcaba el camino a partir de ahí. Ese día vi la cara oscura: the dark side (no de la luna) de la vida.

Miré al espejo y vi la oscuridad, vi el túnel sin luz y la muerte acechando al final, y en el lado opuesto, la luz, la vida, el otro camino. Así que ese día me dije: "Es hora de elegir el camino que quiero seguir". Elegí el camino de la vida. Lo hice. Corté con toda la gente tóxica. No puedes estar con gente tóxica si quieres estar limpio.

Elegí cambiar radicalmente. Desde ese día nunca más en mi vida volví a probar ninguna droga. Y ya han pasado varias décadas.

La fuerza para tomar esa decisión se la atribuyo a la crianza que recibí. Prefiero llamarla "crianza", porque evoca más los valores que me inculcaron. No hablo de "consejos", porque no me dieron consejos, sino ejemplos; ni de "educación", porque eso me suena a ser "educado" y realmente es otro concepto.

placeholder El manuscrito original de 'Rock and roll en la plaza del pueblo' (CEDIDA POR LA EDITORIAL)
El manuscrito original de 'Rock and roll en la plaza del pueblo' (CEDIDA POR LA EDITORIAL)

Mi madre fue increíblemente coherente y dedicada a su pasión, su profesión y su vida. Cuando nos vimos obligados a exiliarnos, dejando todo atrás, con muertes y desapariciones, fue ella quien nos mantuvo a flote. Fue un momento extremadamente duro. A pesar de todo el dolor, ella mostró una determinación, vitalidad y ganas de vivir impresionantes. Podría haberse hundido en la depresión, pero no lo hizo.

Y cuando hablo de esa crianza, también hablo de Paco Urondo. Su ejemplo de vida, de lucha, de hacer arte; fue él quien de alguna manera me susurraba para que me preguntara a mí mismo: "¿Te vas a morir por esto, cuando hubo gente que murió y dejó la vida por algo verdaderamente importante? ¿Te vas a regalar de esta manera? La vida es mucho más que esto".

El alimento espiritual y moral que me dieron durante toda mi crianza fue definitivo para poder elegir en ese momento crucial de mi vida o de mi muerte. Siempre, de alguna manera, estuve acompañado por esos mensajes "no dichos", pero transmutados, transferidos espiritualmente. Sobre todo con los ejemplos, nunca sermoneando.

Mucha gente que dejaba la heroína lo hacía gracias a un programa nacional que se implementó en España con reparto de una sustancia llamada metadona. Sin embargo, en algunas zonas se rumoreaba que hubo un plan desde arriba para drogar y enfermar a la juventud.

En Euskadi, en donde la juventud era muy activa y rebelde debido al tema de la independencia, se dice que introdujeron el caballo de manera planificada para evitar que los jóvenes se involucraran en protestas y política. Esta táctica sería una forma de desactivar el potencial de la juventud.

Por supuesto, no puedo afirmar que esta sea la única razón. España, tras más de cuarenta años de represión, vivía una especie de liberación y la gente se lanzaba a la vida con entusiasmo y desenfreno. La tapa de la olla a presión se había levantado y todo era una gran fiesta desquiciada, un desmadre total.

En mi caso, no seguí ningún tratamiento, solo confié en mi fuerza interior y en las ganas de cambiar mi vida. Fue duro. Sentí mucha ansiedad, mucha angustia. Era joven, y, para mí, la droga y la diversión iban de la mano. Llevaba muchos años y la costumbre estaba muy arraigada. Cuando dejé todo eso, la vida parecía gris y aburrida. Pasé meses encerrado, sin ganas de hacer nada. Poco a poco, muy despacito, volví a salir y a socializar. Fue un proceso lento, pero necesario para recuperar mi vida y descubrir lo bueno que es vivir sin depender de sustancias.

"No seguí ningún tratamiento, solo confié en mi fuerza interior y en las ganas de cambiar mi vida. Fue duro. Sentí mucha ansiedad"

Un día, ya más limpio, recordé los riesgos que viví, exponiéndome a situaciones peligrosas, ya fuese con gente o por accidentes. Comprarles a dealers muy peligrosos, estar tan loco y no tenerle miedo a nada. Ir en esos estados conduciendo o simplemente caminando por la calle. En medio de la vorágine tenía un altísimo grado de inconsciencia. Hacía cualquier cosa. Hasta comprar cosas que no sabía bien qué eran... lo miraba y dudaba: "Esto es cal de la pared o es pintura. No sé qué coño será", pero me lo metía igual, diciendo: "Vamos a ver qué es".

Mi madre siempre mantuvo una distancia justa, lo cual creo que es lo mejor que un padre puede hacer por su hijo. Siempre tuvimos muchas charlas sobre todo tipo de temas: cultura, política, arte, la vida en sí. Pero el mensaje más crucial no se dijo con palabras. Lo capté a través de su lenguaje no verbal.

