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Así se desactivó la cuenta de Trump en Twitter: "Alimenta a los extremistas de derechas"
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Así se desactivó la cuenta de Trump en Twitter: "Alimenta a los extremistas de derechas"

El periodista especializado en Tecnología Kurt Wagner repasa la historia la compañía desde su fundación hasta la compra por parte de Elon Musk en 'El pájaro de la discordia'. Este fue uno de los episodios más complicados

Foto: Imagen con la cuenta suspendida de Trump el 8 de enero de 2021 (REUTERS Joshua Roberts Illustration File Photo)
Imagen con la cuenta suspendida de Trump el 8 de enero de 2021 (REUTERS Joshua Roberts Illustration File Photo)

En la portada que publicó el New York Post solo unas semanas antes de las elecciones presidenciales aparecía un Joe Biden sonriendo junto a su hijo Hunter, pero el titular que lo acompañaba no era para sonreír en absoluto. "los correos electrónicos secretos de Biden", decía. Y también se publicó un titular aún más condenatorio en internet: "Un correo electrónico inculpatorio desvela cómo Hunter Biden presentó un empresario ucraniano a su padre, el vicepresidente Biden".

La noticia, publicada el 14 de octubre de 2020, incluía información obtenida a partir de un portátil que supuestamente pertenecía a Hunter que alguien había abandonado en una tienda de reparación de ordenadores y había entregado al abogado de Donald Trump, Rudy Giuliani. En el portátil había unos correos inculpatorios que relacionaban al padre de Hunter, el candidato presidencial demócrata, con una empresa energética ucraniana llamada Burisma, de cuyo consejo de administración Hunter formaba parte. Biden padre había afirmado en ocasiones anteriores que "nunca había hablado" con Hunter sobre sus negocios en el extranjero, pero los correos hacían pensar que Biden sí que se había reunido con ejecutivos de Burisma a petición de su hijo. Menos de un año después del encuentro, mientras Biden aún era vicepresidente, presionó al gobierno ucraniano para que destituyera a un fiscal que tenía intención de investigar a la compañía.

En plena campaña, la noticia era justo lo que Trump necesitaba. "Enhorabuena al @nypost por haber sacado a la luz la enorme corrupción que rodea al adormecido Joe Biden y a nuestro país — tuiteó—. Siempre ha sido un político corrupto. ¡Lamentable!".

placeholder Uno de los tuits durante el asalto al Capitolio que llevaron a la suspensión de la cuenta de Trump (REUTERS)
Uno de los tuits durante el asalto al Capitolio que llevaron a la suspensión de la cuenta de Trump (REUTERS)

Dentro de Twitter, la noticia hizo sonar todo tipo de alarmas. Durante las elecciones de 2016, el gobierno ruso había contribuido a orquestar una operación de hackeos y filtraciones contra la candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton, operación que logró obtener miles de correos electrónicos de su jefe de campaña, John Podesta. Los correos electrónicos fueron publicados posteriormente por WikiLeaks, lo cual supuso un perjuicio enorme para la campaña de Clinton contra Trump. Twitter, aún escarmentado por su papel involuntario en las elecciones de 2016, estaba atento a una posible operación parecida de hackeos y filtraciones en los últimos días antes de las elecciones de 2020. Incluso tenía una política que prohibía por completo compartir o enlazar material hackeado en Twitter.

La noticia del New York Post parecía venir como anillo al dedo. De alguna forma un portátil abandonado, salido de una tienda de reparación de ordenadores, que contenía correos perjudiciales sobre un candidato presidencial terminó en manos del abogado de Trump solo unas semanas antes de las elecciones. "Aquello olía mal — explicaría años después Yoel Roth, el ejecutivo encargado de impedir la interferencia electoral en Twitter—. Todo lo que rodeaba el asunto parecía un caso de hackeo y filtración y olía a hackeo y filtración".

No obstante, el problema era que de hecho nadie sabía si se trataba de un caso de hackeo y filtración. Los empleados de Twitter que trabajaban en políticas, en Confianza y Seguridad y en relaciones públicas se apresuraron a decidir qué había que hacer y se mandaron mensajes por Slack y correo electrónico, ya que todos seguían trabajando desde casa por el covid. El debate terminó alcanzando los niveles más altos de Twitter, incluidos Roth, la máxima responsable de políticas de Twitter, Vijaya Gadde, y uno de los abogados de mayor rango de la compañía, Jim Baker. Al fin el grupo decidió bloquear la noticia, lo que implicaba impedir que los usuarios tuiteasen el enlace o siquiera que lo compartieran en mensajes privados.

