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Venecia ya es un parque de atracciones: cobra por entrar, pero los turistas siguen creciendo
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Venecia ya es un parque de atracciones: cobra por entrar, pero los turistas siguen creciendo

El ayuntamiento ya ha ingresado 1,5 millones de euros con la tasa de 5 euros que deben pagar los que acuden a la ciudad los días de mayor afluencia de gente, pero lejos de reducirse las hordas de visitantes aumentan

Foto: Turistas en la Plaza de San Marcos, en Venecia. (Reuters/Manuel Silvestri)
Turistas en la Plaza de San Marcos, en Venecia. (Reuters/Manuel Silvestri)

25 de marzo del año 421: cuenta la leyenda que ese día tres cónsules de Padua que buscaban un emplazamiento seguro para un nuevo puerto comercial llegaron a la laguna de Venecia y colocaron la primera piedra de la iglesia de San Giacomo de Rialto, la más antigua edificación de la ciudad. Jueves 25 de abril de 2024: 1.603 años después de su creación, asediada por hordas y hordas de visitantes, Venecia se convierte en la primera ciudad del mundo en cobrar una entrada a quienes acuden a deleitarse con sus maravillas.

En un intento por aliviar la brutal presión que la Serenísima sufre a causa de las ingentes masas de turistas que cada año la visitan, el Ayuntamiento de Venecia tomó hace un par de meses una decisión drástica: cobrar 5 euros a quienes los fines de semana y algunos días festivos visitan Venecia pero no duermen en ella. Al fin y al cabo, los estudios y estadísticas oficiales señalan que el 70% de los alrededor de 25 millones de turistas que acuden cada año a la ciudad de los canales son de tocata y fuga: llegan a la ciudad, recorren a la carrera sus principales monumentos y puntos turísticos, engullen un trozo de pizza mientras caminan (a pesar de que las normativas municipales prohíben comer en la calle) y se largan.

Es ese tipo de turismo el que está devorando Venecia: son visitantes que dejan muy poco dinero a la ciudad y que, sin embargo, le cuestan un ojo de la cara a las arcas públicas en concepto de servicios de limpieza, de seguridad, en nóminas de agentes vigilando para que se respeten las normativas municipales, en revisores en los vaporetos… Por no hablar del terrible y perverso efecto que esas gigantescas aglomeraciones de visitantes tienen en el delicado equilibrio de la ciudad: ya casi es imposible encontrar una tienda que no esté dirigida a los turistas, mientras los precios de los alquileres se disparan a niveles estratosféricos y los residentes de Venecia huyen de ella.

El contador electrónico de habitantes que hay en el escaparate de la farmacia Morelli, situada en el campo de San Bartolomeo, a pocos pasos del famoso Puente del Rialto, marca desde hace años el drama de la ciudad de los canales, engullida por un turismo brutal que tiene arrinconados a sus residentes, cada vez más y más escasos. 48.987, se leía hace unos días en los números rojos que muestra la pantalla del reloj.

placeholder Turistas en una góndola graban una manifestación contra la tasa turística, el pasado abril. (Reuters/Manuel Silvestri)
Turistas en una góndola graban una manifestación contra la tasa turística, el pasado abril. (Reuters/Manuel Silvestri)

La cifra indica el número de habitantes con que cuenta en la actualidad la Serenísima. En estos momentos no llegan a 50.000, frente a los más 110.000 que tenía en los años 70 o los 150.000 vecinos con que contaba en la década de los 50. Venecia sufre un proceso de despoblación tan progresivo como imparable. Al fin y al cabo, ¿quién va a querer vivir en una ciudad en la que nada más asomar la nariz a la calle se ve arrasado por una imparable marea de turistas, en la que es un drama encontrar una carnicería o una frutería (y no digamos ya una mercería o una tintorería), donde los precios están por las nubes, donde los vecinos cambian cada noche porque en el edificio solo hay apartamentos turísticos? La situación es tan bestial que desde hace unos meses en Venecia ya se cuentan más camas para turistas que residentes en la ciudad: 50.016 camas (sumando las de hoteles y apartamentos turísticos) frente a 48.987 habitantes. Y la cifra de residentes no deja de bajar…

Venecia se ha convertido en un lugar absolutamente invivible”, nos confesaba hace solo unos meses Donna Leon, la escritora estadounidense de novelas negras, quien tras más de 30 años viviendo en Venecia en 2017 ya no aguantó más, hizo las maletas y se largó a vivir a pueblecito suizo. “La presión turística tan bestial ha hecho que residir en Venecia sea un auténtico infierno”, sentenciaba.

