Es noticia
Nos dan mucho miedo los menas, pero jamás hemos visto uno
  1. Cultura
Israel Merino

Por

Nos dan mucho miedo los menas, pero jamás hemos visto uno

Nunca los han visto —te los describirán con la imagen estereotipada de pibes altos con gorras Gucci falsas—, pero te dirán que Madrid está plagada y que no se puede salir a la calle

Foto: Inmigrantes que tras cumplir la mayoría de edad han dejado el centro de acogida. (EFE/Román Ríos)
Inmigrantes que tras cumplir la mayoría de edad han dejado el centro de acogida. (EFE/Román Ríos)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

José Soto Rivera, conocido por todos como el Chemo Soto, fue un político que consiguió ganar las elecciones de Canóvanas, una ciudad de 47.000 habitantes en el noreste del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, tras prometer en campaña que iba a capturar al chupacabras.

Esta historia puede sonar falsa o antiquísima, algo así como un cuento absurdo de la política boricua, pero es más que reciente, pues el tipo en cuestión, a quien solo la enfermedad le pudo arrebatar el bastón de la alcaldía, arrasó en todas las elecciones a las que se presentó desde 1993 hasta 2014. En su programa, la única propuesta era acabar con un ser inventado que estaba sembrando pavor colectivo en la sociedad de la isla.

Año tras año, el Chemo aseguraba estar a punto de cercar al bicho, el cual hacía apariciones extrañas, devoraba gallinas y raptaba mujeres. Obviamente, no había ni una sola prueba de la existencia de la criatura más allá de malísimos vídeos de cámaras de seguridad de gasolineras —eso podía ser el chupacabras, un perro grande o un abuelo senil andando a cuatro patas por la autovía—, pero eso no frenaba el populismo del político y sus electores. Constantemente, el alcalde hacía declaraciones en periódicos asegurando que el chupacabras se estaba volviendo cada vez más y más sanguinario, sin embargo, nadie jamás lo veía.

Todo en Canóvanas era terror insuflado por un alcalde que se aprovechaba de un ser inventado para forjar el perfecto chivo expiatorio; cada muestra de inseguridad en las calles, que eran muchas porque Puerto Rico es un lugar relativamente conflictivo, era achacada a la pobre criatura imaginaria, que habría entrado seguro en depresión de haber existido; lo que pasaba en la ciudad y sus alrededores, desde el precio de los supermercados al tráfico de drogas, se le echaba encima al chupacabras.

Foto: Imagen: EC Diseño
TE PUEDE INTERESAR
In Dubio Pro Bego | Soto Ivars desde su Trinchera
Juan Soto Ivars

Aunque la bromita con este ser imaginario cesó, lo que pasó en Canóvanas ha trascendido a la cultura popular y es ya motivo de broma; por ejemplo, el puertorriqueño Bad Bunny canta en Pasiempre, canción famosísima que acumula varios discos de platino, “se pasan buscando monstruos chupacabras como Chemo, pero ya los conocemos”, en referencia a quienes tratan de buscar siempre alguien a quien volcarle todas las culpas. Y si bien es cierto que en España no tenemos chupacabras, tenemos un colectivo perfecto sobre el que volcar absolutamente todos nuestros problemas, sean reales o inventados: los menas.

Al igual que con el chupacabras, ninguno de nosotros ha visto jamás un mena, sin embargo, muchos los temen. Nadie sabe exactamente qué son, cómo visten o en qué piensan, pero muchos aseguran, aseverando mucho y marcando sonrisas a medias con los labios húmedos, que la culpa de la degradación de los barrios y los problemas sociales —y hasta el cambio climático, por qué no— es de este colectivo. Para ellos, que los barrios se guetifiquen por el conflicto social provocado por los disparatados alquileres es culpa de los menas; incluso la subida del precio del aceite de oliva virgen extra, que ya está a la altura de los charts de Taylor Swift, es también por su influencia.

*Si no ves correctamente el módulo de suscripción, haz clic aquí

Nunca los han visto —no saben cómo son, pues te los describirán con la imagen absolutamente estereotipada de pibes altos con gorras Gucci falsas—, pero te dirán que Madrid está plagada y ahora apenas se puede salir a la calle, aunque en toda la CAM solo haya 269 de ellos y de momento no sepan bilocarse para sembrar el terror a la vez a 7.000.000 de personas.

Con este colectivo de niños —pues los menores, hasta donde yo sé, siguen siendo niños— se están perpetrando las mayores barbaridades morales y estéticas que jamás he visto; les echan la culpa de todo sin prueba alguna, achacándoles cada violación, atraco u homicidio que se cometa, aunque se demuestre una y otra vez que la mayoría de las veces no tienen nada que ver; al igual que con el chupacabras, se les culpa del aumento de criminalidad en España cuando no solo no hay correlación alguna, sino que directamente no hay nada que achacarles, pues la criminalidad no ha hecho más que bajar desde los años ochenta y noventa. Pero qué más da, ¿no? La moral y la ética ya no importan.

Estos días, por ejemplo, se está viendo a Vox rompiendo pactos de gobierno en media España como muestra de su cabreo porque las comunidades autónomas acojan a una media de veinte críos por administración. Cuando yo escuchaba su discurso, pensaba que vivía en un país poderosísimo y con una rudeza imperial implacable, pero ahora resulta que no podemos acoger a dos decenas de niños sin que nos entre la mieditis; también pensaba que éramos católicos y debíamos defender la vida y la infancia, pero resulta que la creación de Dios no vale ni treinta monedas de plata cuando viene de otro continente.

Foto: El boxeador Antonio Barrul, en una imagen de archivo. (EFE/J. Casares)
TE PUEDE INTERESAR
Las cosas que hacemos por el bien
Galo Abrain

Este rollito casi mitológico con los menas no viene solo del ala derecha, no os penséis, pues la izquierda también ha decidido caer en el absurdo de mitificar la inmigración, ahora que estamos disfrutando de la brutal Eurocopa de Lamine Yamal, aseverando que la excusita para acoger a niños sin padres es que nos pueden regalar un trofeo dentro de unos años. No sé, a lo mejor es que uno tiene una moral demasiado cínica y no cree en los éxitos futuros, pero yo pensaba que no había que buscar una excusa capitalista para tratar bien a los seres humanos.

Ahora que ha muerto Chemo Soto —lo hizo en 2014— no tenemos un chupacabras al que echarle la culpa, pero sí muchos menas a los que odiar. Todo vale, menos enfrentarnos a los problemas reales que nos amargan la existencia. Seguro que de esto también hablará Bad Bunny en el futuro.

José Soto Rivera, conocido por todos como el Chemo Soto, fue un político que consiguió ganar las elecciones de Canóvanas, una ciudad de 47.000 habitantes en el noreste del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, tras prometer en campaña que iba a capturar al chupacabras.

Trinchera Cultural
El redactor recomienda