Es noticia
La gente que ha visto más de 50 veces a Springsteen explica por qué no tienen suficiente
  1. Cultura
"TU VIDA FRENTE A TUS OJOS"

La gente que ha visto más de 50 veces a Springsteen explica por qué no tienen suficiente

Esta semana, el músico estadounidense dará cinco conciertos más en España. Intentamos explicar por qué cuantas más veces lo ven sus fans, más necesitan volver a verlo

Foto: Springsteen en Barcelona, el año pasado. (Reuters/Albert Gea)
Springsteen en Barcelona, el año pasado. (Reuters/Albert Gea)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Esta semana, Bruce Springsteen superará la barrera de los 50 conciertos en España. La mayoría de ellos, con la E Street Band, además de contadas apariciones en acústico, con la "otra banda" o la Seeger Sesions Band. Alrededor de 250.000 entradas para cinco conciertos en Madrid y Barcelona que se agotaron al momento, pero podrían haber sido muchas más: la demanda no se acaba. Una situación muy distinta a la de EEUU u otros países europeos, donde le resulta cada vez más complicado llenar grandes recintos.

Muchos de los que presenciarán estos conciertos en el Metropolitano y el Estadio Olimpic Lluis Companys repetirán varias noches para seguir marcando casillas en su marcador particular. Buscando tal vez una canción olvidada que nunca han oído, ese concierto irrepetible que pasará a la historia o, simplemente, reencontrarse con viejos amigos. Muchos de los que ocupen las filas delanteras han visto a Springsteen decenas de veces. Unos pocos estuvieron en el primer concierto de 1981, otros se fueron subiendo al carro en 1988, 1992 o 1999, o tal vez en algún momento de los últimos 15 años.

"Lo que me mueve ahora es el agradecimiento: me ha ayudado en muchos momentos de mi vida", explica María Monje (48 años), que el mes pasado en Cardiff sumó su concierto número 56. En las próximas semanas añadirá diez más, incluidos viajes a Suecia o Noruega. "Me gustan muchas bandas, pero Bruce es como de la familia, tiene una forma de dirigirse a nosotros que hace que parezca que te habla a ti". Se trata, sobre todo, de gratitud: "He crecido con él", explica. "Empecé a seguirlo con ocho años y me ha acompañado desde entonces".

La cuenta de Salvador Trepat, que ha llevado desde hace décadas Point Blank, una revista dedicada a Springsteen, casi alcanza los 200 shows desde aquel primer concierto de 1981. "Me pregunto si a los que van a misa, a la playa, al fútbol o a tomar un carajillo cada domingo también les preguntan o llevan recuento", argumenta. "Seguro que sus cifras superan en mucho a los que vamos a conciertos (y no solo de Springsteen). Creo que lo nuestro es más sano y divertido (y nunca pierdes)". Su explicación es sencilla. "La emoción crea adicción, como pasa con los fans de la ópera, Dylan o los incansables Rolling Stones", responde. "El tiempo es limitado, y mejor aprovecharlo con cosas emocionantes como esta".

"Hay algo en la sensación de que esto se acaba, que me genera la necesidad de ir"

Este año, esa sensación de que las oportunidades para verlo van a ser cada vez menos, añade un factor adicional. "Después del 2016, me dije que no volvería a verlo en un estadio", añade Jesús Jerónimo (52 años), responsable del pódcast No Surrender junto con Trepat, que cuenta con "entre 50 y 60 conciertos" a sus espaldas a los que va a añadir cuatro más esta semana. "Hay algo en el tono que le está dando a los conciertos de que esto se acaba que me genera necesidad de ir: si me dices antes de la pandemia que lo iba a ver cuatro veces respondería que ni de broma, pero hoy me genera una emoción mayor, es como ver a los últimos de una especie".

Los conciertos de Springsteen se caracterizan por su longitud maratoniana. Raro es el que baja de las tres horas: el del Santiago Bernabéu de 2012 es uno de los más largos de su carrera, con tres horas y cuarenta y tres minutos. Como ocurre con Taylor Swift, no es artista de un único hit. Nadie compra una entrada simplemente para escuchar Dancing in the Dark, Born to Run o Born in the USA. Se trata, más bien, de una mezcla de nostalgia, comunidad y completismo, de ritual que puede acabar cualquier día, que explica por qué sigue moviendo masas a pesar del declive de su influencia cultural.

1. Cada noche es (más o menos) distinta

La ley de los rendimientos decrecientes sugiere que el aumento en un factor productivo provoca que el ingreso marginal sea cada vez menor. En otras palabras, cada nuevo show aportaría menos (felicidad, sorpresa, novedad) a sus asistentes, por lo que tendría menos sentido gastar dinero en una entrada. Sin embargo, para muchos ocurre lo contrario: cuantas más veces, más ganas de volver a verlo.

