'El viaje de sus vidas': una 'road movie' que se ríe del alzhéimer y no tiene ninguna gracia

Los dos protagonistas de 'El viaje de sus vidas' son Ella (Helen Mirren) y John (Donald Sutherland), un matrimonio de la tercera edad que decide lanzarse a la carretera a bordo de una caravana también de la tercera edad. En las primeras escenas descubrimos que él sufre de demencia senil, y que ella obviamente también está enferma —nadie nos lo dice, pero su peluca y su ingesta regular de pastillas no dejan lugar a la duda—. Y pasados cinco minutos de metraje, cuando ella llama a sus hijos para explicarles que esto es algo que la pareja debe hacer a toda costa, ya sabemos perfectamente cómo va a transcurrir y resolverse el trayecto.

Estar en todo momento varios pasos por delante de la historia no sería necesariamente algo grave de no ser porque nos permite detectar de forma precisa su tosquedad narrativa y sus descarados intentos de manipulación. Un ejemplo: cuando, avanzado el metraje, vemos a Ella asegurándose de que una pistola permanece oculta en un departamento del vehículo, sabemos que tarde o temprano se verá obligada a usarla.

Hasta ese momento, acompañamos a la pareja mientras queman rueda, o comen en cafeterías, o pasan la noche en zonas de acampada donde proyectan viejas diapositivas familiares que atraen la atención de otros campistas —qué aburrido es el turismo en caravana—. También sufren una serie de desventuras, casi todas relacionadas con la memoria de John, que va y viene según las necesidades del guion. En una escena, Ella lo pierde de vista e inicia una búsqueda frenética, antes de encontrarle comiendo helado en la playa; en otra sufren un intento de robo, que permitirá a la mujer exhibir sus habilidades intimidatorias.

Los protagonistas sufren una serie de desventuras, casi todas relacionadas con la memoria de John

En el proceso, se tiran pedos y bailan música disco, y la película parece sugerir que ambas actividades son particularmente entrañables cuando son ancianos quienes las llevan a cabo. Y hay un momento de la película en el que John se cuela en una manifestación de seguidores de Trump —la acción transcurre en 2016— y Ella le recuerda al instante sus simpatías demócratas. Es solo uno de los varios apuntes de reflexión política que, a lo largo del relato, el director Paolo Virzì propone e inmediatamente descarta.

En otras palabras, el alzhéimer es una enfermedad muy seria que, durante su primera mitad, 'El viaje de sus vidas' convierte en asunto de risas. Virzì espera que nos divirtamos con las cosas que John dice y hace mientras Ella reacciona de forma relativamente liviana. Pero llegado el momento, el tono deja de ser jocoso y se vuelve sensiblero, y la película obliga a los personajes a hacer cosas completamente inverosímiles con el fin de manipular emocionalmente al espectador.

Seguramente Virzì hizo esta película para meditar sobre lo valioso que es aferrarse a los buenos recuerdos mientras disponemos de ellos, y sobre el dolor que causa verlos desaparecer lentamente de la mente de nuestros seres queridos. Pero todo el mensaje que 'El viaje de sus vidas' acaba enviándonos es, decimos, que luchar contra el alzhéimer es algo hilarante, hasta que de repente deja de serlo. Y en el proceso queda en evidencia su insultante falta de honestidad: primero nos engaña disfrazándose de optimista canto a la vida y luego nos pilla con la guardia baja avasallándonos con dolor y sufrimiento, y vómitos sobre la alfombra, y sábanas mojadas de orina.

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