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Los arqueólogos descubridores de Urkesh: "Agatha Christie hacía punto en las ruinas de Irak"
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Entrevista

Los arqueólogos descubridores de Urkesh: "Agatha Christie hacía punto en las ruinas de Irak"

El matrimonio Buccellati, que lleva trabajando unido casi 60 años, es uno de los más eminentes en el estudio de las civilizaciones de la antigua Mesopotamia (actual Siria e Irak)

Foto: El matrimonio Buccellati.
El matrimonio Buccellati.

Parecía Miss Marple y hacía punto. Se distraía mientras su marido, el prestigioso arqueólogo Max Mallowan, entonces director del mítico Instituto Británico de Arqueología de Irak, dirigía los trabajos en las ruinas de la vieja ciudad asiria de Nimrud, en el actual Irak. Era a comienzos de los años sesenta y así recuerda todavía hoy el eminente arqueólogo Giorgio Buccellati a la escritora Agatha Christie, ya entonces reputadísima autora de Asesinato en el Orient Express o Muerte en el Nilo. “La conocí en mi primer viaje a Bagdad y estaba ahí, en una esquina, cosiendo”, relata entre risas. “Su marido era extraordinario, un arqueólogo de primera. Pero se equivocó con la ciudad de Urkesh, que creyó que era del imperio romano. Después llegamos nosotros y tuvimos la suerte de encontrarnos con una ciudad del tercer milenio antes de Cristo”, añade.

Ese “nosotros” incluye a Marylin Kelly-Buccellati, su mujer desde hace 58 años y otra enorme arqueóloga. Ambos fueron los descubridores de la fabulosa Urkesh (hoy al norte de Siria en la frontera con Turquía), ciudad de los Hurritas que llegó a tener más de 20.000 habitantes y donde puso sus pies el imperio acadio. Los Buccellati hallaron su verdadero nombre y la presencia de alguno de sus más ilustres habitantes como Taram Agade, la hija del gran rey acadio Naram Sim, un verdadero Napoleón de hace más de 4.000 años. También están detrás de grandes excavaciones en otras partes de Siria, en Irak, Turquía y en Georgia. Unos auténticos Indiana Jones, aunque no les guste nada el personaje fílmico.

“Nuestro trabajo no tiene nada que ver. Lo que hacen estas películas es dar un poco la idea equivocada de lo que es la arqueología, y es que vas, excavas y encuentras cosas importantes que están aisladas de todo lo que les rodea. Lo que nosotros estudiamos siempre es una gran panorámica de lo que ocurrió. Lo que cuenta Indiana Jones es falso porque él lo único que busca son tesoros. Y sí, los hay, pero no son las cosas que extraes, el tesoro es la cultura”, resume Giorgio.

Una profesión sin romanticismo

Los Buccellati han pasado unos días en Madrid para ofrecer una conferencia en la Universidad Eclesiástica San Dámaso sobre dioses, ritos, rituales y religiones. Un arqueólogo, al fin y al cabo, consiste, según Giorgio, en algo más que rastrear piedras y objetos. Es una mirada al pasado, a cómo vivíamos hace miles de años, a nuestras creencias, a nuestros sistemas políticos, a nuestras costumbres y leyes. A cómo éramos, en definitiva.

Esa es, precisamente, la fascinación que ambos sintieron desde muy jóvenes para dedicarse a esta profesión, tal y como cuentan en animada charla con El Confidencial en una de las salas de la universidad. A él le llegó en Milán donde tras estudiar latín y griego empezó a interesarse por el viejo Israel y la antigua Mesopotamia a través de los textos antiguos. Eso le hizo desplazarse a Irak como epigrafista -los que estudian las tablillas con lenguaje cuneiforme- donde, además de conocer a la venerable Agatha Christie, se quedó entusiasmado con las excavaciones que dirigía Max Mallowan. De ahí se marchó a estudiar la profesión a la Universidad de Chicago, donde conoció a Marylin, y después ambos se trasladaron a Los Ángeles donde fundaron el Instituto de Arqueología de Los Ángeles, que Giorgio dirigió durante diez años. Hoy los dos son profesores eméritos de la Universidad de California.

"Imagina estar en Palmira por la noche con la luna llena, caminando y solo nosotros dos. Eso sí fue como una segunda luna de miel"

Ella, por su parte, encontró la vocación en la biblioteca de su pequeña ciudad natal en el estado de Nueva Jersey, en EEUU. Ya de niña sacaba todos los libros de arqueología que podía. Y en cuanto creció se fue a estudiar la disciplina a Chicago donde conoció a Giorgio. Desde entonces casi 60 años les contemplan juntos.

