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Las caritas perversas de Nara llegan al Guggenheim: la expo más emocional del año
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la primera gran retrospectiva en Europa

Las caritas perversas de Nara llegan al Guggenheim: la expo más emocional del año

En total son 128 obras instaladas en un montaje ex profeso para una muestra que transita por intensos estados emocionales y que resulta muy llamativa para el visitante. El japonés es uno de los artistas más cotizados del planeta

Foto: Yoshitomo Nara presenta su retrospectiva en el Guggenheim de Bilbao (REUTERS Vincent West)
Yoshitomo Nara presenta su retrospectiva en el Guggenheim de Bilbao (REUTERS Vincent West)

Vivimos un tiempo muy emocional y no extraña que Yoshitomo Nara (Hirosaki, Japón, 1959) sea hoy en día uno de los artistas más aclamados del planeta. Las caritas infantiles (y no tanto) de enfado, de picardía, del mal rollo, pero también de calma, serenidad y dulzura de sus pinturas han llegado a todos los rincones con un éxito apabullante desde hace tres décadas. Ahora han recalado en el Guggenheim de Bilbao en la que es la primera muestra retrospectiva del japonés en un gran museo europeo. En total 128 obras instaladas en un montaje elaborado ex profeso para una exposición que transita por intensos estados emocionales y que va a resultar muy llamativa para el visitante. Abandonen prejuicios: sorprende. Tienen hasta el 3 de noviembre.

“Las personas que han visto mis obras en libros o en las redes sociales van a ver algo muy distinto en el museo. Insisto en que el que venga las observe bien porque igual cambia el concepto que tiene de ellas”, decía esta mañana el propio artista a la prensa en el museo.

Y así sucede. Bajo el patrocinio del BBVA -este tipo de exposiciones de grandes artistas internacionales siempre necesitan una financiación potente- y organizada conjuntamente con el Museum Frieder Burda de Baden-Baden y la Hayward Gallery de Londres, por donde girará posteriormente, se ha trazado una muestra que busca ofrecer una mirada panorámica al trabajo de Nara que vaya más allá de lo que puede corretear por Instagram. De ahí que el espectador se tope con unas primeras obras, las de los años ochenta y noventa, que le pueden generar inquietud y hasta cierto malestar, para después pasar a imágenes, ya a partir de los 2000 y sobre todo 2011, que transmiten una honda reflexión, quietud y sensación doliente. De la hostilidad de las obras de 1984 se pasa a la vulnerabilidad de la última colgada, de 2023. Ver todo ese conjunto es la gran aportación de la muestra porque toda esa amalgama emotiva es un enorme paradigma de nuestra época.

De la hostilidad de las obras de 1984 se pasa a la vulnerabilidad de 2023. Ver todo ese conjunto es la gran aportación de la muestra

“Cuando eres joven no piensas en un concepto del mundo. Solo piensas en ti. En los ochenta yo solo pensaba en lo que me gustaba a mí o en lo que no. Las primeras obras las pinté movido por instintos. Y eran obras muy pesimistas porque estaba en Alemania y no dominaba el alemán ni la cultura alemana”, ha explicado hoy sobre su primera etapa, cuando era estudiante en la Escuela de Arte de Düsseldorf y pintaba hasta 120 cuadros al año, “aunque no me exponían en ningún sitio”, ha añadido. “Todo eso me llevó a conectar con mi infancia en un pueblo del norte de Japón, en la soledad que sentía y de ahí que salieran esas obras infantiles negativas. Pero después la propia Alemania amplió mi visión del mundo y llegaron obras más adultas”, ha explicado hoy sobre su cambio de estilo.

Tampoco es que prefiera uno sobre el otro. “No, no puedo volver a cómo era en los 80 y 90, ahora soy más mayor y lo que no sé es cómo seré dentro de unos años, aunque supongo que seré más maduro. El año pasado pinté solo dos cuadros, pero no es porque no pueda pintar más sino porque ahora tengo más tiempo para pensar y reflexionar”.

