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Tu cara me suena: por qué no dejamos de ver biopics de personajes famosos
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Tu cara me suena: por qué no dejamos de ver biopics de personajes famosos

Hollywood lleva un tiempo decantándose por las biografías cinematográficas: una apuesta segura que no requiere mucha financiación y produce grandes beneficios

Foto: Un hombre imitando a Donald Trump en el estreno de 'The Apprentice' en Cannes. (EFE/EPA/Sebastien Nogier)
Un hombre imitando a Donald Trump en el estreno de 'The Apprentice' en Cannes. (EFE/EPA/Sebastien Nogier)

"Hay en marcha un biopic de George Floyd", varios medios se hacían eco de esta curiosa noticia hace tan solo unos días. Floyd fue asesinado el 25 de mayo de 2020 después de que un oficial de policía de Minneapolis se arrodillara sobre su cuello y lo mantuviese nueve minutos esposado y boca abajo. Durante aquella agonía gritó "no puedo respirar", que se convirtió en eslogan del movimiento Black lives matter, el cual había surgido en 2013, tras los asesinatos de varios afroamericanos. Y ahora, la vida de Floyd (y, suponemos, su terrible final) llegará a la gran pantalla en un futuro cercano.

Hagamos un simple recuento de todos los proyectos que, o bien se encuentran ahora mismo en cartelera, o bien han pasado por nuestros cines o lo harán en el futuro: Amy Winehouse, Bob Marley, los primeros años de Donald Trump (el expresidente ya ha amenazado con que demandará al equipo detrás de la película), Eduard Limónov, Michael Jackson, Los Beatles, Bob Dylan (con un Timothée Chalamet al que las redes sociales, viendo las fotos del rodaje, no han dado el aprobado), María Callas, Frank Sinatra, Fred y Ginger, Bruce Lee, Leonardo da Vinci, Caravaggio, Marilyn Monroe, Elton John, Elvis, Robert Oppenheimer (por supuesto), Freddie Mercury, la emperatriz Sissi de Baviera... y la lista puede seguir.

¿Qué está pasando con los biopics? ¿Por qué de pronto todo el mundo tiene su biografía en pantalla grande?

En realidad, las películas biográficas se remontan a los inicios del cine. Si hay que establecer un primer biopic, deberíamos hablar entonces de Juana de Arco de George Meliès (1900), que no solo es la primera biografía llevada a la gran pantalla, sino también una de las primeras películas de la historia. En ella solo actuaron tres actores: Jeanne Calvière como Juana de Arco, el propio Meliès, interpretando hasta siete papeles diferentes y Jeanne d'Alcy, en un total de tres roles. Otros curiosos ejemplos, olvidados por el tiempo, son Edgar Allan Poe (1909) de DW Griffith —antes de estrenar El nacimiento de una nación—, que solo duraba siete minutos y le presentaba escribiendo su poema El cuervo, o las vidas y muertes de dos personajes famosos, ambos rusos: Pushkin y Pedro el Grande, ambos en 1910. Abel Glance dirigió Napoleón antes que Ridley Scott, en 1927.

Después llegarían algunas más cercanas a nosotros en el tiempo, como Ana Frank de George Stevens (1959) o la famosísima Lawrence de Arabia (1962) de David Lean. Ni siquiera el enfado de Trump tiene nada de novedoso: recordemos la legendaria humillación a William Randolph Hearst cuando Orson Wells decidió rodar Ciudadano Kane (1941). Y, por rizar el rizo, incluso el guionista de Ciudadano Kane, Herman J. Mankiewicz, tiene su propio biopic, que pasó sin pena ni gloria: Mank (2020).

'Bohemian Rhapsody' es la biografía musical más taquillera de todos los tiempos: recaudó 910 millones de dólares en todo el mundo

"La respuesta es dinero, siempre dinero", indica a este medio Jorge Clemente, catedrático de producción audiovisual en la Universidad Complutense. "Hay falta de ideas y es necesario recuperar la inversión realizada. Con las series está pasando lo mismo, mira la reina de Inglaterra. Al final los biopics se hacen en Hollywood, que tiene un mercado mundial, y luego ya se extienden a Europa y España. Como en la meca del cine hay un claro agotamiento de ideas, es un recurso muy fácil enganchar con las historias de la gente famosa que se convierten en héroes, ganan dinero o una guerra... siempre ha funcionado muy bien ahora que la gente busca referentes. A las productoras les compensa".

