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'Yo soy Andrew Tate': Y tus hijos también quieren serlo
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'Yo soy Andrew Tate': Y tus hijos también quieren serlo

Un documental aborda la figura del gurú y proxeneta digital más polémico del siglo XXI

Foto: Imagen del documental de Netflix 'Yo soy Andrew Tate'. (Netflix)
Imagen del documental de Netflix 'Yo soy Andrew Tate'. (Netflix)

Los problemas de los hombres siempre son dignos de celebrarse. Si los hombres, así en conjunto, tienen un problema, la sociedad ríe, hace un meme, se complace o mira para otro lado. Un problema de los chicos es el fracaso escolar. Otro, que no leen. Otro, cuando crecen, que se suicidan o se hacen autónomos. Nada de todo esto debe combatirse desde los presupuestos generales del Estado. Que los hombres tengan problemas está muy bien. Se trata, en rigor, de un problema menos para la sociedad.

En la línea de sombra conradiana del paso de la adolescencia a la edad adulta, todos estamos confusos. Esa confusión puede producir grandes poemarios y canciones, algunos cortes de pelo escalofriantes, algunos noviazgos equivocados y muchas horas en las redes sociales. Las chicas encuentran en las redes un mandamiento principal sobre su aspecto físico, y los chicos, la exigencia del éxito. En Instagram o Tik Tok sólo hay perdición, dinero y delgadez. Y gurús.

El gurú más famoso del mundo en nuestro tiempo se llama Andrew Tate. Filmin estrena hoy un documental sobre su figura, y apenas insulta a los hombres en la descripción que hace del filme, pues dice: “El gurú de los incels”. Basta con que te haya dejado tu novia hace 24 horas para ser incel; basta con que no te haga caso una chica. Ser un adolescente es básicamente ser un incel. Esto es como describir a una influencer femenina como “la gurú de las gordas”. Todo lo que está por debajo del macho alfa es incel, de modo que todo lo que está por debajo de la tía buena debería ser calificado de “gorda”. Pero la crueldad autoindulgente sólo se estila hacia un lado de la biología.

Con Andrew Tate se celebra que millones de jóvenes se vuelvan machistas, porque la superioridad moral no se sostiene sola.

Yo soy Andrew Tate empieza en Dubai, sede mundial del postureo capitalista. Ferraris, hoteles y selfies. Estar en Dubai es haber llegado al sitio con las mejores vistas sobre ti mismo.

placeholder Andrew Tate y su hermano Tristan (derecha) abandonando el pasado 30 de mayo el Tribunal de Apelaciones de Bucarest tras una vista.  (EFE/Robert Ghement)
Andrew Tate y su hermano Tristan (derecha) abandonando el pasado 30 de mayo el Tribunal de Apelaciones de Bucarest tras una vista. (EFE/Robert Ghement)

Sin embargo, la película se frustra porque Andrew Tate es detenido poco después en Rumanía (diciembre de 2022). Fue Tate quién se dirigió al productor Dan Reed con la humildísima propuesta de hacer un documental sobre su vida. Dan Reed y la directora Marguerite Gaudin aceptaron, con la premisa de la objetividad. Ahora deciden seguir con el proyecto a pesar de tener al protagonista en la cárcel, pues van completándolo con la ingente cantidad de material de archivo que hay de la vida de Tate. Cuando el gurú sale de la cárcel y se refugia (bajo arresto domiciliario) en su casa de Inglaterra, ya no tiene tantas ganas de que lo graben.

El documental es muy interesante porque nos muestra la manufactura de un famoso, todo lo que hizo para conseguir la celebridad y el dinero. La mayoría de nosotros conoció a Tate con su personaje ya muy entrenado, plenamente funcional y coherente. Para ser famoso, como saben, primero hay que mentir mucho, hasta que la mentira te la crees tú mismo.

Lo que no dice la ficha de Filmin sobre este documental es que Andrew Tate era pobre. Hay que tener mucho cuidado con los pobres, sobre todo si sueñan con ser ricos. Seguramente no hay mayor hijo de puta en el mundo que un pobre que pone toda su determinación en hacerse rico. El documental nos pinta una infancia miserable, desestructurada, con padre ausente y hogar en Luton. Si vives en Luton, hay que sentir cierta piedad por ti, desde luego.

Foto: Andrew Tate, tras ser detenido en Rumanía, el 12 de marzo. (EFE / Robert Ghement)

Andrew, en compañía de su hermano Tristan, recorre minuciosamente todo el camino hacia el éxito que la sociedad reserva a las personas sin escrúpulos. Impresiona saber que uno de los primeros pasos de Andrew fue meterse en Gran Hermano. Ahí hizo un papel muy similar al de Carlos Navarro (el Yoyas), actualmente en busca y captura por la policía española. Tate también fue expulsado del programa por ejercer violencia contra las mujeres (se difundió un vídeo privado donde pegaba a una chica).