La comisaria de la exposición, Lucía Agirre, también ha ofrecido una interesante explicación sobre esta muestra y las distintas etapas del artista. Ahí están esas primeras obras como Te doy la flor (1990) “en las que aparecen esas figuras desproporcionadas y un cuchillo como elemento de defensa del niño frente al adulto”. O la presencia de la casa -el hogar, que fue para él tan importante en su infancia, lugar en el que escuchaba música y pintaba mientras sus padres estaban fuera trabajando- o los perros y los gatos, los cielos y las nubes que nutren sus lienzos y que irán desapareciendo con los años.

placeholder 'Señorita Luz de Luna' (2020), en el Guggenheim de Bilbao (P.C)
'Señorita Luz de Luna' (2020), en el Guggenheim de Bilbao (P.C)

Es en esos años noventa cuando, siendo todavía un estudiante desconocido con algunos pinitos en galerías, surgen sus conocidas niñas (o niños, porque tampoco es tan evidente el sexo). “Al principio aparecen de cuerpo entero, están desplazadas en el lienzo, todavía la cabeza no es el centro y tienen esos ojos de gajo de naranja que les dan esa mirada pícara”, ha comentado Agirre. Ejemplos de ello son La noche más larga (1995) o En el charco más profundo (1995) también con ese elemento del charco turbulento que con los años se tornará mucho más pacífico.

Hay en todos estos cuadros también una influencia notable en su obra no solo de lo que podía proceder de Japón (como lo relacionado con el manga) sino de Europa, como el Renacimiento italiano que le entusiasmó desde que lo descubrió. Todavía hoy Nara recuerda su primer viaje a la ciudad de Asis. “Los colores son muy renacentistas y recuerdan a pintores como Piero della Francesca. Tampoco hay sombras en sus cuadros como sucedía en esta época”, ha destacado la comisaria.

Un elemento interesante de la exposición es la instalación de la casa que, si bien es de años más tardíos (2008), en ella refleja todas sus obsesiones a la hora de la creación. Una de ellas es la música. Influenciado desde niño por el blues americano de Bob Dylan pasó después al punk rock de Los Ramones -su banda favorita- para la muestra ha elaborado una lista de reproducción que suena sin parar y que incluye a dos bandas españolas: Radio Futura y Tequila. No es baladí. Nara conoció a ambos grupos en Madrid cuando vino en su primer viaje por Europa antes de recalar en Alemania para estudiar. El japonés se empapó de la Movida y los bares madrileños. “Y todavía me pongo esta música mientras estoy pintando”, ha confesado hoy.

Alemania no le proporcionó el salto definitivo sino que fue la ciudad de Los Ángeles la que convirtió a Nara en el artista mundialmente reconocido que es hoy. A partir de esta apuesta su fama subió como la espuma (y su caché también). El japonés reconoce que en parte se debió a la gran comunidad asiática de California -”San José es la ciudad más cercana a Japón”. Fueron años en los que el artista era mucho más conocido fuera que dentro de su país, aunque eso cambió a partir del año 2000 cuando se mudó a Japón y en 2001 el Museo de Yokohama le brindó la primera gran exposición. Ahí todo se disparó.

El accidente de Fukushima

Otro cambio notable y que afectó completamente a su pintura fue el accidente nuclear de Fukushima en 2011. Nara se había criado en la posguerra, había escuchado multitud de historias sobre las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, se había convertido en un feroz antibelicista, defensor de la paz y la esperanza -muchos de sus dibujos hablan de Stop de bombs, y hay ojos de niñas en algunos de sus cuadros que también reflejan el estallido de las bombas nucleares - y aquel accidente que pudo destrozarlo todo le noqueó.

placeholder Exposición de Yoshimoto Nara en Bilbao (REUTERS Vincent West)
Exposición de Yoshimoto Nara en Bilbao (REUTERS Vincent West)