Tanto durante mis épocas de abuso de drogas como después, al intentar dejarlas, lo que me transmitieron fue fundamental. Creo que me habría costado mucho dejar las drogas si no fuera por ese rico bagaje de sensaciones y experiencias que me legaron.

Viví mi propia experiencia.

En los momentos más cruciales esos valores morales (no una moral impuesta, una moral propia) fueron los que realmente me ayudaron y todavía me ayudan, acompañándome siempre en la vida, tanto en los malos como en los buenos momentos. Te permiten reflexionar sobre la dirección que estás tomando en la vida.

Cuando dejé las drogas, me encontraba en un estado de parálisis total. Salir de esa espiral fue extremadamente difícil.

Un día, muy temprano, ¡o muy tarde!, a las siete de la mañana, me encontré en una discoteca con Nacho Cano, del grupo Mecano, y me contó que acababa de abrir un estudio de grabación. Me dijo: "Ven a ver mi estudio". Estuvimos allí un rato y en ese momento me ofreció trabajar con él en la productora de jingles que quería montar. Acepté de inmediato. Me pareció una buena oportunidad para volver a ponerme en marcha después de tanto tiempo inactivo. Siempre le estaré agradecido por esa propuesta que me sacó de la inercia y en la que se involucró con gran compromiso. Cada día me estimulaba para superarme, hasta que llegué a destacar y convertirme en un pro.

Pero todavía el dinero no fluía.

Echaba de menos mis viajes al Caribe en clase business. ¡¡La good life!! La rock star que había dentro de mí a veces decía: "¿Qué hago aquí?". Pero, lentamente y a base de mucho trabajo, muchas horas, mucha energía y muchas ideas, y un gran esfuerzo en aprender un trabajo del cual no tenía ni idea (mi oficio era ser estrella de rock), me hice productor.

A los dos años de sembrar como loco, la cosa empezó a funcionar, y el dinero a entrar.

"Me encontré en una discoteca con Nacho Cano y me contó que acababa de abrir un estudio de grabación. Me dijo: "Ven a ver mi estudio"

Que coincidiera con mi decisión de dejar las drogas también me permitió explorar un oficio del que no sabía nada, pero en el que me desenvolví sorprendentemente bien, convirtiendo esa productora en una de las más importantes de España.

Para ese proceso apelé a mi capacidad de adaptación. Creo que me viene de haber pasado mi infancia, mis años de formación, en ambientes tan dispares. Mi psicoanalista dice que soy un "sobreadaptado".

Al principio, no tenía ni idea de cómo funcionaba el mundo de la publicidad. Aprendí sobre la marcha, trabajando día a día. Pasé más de un año sin ganar nada, invirtiendo en relaciones públicas y promocionando nuestro producto.

Luego, de repente, llegó la cosecha. Las agencias comenzaron a llamarme y empecé a producir dos o tres jingles por semana, lo cual era una cantidad considerable. En un momento dado, Mecano se convirtió en un éxito tan grande que a Nacho no le compensó seguir, y me dijo que se bajaba de la productora, que siguiera yo con ella. Y eso hice.

Me monté un estudio pequeñito, muy de batalla.

Y me fue superbién.

A mi nueva productora le puse ASK, que son mis iniciales. Me divierte porque su otro significado es "pregunta" en inglés.

Al cabo de unos años me fue tan bien que me mudé, me construí un estudio de cuatrocientos metros cuadrados, con un equipo humano de quince personas entre fijos y free lance.

Durante ese período, logré hacer algunos buenos amigos, lo cual no fue fácil considerando que el mundo de la publicidad está lleno de gente con valores bastante distorsionados, obsesionados con el ego y el dinero, por no llamarlos gilipollas.

placeholder Tequila en su esplendor. Stivel es el segundo a la izquierda (CEDIDA POR LA EDITORIAL)
Tequila en su esplendor. Stivel es el segundo a la izquierda (CEDIDA POR LA EDITORIAL)

Sin embargo, encontré algunas joyas que conservo como verdaderos compañeros. Son personas increíbles que, a pesar de su gran talento, y de ser superexitosos en ese medio, no se creen superiores.

Entre esos amigos está mi amado Leandro Raposo, uno de los grandes genios de la publicidad mundial. Un talento extraordinario y una mente prodigiosa. Estoy agradecido a la vida de tenerlo como amigo, ya que hablar con él es uno de los mayores placeres. Un tipo con una inteligencia y una sensibilidad difíciles de encontrar. Además, a nivel profesional, me regaló un par de videoclips, "Ojalá" y "Ni una menos", dos obras maestras inundadas de su lenguaje emocional que no dejan a nadie indiferente, por lo cual le estoy infinitamente agradecido. Siempre de manera generosa y entregada.

