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He visto el pasado del rock & roll y su nombre es Pearl Jam
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MAD COOL 2024

He visto el pasado del rock & roll y su nombre es Pearl Jam

La banda de Eddie Vedder ha demostrado este jueves en Madrid por qué se han convertido en los últimos clásicos en un concierto previsible pero que no dejó a nadie insatisfecho

Foto: Eddie Vedder en Mad Cool. (Foto: EFE/Kiko Huesca)
Eddie Vedder en Mad Cool. (Foto: EFE/Kiko Huesca)

Cuando ya desde el comienzo de su carrera Pearl Jam empezaron a interpretar versiones de Neil Young, en aquel momento el gesto sonaba a reivindicación de un artista que era casi visto como un dinosaurio. Irónicamente, Young tenía poco más de 40 años. Hoy, cuando tocan «Rockin’ in the Free World» (canción con la que -casi- terminó su concierto en Mad Cool), el objetivo parece el opuesto: Eddie Vedder, que este año cumplirá 60, aspira así a inscribirse en una tradición venerable. Los últimos clásicos.

Se puede decir que Pearl Jam siempre soñaron con ser viejos. Mientras otros compañeros de generación como Nirvana (el ejemplo más obvio) hicieron de la iconoclasia su seña de identidad, la banda de Seattle siempre miró de reojo a referentes como The Who, The Doors o el citado Young, con quien compartieron disco y gira. Quizá por eso estén cómodos en su condición de nueva banda de dinosaurios que, a pesar de haber publicado este año un disco estimable, Dark Matter, sabe lo que el público quiere. Los clásicos de siempre, sobre todo de Ten, esa banda sonora de la generación X.

Esa reputación defendieron anoche con éxito en Mad Cool, como principales cabezas de cartel de una noche del jueves más abarrotada que el día anterior. Ni Keane ni Greta Van Fleet aspiraban a robarles el protagonismo en su retorno al festival seis años después, a pesar de un sonido deslucido en comparación con la jornada anterior. Lo hicieron, como siempre, con oficio, simpatía y carisma: es imposible que no te caiga bien Eddie Vedder, sobre todo cuando lanza un guiño a Motxila 21, con los que compartía posición en la primera fila del cartel, o califica a Miguel Ríos como uno de sus héroes (larga historia).

Y lo hicieron como siempre (a secas). Los periodistas, en ocasiones, preparamos borradores de crónicas como esta para no tener que escribirlas desde cero de madrugada. Pocas veces he tenido que cambiar tan poco un texto como esta noche, un signo de que Pearl Jam se han amoldado a un formato en el que están cómodos pero que depara pocas sorpresas más allá de alguna variación de repertorio. Desde luego, nada como para romper el folio y empezar desde cero. El lector puede jugar a adivinar qué estaba escrito de antemano y qué no.

Vedder está tan a gusto en su rol que disfruta cayendo en los clichés del rock

De más a menos a más

En Mad Cool, Pearl Jam decidieron romper la estructura de sus últimos conciertos. Es decir, pasaron por alto esos arranques lentos y progresivos de los dos shows de Barcelona y atacaron directamente con «Lukin» y una arrasadora «Corduroy», en la que Vedder empezó a pedir los primeros coros del público. Tan a gusto está en su piel de dinosaurio asumido que no le importa caer en los clichés del rock, ni a Vedder ni a un Mike McCready, entre Jimi Hendrix y Nils Lofgren, cada día más guitar hero. El cantante hace el gracioso sacando la chuleta de la que lee un macarrónico español y brinda con su clásica botella de vino que, a estas alturas, probablemente esté llena de agua, o se pasea por el foso como el que baja a comprar el pan.

Para saber si un grupo ha trascendido a clásico, hay una prueba infalible: que se oiga más al público cantar que a la banda. Y así fue en «Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town» o «Daughter», cuyos arreglos evolucionan cada vez más hacia el rock americano de raíces. Pero todo deseo conlleva una maldición, que es el evidente bajón que pegó el concierto con el breve paseo por Dark Matter de mano de «Scared of Fear», «React Respond» o la bonita «Wreckage», canciones que merecen mejor suerte que el vacío de un público que, probablemente, no escucha música nueva (ni de Pearl Jam ni de nadie) desde hace años. Pero que, al fin y al cabo, es el público que han cultivado.

placeholder El guitarrista Mike McCready. (Foto: EFE/   Kiko Huesca)
El guitarrista Mike McCready. (Foto: EFE/ Kiko Huesca)

Iban a escuchar lo previsto y lo previsto cayó: el público se volvió loco con «Even Flow», como era de esperar, y sobre todo, con una larga y coreada «Black», así como con el cierre de «Porch». Es decir, Ten, Ten y Ten, himno tras himno. En los bises sonaron «Better Man» (probablemente, su mejor canción), «Do the Evolution», «Alive» (claro) y la citada versión de Young. El broche fue, una vez más, la indescifrable «Yellow Ledbetter». Un set que no dista tanto de lo que vienen paseando durante los últimos 20 años en festivales. Los fans saben lo que se van a encontrar y es lo que esperan. Son clásicos hasta para eso.