Por todo eso, el pasado 25 de abril el ayuntamiento de Venecia (gobernado por el centroderecha) decidió empezar a cobrar una tasa de cinco euros diarios a los turistas mayores de 14 años que acudan a Venecia y no pernocten en ella. El impuesto, con carácter experimental hasta el próximo 14 de julio, se aplicará en un total de 29 días, aquellos con mayor flujo de turistas, y se paga a través de una web del Ayuntamiento de Venecia. Agentes municipales piden a algunos turistas al azar que les muestren la prueba de que han pagado el impuesto, y si no son capaces de hacerlo pueden caerles multas de entre 50 y 300 euros.

En el primer mes de funcionamiento de esa tasa, el Ayuntamiento de Venecia ha ingresado 1,5 millones de euros. Solo en los ocho primeros días del nuevo impuesto, las arcas públicas de la ciudad embolsaron todo lo que pensaban recaudar en los tres meses de prueba de la medida.

Desde hace unos meses Venecia cuenta con más camas para turistas que residentes en la ciudad

“Nos hemos percatado de que la mayor parte de la gente muestra el código QR (de la tasa de entrada en Venecia) de manera casi triunfal. Me da la sensación de que han entendido que hay que dar una contribución a la ciudad. En mi opinión, el primer resultado que esperaba conseguir es justo un resultado cultural: transmitir a los turistas italianos y extranjeros la idea de la fragilidad de Venecia”, se jacta Luigi Brugnaro, el alcalde de la ciudad.

“Cobrar por entrar en Venecia es una absoluta ignominia. Supone convertir a Venecia en un parque de atracciones, en Disneylandia, donde también hay que pagar por entrar”, se lamenta Matteo Secchi, de la asociación Venessia.com, una organización que da voz a los problemas de los residentes en la ciudad. “Y a eso se añade el grave problema de imagen que conlleva esa medida. Es verdad que la tasa de entrada solo se cobra los fines de semana y algunos festivos en los que el flujo de turistas es especialmente grande, pero la gente normal y corriente solo se queda con que Venecia cobra por entrar”.

La tasa está engordando las sacas del ayuntamiento, pero si lo que buscaba era reducir el flujo de turistas, eso no lo está consiguiendo. Los turistas en Venecia siguen en aumento: en el primer trimestre del año, los visitantes a la ciudad crecieron un 12% respecto al mismo periodo de 2023, superando también en un 8,9% a los que se registraron en 2019, último año que no se vio sacudido por la pandemia de coronavirus. Y las perspectivas para el verano apuntan también a un aumento del número de turistas, según los cálculos dados a conocer por el presidente del grupo de turismo y cultura de Confindustria Venezia Est, Salvatore Pisani.

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Pero, más allá de los datos, basta darse una vuelta por el centro de Venecia para comprobar que las hordas de turistas no se han reducido. Los alrededores de la Plaza de San Marcos están tan plagados de gente como siempre, hasta el punto de que en algunas calles resulta casi imposible avanzar si no es a codazos. “La tasa no sirve para reducir en número de visitantes, solo para hacer caja. Nadie va a dejar de venir a Venecia por tener que pagar cinco euros”, se queja Lucia, camarera de un restaurante.

Matteo Secchi lo tiene claro: cuando se supere cierto número de visitantes, Venecia tiene que echar el cierre y no permitir durante algunas horas que entre nadie más en la ciudad. “Hay algunas ocasiones en las que la afluencia de turistas es tan enorme que se convierte en un problema físico, de puro espacio. Es como si a tu casa entraran 300 personas. Lo único que se puede hacer en esos casos es cerrar la ciudad e impedir que entre nadie más hasta que se descongestione. Es algo relativamente fácil de hacer, dado que Venecia es una isla. Además, ya se hizo en 1989, cuando Pink Floyd tocó en Venecia y, ante la avalancha de gente que vino a oírles, se decidió cerrar el Puente de la Libertad (el que une Venecia con el continente)”, subraya a El Confidencial el responsable de Venessia.com. “Igual que las Islas Galápagos tienen un número máximo de visitantes, Venecia tiene que echar el cierre cuando se supere cierta cantidad de turistas, no queda otra”.

25 de marzo del año 421: cuenta la leyenda que ese día tres cónsules de Padua que buscaban un emplazamiento seguro para un nuevo puerto comercial llegaron a la laguna de Venecia y colocaron la primera piedra de la iglesia de San Giacomo de Rialto, la más antigua edificación de la ciudad. Jueves 25 de abril de 2024: 1.603 años después de su creación, asediada por hordas y hordas de visitantes, Venecia se convierte en la primera ciudad del mundo en cobrar una entrada a quienes acuden a deleitarse con sus maravillas.

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