"Como hemos observado, esta es una situación de emergencia en la que los hechos no están claros — admitió Roth en una nota que mandó a los compañeros de trabajo el día en que se publicó la noticia—. Teniendo en cuenta los graves riesgos de este caso y las lecciones que aprendimos en 2016, es mejor pecar por exceso, incluir un aviso e impedir que se amplifique ese contenido".

Dentro de Twitter, otras personas eran escépticas, entre ellas varios miembros del equipo de relaciones públicas, al que se le endosó la tarea de explicar la decisión a la prensa. "No termino de entender el fundamento normativo por el que marcamos esa información como no segura", escribió Trenton Kennedy, miembro del equipo de relaciones públicas. "¿Podemos afirmar de forma veraz que esto forma parte de las políticas?", preguntó Brandon Borrman, vicepresidente de comunicaciones de Twitter. Twitter se mantenía firme en su decisión de bloquear la noticia, aunque a nivel interno estaba claro que nadie entendía del todo si infringía las normas de la compañía.

Twitter se mantenía firme en su decisión de bloquear la noticia de 'The New York Post'. Fue un error

A la larga, esa decisión resultó ser un enorme error. Nunca nadie confirmó que los correos de Biden fueran parte de un caso de hackeo y filtración y, años después, unos expertos en seguridad confirmarían su autenticidad. Dos días después de bloquear la noticia y tras recibir fuertes críticas, Twitter dio marcha atrás en su decisión, pero el mal ya estaba hecho. La plataforma había utilizado su poder sobre la conversación pública para quitarle importancia a una noticia que perjudicaba a Biden, y los políticos republicanos y otros seguidores de Trump estaban furiosos. Los senadores Lindsey Graham y Ted Cruz anunciaron que querían citar a Dorsey de nuevo para que respondiera más preguntas ante el Congreso. Al igual que cuatro años antes, parecía que Twitter perjudicaba de forma deliberada la campaña de Trump en las últimas semanas antes de unos grandes comicios. Los esfuerzos de la compañía por evitar otro percance electoral bochornoso habían conducido a un percance electoral bochornoso. Twitter había ido demasiado lejos, lo que, sin quererlo la empresa, había puesto de manifiesto el gran control que tenía la compañía sobre la difusión de información pública.

Gadde pidió comprensión cuando tuiteó una actualización de las políticas después de que Twitter diera marcha atrás en el bloqueo: "La moderación de contenido es increíblemente difícil, sobre todo en el contexto crítico de unas elecciones — escribió—. Estamos intentando actuar con responsabilidad y celeridad para evitar perjuicios, pero vamos aprendiendo sobre la marcha".

Dorsey, que con su estrategia de no intervención ni siquiera participó en la decisión, fue más tajante. "Bloquear directamente URL fue un error — tuiteó—, y hemos actualizado nuestra política y su aplicación para enmendarlo". Unas semanas más tarde, el día antes de las elecciones, cuando el mundo esperaba a que los votantes ejerciesen su derecho a voto en estados claves como Pensilvania y Florida, el consejo de administración de Twitter también emitió un voto: un voto de confianza en Jack Dorsey.

Tras el pacto con Elliott, se había formado una nueva comisión en el seno del consejo para revisar la estructura empresarial de Twitter y evaluar el liderazgo de la compañía. Ese análisis había terminado, y todos los implicados pensaban que Dorsey debía seguir en el cargo.

"La comisión ha expresado su confianza en los directivos y recomienda que se conserve la actual estructura", escribió el consejo en un informe para la Comisión de Valores y Bolsa, una forma estándar de decir que el grupo aprobaba el rendimiento de Dorsey y el plan trienal que había presentado meses antes.

El documento también mencionaba que la comisión había colaborado con Dorsey para actualizar el plan de sucesión del director ejecutivo de Twitter. Todas las sociedades cotizadas debían tener un plan como ese, que se activaría durante una improbable situación de emergencia, por ejemplo si un autobús arrollaba al director ejecutivo o si este sufría algún accidente inesperado. Lo que no decía el documento era que Parag Agrawal, el director de tecnología, había sido elegido como sustituto de emergencia de Dorsey. Entre bambalinas, Dorsey había insistido en situar a Agrawal en ese rol y el consejo de Twitter lo había aceptado, tras descartar a un pequeño grupo de candidatos internos. Si alguien iba a tomar las riendas de Twitter, Dorsey quería que fuera Agrawal.