Según datos de Collider, para ser rentable, Oppenheimer necesitaba ganar al menos 200 millones de dólares en taquilla (recaudó 954 millones en todo el mundo, superando con creces la cifra esperada). Elvis (2022), recaudó 286 millones de dólares en todo el mundo, contra su presupuesto de 85 millones, además de ser la segunda película biográfica musical más taquillera de todos los tiempos solo por detrás de Bohemian Rhapsody (2018), que recaudó 910 millones de dólares en todo el mundo y le sirvió a Rami Malek para alzarse con el Oscar.

"Son ganancias muy sustanciales", explica Clemente. "Hablamos de personajes muy famosos y los chavales buscan referentes. España es otra cuestión porque la industria es distinta y no hay tantos recursos, pero está claro que la gente quiere historias para pasar el rato. Aunque los biopics en concreto sean malos, siempre van a hacer recaudación, dan mucho juego y vivimos en un momento de mucha cultura a la celebridad".

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'Oppenheimer' necesitaba ganar al menos 200 millones de dólares en taquilla (recaudó 954 millones en todo el mundo, superando con creces la cifra esperada).

El productor de cine Pau Brunet dice tener recuerdos de momentos similares en el tiempo, aunque con productos ligeramente diferenciados: "Son respuestas del mercado, películas que siempre serán económicas y factibles", señala. "Muchos estudios en Los Ángeles apuestan por el biopic porque quieren volver al producto especializado, un producto que es medio o medio bajo (de 25 a 40 millones de dólares de financiación) con actores conocidos. A este tipo de películas las caras famosas al estilo de Tom Cruise siempre dirán que sí, aunque sea por ganar el Oscar".

"Los estudios apuestan por el biopic porque quieren volver al producto especializado, un producto bajo, de 25 millones de financiación"

"Estas historias van del biopic al drama familiar, pero siempre con un presupuesto relativo (pequeño) y una apuesta por un nicho, además de opciones a que tengan premios. Son productos como The Holdovers (Los que se quedan), que tendrán un buen catálogo y aunque no hagan una millonada funcionarán a largo plazo. Es un poco el cine que se hacía en los 80 o 90 y que funciona siempre en las salas, porque se está apostando por un sector de la población concreto y está basado en figuras muy icónicas y conocidas para unas audiencias que querrán saber más sobre ellas", explica.

Es cierto que incluso los biopics llegan en ocasiones cargados de controversia, como en el caso de Amadeus (1984), que en su día fue criticado por exagerar la rivalidad entre Mozart y Salieri, o El Gran Showman (2017), en el que se evitaba convenientemente hablar de la polémica del empresario circense PT Barnum, que usaba esclavos en sus espectáculos. Pero, por lo general, funcionan y suelen ser el camino más rápido en la carrera hacia el Oscar. Solo algunos ejemplos: Marion Cotillard como Edith Piaf, Nicole Kidman y su prótesis en la nariz como Virginia Woolf, Phillip Seymour Hoffman como Truman Capote, Eddie Redmayne como Stephen Hawking o Meryl Street como Margareth Thatcher, entre muchas otras transformaciones.

Necesitamos historias, más que nunca, señala Clemente: "La gente, en especial los jóvenes, quieren verse reflejados en pantalla para ver si pueden ser como sus ídolos. Antes, estos eran simples ídolos, como Freddie Mercury, que nadie pensaba que pudiera llegar a triunfar como él. Sin embargo, los jóvenes ahora sí creen que si Ibai Llanos ha llegado a la fama, ellos también podrán. Esas intrahistorias funcionan mucho porque se basan en la empatía: aquel que nació en el barrio de Harlem y llegó lejos es igual que el que nació en Getafe y pretende ser alguien. Es una cosa de autoconvencimiento, por eso seguirán funcionando siempre". Y si no te convence el actor que han elegido para interpretarte, siempre podrás hacerlo tú mismo, como ya hicieron Muhammad Ali en 1977 o Eminem en 2002.

"Hay en marcha un biopic de George Floyd", varios medios se hacían eco de esta curiosa noticia hace tan solo unos días. Floyd fue asesinado el 25 de mayo de 2020 después de que un oficial de policía de Minneapolis se arrodillara sobre su cuello y lo mantuviese nueve minutos esposado y boca abajo. Durante aquella agonía gritó "no puedo respirar", que se convirtió en eslogan del movimiento Black lives matter, el cual había surgido en 2013, tras los asesinatos de varios afroamericanos. Y ahora, la vida de Floyd (y, suponemos, su terrible final) llegará a la gran pantalla en un futuro cercano.

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