Es noticia
Taylor Swift, Florentino y Pola de Siero: la clave de la política contemporánea
  1. Cultura
análisis

Taylor Swift, Florentino y Pola de Siero: la clave de la política contemporánea

La popular artista, el estadio del Real Madrid y la pequeña ciudad asturiana, como otras del norte de España, trazan una línea que refleja claramente las perturbaciones ideológicas en Occidente

Foto: Un 'David' dibujado en una pared de Pola de Siero. (EFE/Eloy Alonso).
Un 'David' dibujado en una pared de Pola de Siero. (EFE/Eloy Alonso).
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Los vecinos de las viviendas cercanas al Bernabéu se han quejado de las molestias que les causaron las actuaciones de Taylor Swift, pero esto no ha hecho más que empezar. Llega la temporada de conciertos en el estadio del Real Madrid, el próximo el de Duki. Los ingresos para el Real Madrid de Florentino Pérez y para los organizadores de los conciertos van a ser sustanciales (la de Taylor Swift va camino de ser la gira más lucrativa de la historia), y los problemas para los residentes en el barrio también.

No es una cuestión localizada y ocasional, sino que forma parte de una dinámica general, que enfrenta las necesidades de los territorios y de sus habitantes, en este caso de un barrio, con las de los negocios de masas, que requieren de espacios dedicados a la rentabilidad y desposeídos de otra vida que no sea la del consumo. Cada vez más zonas céntricas de la capital de España son lugares sin alma, un decorado para la generación de beneficios. Si quieren referencias al respecto, lean El malestar de las ciudades, de Jorge Dioni López, El corazón del presente, de quien esto firma, o el libro de Fernando Caballero, Madrid D.F., que publicará Arpa este año.

Sin embargo, dentro de esta tendencia general, el barrio del Bernabéu cuenta con un elemento específico. Está poblado por personas con alto poder adquisitivo, muchos de ellos profesionales liberales, y cuentan con recursos y conocimiento para defenderse. Eso les permite ser más combativos. Sin ir más lejos, ganaron un procedimiento judicial al Ayuntamiento de Almeida para anular el proyecto de dos parkings y un túnel en la zona. Es probable que eso no detenga nada, pero al menos, están dando la batalla.

Ambas cosas muestran, mucho más de lo que parece, un momento importante en la política contemporánea, y dice mucho de los nuevos caminos que está siguiendo, también en cuanto a sus protagonistas.

1. Las dos tendencias que se disputan el poder

En una ciudad del norte de España conocen bien estas dinámicas. La representación política en su ayuntamiento está compuesta por los habituales partidos nacionales y por uno regionalmente fuerte, como en muchos otros lugares, pero la brecha que los divide está conformada por dos tendencias que están disputándose el poder real. Por una parte, la vieja burguesía comercial e industrial, ligada al tejido productivo de la ciudad, que está en declive, pero que aporta buena parte de los puestos de trabajo y que da servicio a los habitantes de la ciudad. Por otra, está el sector hostelero y el de la construcción, cuya agenda ha quedado ligada al turismo y a los procesos especulativos, y que está en auge, puesto que la ciudad atrae a cada vez más visitantes, pero también compradores de segundas residencias, frecuentemente madrileños, que la eligen por su benigno clima veraniego.

La idea que ambas fuerzas tienen de cómo debe ser una ciudad es muy distinta. La burguesía comercial e industrial quiere evitar que se convierta en un monocultivo del sector turístico, y plantea modelos en los que las instituciones públicas intervengan para limitar los pisos turísticos, apoyen al comercio local y mantengan la actividad industrial existente. La otra facción busca transformar la ciudad a través de la libertad de horarios, la promoción del mayor número posible de eventos y la ampliación de las épocas festivas para que el turismo sea mayor.

El presente político reúne a quienes defienden las necesidades del territorio y de sus habitantes frente a las necesidades del negocio

Esta pelea no tiene un reflejo diáfano entre las fuerzas políticas, aunque sí se estén dibujando tendencias. La ciudad es Gijón, y allí gobierna Carmen Moriyón, de Foro, que es el partido que más está apoyando a la burguesía comercial e industrial. El PP está más del lado de la hostelería y la construcción, y el PSOE hace equilibrios entre unas, otras y sus votantes tradicionales, que provienen de los sindicatos y de las asociaciones de vecinos. Estos últimos colectivos, por otra parte, cada vez más se acercan a la burguesía comercial e industrial, ya que comparten intereses, en cuanto a la defensa del tipo de trabajo y de la forma de vida.