Todos nos hacemos mayores

En 1994, Pearl Jam protagonizaron una de las rebeliones más sonadas contra el establishment musical con su enfrentamiento contra la ticketera Ticketmaster, a la que acusaban de monopolio, después de descubrir que la compañía estaba cobrando un servicio adicional por sus entradas. Ante su petición de retirar dicho coste, la compañía hizo caso omiso, y la banda la llevó a los tribunales. La historia terminó con la gira de Pearl Jam cancelada y Ticketmaster convirtiéndose en la vendedora de entradas por antonomasia, ya no solo en EEUU, sino en todo el mundo.

Veinte años después, queda poco de aquella actitud, sustituida por unas ganas locas de complacer. Sobre esta gira se ha cernido la polémica del coste de las entradas de los dos conciertos del Palau Sant Jordi, que amenazaban con dejar el recinto semivacío. A esos enanos crecientes hay que añadirle el de la cancelación de varias fechas por una enfermedad respiratoria de Vedder. El tiempo no pasa en balde, ni siquiera para una banda que, gracias a las derivas del rock, han terminado ocupando un rol con el que no habrían soñado cuando se juntaron a principios de los noventa. Para muchas generaciones, el rock se acabó con el grunge y Pearl Jam son, por lo tanto, su último eslabón. Qué responsabilidad.

Vedder recordó con cariño aquel concierto en la sala Revolver de 1992

Por eso, no es tan diferente un concierto de Pearl Jam y uno de Bruce Springsteen, otro de esos espejos en los que la banda de Seattle siempre se han querido mirar y que se refleja en esa abierta bonhomía de su cantante. Ambos siguen sacando discos funcionales que no son más que una excusa para tener algo que presentar de gira. El problema, para los de Vedder, es que nunca han gozado de la capacidad de reinvención de Springsteen (u otros compañeros de generación): siguen vinculados simbólicamente a una generación, la del grunge de los 90, que no han podido trascender.

Lo mejor que se puede decir de Pearl Jam es que, finalmente, han conseguido convertirse en los viejos que quisieron ser. Es decir, en clásicos con un repertorio que ha traspasado generaciones y capaces de convocar por sí mismos a decenas de miles de personas. En un momento en el que el futuro resulta ominoso (especialmente si tu rollo es el rock), se han conformado, como tantas otras bandas, en representar de la mejor manera posible el pasado y conservarlo frente a la tentación de convertirlo en objeto de consumo: Vedder recordó con cariño aquel legendario concierto en la sala Revolver (hoy Copérnico) en 1992, y basta con escuchar aquella «Black» para comprobar que, para bien o para mal, las cosas no han cambiado tanto.

En un momento (y festival) en el que abundan las coreografías, la escenografía y las pistas lanzadas y pregrabadas hasta el punto de resultar sospechosas (¿como puede bailar así Dua Lipa y seguir cantando tan bien?), Pearl Jam no deja de ser una banda tocando canciones como lo harían en su local de ensayo, seis tipos, un buen repertorio y una fe inquebrantable en lo suyo. Tal vez no solo sean el pasado del rock & roll, sino que el rock & roll sea ya el pasado y cada vez tenga menos sentido en recintos como Mad Cool. Y eso es lo peor que se puede decir del concierto: he visto tres veces a Pearl Jam en tres festivales (2006, 2018, 2024) y tengo la sensación de no haber visto nunca a Pearl Jam de verdad.

Cuando ya desde el comienzo de su carrera Pearl Jam empezaron a interpretar versiones de Neil Young, en aquel momento el gesto sonaba a reivindicación de un artista que era casi visto como un dinosaurio. Irónicamente, Young tenía poco más de 40 años. Hoy, cuando tocan «Rockin’ in the Free World» (canción con la que -casi- terminó su concierto en Mad Cool), el objetivo parece el opuesto: Eddie Vedder, que este año cumplirá 60, aspira así a inscribirse en una tradición venerable. Los últimos clásicos.

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