A pesar de la noticia del New York Post, Donald Trump no logró ser reelegido y perdió ante el demócrata Joe Biden. En algunos estados se había tardado en terminar el escrutinio debido al voto por correo, lo cual había retrasado el anuncio de los resultados. Aun así, al final la votación no había sido tan ajustada. Biden obtuvo 306 votos electorales frente a los 232 de Trump; Biden ganó en el voto popular por más de 7 millones de votos. Estaba previsto, pues, que la investidura de Joe Biden como cuadragésimo sexto presidente de Estados Unidos tuviese lugar en una ceremonia que se celebraría en el Capitolio a mediados de enero. Eso, a menos que Trump pudiera hacer algo para impedirlo.

placeholder El testimonio de un empleado de Twitter sobre un tuit de Trump durante la Comisión que investigó el ataque al Capitolio (EFE EPA MICHAEL REYNOLDS)
El testimonio de un empleado de Twitter sobre un tuit de Trump durante la Comisión que investigó el ataque al Capitolio (EFE EPA MICHAEL REYNOLDS)

El presidente saliente se había pasado los dos meses anteriores a la noche electoral poniendo en duda los resultados ante cualquiera que le escuchara. En Twitter, sus publicaciones se marcaban como desinformación casi todos los días. Desde la derrota electoral de Trump, Twitter había etiquetado más de trescientas de las publicaciones del presidente, la mayoría poniendo en duda los resultados electorales o calificando los comicios de "amañados". Las etiquetas de Twitter conducían a informaciones más precisas. "Varias fuentes califican estos comicios de otra forma", decían algunas de las etiquetas. "Esta afirmación sobre el fraude electoral es controvertida", decían otras. En caso de que Trump hubiera sido un usuario de Twitter "corriente", se le habría suspendido la cuenta con carácter permanente después de tantas infracciones. Por ser el presidente de Estados Unidos, su cuenta seguía activa gracias a la política de "mandatarios internacionales" de Twitter.

El día en que estaba previsto que el Congreso certificase los resultados electorales, Trump apareció en un escenario en el parque de la Elipse, situado delante de la Casa Blanca, y despotricó contra todo el mundo: los medios de comunicación, el Congreso e incluso su red social favorita. "Cada vez que hago un tuit, aunque sea totalmente correcto, totalmente correcto, me ponen una etiqueta — dijo—. No dejan que el mensaje llegue ni de lejos como deberían — añadió—. No me importa Twitter. Twitter significa malas noticias".

Más o menos cuando Trump terminó su discurso, el Congreso se reunió para certificar la victoria electoral de Biden. Trump animó a sus seguidores a marchar hacia el Capitolio y a protestar contra el proceso. "Ninguno de los que estamos aquí hoy queremos ver que nos roban la victoria electoral unos envalentonados demócratas de izquierda radical, que es lo que están haciendo — dijo—. No vamos a rendirnos nunca, no vamos a ceder nunca. Eso no va a ocurrir. Uno no cede ante un robo".

En las horas posteriores, algunos de los seguidores de Trump marcharon hacia el Capitolio coreando "¡U-S-A, U-S-A, U-S-A!" por el camino. Los manifestantes se abrieron paso pese a las barreras policiales y subieron por los muros del Capitolio. Rompieron ventanas para trepar hasta el interior del edificio y abrieron las puertas para que los demás manifestantes pudieran entrar tras ellos. Mike Pence, el vicepresidente de Trump que estaba supervisando la certificación electoral en el Senado, fue escoltado por unos agentes de los Servicios Secretos hasta una ubicación segura. Otros políticos empezaron a buscar sitios para esconderse y se confinó el edificio.

Trump no se sumó a la marcha hacia el Capitolio, sino que regresó a la Casa Blanca y siguió por televisión el desarrollo de los disturbios, cada vez más violentos. Las imágenes de seguidores de Trump rompiendo ventanas y paseándose por el Capitolio se retransmitieron en todos los grandes medios de comunicación de Estados Unidos. Cuando los insurrectos irrumpieron en el edificio y el vicepresidente fue llevado a un lugar seguro, Trump publicó un tuit.

