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Bruce Springsteen demuestra que sigue siendo un superviviente que se lo pasa muy bien
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Bruce Springsteen demuestra que sigue siendo un superviviente que se lo pasa muy bien

Pese a los años y los kilómetros, el Boss ofreció otro derroche de energía en su primer concierto de esta gira en Madrid. Le quedan otros dos en la capital y dos en Barcelona. No tocó 'Born in the USA' (y hubo pitos al final)

Foto: Un momento del concierto de Bruce Springsteen en Madrid (EFE / Juanjo Martín)
Un momento del concierto de Bruce Springsteen en Madrid (EFE / Juanjo Martín)

Empezó con veinte minutos de retraso y tardó en entrar en calor la pista del Metropolitano. Había mucha cana, mucho viejo rockero, muchas hechuras de muchos kilómetros pegados tras la estela del Boss. Mucha mujer de sesenta -¡y setenta!- con su camiseta del disco Born in the USA. Como ocurre con la otra, a los fans de Springsteen se les podría llamar fácilmente “springsteers”. Tal cual es su devoción. Y cuando apareció, sucedió: ¡Bruce, Bruce, Bruce!, vociferaron las 55.000 almas que esperaban al jefe. Y el estadio casi se cae antes de comenzar.

Tras gritar ¡Estáis preparados Madrid! Varias veces, el Boss atacó con Lonesome day, que el público no tardó en tararear. Ahí estaba ese clásico de The Rising, que habla de una ruptura y todos sabemos lo que es. Y justo después otro, No surrender, la canción del tirar para adelante. Porque de eso van siempre los conciertos de Springsteen: felicidad, verdad, disfrutar y ponerse el mundo por montera. Y por eso gusta/nos gusta tanto desde hace más de cuarenta años.

Tras estos dos pelotazos, llegó Ghosts, del album Letter to you (2020), el homenaje a los miembros fallecidos de la E Street Band, Clarence Clemmons y Danny Federici, así como el que fuera su asistente musical Terry Magovern. Los tres fallecieron entre 2007 y 2011. Hizo combo después con su cómplice de mil años, Steve Van Zandt, con su sempiterno pañuelo y la cara de escudero de Toni Soprano, con Two hearts. Tienen razón quienes dicen que en las canciones del Boss aparece mucho la palabra Tonight hasta los años noventa como alegría de vivir. Ahí está Seeds, que es todo un cohete de fuerza rockera.

placeholder Decenas de personas durante la actuación de Bruce Springsteen en Madrid. Ricardo Rubio / Europa Press
Decenas de personas durante la actuación de Bruce Springsteen en Madrid. Ricardo Rubio / Europa Press

Sin respiro, las canciones se fueron sucediendo. Dicen sus fans que es para no cansarse. Antes hablaba más, se paraba… Ahora va del tirón. Son más de setenta años ya y, aunque la voz le juegue malas pasadas y aquí no haya pasarelas para correr de acá para allá, el tipo sigue queriendo arrollar como un camión. Llegó Darkness on the edge of town y Frankie fell in love, donde la garganta raspó un pelín (era la primera vez que la tocaba con la E Street desde 2014), y en Darlington county salió algún gallito. Como si todos los años se le hubieran echado encima.

Más entonado, con calorcito y con la noche encima, surgió Rockin’all over the world, que el estadio bailoteó… Y llegó uno de los momentos lolololololo del concierto. Para después acariciarnos definitivamente el corazón con Hungry heart -donde el mundo se paró- y llevarnos de carretera perdida por EEUU con la armónica de The promised land.

El estadio se estrelló con luces de móviles con If I was the priest (de letter to you) que nos bajó a todos el pistón. Pero ahí el concierto había encontrado su lugar y ya iba solo. Es de esas fotos panorámicas que se pegan a la retina. My hometown y The river nos hicieron recordar todo lo humanos que somos, nuestras pasiones, amores, lo que se fue, lo que quedó. Y con la versión de Nighshift de los Commodore nos remató. Y ahí ya todo sonaba perfecto y el boss era el boss y cantaba como si tuviera treinta años. ¿Qué había pasado? Misterios, la noche, la energía, las ganas de vivir.

Un breve discurso -el primero que se permitía en la noche- sobre su primera banda a los 15 años en 1965 dio pie a The last man standing. Y ese es Bruce. Curiosamente, esta es la única en la que aparecieron subtítulos en castellano en las pantallas. La que Springsteen quería que entendiéramos de verdad: el que persiste. El superviviente.

Le siguió el minutazo instrumental de Backstreet, esa canción de Born to run sobre una relación homosexual o como poco ambigua entre dos amigos. Y unos cuantos riffs de guitarra para el recuerdo. El concierto ya estaba enfilado con el Because the night de Bruce y Patti Smith con todo el estadio retumbando. Seguimos con She’s the one y las tres que últimamente toca seguidas: Wrecking ball, ese himno al estadio de los Giants y su lololololo, the rising y su lalalalalala, y Badlands, y su wowowowow, que ya nos lleva directos a los trallazos.

Uno que nos cantó más calmado y que en realidad cantó todo el estadio: thunder road. Después los bises con la luz encendida: Land of hope and dreams, Born to run, Bobby Jean, Dancing in the dark, Tenth avenue freeze out, Twist and shout (el bailoteo verbenero). Y concluyó gritando: ¡¡¡¡¡Maaaaaadridddddd!!!!!! y preguntándonos si nos queríamos ir a casa. Evidentemente, no. Y más twist y más shout. Ahí el estadio era ya una fiesta. Fue cuando se apagaron las luces y sonó I'll see you in my dreams dedicada a su amigo Michael Gudinski, ya fallecido... También subtitulada al castellano. Y con eso terminó el concierto. Sin tocar Born in the USA. Quizá por algo (y hubo pitos).

Un espectáculo que demostró que, aunque ya no tiemblen las columnas de los estadios, la voz no reviente y tampoco se eche cuatro horas de conciertazo a la espalda, a sus casi 75 años este tipo se lo sigue pasando extraordinariamente bien.

Empezó con veinte minutos de retraso y tardó en entrar en calor la pista del Metropolitano. Había mucha cana, mucho viejo rockero, muchas hechuras de muchos kilómetros pegados tras la estela del Boss. Mucha mujer de sesenta -¡y setenta!- con su camiseta del disco Born in the USA. Como ocurre con la otra, a los fans de Springsteen se les podría llamar fácilmente “springsteers”. Tal cual es su devoción. Y cuando apareció, sucedió: ¡Bruce, Bruce, Bruce!, vociferaron las 55.000 almas que esperaban al jefe. Y el estadio casi se cae antes de comenzar.

Música Bruce Springsteen