Es noticia
Cocinar no es perder el tiempo, aunque El Xokas quiera convencerte de que sí
  1. Cultura
Israel Merino

Por

Cocinar no es perder el tiempo, aunque El Xokas quiera convencerte de que sí

Creo que perderé la cabeza como vea un solo vídeo más del Xokas promocionando su empresa de comida a domicilio

Foto: Comida preparada. (Ghaith Alsayed/Getty Imagenes)
Comida preparada. (Ghaith Alsayed/Getty Imagenes)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Últimamente, siento que la gente se ha vuelto tarada. Corre un rumor en el mundo, un rumor muy delirante, que ha convencido a gente gandula de que es hiperproductiva; se ha implantado cierta retórica, o al menos se está trabajando muy arduamente en ello, para convencer a todo Dios, incluso al más ocioso del barrio, de que es una especie de ejecutivo estresado con una agenda más dilatada que la de Kendall Roy, cuando no es para nada así.

La peña se cree imprescindible, como el agua o el amor, y finge (sí, sí: finge) que no tiene tiempo libre y necesita planificar ir a conciertos o echar unas cañas con cuatro meses de antelación, como si fuera Felipe VI o un alto directivo del IBEX35; la gente está tratando de convencernos de que cosas absolutamente normales e irrisorias, como tener un hijo o sacarse una carrera siendo de clase media, es una auténtica gesta que merece epopeyas grabadas a fuego en tablillas de mármol (no me vengan a decir que esto es cosa de la generación de cristal, que no hay ser viviente más victimista que un boomer clasemediero).

Con toda esta retórica de la falta de tiempo, se ha abierto todo un nicho de mercado relacionado con la comida y las suscripciones a los servicios de catering a domicilio: ahora, en estos tiempos de teletrabajo donde ni siquiera vamos al bar de la esquinita a comer un menú del día si tenemos el frigo vacío, lo que renta es estar suscrito a un servicio de comida a domicilio, tipo Wetaca o Knoweats, que te mande cada semanita una caja con tu comida cocinada y empacada en tuppers.

Yo nunca he estado suscrito a ninguno de estos servicios, aunque sigo en redes a gente que lo está y me parece ridícula. La mayoría de ellos estudiantes, presumen de no tener tiempo para vivir (¿se me nota mucho que odio a los estudiantes?) y suben cada día a Instagram fotos de los platos que les mandan estas empresas, supongo que a cambio de una cantidad de dinero totalmente irrisoria.

Foto: Dos personas descansas al sol en Valencia. (EFE/Biel Aliño)

Con el discurso de la falta de tiempo, el cual solo me creería en una madre trabajadora que tiene que matarse a currar para dar un plato de lentejas a sus hijos, fingen que no paran en toda la mañana y no tienen media hora para cocinar cualquier chorrada, pero, sobre todo, se montan un discurso que me parece entre peligroso y absurdo: que cocinar es una porquería y es mejor invertir tu tiempo en cualquier otra cosa.

Esta idea bárbara no es solo propia de estos influencers de bolsillito de mechero a los que sobornan con cuatro tuppers de macarrones fríos, sino que también la ha usado el propio Xokas para su empresa de alimentación; el rollo no es solo fingir que no tenemos tiempo, sino decir que en el caso de tenerlo, no deberíamos gastarlo en algo tan absurdo como cocinar.

No sé en qué momento empezamos a pensar que cocinar es absurdo, pero desde luego que fue ahí cuando empezó el colapso de Occidente que los augures llevan pronosticando con inexactitud tanto tiempo. No entiendo cómo algo tan humano, tan divertido incluso, ha pasado de tarea gratificante a estorbo del que desprenderse.

Con este rollito de fingir no tener tiempo, hemos olvidado la paz que da cortar despacio un ajo tierno, a poder ser en absoluto silencio

Personalmente, tengo un problema con todo lo artesanal, y es que lo adoro; adoro escribir un libro con mucho tiempo, pensando tranquilamente qué voy a contar, para luego verlo impreso y sentir que he creado algo; adoro arreglar cualquier estupidez, aunque sea un enchufe que se mueve al meterle un cable, para sentir que he hecho un trabajo finísimo; adoro cocinar, por supuesto, y tener la sensación de que yo he creado ese alimento que voy a comer.

Cocinar no debe ser una tarea que repudiar, sino una actividad, incluso un derecho, que nos atrape por la forma que nos vincula con el mundo; nosotros somos como somos, quizá incluso pensamos como pensamos, porque comemos como comemos y hemos creado una cultura alrededor de todo ello que va mucho más allá del acto de alimentarse: nos gusta juntarnos, hablar, preparar el sofrito, echar el arroz, dejarlo reposar y luego comer; lo divertido es el proceso, no tanto el final.

Con este rollito de querer ir siempre a última hora y fingir no tener tiempo, hemos olvidado la paz que da cortar despacio un ajo tierno, a poder ser en absoluto silencio, mientras pensamos en nuestras cosas (se me ocurrió esta columna mientras cortaba un ajo, no es broma); no hay mejor forma de encontrarnos con nosotros mismos, aunque sea durante la media hora que tardamos en preparar un plato, que estar pendientes de si el aceite está caliente mientras nos focalizamos en la vitro y no tenemos de fondo más que música lenta a un volumen muy bajo.

*Si no ves correctamente el módulo de suscripción, haz clic aquí

Todos estos influencers haraganes, que diría mi abuelo, están intentando pervertir este reducto puro en el que no solo la prisa no está bien vista, sino que se valora lo contrario; donde cuenta más tener el hueso de jamón cociendo tres horas que echarle un sobre de sopa instantáneo al agua hirviendo; donde lo importante es saber que tú has hecho aquello que te vas a comer aunque te hayas tenido que quitar las joyas de las manos para no manchártelas de carne picada.

No vendáis también el ratito de paz que da cocinar, por favor.

Últimamente, siento que la gente se ha vuelto tarada. Corre un rumor en el mundo, un rumor muy delirante, que ha convencido a gente gandula de que es hiperproductiva; se ha implantado cierta retórica, o al menos se está trabajando muy arduamente en ello, para convencer a todo Dios, incluso al más ocioso del barrio, de que es una especie de ejecutivo estresado con una agenda más dilatada que la de Kendall Roy, cuando no es para nada así.

Trinchera Cultural
El redactor recomienda