Esta cercanía dibuja también un futuro político, en la medida en que reúne a quienes defienden las necesidades del territorio y de sus habitantes frente a quienes anteponen las necesidades del capital. La iniciativa Xixón en Marcha, que se celebró el pasado jueves, cumple esa función de aliar fuerzas que tejan propuestas para la ciudad que no pasen por el ladrillo y el turismo.

2. Los "paletos de ciudad" y los vecinos pobres

Estas tensiones entre territorio y rentabilidad tienen expresiones diferentes según los lugares, y un buen ejemplo es Pola de Siero. En la localidad asturiana se está librando otra de esas batallas a raíz de la instalación de un gran hipermercado Costco. Una de las mayores reivindicaciones de los industriales y comerciantes es la de reducir el espacio a las firmas de contenedor (Amazon, Uber o Airbnb), así como a las grandes empresas y franquicias. En Gijón, Starbucks inaugurará este verano su segundo local en Asturias, tras el instalado en Oviedo. El anuncio no ha generado mucha expectación: "Todos sabemos que tomarse un café en Starbucks es de paletos de ciudad. Hay sitios aquí donde tomar un café mejor y más barato", afirma uno de los participantes en Xixón en Marcha.

En este contexto, y como era de esperar, la intención de Costco es combatida firmemente por los comerciantes asturianos, dada la concentración de ventas que puede generarse. En Francia o en EEUU, entre otros países, la instalación de grandes superficies internacionales en las provincias ha llevado al declive inevitable de las tiendas locales y ha perjudicado a su tejido laboral.

Pola de Siero dista mucho de ser Madrid, pero la dinámica es parecida. Su crecimiento puede implicar el empobrecimiento de los vecinos

La instalación de Costco en Pola de Siero tiene un escollo jurídico: se debería modificar la ley del suelo para que la empresa pudiera construir su centro, ya que la actual no lo permite. Hay una batalla política que ha movilizado también a sindicatos como Comisiones. El alcalde, Ángel García, del PSOE, es favorable al proyecto, ya que la localidad asturiana cuenta con una gran ventaja: está situada en un lugar relativamente céntrico dentro de su comunidad y cuenta con buenas comunicaciones. Constituye un emplazamiento atractivo para la logística de las grandes empresas, como Amazon, y para los centros comerciales. Obramat (antes Bricomart, especializado en materiales de construcción) quiere instalar allí un centro, pero no se lo permiten las actuales normas. Y Decathlon pretendió situar una macrotienda, pero no lo consiguió por la misma causa. El alcalde, del que se especula que pueda abandonar su partido y montar uno propio, está intentando que su ciudad crezca a partir de la promoción de este tipo de iniciativas, que son combatidas por los comerciantes y los industriales.

En este caso, la prioridad de un territorio choca con los colindantes, en la medida en que el desarrollo por esta vía de Pola de Siero supondría la absorción de recursos de otras zonas de Asturias: el tipo de negocios que allí se instalan son mucho menos productivos para la comunidad. Pola de Siero dista mucho de ser Madrid, pero la dinámica de crecimiento es parecida, dentro de su tamaño. Su auge significa el empobrecimiento de los vecinos.

Es un ejemplo más de que la lógica política se está desplazando, porque la variable tradicional izquierda/derecha no está en el tablero como el principal elemento: priman los elementos territoriales, y la división política principal reside en esa defensa de distintos intereses en cuanto a tipos de trabajo y formas de vida. Esta ruptura, sin embargo, no se ha trasladado claramente a los partidos. No hay formaciones que se posicionen inequívocamente de un lado o de otro, y tampoco utilizan ese marco de manera explícita en sus programas. Sin embargo, sí están produciéndose desplazamientos evidentes, ya que clases sociales distintas están coincidiendo en intereses, de forma que el hostelero de barrio, el comerciante o el industrial encuentran aliados en vecinos y sindicatos a la hora de defenderse del crecimiento amparado en grandes empresas, franquicias y constructoras.

Foto: "Que no dé al estadio y con garaje". Vender piso frente al nuevo Bernabéu, casi imposible. (iStock)

Un asturiano del ámbito progresista, que prefiere permanecer en el anonimato, por si los suyos le causan problemas, señala que la izquierda debería "hacer esta lectura del conflicto en el poder y darse cuenta de las nuevas alianzas que se pueden tejer con otros sectores sociales; esto marcaría un camino político".

3. El dinero o el territorio

La variable territorial ha dado forma a la política nacional e internacional en los últimos años, desde partidos locales como Bildu o BNG hasta las formaciones de la extrema derecha europea, y es un hecho que no termina de constatarse. Tampoco las posibilidades y las derivas políticas que contiene.