En sus más de 50 conciertos españoles, ha interpretado en total 1.333 canciones, 206 de ellas distintas, según los datos de Mybosstime. Algunas de ellas por primera y última vez en su carrera, como Spanish Eyes en 2012. Todos los fans tienen uno o varios santos griales que han perseguido por varios continentes. Trepat, por ejemplo, querría escuchar Janey Needs a Shooter, una canción de los setenta que no ha llegado a debutar en directo. Monje disfrutó al escuchar por primera vez If I Was the Priest, otra canción escrita hace más de 50 años y rescatada recientemente.

Jerónimo sugiere lo opuesto, teniendo en cuenta que Springsteen tiene 74 años: el ritual ha sustituido a la novedad. No se trata tanto de escuchar alguna canción nueva como de volver a vivir lo vivido, tal vez por última vez. "Tuve la obsesión con New York City Serenade, pero se me ha pasado el coleccionismo", explica. "Lo que me apetece es revivir algún momento, como Racing in the Street, que la he oído seis o siete veces, pero cada día me gusta más". Springsteen visitó tan a menudo España entre 1999 y 2016 que los fans llegaron a aburrirse de algunas canciones. Ahora cualquier Youngstown puede ser el último.

"Aunque los 'shows' sean previsibles, en todos hay un momento que te llega muy dentro"

No se trata tanto de una cuestión de repertorio como que en todos los conciertos ocurre algo inesperado. En ocasiones, el ambiente es más festivo. Otras le puede dar por experimentar con canciones menos conocidas. Incluso un Springsteen de mal humor puede ofrecer un concierto más rockero. El fan y sus circunstancias también cambian. Jerónimo explica que a su hijo le gusta mucho Ghosts desde que tenía dos años, así que aunque la canción no le dice demasiado, le emocionará escucharla. "Aunque los shows sean previsibles, en casi todos hay un momento que te llega muy dentro", añade.

Ignacio Julià, crítico musical, fundador de la revista Ruta 66 y autor de libros como Bruce Springsteen. Promesas rotas —primera biografía del artista en castellano—, es más crítico. "Aparte de ridículo, es un hobby carísimo", valora. "Sé de gente que compró diez conciertos de esta gira europea, en distintas ciudades". Un dineral si le sumas viajes y estancias, añade. El crítico no cree que haya tanta diferencia entre conciertos. "Lo peor es que vistos dos, vistos todos, pese a la aparición de canciones sorpresa en cada cita", añade. "Me parece un fanatismo absurdo, en especial teniendo en cuenta que la mayoría del público solo conoce a Springsteen y poco más de la historia del rock’n’roll". Para él, el músico fue "un guía, un amigo que señalaba el camino". Ahora lo ve como "el CEO de una gran corporación".

Parte de razón no le falta. Hay canciones que van a sonar casi seguro, como Born to Run, un clásico en todas sus apariciones al principio de los bises; Badlands, que ahora cierra los conciertos aunque durante años fue elegida para abrirlos, como en la gira de 2012; Bobby Jean, porque el público reacciona muy bien y a Bruce le gusta ver a decenas de miles de españoles moviendo los brazos a la vez; The Promised Land, la canción que debería escuchar cualquiera que quisiera saber quién es Bruce Springsteen; o The River, que raramente falla. Un caso especial es el de Dancing in the Dark, desterrada durante muchos años hasta que volvió para quedarse como una de las últimas canciones de cada velada.

2. Tu vida contada en tres horas

Julià vio y entrevistó a Springsteen en el primer concierto en el Palau d’Esports de Barcelona, en aquel lejano abril de 1981. En sus textos de la época incidía en la capacidad del artista para contar una historia a lo largo de las tres horas de concierto, con momentos de intensidad y de diversión, mezclando drama, comedia y humor, pasando de las historias sobre la clase trabajadora posindustrial a las canciones festivas sobre playa, coches y chicas como las dos caras del mismo disco.

Algo que sigue siendo cierto, como se refleja en su repertorio. Los datos recogidos de Spotify muestran bien cómo fluyen los conciertos de Springsteen. Primero, un arranque enérgico que suele corresponder a canciones más cortas y directas, como No Surrender, Out in the Stret o Prove It All Night. Más tarde, una pequeña sima con medios tiempos como Promised Land o baladas como The River, además de alguna rareza. Después, un pequeño acelerón antes de que caiga alguna de esas obras épicas que labraron su fama, como Backstreets o Racing in the Street, que anteceden un set más o menos fijo formado por clásicos, de Because the Night a Thunder Road. Los bises, por fin, son una barra libre. Era así hace 40 años y sigue siendo así hoy, aunque su repertorio hoy sea más bailable y positivo.

"Como me dijo su manager, Jon Landau, horas antes de aquel concierto barcelonés de 1981: 'Hace las cosas muy lentamente, porque para él hacer un disco no es reunir una colección de canciones, sino una obra única y completa en sí misma, como quien escribe una novela, una sola cosa, una sola idea'", rememora Julià. "Lo mismo un concierto, que estructura como espectáculo del que puedan extraerse reflexiones y convicciones".

Su actual gira está construida alrededor del tema que articula su último disco, Letter to You: la mortalidad y la despedida de los seres queridos de un artista que perdió a su madre a principios de año y que ha visto caer a miembros de su banda como el saxofonista Clarence Clemons o el teclista Danny Federici. Una temática que se refleja en ese set central en el que las revoluciones bajan antes de la fiesta final e interpreta canciones como Last Man Standing o Backstreets.