"Mike Pence no tuvo la valentía de hacer lo que debería haberse hecho para proteger nuestro país y nuestra Constitución, lo que hubiera dado una oportunidad a los estados de certificar una versión correcta de los hechos, no los hechos fraudulentos o imprecisos que se les pidió que certificasen previamente — publicó—. ¡Estados Unidos exige la verdad!".

Muchos de los empleados de Twitter observaron con incredulidad desde sus casas cómo se desarrollaban los acontecimientos por televisión. Trump ya había tuiteado o retuiteado diecisiete veces ese día antes de hacer el tuit sobre Pence, pero, dado que los insurrectos estaban dentro del Capitolio, el ataque de Trump a Pence se etiquetó enseguida y se envió al equipo de Confianza y Seguridad para que lo revisase.

En ese momento, Twitter tenía un sistema fiable para analizar las publicaciones polémicas de usuarios famosos, por ejemplo de Trump. Los tuits se copiaban en un documento de Google, donde alguien del equipo de operaciones de la compañía también copiaría cualquier política de Twitter relevante que la publicación pudiera infringir. Entonces los ejecutivos de Confianza y Seguridad podían revisar el tuit y la política y hacer comentarios en el documento para que lo vieran otras personas. Como todo el mundo trabajaba en remoto, esa había resultado ser una forma relativamente rápida y fiable de analizar tuits sin la necesidad de que todo el mundo participase en una llamada o videollamada. Ese proceso solía desembocar en una recomendación sobre lo que había que hacer — quizás añadir una etiqueta o poner el tuit detrás de una pantalla de aviso— y esa recomendación solía comunicarse a Vijaya Gadde, la directora de asuntos jurídicos y de políticas. Una vez tomada la decisión, a menudo Gadde ponía al corriente a Dorsey y le daba el visto bueno; él prefería no intervenir y dejar que otras personas gestionasen ese complejo proceso.

Los ejecutivos de Twitter, incluidos Del Harvey y Yoel Roth, revisaron el tuit de Trump sobre Pence en el documento de Google y enseguida determinaron que infringía la política de "integridad cívica" de la compañía, que prohibía compartir "información engañosa con la intención de socavar la confianza pública en unas elecciones". En el Capitolio, los políticos y los miembros de sus equipos estaban escondiéndose en despachos y salas de reuniones para eludir a la turba enfurecida. Un agente de la policía del Capitolio mató de un tiro a una manifestante.

Luego Trump volvió a tuitear. Esta vez consistió en un mensaje en vídeo. "Soy consciente de vuestro dolor, sé que estáis dolidos — dijo ante la cámara—. Celebramos unas elecciones y nos las robaron".

"Pero ahora tenéis que iros a casa — dijo, apelando directamente a los manifestantes—. Debe imperar la paz. Deben imperar el orden y la ley". Calificó las elecciones de "fraudulentas" y luego ofreció su amor a los insurrectos. "Iros a casa, os queremos, sois muy especiales", dijo Trump. Los equipos internos de Twitter también etiquetaron ese vídeo y enseguida lo consideraron una infracción.

A las 18.01 de esa tarde, hora de Washington, unas cinco horas después del inicio del asalto, Trump tuiteó por tercera vez. "Esas son las cosas y los acontecimientos que ocurren cuando se les arrebata una sagrada victoria electoral aplastante de una forma tan abrupta y mezquina a unos grandes patriotas a quienes durante tanto tiempo se les ha tratado tan mal y tan injustamente — escribió—. Iros a casa con amor y en paz. ¡Recordad siempre este día!".

Trump se había pasado semanas diciendo por Twitter que las elecciones estaban "amañadas", difundiendo una mentira a millones de personas

Harvey y Roth ya habían tenido suficiente. Trump se había pasado semanas diciendo por Twitter que las elecciones estaban "amañadas", difundiendo una mentira a millones de personas y aprovechando la plataforma de Twitter para hacerlo. Esas mentiras habían conducido a un asalto violento del Capitolio de Estados Unidos. Habían fallecido varias personas. Más de 150 agentes de policía resultaron heridos en el ataque. Roth dijo a algunos compañeros que sentía que tenía "las manos manchadas de sangre" por el rol de Twitter como megáfono de Trump. El grupo mandó una recomendación a Gadde: había llegado la hora de suspender la cuenta de Trump para siempre.

Gadde, no obstante, no estaba de acuerdo. Y Dorsey tampoco.