Otro gran amigo es Miguel Vizcaíno, un tipo muy sensible y cariñoso, quien rescató del olvido una canción poco conocida de Tequila, pero que él, como buen fan, recordaba perfectamente; "Que el tiempo no te cambie", convirtiéndola en un éxito con una campaña para el PSOE.

No me puedo olvidar de José María Piera, con quien trabajé en la campaña "Carácter latino" para Tabacalera, una genialidad de publicidad subliminal que lanzó a la fama a Jarabe de Palo después de que fuera despreciado por su discográfica Virgin. Su directora no creía en Jarabe de Palo, pero esa campaña lo cambió todo. Y muchas otras aventuras juntos. Un gran tipo José.

Tute Ostiglia, otro gran amigo, es uno de los culpables de que yo haya vuelto a cantar. Me alentó y acompañó en esos primeros momentos de dudas e incertidumbre siempre dándome ánimos.

Después de un tiempo, comencé a sentir la inquietud de volver a hacer discos, pero no tenía muchas ganas de cantar. Entonces me dije a mí mismo: "Tengo un gran estudio, tengo contactos, tengo experiencia... Tengo que empezar a producir discos". En ese momento, no tenía ni idea de cómo se hacía. Los discos de Tequila los habíamos producido nosotros mismos, sin ninguna experiencia real, solo guiados por el instinto. Así que, casi como un principiante, me lancé a producir. Empecé a combinar la producción de jingles con la de discos.

En general, el trabajo siempre me ha costado mucho esfuerzo. Soy bastante vago por naturaleza. Normalmente, logro lo que quiero, pero requiere un gran esfuerzo y dedicación. Para poner en marcha la productora de jingles y hacerla funcionar, estuve dos años trabajando sin parar, de la mañana a la noche, sin ingresar un céntimo. Lo mismo me ocurrió con los discos. Pasé unos años buscando artistas para producir, pero en las compañías discográficas me veían como una especie de fósil. Nadie me devolvía las llamadas. Para la industria discográfica era una exestrella de rock en decadencia.

Sin embargo, poco a poco, comencé a producir discos sin que nadie me los pidiera ni me enseñara cómo hacerlo. Con el tiempo me di cuenta de que todo mi trabajo con los jingles fue una gran escuela para mí. Produje más de quinientos. Una locura. Estilos completamente diferentes; desde flamenco a rock and roll, desde balada a lo que fuera.

"Pasé unos años buscando artistas para producir, pero en las discográficas me veían como un fósil. Nadie me devolvía las llamadas"

Llegué a tener tanto trabajo que no me podía dormir. Trabajé como una bestia. Estuve siete años sin fines de semana ni vacaciones; recuerdo un 24 de diciembre, en Navidad, estar trabajando. Hasta un día de mi cumpleaños que había quedado con amigos en un restaurante y tener que avisarles que cenaran ellos, que los invitaba, pero me tenía que quedar grabando, y que después de cenar se vinieran al estudio a brindar mientras yo seguía a lo mío.

Si bien la época de Tequila fue de muchísima actividad, no era consciente de que fuera trabajo; era una responsabilidad y era una actividad que no paraba y era agotadora, pero con esta nueva ocupación me di cuenta de la capacidad de trabajar que tenía y no lo sabía. Así estuve años.

Fue como decir: "Voy a recuperar todo el tiempo muerto, perdido en la inactividad". O como: "¿Estabais preocupados por mí porque no daba un palo al agua?, ¡ahora veréis de lo que soy capaz!".

La productora se convirtió en una compañía top. Empezaron a aparecer los discos y entonces hacía jingles y discos, con lo cual, más trabajo. Los discos comenzaron a tener éxito y las compañías discográficas me encargaban proyectos constantemente. De repente, me encontré en la cima de mi carrera como productor y aunque tenía signos de agotamiento por lo que llevaba detrás esos años, me dije a mí mismo: "¡No te relajes!". Después de lo que me había costado, no podía soltar el pie del acelerador. Así que pasé muchos años más inmerso en un trabajo intenso, levantándome por las mañanas con un suspiro y yendo directo al estudio, donde me encerraba hasta altas horas de la madrugada. Pasaba unas dieciséis horas al día trabajando, sin descanso.

Aunque producir música no era lo mismo que componer, cantar y hacer giras, descubrí que me encantaba. Era un proceso increíblemente creativo. Aprendí a sacar lo mejor de los artistas con los que trabajaba. Me convertí en un verdadero profesional de la producción. Recuerdo algunos discos en particular que fueron experiencias increíbles, como mi trabajo con M-Clan o Joaquín Sabina. A veces también me tocaba trabajar en discos que no eran de mi gusto personal, pero aprendí a dejar de lado mis preferencias y hacer mi trabajo lo mejor posible durante el proceso de grabación, producción y postproducción. Establecía la dirección creativa del álbum, la estructura de las canciones, la instrumentación y demás, y luego supervisaba el proceso para asegurarme de que todo estuviera en su lugar. Aprendí a hacer equipos y delegar. No tenía que estar presente al cien por cien en todo momento, pero el producto final siempre llevaba mi sello y tenía mi aprobación.

