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Tus impuestos van para hospitales, colegios, carreteras y Lo Otro
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Juan Soto Ivars

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Tus impuestos van para hospitales, colegios, carreteras y Lo Otro

Estoy harto de oír que los impuestos están muy bien en boca de quienes, colocando a sus amigos y abusando de las arcas, o siendo ellos mismos los amigos, han convertido al Estado del Bienestar en el Estado de Su Bienestar

Foto: El Estado del Bienestar y Lo Otro.
El Estado del Bienestar y Lo Otro.
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El dueño de un pequeño bar-restaurante de La Almunia de Doña Godina le dice a un cliente que paga demasiados impuestos y, antes de que el cliente pueda responder, la respuesta truena como un coro de arcángeles apocalípticos desde periódicos, televisiones, radios, hilos de Twitter y coches con megafonía por la calle: ¡SON PARA PAGAR LOS HOSPITALES Y COLEGIOS!

Pensando en hospitales y colegios, era yo de los que pagan impuestos con satisfacción, pero hace ya tiempo que no. A mí me jode Lo Otro. Pago impuestos cagándome en el 17%, el 21% o el 40% de la hostia y no me pasa esto porque me haya hecho rico e insolidario, ni porque no valore la sanidad, la educación o la policía, sino porque no pasa un día sin que conozca una porción de Lo Otro.

Hablemos claro de Lo Otro. Contribuyes con tu esfuerzo laboral al mantenimiento de hospitales, carreteras y escuelas, pero también al levantamiento de observatorios, asesorías, duplicidades, triplicidades, oficinas y altos cargos inútiles. Los médicos, los policías, los maestros y los técnicos de Hacienda que viven de nuestros impuestos hacen trabajos más importantes que el mío, y bien contento se les paga, pero no así a los miembros multiplicados de Lo Otro: esos reciben sueldos magníficos, mejores que los del funcionario, y no son más que pancistas con menos talento que tú, nula capacidad de trabajo y productores de ningún bien.

Estaría bien romper este síndrome de Estocolmo del contribuyente que cree que lo que paga va para "hospitales y carreteras" y por eso paga tanto, y hablar seriamente de Lo Otro antes de que en España aparezca un verdadero Milei: o se sanea el Mamut Obeso que solíamos llamar Estado o no habrá razones de peso para oponerse a una motosierra.

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Pongo un ejemplo de esta semana. He leído en la prensa un escándalo por las adjudicaciones públicas de los puntos violeta. Según esa información, se habrían guisado y comido las contrataciones aparejadas a esos puntos una alto cargo del Ministerio de Igualdad y su pareja. A mí esta noticia no me ha escandalizado nada: ¡fue la creación y financiamiento de los puntos violeta (ejemplos magníficos de Lo Otro) lo que sumó líneas de amargura a mi pago del diezmo!

¿Sabéis qué es un punto violeta? Un Lo Otro muy caro con el que altos cargos fingen luchar contra la violencia machista a base de regar de dinero a gente que se organiza para vivir de subvenciones a cambio de ofrecer mayormente propaganda. Redondos si son estos puntos, vaya, pero hablamos de sumideros de recursos. Así que, ¿qué importa si las adjudicaciones de un fraude son fraudulentas? Permitidme expresar mi pasmo levantando ligeramente la ceja derecha.

Foto: Isabel García, directora del Instituto de las Mujeres. (Europa Press/Gustavo Valiente)

La lucha contra la violencia de género es terreno fecundo para Lo Otro, pero no el único. Lo Otro también afecta a la parte esencial del Estado del bienestar. Ante un problema de su responsabilidad relacionado con los servicios públicos útiles, los políticos siempre dicen lo mismo: falta dinero. La solución, claro, será gastar más dinero en servicios públicos, en lucha contra el fraude, en educación, en hospitales, de forma que lo caro nunca será lo bastante caro, y en las esquinas aparecerán para succionar, al estilo lamprea, nuevos terminales de Lo Otro.

Los políticos, cuando gobiernan, que es una manera de decir "cuando están colocando ellos a su gente en Lo Otro", jamás dicen que hay dinero suficiente, pero la gestión está siendo nefasta. Sea cual sea la queja del contribuyente, la respuesta siempre va a ser que hay que meter más. ¿Cómo quejarse, no obstante? No existe empresa más redonda que esa en el que puedes obligar a los accionistas a meter los fondos que te vengan en gana o los mandas a todos a la cárcel.

Sin capacidad no ya para negociar o castigar a los pancistas, sino para entender siquiera el destino de las partidas en el intestino infinito del Mamut, el contribuyente se convierte en el abono orgánico que hace posible el florecimiento de Lo Otro. El chantaje emocional de los "hospitales y escuelas" lo entona con particular cinismo quien recibe de esa misma saca un salario que no merece.

Estoy harto de oír que los impuestos están muy bien en boca de quienes, colocando a sus amigos y abusando de las arcas, o siendo ellos mismos los amigos, han convertido al Estado del Bienestar, piedra a piedra, en el Estado del Bienestar y Lo Otro, es decir, en el Estado de Su Bienestar.

El dueño de un pequeño bar-restaurante de La Almunia de Doña Godina le dice a un cliente que paga demasiados impuestos y, antes de que el cliente pueda responder, la respuesta truena como un coro de arcángeles apocalípticos desde periódicos, televisiones, radios, hilos de Twitter y coches con megafonía por la calle: ¡SON PARA PAGAR LOS HOSPITALES Y COLEGIOS!

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