Después de este entrenamiento en estrategia televisiva y manipulación de la audiencia, Andrew Tate se metió a luchador de kickboxing, cosa que se le daba bastante bien. Nuevamente, para salir de la pobreza hay que hacer algo que normalmente te metería en la cárcel, como es pegar a la gente hasta noquearla. “Quiero una vida excepcional. No quiero un coche normal, una casa normal o una novia normal. No quiero nada de eso”, dijo Tate.

Andrew y su hermano recorren minuciosamente todo el camino hacia el éxito que la sociedad reserva a personas sin escrúpulos

Sin embargo, como de la petanca, del ring no se puede vivir, o no muy bien, porque enseguida los hermanos Tate ponen en marcha el pilar fundamental de su imperio: el proxenetismo.

Sin mucha idea de nada, convencen a unas chicas para que se desnuden ante una webcam y “timen a los hombres”. El propio Tate se ocupa de teclear las respuestas de la chica a su cliente, pues ella sólo hace como que contesta en un teclado muerto. Nuevamente, esta actividad turbia se le da de maravilla a Andrew, y amplía el negocio, contrata más chicas, viaja a Eslovaquia para instalar allí su sede. Tate desarrolla toda una teoría sobre el negocio de las webs cam porno, basada en buscar “chicas calientes” en “la segunda ciudad más poblada” de un país, aquella por donde no pasen turistas. También teoriza que el cliente debe pensar que la habitación que ve es el dormitorio real de la mujer, y no, como es el caso, un set preparado en la mansión de sus explotadores. Todo este know how acaba siendo el que más dinero dé, no porque la web proporcione tantísimo dinero, sino porque Andrew decide compartirlo con el mundo, en cursos de formación para “hacerte millonario”.

Aquí, en fin, llegamos a Llados y a todos esos supuestos ricos que básicamente se hacen ricos contándote cómo volverte tú rico. Es fascinante; como si Coca-Cola decidiera compartir la fórmula de su refresco con Pepsi. Normalmente, si sabes cómo hacerte rico, no se lo dices a los demás. “Puedes ser millonario mañana. ¡Compra el curso y haz lo que yo digo!”, exclama Tate.

Foto: Carlos 'Ocelote' Rodríguez. (Riot Games)

En este punto explota la fama mundial de Andrew Tate, que hace rondas incansables por todos los podcasts radicales, misóginos o simplemente conservadores, desde Tucker Carlson a Joe Rogan, pasando por Piers Morgan o Myron Gaines, amén de crear y emitir sus propios vídeos. Son estas piezas cortas o acortadas, donde Tate habla a toda prisa y con un carisma volcánico, las que se viralizan y crean su enorme base de fans. Habla de “la matrix”, refiriéndose al sistema, alecciona a los hombres a estar en forma y a mantener a raya a sus mujeres y teoriza sobre la guerra de sexos desde una perspectiva avasalladoramente reduccionista: los hombres, el dinero; las mujeres, el hogar.

El documental nos ilustra sobre los problemas que estos vídeos cortos crearon entre la juventud masculina inglesa, y que detectaron antes los profesores que los padres. La alarma hizo que se expulsara a Tate de Twitter e Instagram, pero no de Tik Tok. Como todos los triunfadores fangosos de nuestro tiempo (Alvise, Sánchez, Llados), esto sólo sirvió para reforzar la fama y la narrativa de Tate, que se presentó como víctima. Es increíble el dinero que da venderse como víctima de algo muy poderoso (el sistema, los medios, los bancos).

placeholder Andrew Tate. (Filmin)
Andrew Tate. (Filmin)

También de la pobreza salían todas las chicas que contrataban los hermanos Tate para su negocio de prostitución remota. Dos de ellas habían denunciado a Andrew por abusos sexuales y violación, pero los procedimientos judiciales no prosperaron. Ahora un abogado trabaja para que se reabran los casos contra él.

En rigor, seguramente estos casos criminales, de resultar probados y devenir en condena, son el único camino para que Andrew Tate afronte algún tipo de responsabilidad penal. Su discurso de odio, como afirman en la película algunos de sus fans, se inscribe de alguna manera en la pura provocación gratuita y tiene más que ver con la comedia stand up que con una cruzada ideológica. Sus negocios, realmente turbios, es muy probable que cuenten con todos los avales ante la ley, como sucede con el mismo OnlyFans y otros sistemas de explotación sexual de las mujeres, que a fin de cuentas el sistema está permitiendo.

Andrew Tate es lo queda cuando a millones de adolescentes y pos-adolescentes les dices que no te importan, que son tóxicos y que tienen que pagar por los males que hicieron otros hombres en otro tiempo y, a menudo, en otro lugar. Cuando a miles de personas les dices que se las apañen como puedan, es eso exactamente lo que hacen.

Los problemas de los hombres siempre son dignos de celebrarse. Si los hombres, así en conjunto, tienen un problema, la sociedad ríe, hace un meme, se complace o mira para otro lado. Un problema de los chicos es el fracaso escolar. Otro, que no leen. Otro, cuando crecen, que se suicidan o se hacen autónomos. Nada de todo esto debe combatirse desde los presupuestos generales del Estado. Que los hombres tengan problemas está muy bien. Se trata, en rigor, de un problema menos para la sociedad.

Filmin
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