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El rodaje español más catastrófico nunca visto (y la figura trágica de Pablo Motos)
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¡Silencio, se rueda!

El rodaje español más catastrófico nunca visto (y la figura trágica de Pablo Motos)

Xavi Daura, miembro del dúo cómico Venga Monjas, publica una novela sobre una directora indie contratada por Hollywood con un cheque en blanco. Desguazando el show business

Foto: Xavi Daura, cómico y novelista. (Vanessa Valero)
Xavi Daura, cómico y novelista. (Vanessa Valero)

Cuando la directora canaria Maya Blanco la lío parda en El Hormiguero, ya la conocía toda España. La veinteañera venía de protagonizar uno de los asaltos más fulgurantes -del underground al mainstream- vistos nunca.

A priori, su ópera prima de bajo presupuesto -Canaán- no parecía plato para todos los gustos: "El drama sobre un campesino que en tiempos de Jesucristo decide transicionar de hombre a mujer". Sí, han leído bien, "la trágica historia de cómo este campesino podría haberse convertido en el decimotercer apóstol, pero Jesús y los suyos le dieron la espalda al no entender su discurso sobre la identidad de género. Pensaban que estaba poseído por el demonio".

Resumiendo: tremendo hueso.

placeholder Cartel de 'Canaán' creado por ChatGPT con la sinopsis del filme.
Cartel de 'Canaán' creado por ChatGPT con la sinopsis del filme.

Pero los caminos del Señor, y los de la cultura contemporánea, son inescrutables: Canaán no solo arrasó en el circuito de festivales internacionales, algo que podía estar en algunas quinielas, sino que ganó el Oscar a la mejor película extranjera y, ojo al dato, el Oscar al mejor director. Tras su triunfo en la meca del cine, Maya está ahora en el plató de El Hormiguero con un reluciente contrato hollywoodiense bajo el brazo, pero a punto de perpetrar una de las performances televisivas más demenciales de nuestra era...

Es una auténtica lástima, por tanto, que una peripecia tan sugerente como la de Maya -¿no sienten ustedes unas ganas terribles de ver Canaán?- solo exista en la imaginación de Xavi Daura, del dúo cómico Venga Monjas, vanguardia de la nueva absurdez. Daura publica ahora novela (Quemar dinero) sobre el estrepitoso rodaje de la segunda película de Maya Blanco, a la que Hollywood ha dado el cheque en blanco más grande jamás dado para que lo gaste en lo que le dé la gana. La cosa, como pueden ustedes intuir, no será sencilla, ya que Blanco tiene más dinero que ideas en la cabeza, y los rodajes de Fitzcarraldo y Apocalypse Now parecen rutinarios comparados con el desastre que Maya tiene entre manos.

placeholder ChatGPT haciendo de las suyas.
ChatGPT haciendo de las suyas.

De fondo: un retrato ácido sobre los caprichos, milagros y perversiones del mainstream cultural, sus voceros y sus gurús, como el nonagenario magnate que da una millonada a la joven directora española, dispuesto a dinamitar el sistema desde dentro, pero con agenda oculta... y opiniones iconoclastas...

"Ojalá pudiésemos volver a los inicios, cuando el público se conformaba con ver cosas moviéndose y ya. La llegada de un tren, un barco zarpando, un tío cayendo de una ventana... Eso sí valía una entrada. Ahora todo es bla, bla, bla... Inventarse cualquier argumento ingenioso para justificar una explosión final... ¿Por qué no ir directamente a la explosión? ¿Por qué no rodar solo explosiones, choques, caídas... y pasarlas una detrás de otra? ¿Por qué siempre tiene que haber un listillo que lo llene todo de sentido?... Putos guionistas... son todo ego. Con sus estructuras, sus moralejas, sus normas de mierda, su "de pequeño no jugaba al fútbol"... ¡Y yo qué culpa tengo, coño! ¿De pequeño no jugabas al fútbol y por eso ahora todos nos tenemos que aburrir en el cine? ¡Vete a cagar, hombre!", espeta el magnate hollywoodiense en el libro.

