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¿El circo romano era una barbarie o la cima de la civilización?
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¿El circo romano era una barbarie o la cima de la civilización?

El historiador británico Jerry Toner aprovecha la historia y la leyenda del excéntrico emperador Cómodo para profundizar en el símbolo cultural y político del Coliseo y sus derivaciones

Foto: Imagen de un combate de gladiadores con toros y elefantes en un anfiteato romano. (Getty Images)
Imagen de un combate de gladiadores con toros y elefantes en un anfiteato romano. (Getty Images)

"Cómodo fue el primer emperador que nació en la realeza, pues su padre ya era emperador cuando él llegó al mundo. Podía rastrear sus ancestros a través de cinco generaciones de emperadores. Pero también hubo rumores a cerca de que no fue verdadero hijo de Marco Aurelio, sino el fruto ilegítimo de la relación de su madre, Faustina, y un gladiador. Y se decía que cuando Marco Aurelio supo de la pasión de su esposa por aquel gladiador, había hecho que lo mataran y luego había obligado a ella bañarse en la sangre de su amante antes de volver al lecho conyugal”.

El pasaje entrecomillado corresponde al primer capítulo de El día que el emperador mató a un rinoceronte (Siruela), lo ha escrito el historiador británico Jerry Toner y puede considerarse el resumen del ensayo. Porque alude a la leyenda y la mistificación sanguinolenta que convirtió a Cómodo en el primer emperador de la historia que se rebajó a la categoría de gladiator. Lo cuenta a su manera la película de Ridley Scott. Y lo contextualiza Toner mencionando los orígenes bastardos de Cómodo -un mito- e insistiendo en la dimensión cultural, sociológica, cruenta y lúdica que contuvieron los juegos y el circo en la gloria del Imperio.

Nadie como el hijo de Marco Aurelio los concibió con mayor dramaturgia, magnificencia y extravagancia. Los espectáculos entretenían al pueblo, pero también predisponían las reclamaciones políticas en tiempos de fabulosas autocracias. Eran el punto de conexión entre el emperador y los ciudadanos. Y el espacio más propicio a la sugestión del populismo.

Cómodo (161-192) lo ejerció desde el delirio y la excentricidad. No ya por bajar a la arena con la espada y convertirse en el invictus de Roma, sino porque se revestía a sí mismo de la indumentaria de Hércules. Se observaba como el heredero legítimo del semidiós. O como el semidiós mismo, aunque sus proezas sangrientas en la arena candente del Coliseo -martirios, liquidación masiva de bestias, tortura de adversarios- estaban perfectamente amañadas y se atenían al perfeccionismo de un mito.

placeholder Portada de 'El día que el emperador mató un rinoceronte', de Jerry Toner.
Portada de 'El día que el emperador mató un rinoceronte', de Jerry Toner.

Ya se ocupó el senador e historiador Dion Casio de caricaturizar el heroísmo del emperador. No solo para destapar la tramoya del impostor, sino porque Cómodo ninguneaba el Senado y recelaba de los conspiradores. Terminó asesinado en el lecho imperial por indicación de los cónsules y por iniciativa del luchador Narciso. Parece un sarcasmo. O quizá sea una de las tergiversaciones y fango propagandístico con que se ha escrito la historia de Roma cada vez que una estirpe ha sucedido a la anterior.

Ya se ha encargado Gladiator de condenar a Cómodo valiéndose del papel siniestro de Joaquin Phoenix, aunque el amenísimo ensayo de Jerry Toner trata de aportar cordura al relato popular. El estoico Marco Aurelio no podía haber hecho coemperador a su hijo con 15 años si no hubiera observado cualidades de gobierno y de liderazgo. De hecho, las primeras decisiones de Cómodo al frente del Imperio -no había cumplido 20 años- consistieron en renunciar a las campañas militares más remotas, en fomentar la distribución del grano y en generalizar las tardes de diversión en el Coliseo.

Foto: 'Pollice verso', el famoso cuadro de Jean-Léon Gérôme, de 1872, sobre las luchas de gladiadores, el pan y circo romanos. (Creative Commons)

Panem et circenses (pan y circo), escribió el poeta Juvenal en alusión peyorativa a la demagogia de las prácticas imperiales, pero Toner ofrece una lectura más compleja e interesante. No solo remarcando la contribución del Estado romano al sustento alimenticio, sino exponiendo el hallazgo cultural del ocio. El término proviene del latín, otium, y adquiere aún más sentido con la fórmula antagonista del negotium. De ahí viene el sustantivo negocio (el no-ocio). Y la connotación laboral que lo caracteriza frente a la diversión. El matiz es muy interesante porque las crónicas de animales sacrificados, las peleas a muerte de los gladiadores, la ebriedad de sangre del Coliseo, identifican la convención de la brutalidad y de la barbarie, pero podría sostenerse al mismo tiempo que Roma había parido un fabuloso espectáculo civilizado y civilizador.

La exuberancia de los espectáculos, el esplendor de las batallas navales, los combates extremos, la proliferación de animales exóticos -avestruces, leones, panteras, rinocerontes, elefantes-, la escenificación literal de los mitos… procuraban a los ciudadanos la revolución del entretenimiento y la oportunidad de la cultura compartida.

“El Coliseo siempre ha proporcionado una metáfora del esplendor y la decadencia de Roma mezclados”, escribe Jerry Toner. “Sería bonito pensar que a Cómodo lo mató un hombre de tan auténticas virtudes como Máximo en la película Gladiator y que este intentara liberar a Roma para luego regresar, como el general Washington, a su granja. La realidad fue mucho más compleja. Al aparecer como cazador y gladiador en los juegos, Cómodo se proponía establecer una nueva relación directa con su pueblo de la que quedarán excluidos los intereses tradicionales. Eligió hacerlo en los juegos porque estos siempre habían estado ligados a la relación del emperador con su pueblo. Los juegos se asentaban sobre el corazón mismo del proceso político imperial”.

"Cómodo fue el primer emperador que nació en la realeza, pues su padre ya era emperador cuando él llegó al mundo. Podía rastrear sus ancestros a través de cinco generaciones de emperadores. Pero también hubo rumores a cerca de que no fue verdadero hijo de Marco Aurelio, sino el fruto ilegítimo de la relación de su madre, Faustina, y un gladiador. Y se decía que cuando Marco Aurelio supo de la pasión de su esposa por aquel gladiador, había hecho que lo mataran y luego había obligado a ella bañarse en la sangre de su amante antes de volver al lecho conyugal”.

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