Las consecuencias negativas de la economía están generando muchos más descontentos y con mayor poder, por lo que hablan mucho más alto

Una de las contradicciones más interesantes es la que genera entre clases sociales con poder, como le ocurre al Bernabéu con sus vecinos, o a las distintas clases de burguesía en Gijón. Recordemos que las últimas décadas han sido las de la globalización feliz, en las que el poder del capital ha funcionado por encima de los territorios, por lo que es lógico que las resistencias hayan regresado en forma de reivindicaciones locales o nacionales, y sean apoyadas en buena medida por personas con recursos que perciben claramente cómo las prácticas de los últimos años les están perjudicando. Mientras la deslocalización y la búsqueda de la máxima rentabilidad afectaba solo a los trabajadores, era justificada porque resultaba más eficiente y generaba precios más baratos, pero ahora que sus consecuencias negativas ya se han extendido a otras clases sociales, los descontentos son muchos más, tienen más poder y se les escucha con más fuerza.

Esa contradicción entre el territorio y el capital también cuenta con enormes consecuencias en el plano internacional y conduce hacia otro nivel. En el Sur Global no parece haber discusión. China, Rusia, Brasil, India, Turquía, Arabia Saudí o Sudáfrica, entre otros estados, incluido Israel, han apostado por operar en términos estatales y trazan alianzas con el capital, o lo subordinan al interés nacional, al tiempo que impulsan las relaciones comerciales que les resultan favorables. En Occidente hay más dudas porque se creyó firmemente en la bondad del orden basado en reglas, lo que hace necesario más tiempo para que el ajuste mental se produzca, pero también porque las contradicciones son mayores.

Foto: El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida (i), y el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez. (EFE/J.J. Guillén)

El caso más evidente es Alemania, que tiene varias opciones a la hora de encarar el futuro, pero todas dudosas. Debe optar entre apoyar su industria, que es la que le ha otorgado, junto con el euro, una posición de privilegio, o apostar por el capital. Si elige la segunda posibilidad, elimina su espacio de ventaja. Si opta por la primera, tendrá que aportar ayudas de Estado para la gran industria, con lo que eso supondría de cambio de reglas para el resto de la UE. Al mismo tiempo, trata de mantener abierta la globalización y su relación con China, justo a lo que se opone EEUU. Mantiene una postura incómodamente dubitativa sobre la necesidad de impulsar el mercado único y el mercado de capitales. Y, por si fuera poco, le sería muy conveniente llegar a buenos términos con Rusia para seguir contando con su gas barato mientras hace la transición, pero eso parece muy improbable ahora, y más dada la oposición de Washington. La ligazón de Alemania con el ámbito financiero y militar estadounidense y con la industria china, y su indefinición respecto del papel que debe jugar en la UE, está generando muchas tensiones internas, también con su Mittelstand, ese conjunto de pequeñas y medianas empresas industriales que son su gran fuerza.

4. El enredo estadounidense

Sin embargo, el caso más complicado de resolver es el de EEUU, y el hecho de que sea el país hegemónico lo vuelve aún más difícil. Entre sus élites hay lógicas enfrentadas, dado que deben elegir entre los beneficios que el capital, fundamentalmente financiero, les aporta, y las necesidades de su Estado a la hora de hacer frente al gran competidor que es China.

La mayor debilidad estadounidense proviene de su dependencia del exterior en toda clase de manufacturas, incluidas las tecnológicas, hasta el punto de que ha tenido que impulsar la fabricación autóctona de chips. Esa posición dependiente también se da en el ámbito bélico, ya que ni siquiera es capaz de producir munición y armas para abastecer a Ucrania e Israel, sus aliados en las dos guerras en curso. Los militares estadounidenses han alertado repetidamente de esta vulnerabilidad, sin demasiada suerte. Además, la fabricación nacional no solo es escasa, también ineficiente: Boeing es un ejemplo más de cómo la obsesión por lo barato ha acabado creando deficiencias en el funcionamiento de sus aviones, a veces con graves repercusiones. De fondo está el hecho estratégico: si un país hegemónico no produce, pone todas las bases para dejar de serlo, y más aún cuando ha dejado la fabricación en manos chinas (y todo para que Wall Street recogiera los dividendos).