Quemar dinero es, en definitiva, Peter Sellers suelto en una novela de Ballard, con catarsis distópica inminente según avanza el rodaje, y cada cual pertrechándose para la llegada de Babilonia: "Daniel Day-Lewis se despide diciendo que él no tiene hambre... Me cuenta que la semana que viene se muda a una aldea africana en la que solo se alimentan de la sangre de una vaca... -Estoy dispuesto a cocinar mi propia sangre si hace falta... Tal como están las cosas, esta gente son el futuro. Todo este jaleo con el sol... no es más que la consecuencia de nuestra vanidad".

placeholder Otro cartel de ChatGPT.
Otro cartel de ChatGPT.

El autor

Dejamos a Daniel Day-Lewis bebiéndose su propia sangre, y recluyéndose tres años en una caja de zapatos para preparar su próximo papel, para hablar con Xavi Daura sobre los rodajes del mainstream como actividad delirante y fantasmagórica.

PREGUNTA. Cuando he tenido que cubrir rodajes, me han parecido aburridísimos, un montón de gente parada eternamente entre plano y plano. Mirando pasar a las moscas. Cómo uno de esos bares de carretera, donde cada seis horas para un ALSA, hay media hora de frenesí hostelero, y vuelven a dormitar las siguientes seis horas. Sin embargo, la mitología del cine ha convertido los rodajes en espacios donde la excitación y la hecatombe acechan en cada esquina. Siendo lugares en los que aparentemente pasa poca cosa, ¿por qué los rodajes disparatados dan tan bien luego en los chascarrillos y en la ficción?

"Supongo que eso es precisamente el invento de la fama, el convertir en interesante algo totalmente vacío"

RESPUESTA: Bueno, de entrada porque son historias que suelen contener estrellas de cine. Tú coge tu anécdota más aburrida, que si la cuentas como que eso le pasó a Tom Cruise verás que de repente es una anécdota absurdamente interesante. A todo el mundo le da morbillo saber qué le pasa a las estrellas, cualquier cosa que hagan estará llena de significado, por anodina que sea. Supongo que eso es precisamente el invento de la fama, el convertir en interesante algo totalmente vacío. Es el truco de las revistas del corazón, por ejemplo. Y, confieso, es un truco que yo mismo he usado en la novela, poniendo a estrellas y famosos en situaciones absurdas.

P. Dentro de la meta fascinación por los rodajes, destacan los catastróficos, con su propia línea de productos derivados (la colección Este rodaje es un infierno). ¿Por qué nos atrae tanto que los rodajes acaben como el rosario de la aurora?

R. Es que el hecho mismo de hacer cine tiene algo muy mágico. El trabajo en equipo, toda la maquinaria, el marketing, la fama… para al final capturar una imagen en movimiento que signifique algo. Que conecte con alguna emoción. Y que eso al final quede ahí grabado para siempre. Es un trabajo muy delicado y a la vez divertido, y a la vez terrible. Y, por supuesto, cuando hay catástrofes, todo es mucho más goloso. Aunque bueno, creo que eso es así tanto en el cine como en cualquier otro oficio, eh? Nos encanta una buena historia de desastres. En el cine tiene un plus de fantasía, eso sí.

P. Además de padrino del cine moderno, Francis Ford Coppola es también patriarca de los rodajes catastróficos que se acaban enderezando (o no) a última hora. Un titán estadounidense que se ha enriquecido y arruinado tantas veces por su ARTE que hemos perdido la cuenta. Su último proyecto, Megalopolis, es, según algunos críticos, un compendio megalómano de toda su carrera. ¿Quemar dinero por el ARTE es la última resistencia artística contra el mercado o alguien debería parar los pies a Coppola cuando se pasa de frenada?