3. Viajando por toda España (o por el mundo)

Springsteen ha tocado a lo largo de más de 40 años en 15 ciudades distintas de toda España —incluyendo Las Palmas de Gran Canaria, un destino poco habitual en esta clase de giras—. Eso son muchos viajes, mucho tiempo y muchas vacaciones empleadas en seguir a Springsteen. "Cuando llevas 40 años detrás de él, pues te salen novios, amigos…", bromea Monje, que lo vio por primera vez en el Vicente Calderón en 1993. "Cada gira te pilla con una edad y en un momento diferente de tu vida".

Monje podría pasar horas contando historias asociadas a los conciertos de Springsteen. Como cuando conoció a Pat Riley, exentrenador de Los Angeles Lakers y los Miami Heat, en un concierto en Nueva York en el que también terminó bailando con la modelo Christine Turlington. O el año pasado en París, donde llegó sobre la bocina y terminó viendo el concierto con una familia francesa que la acogió como una más. O el día que el propio Springsteen le preguntó en la piscina de su hotel sevillano cómo era Benidorm. Este año ha convencido a tres jefes para que vayan al concierto: "Cuando va alguien por primera vez te encanta y te genera tanta alegría que alguien pueda sentir lo que tú sientes", explica. "Bastaría con que lo disfrutases, pero hay algo que te empuja a compartirlo".

Decenas de conciertos compartidos con amigos, examigos, parejas, exparejas, compañeros, excompañeros y familiares que a lo largo de la década han generado multitud de recuerdos. Muchos, como Jerónimo, han hecho amigos (y más) a partir de su afición. "Han pasado 25 años y sigo siendo amigo de Salva o Jaume", explica. "Son muchos años y mucha gente". El propio Trepat admite que, aunque en su caso la música es la prioridad por encima de otros factores ("incluido el propio artista"), también pesan "los viajes y los amigos": "Se crean vínculos fuertes, sin duda".

Un recuerdo que Jerónimo se llevará a la tumba es el del concierto acústico del Royal Albert Hall de Londres en 1996. Consiguió entrada mientras hacía su Erasmus en Londres y gracias al famoso "hombre de negro" —que selecciona a fans de todo el recinto para colocarlos en primera fila con el objetivo de evitar que estos estén siempre ocupados por los que más pagan— consiguió sentarse a unos palmos del escenario. Al final del concierto, recuerda: "Me quedé con una chica que conocía y el tío volvió a salir, estuvimos saludándolo, hablando con él, algo así a los 24 años es la hostia".

4. Una experiencia iniciática: 1981

Quizá, gran parte de la fama de Springsteen en nuestro país se deba a la alargada sombra de aquel concierto inaugural de 1981 que dio nacimiento a un mito que solo ha crecido con cada nueva visita del cantante. Aquella semana, la misma en que The Clash tocó en Barcelona, fue para la generación nacida en los 50 una revelación que les cambió la vida para siempre. "Fue el detonante y muy revelador, sin duda", responde Trepat. "Una de esas cuatro o cinco cosas que te marcan y nunca olvidas".

"Sus conciertos se han convertido en nostalgia retransmitida por pantallas de vídeo"

"Aquel 21 de abril, Springsteen ofreció una espectacular demostración de todo lo que el rock todavía podía ofrecer", rememora Julià 43 años después. "Una comunión enriquecedora con el público, una eufórica andanada de potencia expresiva y algunas cargas de profundidad que llevaban a la reflexión. Pero, por así decirlo, todavía estaba todo por escribirse, faltaban años para el bombazo de Born in the USA. Los fans de generaciones posteriores tienen aquella velada mitificada como una especie de santo grial que jamás podrán vivir".

Aunque ha perdido la cuenta (¿una docena?), el crítico volverá a ver a Springsteen la semana que viene, a pesar de que lo que vio del año pasado en YouTube no le convenció. "Espero comerme mis críticas, pero no lo creo", concluye. "Aunque al final ganarán la emoción y la nostalgia. Que en eso se ha convertido uno de sus conciertos, pura nostalgia retransmitida por grandes pantallas de vídeo". Pero ahí estará, como otras 249.999 personas. Jerónimo recuerda una frase que escribió el propio Julià hace años para explicar por qué él piensa volver sin reservas: "Porque cada noche es como ver pasar tu vida delante de tus ojos".

Esta semana, Bruce Springsteen superará la barrera de los 50 conciertos en España. La mayoría de ellos, con la E Street Band, además de contadas apariciones en acústico, con la "otra banda" o la Seeger Sesions Band. Alrededor de 250.000 entradas para cinco conciertos en Madrid y Barcelona que se agotaron al momento, pero podrían haber sido muchas más: la demanda no se acaba. Una situación muy distinta a la de EEUU u otros países europeos, donde le resulta cada vez más complicado llenar grandes recintos.

Música Bruce Springsteen Rock
El redactor recomienda