Los precios baratos están desapareciendo. Ni siquiera las hamburguesas en EEUU (como los kebabs en Alemania) lo son ya

La otra gran debilidad estadounidense es la interna. Décadas de deterioro de sus clases medias provocan que la inflación ahora sea particularmente dañina, en la medida en que su población estaba ya suficientemente presionada por los costes de los bienes básicos como para aguantar otro embate. Todo aquello de los precios baratos, justo la ventaja que parecían tener los intercambios globales, está desapareciendo. Ni siquiera las hamburguesas (como los kebabs en Alemania), lo son ya. La inestabilidad que causa la pérdida de un horizonte vital estable puede comprobarse día tras día en la política estadounidense.

A pesar de todo eso, la mayor parte del establishment de Washington apuesta por conservar el régimen de la globalización, solo que con una presencia militar más fuerte. Mantener el sistema económico en una línea similar a la vieja globalización requiere de una derrota rusa, de la contención a Irán y de volcar más recursos en el Pacífico. Recordemos que la globalización, la era de la paz mediante el comercio, lo ha sido de guerras continuas: en los Balcanes, en Afganistán, Irak, Libia, Siria, y ahora Ucrania y Gaza. El militarismo ha sido la otra cara del orden basado en reglas, y lo continuamos presenciando.

En este contexto, a EEUU le beneficiaría enormemente la recuperación de su industria, lo que solo podría producirse con la adopción de medidas proteccionistas fuertes, cuando no muy fuertes. Robert Lighthizer, consejero de comercio de Trump en la presidencia de 2016, y un nombre que se da como fijo si regresara al poder, ya ha hecho público su contundente plan al respecto. Biden ha dado pasos en esa dirección, pero limitados y acotados al área de los chips y de la tecnología verde.

"Wall Street y el 'establishment' de la política exterior estadounidense se opondrán a esas medidas de cambio ferozmente"

Ese camino, sin embargo, no puede seguirse sin adoptar una decisión indeseada para buena parte de sus élites, la de reorientar decididamente su economía desde lo financiero hacia lo productivo. Proporcionaría una ventaja estratégica adicional, ya que elevaría el nivel de vida de las clases trabajadoras, de las medias y de las medias altas estadounidenses, y sería fructífero para sus pequeñas y medianas empresas, así como para las arraigadas en el territorio, con independencia de su tamaño. Eso supondría mayor estabilidad interna, por no hablar de las ventajas militares y de las vulnerabilidades que cerraría no depender de otros países para el abastecimiento en materias esenciales (muchos de los principios activos de sus medicinas se fabrican en China, sin ir más lejos).

5. El dilema

Este giro, como es natural, resulta incómodo para los ganadores de la globalización. Lo explica bien el economista Michael Pettis, que ha defendido desde hace tiempo políticas industriales y comerciales que reactiven la industria manufacturera de su país: "Beneficiarán a los trabajadores, las empresas y la clase media estadounidenses, pero Wall Street y el establishment de la política exterior se opondrán a ellas ferozmente. Wall Street se opondrá especialmente, entre otras cosas, porque significará una disminución del papel internacional del dólar estadounidense y el fin del papel del sistema financiero estadounidense como acomodador de último recurso del exceso de ahorro global".

En el fondo, el dilema estadounidense es el mismo que el de Gijón, y tiene que ver con la naturaleza de la economía elegida. El territorio, el barrio, la ciudad, el Estado, ¿deben ser espacios que se adecúan para la extracción de rentas o deben convertirse en productivos? ¿Deben tener economías concentradas en muy pocos actores o deben promover una amplia pluralidad de ellos? ¿Deben generar estabilidad vital para sus poblaciones o es preferible la agitación de 'el ganador se lo lleva todo'?

Son preguntas que atraviesan el eje territorio/capital sobre el que se asienta la política y que se resuelve mediante una decisión: todo depende de si la economía productiva manda sobre la financiera o de si ocurre al revés. Mientras tanto, las perturbaciones prosiguen, y están teniendo consecuencias ideológicas y electorales significativas. Cuando no solo las clases trabajadoras y medias se ven presionadas económicamente, sino que la desazón alcanza a escalones superiores, suele ser señal de que las tensiones van a ser mucho más profundas, como estamos viendo en todo Occidente.

Los vecinos de las viviendas cercanas al Bernabéu se han quejado de las molestias que les causaron las actuaciones de Taylor Swift, pero esto no ha hecho más que empezar. Llega la temporada de conciertos en el estadio del Real Madrid, el próximo el de Duki. Los ingresos para el Real Madrid de Florentino Pérez y para los organizadores de los conciertos van a ser sustanciales (la de Taylor Swift va camino de ser la gira más lucrativa de la historia), y los problemas para los residentes en el barrio también.

Taylor Swift Asturias
El redactor recomienda