R: Creo que Coppola es el único que mantiene este espíritu arrollador del Hollywood de los setenta, de la época en la que la industria se volcó a los deseos del director por encima de cualquier otro. Todos los otros de su generación (Scorsese, De Palma, Spielberg…) han ido mutando, adaptándose a cada época como han podido, pero Coppola es el único que se quedó loco. Y oye, ¡yo que lo celebro! Siempre está bien que haya alguien que nos siga dando historias locas.

En la novela pasa justo al revés: a la protagonista le dan todas las facilidades, pero ella siente que no tiene nada que decir. De repente no tiene arte. Y la industria le dice que no se preocupe, que el marketing lo arreglará todo. Y entonces, claro, eso se convierte en una historia de terror.

placeholder 'Megalopolis', la última de Coppola.
'Megalopolis', la última de Coppola.

P. Desde que a mitad del siglo XX se instauró en Francia eso que se llamó la "política de los autores", los directores pasaron a ser (con permiso de los estudios) los responsables creativos de hasta el último clínex utilizado en los rodajes. Figuras reverenciadas cuyo poder omnívoro, como vemos en tu libro, da lugar a veces a situaciones extremas por absurdas y arbitrarias. ¿Por qué resultan tan graciosas las figuras que mezclan poder e ínfulas artísticas?

R. Bueno, por el ridículo. Cualquier personaje que mezcle poder con cualquier asunto personal nos parecerá extrañamente vulnerable. Eso lo veo más en mi anterior novela, Bravo, donde el protagonista es el seleccionador de España, y poco a poco descubrimos que en realidad es un niño al que en un momento dado se le dio muchísimo poder.

P. Tu libro arranca con una larga secuencia en El Hormiguero, como lugar ideal para arrancar una macro campaña de marketing del show business. Tras años como rey del entretenimiento familiar, Pablo Motos se ha convertido también en príncipe de la polémica política. ¿Por qué nos fascina y nos obsesiona tanto la figura de Motos?

"El cine al final es terreno de los fantasmas, lo mismo que un cementerio"

R. Sí, El Hormiguero es un lugar fascinante porque reúne todo lo que venimos hablando: superestrellas, anécdotas, explosiones, poder… todo presentado de la forma más entretenida posible. Pero aun siendo el rey del entretenimiento familiar, Pablo Motos es una figura trágica: parece muy susceptible, orgulloso, aleccionador… Parece muy inseguro de lo que puedan decir los demás sobre él, y eso es una pena porque si pudiese darle la vuelta a eso (si fuese capaz de reírse de sí mismo de verdad, por ejemplo, de aceptar el lado ridículo de su condición de showman) estoy seguro de que se convertiría en un personaje entrañable. Es bastante dickensiano.

P. Quemar dinero me ha parecido una novela cómica… engañosa. Me explico: empecé con la sensación de que podía leer con medio cerebro desenchufado, pero bajo la falsa ligereza, hay grandes dosis de vitriolo costumbrista del show business. ¿Querías escribir una sátira y te ha salido también una tragicomedia grotesca sobre el negocio? ¿Qué nos dice tu libro sobre los usos y costumbres del mainstream contemporáneo?

R. De hecho, uno de los posibles títulos que barajé fue Mainstream. La verdad es que en ningún momento prioricé el hecho de que tuviese que ser una historia cómica, hasta el punto en que llegué a temer que no quedase divertida en absoluto (que tampoco era plan). En un momento dado decidí que en realidad es una novela de fantasmas, y la escribí como una historia de terror. Porque el cine al final es terreno de los fantasmas, lo mismo que un cementerio. Entonces de repente todo era divertidísimo, de repente era como estar contando historias de miedo alrededor de una hoguera. Y así es como la he afrontado, como una novela de fantasmas contada con mi estilo.

Cuando la directora canaria Maya Blanco la lío parda en El Hormiguero, ya la conocía toda España. La veinteañera venía de protagonizar uno de los asaltos más fulgurantes -del underground al mainstream- vistos nunca.

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