Esta es también, por tanto, una historia de amor, aunque ambos eviten tiznar su trabajo de romanticismo. Eso queda, una vez más, para las películas. Sin embargo, sí recuerdan momentos hermosos como los días que pasaron en Palmira, la bella ciudad siria donde reinó la reina Zenobia hace más de 1800 años. “Nos casamos en abril y en agosto nos fuimos juntos a un proyecto arqueológico. Nos quedamos un mes en una pequeña casa que estaba en medio de uno de los templos. Y fue maravilloso… Imagina estar allí por la noche con la luna llena, caminando y solo nosotros dos. Ese sí fue un momento romántico. Como una segunda luna de miel”, rememora Giorgio entre sonrisas secundadas por ella. Hoy, desgraciadamente, es todo mucho más sombrío: los templos fueron dinamitados por el ISIS en 2015 y de Palmira ya no queda ni la sombra de lo que fue.

placeholder Giorgio y Marilyn Buccellati.
Giorgio y Marilyn Buccellati.

De hecho, a ambos arqueólogos les afectaron aquellos atentados porque también mataron a amigos suyos, como el director del departamento de antigüedades de Palmira, asesinado por el ISIS. “Fue terrible. Creemos que Occidente, sobre todo EEUU, no hizo todo lo que podía haber hecho por defender este lugar… Y luego nos entusiasmó la respuesta de los sirios, sobre todo los jóvenes. Esa es una de las razones por las cuales seguimos allí con un programa que se llama Comunidad Arqueológica que involucra a la gente local y sobre todo a la gente joven. Porque ellos son los que están luchando por una nueva Siria y eso es verdaderamente admirable”, manifiesta Giorgio.

Los descubrimientos en Siria

Siria. El país de sus desvelos y de sus mejores momentos eureka. El país que les dio Urkesh y el que más les ha ayudado a entender cómo eran las antiguas civilizaciones de la época de Mesopotamia, esa vasta región entre el Tigris y el Éufrates llena de vergeles y maravillosos palacios de los que apenas queda nada (y que cuesta imaginar hoy en día). Y el país que más les ha apoyado siempre en su trabajo.

“Siempre fue extraordinariamente favorable para nosotros. Y quiero decirlo porque a veces de esto hay una percepción equivocada, incluso por parte de algunos colegas. El departamento de Antigüedades siempre fue muy profesional. Por otro lado, nunca experimentamos ninguna dificultad por parte del Gobierno sirio. Incluso hoy en día. En realidad, hoy puedes excavar y trabajar en Siria. Es muy difícil en la zona donde está Urkesh porque es una zona políticamente compleja. Pero ahora tenemos una nueva excavación cerca de Damasco donde fuimos hace un año y estamos planeando volver y seguir. Y hay varias excavaciones en la actualidad en la parte occidental. Hay cuatro excavaciones italianas, una húngara, polaca, checa, rusa y japonesa”, comenta Giorgio, que insiste en que además “nunca hemos tenido un problema de corrupción. Nunca hemos pagado ni un céntimo a nadie en estos cincuenta años que llevamos trabajando allí. Y nunca nos hemos sentido presionados para decir nada político. Ni por parte del departamento de Antigüedades ni del ministro de Cultura ni del Gobierno. Siempre hemos sentido que las instituciones públicas sirias nos han apoyado muchísimo”.

"Nunca experimentamos ninguna dificultad por parte del Gobierno sirio. Incluso hoy en día. En realidad, hoy puedes excavar y trabajar en Siria"

Todo ese esfuerzo durante décadas ha servido a los Buccellati para encontrar textos e ilustraciones en tablillas que nos sirven para entender cómo vivían aquellas personas en la vieja Mesopotamia. Y en lo que creían y por qué. En este sentido, Giorgio se apresura a resaltar que había una diferencia radical entre cómo vivía la gente y lo que cuenta la Biblia. “La Biblia habla de una élite. Es una visión muy limitada de la población”, manifiesta. “En la antigua Mesopotamia lo que se pensaba es que todo podía ser controlado. La razón del desarrollo del politeísmo es porque atribuían estadios divinos al sol, a la luna, al agua, al viento… Podías romperlo todo en piezas, lo que tiene mucho más que ver con un análisis científico de las cosas. Los dioses y rituales se establecieron para explicar la realidad, pero una vez que la explicación ya no era válida hubo que abandonarla y entonces llegó la otra”, añade. La otra es la del profeta Abraham que desemboca en el cristianismo: el monoteísmo, Dios y la entidad irrompible y que no puede ser numerada. Todo lo contrario de la ciencia.