La transformación de su estilo se nota ahí. Es en ese preciso instante cuando sus caritas dejan de ser malévolas para abrazar la serenidad, el bienestar, esa quietud. “Cambian mucho los ojos, ya no miran con picardía sino que están brillantes, iridiscentes y miran con dulzura. También los cuadros son como fotos de carnet en donde solo es importante la cara. No hay nada más”, ha señalado Agirre. Ahí están cuadros como “Después de la lluvia ácida’, ‘Señorita Margaret’ o ‘En mitad de la noche’, con esas múltiples capas en la pintura y esos ojos abiertos y cerrados que atrapan al espectador. “Eso es lo que él quiere, que nos fijemos en esos ojos”, ha recalcado la comisaria. Hay una pieza, la más novedosa de toda la muestra, Lágrimas de medianoche (2023), que es imposible dejar de mirar. Es una carita con los ojos a punto de llorar transmitiendo una melancolía que no aparecía para nada en sus primeras obras. “Es esa melancolía que vas adquiriendo con la edad cuando piensas en todo eso que has perdido… Y técnicamente tampoco tiene nada que ver con los otros cuadros”, ha resaltado Agirre.

Cotizado y popular

Por todos estos motivos, Nara está hoy en los lugares más altos del arte contemporáneo. Los museos se lo rifan. Sus caritas serpentean por todas las redes sociales. Las marcas también quieren echarle el lazo. Un millonario llegó a pagar 25 millones de dólares por la obra ‘Cuchillo detrás de la espalda’ en una subasta en Hong Kong en 2019. Como dijeron las crónicas aquel día: había superado a la gran artista japonesa del momento Yayoi Kusama. Él, sin embargo, parece ir regateando todos estos cantos de sirena, ”aunque en el saldo de la cuenta corriente se nota”, ha confesado. “Pero yo en los ochenta hacía cosas raras, era un outsider… Y es verdad que a partir del año 2000 el gusto cambió, y lo que hago se hizo muy popular, quizá más por lo visual que por el contenido… Hay mucho por debajo de la superficie. Está el manga, el anime, pero también los recuerdos de la infancia, mi pueblo del norte de Japón que nada tiene que ver con Tokio…”, ha insistido.

placeholder La perversión de las niñas de Nara en el Guggenheim (REUTERS Vincent West)
La perversión de las niñas de Nara en el Guggenheim (REUTERS Vincent West)

¿Y se puede seguir perteneciendo a las clases populares, como no deja de recalcar, pese a ser uno de los pintores actuales más cotizados y tener una cuenta corriente más que saneada? “Tengo un mundo en el que nada cambia. De todas maneras, mi mejor época fue la alemana. Pintaba 120 obras al año y no me exponía nadie. Todavía tengo amistad con mis amigos de entonces. Eso no se puede comprar con dinero. Y eso es lo que quiero conservar. No me gustan las pretensiones (de ricos)”, ha insistido, aunque ha reconocido su amistad y colaboración con Stella McCartney. “Bueno, somos amigos. Y me invitó a una comida en la que estaba su padre, y todo fue muy natural. Sí puedo colaborar con marcas, pero siempre desde la amistad”, ha zanjado.

Mañana se inaugura esta retrospectiva. El año pasado la de su compatriota Yayoi Kusama se convirtió en la más visitada en los 27 años de historia del Guggenheim de Bilbao. Es muy probable que Nara se le acerque o incluso la supere.

Vivimos un tiempo muy emocional y no extraña que Yoshitomo Nara (Hirosaki, Japón, 1959) sea hoy en día uno de los artistas más aclamados del planeta. Las caritas infantiles (y no tanto) de enfado, de picardía, del mal rollo, pero también de calma, serenidad y dulzura de sus pinturas han llegado a todos los rincones con un éxito apabullante desde hace tres décadas. Ahora han recalado en el Guggenheim de Bilbao en la que es la primera muestra retrospectiva del japonés en un gran museo europeo. En total 128 obras instaladas en un montaje elaborado ex profeso para una exposición que transita por intensos estados emocionales y que va a resultar muy llamativa para el visitante. Abandonen prejuicios: sorprende. Tienen hasta el 3 de noviembre.

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