El director ejecutivo de Twitter ni siquiera estaba en el país. Estaba en The Brando, un exclusivo centro turístico situado en una isla de la Polinesia Francesa al que solo se podía acceder con la flota aérea privada de la empresa turística. Aunque él no solía intervenir en las decisiones de aplicación de las políticas de Twitter, Gadde lo había mantenido informado durante la jornada. Los dos creían que suspender por completo la cuenta de Trump era excesivo. Twitter ni siquiera había suspendido nunca el perfil de Trump a pesar de todas las veces que había infringido las normas. Echarlo de Twitter parecía una acción demasiado agresiva.

En lugar de eso, acordaron una suspensión temporal. Siguiendo las políticas de Twitter, se pidió a Trump que eliminase los tres tuits en que incumplía las normas. Una vez que lo hiciera, se iniciaría una "pausa" de doce horas antes de poder volver a publicar. Con suerte, esa pausa daría a todo el mundo una oportunidad para recobrar el aliento. Gadde alertó al Staff de Twitter, el grupo de altos ejecutivos que informaban directamente a Dorsey, y luego Trump recibió un correo en que se le decía que se le había suspendido la cuenta. Tras años forzando los límites de Twitter y tras cientos de infracciones, al fin Twitter le había cortado el micro al presidente de Estados Unidos.

Twitter anunció la decisión en una serie de tuits publicados en la cuenta @TwitterSafety de la compañía.

"Como consecuencia de la situación de violencia sin precedentes que se está produciendo en la ciudad de Washington, hemos solicitado la eliminación de tres tuits de @realDonaldTrump que se han publicado hoy por repetidas y graves infracciones de nuestra política de integridad cívica", explicó la compañía.

"En caso de producirse más infracciones de las normas de Twitter — añadía la compañía—, se suspenderá la cuenta @realDonaldTrump con carácter permanente".

Al día siguiente, el 7 de enero de 2021, empezó a circular entre los empleados una carta que condenaba la decisión de Twitter de suspender la cuenta del presidente Trump. No les preocupaba que Twitter hubiera cruzado una línea, sino que Twitter se hubiera quedado corto.

La carta acusaba tanto a Trump como a los ejecutivos de Twitter. "Durante los últimos cuatro años, hemos observado cómo crecían los extremistas de derecha en nuestra plataforma, alimentados por @realDonaldTrump. Hemos visto a los directivos de Twitter incapaces de gestionar la retórica violenta y llena de odio compartida por @real- DonaldTrump", decía la carta. Trump ya no era un "actor democrático válido", seguía diciendo el texto; la suspensión temporal no era suficiente.

"Hemos observado cómo crecían los extremistas de derecha en nuestra plataforma, alimentados por @realDonaldTrump. Hemos visto a los directivos de Twitter incapaces de gestionar la retórica violenta"

Los empleados añadían tres peticiones: un resumen del proceso de toma de decisiones de la compañía el día 6 de enero; una "investigación sobre las decisiones empresariales de los últimos años que condujeron al papel de Twitter en la insurrección de hoy", y una suspensión permanente de la cuenta de Trump. Alrededor de 350 empleados firmaron la carta.

"Desempeñamos una función sin precedentes en la sociedad civil y el mundo tiene la mirada puesta en nosotros — terminaba diciendo la carta—. Las decisiones que tomemos esta semana van a determinar nuestro lugar en la historia, para bien o para mal".

Tras la suspensión de la cuenta de Trump, el presidente no volvió a tuitear durante veinticuatro horas. Cuando por fin lo hizo, en la noche del 7 de enero, condenó el asalto al Capitolio en un discurso formal en vídeo y dijo que ahora estaba centrado en "garantizar una transición de poder ordenada y tranquila". Ese fue el único tuit que hizo en todo el día.

A la mañana siguiente, el día 8 de enero, Trump tuiteó dos veces. «Los 75.000.000 de grandes patriotas estadounidenses que me votaron, america first y make america great again van a tener una voz gigante durante mucho tiempo — escribió—. ¡¡¡No se les va a faltar al respeto ni a tratar con injusticia de ninguna forma ni manera!!!".

Luego tuiteó esto: "Respondiendo a todos los que me lo habéis preguntado, no voy a asistir a la investidura del 20 de enero".