Con la publicidad hice lo mismo.

Cuando me empezó a ir mejor con los discos, me fui deshaciendo de la parte publicitaria, que ya me tenía un poco quemado. Y seguí con los discos a tope; hice muchos. Produje más de doscientos cincuenta, que se dice rápido, pero el trabajo y el tiempo que lleva todo eso son años.

Hubo un momento de: "Si Alejo produce tu disco, seguro que lo vendes". Creo que eso fue porque el porcentaje de aciertos fue muy alto. Como productor, siempre he mantenido una mente abierta y he tratado de rescatar a artistas que estaban pasando desapercibidos, ayudándolos a conectar con el gran público. En todo momento he
confiado en mi instinto para saber qué puede gustarle al público en general, y eso lo aplico tanto a mi propia música como a mi trabajo como productor.

placeholder Alejo Stivel en la actualidad (JEOSM)
Alejo Stivel en la actualidad (JEOSM)

M-Clan era un grupo de buenísimos músicos y un fabuloso cantante, pero no vendían y ya habían hecho dos discos y la compañía me llamó para decirme que le querían dar una última oportunidad. No entendían por qué, si eran tan buenos, el público no los acompañaba. Me trajeron las canciones que tenían para grabar, unas veinte, y no encontré ninguna que dijera que podía cambiar la situación. Solo un estribillo de aquí y una estrofa de allá... Me miraron mal. Temí por mi integridad física. Son tipos muy altos y muy fuertes.

Entonces me fui a verlos a Murcia y después de una charla muy larga, les dije que teníamos que arrancar de cero. Pensé que no salía vivo cuando les solté que sonaban como una especie de imitadores de los Black Crowes. A su cantante, a Carlos, le dije que era el mejor cantante de rock de habla hispana, cosa que todavía pienso, pero nadie lo sabía porque aún no había encontrado su registro. Su verdadera voz.

Trabajamos un año en las canciones. Ellos ya querían entrar a grabar y yo me negué. Hicimos un trabajo muy largo y muy detallista de reconversión del grupo hasta que encontramos el punto y nos metimos a grabar.

Cuando estábamos terminando les dije que faltaba una canción; tenían temas buenísimos, pero pensaba que debíamos hacer una versión (un cover) para romper en la radio. Una canción que hubiera sido un hit probado hace años.

Me contestaron que ellos no eran un grupo de versiones y que de ninguna manera. Utilicé todas mis armas de convicción y lo logré. Elegimos "Serenade" de Steve Miller Band que aquí fue "Llamando a la Tierra", y desde el minuto uno que empezamos a montarla dije "Aquí está el hit". Con esto el grupo va a explotar.

Y así fue.

Recuerdo la cara de Ricardo, el guitarrista, según íbamos grabándola, sonriéndome, como diciéndome: "Con esta salimos adelante".

"Como productor, hay que saber ceder el espacio y motivar a otros para que brillen. Estás ahí para servir al artista"

Carlos me dijo que si pasábamos del disco de oro (cincuenta mil copias vendidas en esa época) se tatuaba mis iniciales. Ellos habían vendido muy poco del anterior. Vendimos doscientos mil. En su tobillo pone A.S.

Luego, en el siguiente, le propuse que hiciera una canción con nombres de ciudades en el estribillo. Hizo una canción magnífica con esa premisa: "Souvenir".

Carlos Tarque, además de ser un hermano para mí (hemos pasado las mil y una juntos y es la persona con quien más me puedo reír), es, sin duda, no solo el mejor cantante de rock en español, sino un gran músico y compositor.

Como productor, hay que saber ceder el espacio y motivar a otros para que brillen. Estás ahí para servir al artista, para sacar lo mejor de él. Es crucial crear un ambiente donde se sienta cómodo y protegido para poder sacar lo que tiene dentro.

Después de Tequila, en 1984, me encontré en medio de un maremágnum de emociones. Después de casi siete años de trabajo constante, estaba agotado y necesitaba un respiro. Para mí era muy extenuante, tanto los conciertos en donde desplegaba una energía brutal como después toda la presión de la relación con la discográfica que era superestresante. Acabé, tras esos años, muy quemado, física y moralmente. Además, había terminado mi relación con una novia. Todo sucedió al mismo tiempo, dejándome un poco desorientado sobre qué hacer a continuación. Así que decidí tomarme un tiempo fuera de España.

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