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Rammstein en Barcelona: descomunal bukake de fuego y ruido en tu cara
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53.000 personas abarrotan Montjuic

Rammstein en Barcelona: descomunal bukake de fuego y ruido en tu cara

Antes de morir hay que ir a un concierto de Rammstein en un estadio. Hay que verlos, porque no existe en el mundo nada que se acerque. Te guste o no el rock

Foto: Rammstein en concierto. (Rammstein)
Rammstein en concierto. (Rammstein)

Antes de morir hay que leer a Sade. Antes de morir hay que drogarse. Antes de morir hay que ver la aurora boreal. Antes de morir hay que tener hijos. Antes de morir hay que ir a un concierto de Rammstein en un estadio. Esto último es lo más fácil: por eso tenéis que hacerlo, os guste o no Rammstein, os guste o no el rock.

Yo llevaría a mi padre, que se agobia con los ruidos, a un estadio a ver un concierto de Rammstein. Aunque tuviera noventa años. Aunque estuviera ya postrado en la cama, fase agónica. Hay que verlos, papá, porque no existe en el mundo nada que se acerque. La guerra quizás, la bomba atómica, el lanzamiento de un cohete Saturno V, solo que de aquí sales de una pieza a no ser que pases por el camerino de Lindemann, dicen las malas lenguas.

De pollazos va el espectáculo. Quien diga que la testosterona solo trae cosas malas que respire el humo negro de las llamaradas que sueltan los pollazos de Rammstein encima de un escenario. Revientan un estadio más que los del Real Madrid. Es anabolizante, pijudo, musculoso, demencial. Caer en los engranajes de una máquina, ser aplastado por ruedas dentadas, despedazarse en correas, pero sin dolor.

Bien: otra vez Rammstein en un estadio, llevo dos y ha mejorado el setlist desde el inicio de esta gira. Es martes. Llueve a mares sobre las 53.000 personas que abarrotan el Olímpico de Montjuic. Se ve al fondo el pebetero de la llama olímpica, donde el ciego disparó la flecha en el 92, como una mariconada de los tiempos anteriores al Apocalipsis. Ahora mandan cuatro torres petrolíferas de 50 metros de alto situadas entre el público y cargadas de altavoces en racimo y lanzallamas os van a enseñar lo que es el fuego, y un escenario faraónico que es todo él un lanzallamas. Adiós a las cejas.

Foto: Till Lindemann, vocalista de Rammstein, al final del 'Zerstören'. Opinión

Pienso que un concierto de Rammstein tiene todo lo bueno de los nazis sin lo malo de los nazis: es alemán, es brutalismo, superestructuras, torres que vomitan fuego, machaconería marcial, elegancia de esvástica afilada, solemnidad tenebrosa, oscuridad y destellos, vértices, pero sin dañar a un solo judío o comunista, sin pintar estrellas de David. Es solo música. Música… e ingeniería. La mitad entre las dos cosas. La tierra robotizada y apasionada entre la música y las esclusas de canal o los puentes levadizos.

La gira de los estadios está protagonizada por los músicos, pero también por el escenario más anormal, coordinado y prodigioso que se ha visto sobre la faz de la tierra. Bombas explosivas, llamas, humo negro y luces en enloquecedora geometría matemática al compás, provocando sinestesias en las que un golpe en las cuerdas del bajo puede dejarte ciego y una patada al bombo de la batería puede quemarte el escroto. Cada concierto, calculo, les debe de costar tanto dinero, cada concierto es tan excesivo, que llenar estadios de gente que paga entradas carísimas es la única forma de rentabilizarlo. Cada euro está aprovechado. Esto es como ir a comer a casa de tu abuela. Le pueden ir dando por saco, por lo que a mí respecta, a Taylor Swift.

Foto: Un momento del concierto de Rammstein en Barcelona.
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Marta Medina. Barcelona

Empiezan con un tema que no sé cómo se llama, pero que va diciendo los títulos de todas las canciones famosas para que el público abra boca, y el segundo tema ya es Links 2 ,3, 4: bajan entonces los estandartes rojinegros con los que Rammstein recicla la iconografía nacionalsocialista para poner a tono al personal y tocan como si estuvieran fabricando motores de Mercedes Benz a cabezazos. Precisión y animalidad. Clavan cada nota. Cada variación. Son perfectos, máquinas. Alemanes.

"¡Puta la lluvia Barselonaaaa!" brama el líder. ¿Creéis que le importa? ¿Que le afecta? Son profesionales. Ni a ellos ni al público. Las notas marchan rítmicas como si pensaran en anexionarse Austria. Luego, con Sehnsucht, ya empiezan los petardos (mera insinuación, veremos en Du Hast) y 53.000 españoles han aprendido alemán y cantan al paso de la oca. La empalman con Asche zu Asche y se empalma hasta la Moreneta. En fin, de ahí para adelante no hay un minuto de descanso. La factoría funciona como el intestino grueso de Mazinger Z con una cagalera atómica, producto del lupus.

El humor negro marca de la casa va dejando escenas de sodomía, carritos de bebés gigantes en llamas, monigotes luminosos en la versión bakalaera de Deutschland que antecede a la torre roja de luz, canibalismo y viajes de los músicos en lanchas Zódiac por encima del mar del público, que los transporta así de vuelta al escenario mientras los decibelios hacen que el káiser Guillermo se revuelva en la tumba.

Foto: Till Lindemann, en una gira anterior. (EFE/STR)

El compañero de cierto periódico catalán, formal y moderno, rancio, vaya, estaba agitando levemente la cabeza cuando el lanzallamas de Lindemann abrasaba al teclista Lorenzo al final de Mein Teil y justo antes de Du Hast, cuando las explosiones de fuego se van totalmente de madre. Presenciar Sonne en esta gira es arrojarse directamente al vórtice del infierno donde se tuesta Oppenheimer. Mirad si no me creéis.

En sus 30 años de historia, estos señores se han enfrentado a toda clase de polémicas, desde políticas o pejigueras a acusaciones sexuales. Cualquier cosa que nos privase de esto a los humanos tendría que ser recluida en los monasterios. Verlos juntos en el escenario, amigos viejos, artistas inmensos, profesionales totales, le devuelven a uno las ganas de moverse entre sus semejantes. Joder: Rammstein consigue levantar hasta el público de Barcelona. Un martes. Con lluvia. Se puede hacer menos, no más.

Antes de morir hay que leer a Sade. Antes de morir hay que drogarse. Antes de morir hay que ver la aurora boreal. Antes de morir hay que tener hijos. Antes de morir hay que ir a un concierto de Rammstein en un estadio. Esto último es lo más fácil: por eso tenéis que hacerlo, os guste o no Rammstein, os guste o no el rock.

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