El equipo de Confianza y Seguridad de Twitter revisó una vez más los tuits de Trump y de entrada la convicción era que Trump no infringía ninguna de las normas de la compañía. "A modo de aviso: Seguridad ha evaluado el tuit de DJT que veis más arriba y ha determinado que no infringe nuestras normas actuales", escribió Anika Navaroli, una trabajadora del equipo de políticas de seguridad de Twitter, en un mensaje que mandó a sus compañeros por Slack sobre el primer tuit de Trump. El equipo también tomó la misma decisión respecto al segundo tuit de Trump sobre la investidura.

placeholder Una de las imágenes icónicas del ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021 donde aparece un hombre disfrazado de bisonte y autoproclamado 'chamán de QAnon' (EFE EPA  Jim Lo Scalzo)
Una de las imágenes icónicas del ataque al Capitolio el 6 de enero de 2021 donde aparece un hombre disfrazado de bisonte y autoproclamado 'chamán de QAnon' (EFE EPA Jim Lo Scalzo)

Sin embargo, Gadde no estaba convencida. A ella le preocupaba que el lenguaje de Trump pudiera ser "una incitación en clave a otros actos de violencia" dependiendo de cómo se interpretase su mensaje. En concreto, el uso del término "patriotas estadounidenses" parecía problemático. Si estaba refiriéndose a los ciudadanos corrientes que le votaron, parecía aceptable. Pero, si se refería a los que asaltaron el Capitolio, el tuit podía tener un significado muy distinto, planteó Gadde.

Esa tarde Twitter celebró una reunión general con los empleados, muchos de ellos enfadados porque la cuenta de Trump aún estaba activa. La carta que había circulado el día anterior se había filtrado a la prensa y la había publicado el Washington Post esa misma mañana. En la reunión quedó claro que muchos empleados de Twitter estaban descontentos con Trump, pero también preocupados por el rol continuado de Twitter en ofrecerle un megáfono para invalidar las elecciones.

Lo que los empleados no sabían era que el proceso de suspender la cuenta de Trump ya se había puesto en marcha entre bambalinas. Se tomó la decisión de que los tuits de Trump infringían la política de la compañía sobre el "enaltecimiento de la violencia", que prohibía elogiar un acto violento de una forma que "pudiera incitar o conducir a más violencia". La decisión de Trump de no asistir a la investidura hacía pensar que aún creía que le habían robado las elecciones. Si uno interpretaba "patriotas estadounidenses" como asaltantes, entonces su tuit se leía como una muestra de apoyo a quienes habían irrumpido con violencia en el Capitolio.

Algunos de los altos ejecutivos de Confianza y Seguridad de Twitter crearon un documento en el que exponían el razonamiento que justificaba la decisión de la compañía. Cuando Dorsey pidió que se simplificase el documento, Harvey empezó a reescribirlo, y Roth entendió lo que estaba a punto de suceder. "Que Dios nos ayude — escribió a un compañero por Slack—, [eso] me hace pensar que quiere hacerlo público".

A las 15.21, hora de San Francisco, del 8 de enero, la cuenta de Trump quedó desactivada de forma oficial

A las 15.21, hora de San Francisco, del 8 de enero, la cuenta de Trump quedó desactivada de forma oficial. Los usuarios que visitaban su perfil de Twitter ya no veían sus decenas de miles de tuits. En su lugar aparecía un nuevo mensaje de Twitter: "Cuenta suspendida".

La publicación de blog que hizo Twitter explicando la decisión era casi idéntica al documento interno que Harvey había reescrito a petición de Dorsey. "Según nuestro parecer, es probable que los dos tuits mencionados más arriba inspiren a otras personas a reproducir las acciones violentas que tuvieron lugar el 6 de enero de 2021 — decía el texto— y hay múltiples indicadores de que están recibiéndose y entendiéndose como una incitación a actuar de esta forma".

Tras doce años y más de 56.000 tuits, finalmente Twitter decidió que mantener los mensajes de Trump representaba una amenaza para la seguridad pública. La andadura de @realDonaldTrump en Twitter había terminado.

En la portada que publicó el New York Post solo unas semanas antes de las elecciones presidenciales aparecía un Joe Biden sonriendo junto a su hijo Hunter, pero el titular que lo acompañaba no era para sonreír en absoluto. "los correos electrónicos secretos de Biden", decía. Y también se publicó un titular aún más condenatorio en internet: "Un correo electrónico inculpatorio desvela cómo Hunter Biden presentó un empresario ucraniano a su padre, el vicepresidente Biden".

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