La devolución de los objetos

En todas las décadas que ambos arqueólogos llevan trabajando las cosas también han cambiado mucho en su ámbito. No solo porque llegaran a cruzarse con una señora que escribía bestseller policiacos y que sigue siendo la más vendida en inglés con permiso de Shakespeare, sino porque la regulación con respecto a los objetos extraídos ya no tiene nada que ver. Sobre todo desde la entrada en vigor en 1975 de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO.

“En Siria nadie se puede llevar nada del país. Está prohibido. Pero allí hicieron algo bonito, ya que crearon una política de museos regionales y, por ejemplo, los objetos que se encuentran en Aleppo o Damasco se los llevan a ciudades más pequeñas del país. A 50 km de donde estamos excavando nosotros están construyendo ahora un museo regional que estuvo a punto de terminarse en 2011 pero que con la guerra se paró. Es un gran museo muy bonito y ahí es donde van a ir a parar todos los objetos que nosotros encontremos. Lo estamos apoyando bastante. Nosotros pensamos que todo lo que se encuentre en Damasco o Aleppo debe quedarse en manos de la gente local porque pertenece a su pasado. Es una gran idea que cada capital de provincia tenga su propio museo”, sostiene el arqueólogo.

Foto: La clave del tiempo la tienen unos investigadores españoles: el estudio con el que resolvieron el misterio del fuego en la Prehistoria (Вадим Маркин para Pexels)

Más difícil resulta responder a la pregunta de si algunos objetos deberían volver a su lugar de origen. “Muchos objetos están volviendo ya… pero hay unos límites.... Hay diferentes criterios sobre cuándo, cómo, quién cogió eso. En principio es verdad que los objetos deben estar en su lugar de origen, en particular, si fueron cogidos de forma vandálica. Pero, por ejemplo, el Louvre y el Metropolitan tienen dos leones de bronce que proceden de Urkesh y que fueron encontrados por accidente mucho antes de nuestras excavaciones, en los años treinta, y fueron vendidos en el mercado. Y Siria no los ha reclamado porque aquello sucedió mucho antes de que se aprobase la ley que prohíbe sacar objetos del patrimonio del país”, explica Giorgio.

Pasado y presente

La charla con los Buccellati abunda en historias y anécdotas. Hoy son dos respetables ancianos que, no obstante, se siguen mostrando apasionados por su trabajo. Marylin, cuenta, sigue trabajando en varias excavaciones en Georgia, donde han hallado las evidencias más tempranas de la civilización de los hurritas, los mismos que estuvieron en Urkesh, lo que muestra todo un corredor comercial y bullicioso hace 4.000 años que abarcaba desde Georgia hasta el golfo Pérsico. Ahí, en esas antiguas ciudades estos arqueólogos pusieron el foco para alumbrar cómo éramos hace todos esos miles de años. “En Urkesh el sistema político era una monarquía y los más viejos del lugar también tenían poder. Los únicos que sabían leer y escribir eran los escribas. Solo el 1% de la población estaba alfabetizado. Es decir, casi todo el mundo dependía de estas personas. Pero bueno, casi como hoy cuando dependemos de los programadores y de los que saben de nuevas tecnologías”, admite Giorgio medio riéndose. El pasado, una vez más, para explicar el presente. Lo que también le fascinaba a Agatha Christie.

Parecía Miss Marple y hacía punto. Se distraía mientras su marido, el prestigioso arqueólogo Max Mallowan, entonces director del mítico Instituto Británico de Arqueología de Irak, dirigía los trabajos en las ruinas de la vieja ciudad asiria de Nimrud, en el actual Irak. Era a comienzos de los años sesenta y así recuerda todavía hoy el eminente arqueólogo Giorgio Buccellati a la escritora Agatha Christie, ya entonces reputadísima autora de Asesinato en el Orient Express o Muerte en el Nilo. “La conocí en mi primer viaje a Bagdad y estaba ahí, en una esquina, cosiendo”, relata entre risas. “Su marido era extraordinario, un arqueólogo de primera. Pero se equivocó con la ciudad de Urkesh, que creyó que era del imperio romano. Después llegamos nosotros y tuvimos la suerte de encontrarnos con una ciudad del tercer milenio antes de Cristo”, añade.

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