'Memorias de un hombre en pijama': la crisis de la crisis de la madurez

Tras 'Arrugas', la adaptación de la novela gráfica de Paco Roca que llevó a cabo Ignacio Ferreras en 2011 con muy buena acogida crítica, otra obra del dibujante valenciano llega a la gran pantalla transformada en película de animación para adultos. Roca empezó a publicar sus 'Memorias de un hombre en pijama' en forma de tiras cómicas semanales en el diario 'Las Provincias' en 2010, y la editorial Astiberri las recopiló en un volumen con el mismo título al año siguiente. En este caso, Carlos Fernández de Vigo firma la dirección y la adaptación corre a cargo Ángel de la Cruz, Diana López Varela y el mismo Roca. Los responsables del film han contado con un actor de prestigio, Raúl Arévalo, para encarnar al protagonista no solo poniéndole voz sino también como personaje de carne y hueso en el prólogo y el epílogo.

La película se centra en las tribulaciones de un dibujante de historietas que abraza su vida como autónomo como una forma perfecta de libertad. El trabajar en pijama desde casa representa para él el súmmum de la falta de control por parte de padres, pareja o jefes de ningún tipo. Se trataría de la prolongación y la realización ideal de ese sueño infantil consistente en poder quedarse en el hogar sin ir al colegio. Esta fantasía de libertad de un hombre soltero que roza la cuarentena se ve amenazada por la aparición de Jilguero, una colega del periódico con la que empieza a salir. En su grupo de amigos, la relación con las mujeres adopta expresiones diversas, desde el casado que no para de tener hijos al ligón irredento pasando por el recién abandonado rencoroso.

El espíritu de 'Memorias de un hombre en pijama' recuerda a priori al de la llamada Nueva Comedia Americana, esa corriente encabezada por directores como Judd Apatow y Greg Mottola que a principios del nuevo siglo plasmó el miedo de los hombres a madurar, entendido este proceso como una imposición social que coartaba unas supuestas ansias masculinas de libertad y obligaba a mantener una relación ambivalente hacia las mujeres, a las que se veía al mismo tiempo como objetos del deseo y como agentes de este orden represor.

La adaptación cinematográfica de la obra de Roca destila lo peor de este tipo de humor en torno a la crisis de los hombres solteros

Pero la adaptación cinematográfica de la obra de Roca destila lo peor de este tipo de humor en torno a la crisis de los hombres solteros que triunfaba apenas hace una década, un humor también presente en ciertas comedias románticas y en esos monólogos construidos a partir de los estereotipos sobres los roles masculinos y femeninos en una relación de pareja.

La principal particularidad de la obra, lo de trabajar en pijama desde casa, ha dejado igualmente de tener su encanto. Ya no representa el sueño romántico del adolescente rebelde que se niega a aceptar un empleo en una oficina con un horario fijo y la obligación de vestir con traje y corbata. Por el contrario, los 'freelances' que ejercen su oficio desde casa encarnan ahora mismo una de las principales manifestaciones de la autoexplotación y la precariedad estabilizada como nuevo estatus laboral. A todo ello se suma el rol que se le da al personaje del mensajero, ese joven al que se despide injustamente por una torpeza del protagonista y que acaba convertido en su némesis cómica. Como si la responsabilidad de Paco respecto a su nueva y precaria situación laboral no fuera más que otro engorro con el que tiene que cargar el pobre dibujante.

El protagonista encarna más bien al antihéroe popularizado por Woody Allen

La inconsciencia respecto a cómo se abordan las condiciones laborales de los personajes solo se se ve superada por cómo se trazan los roles de género. En la película se ensalza a Ernest Hemingway como el paradigma del autor que convirtió en obra su experiencia siempre intensa de la vida, un referente que comparten Paco y Jilguero. Frente a este estereotipo tan caduco de masculinidad, el protagonista encarna más bien al antihéroe popularizado por Woody Allen, el tipo con un físico corriente que trabaja en un oficio intelectual y no brilla por su capacidad de seducción de las mujeres.

En su repaso de su poca exitosa vida sentimental y en las conversaciones con sus amigos, el personaje normaliza una serie de tópicos machistas, desde la supuesta obligación de mentirles a las mujeres para congeniar con ellas a la justificación de sus celos ante la idea de que su pareja le ponga los cuernos. De hecho, la decisión de Paco de dar un paso adelante en su relación de pareja viene dada por su miedo a que ella se enamore de alguna otra persona.

El problema con 'Memorias de un hombre en pijama' no es que congregue una serie de tópicos de cierta masculinidad rancia sino que los naturalice sin ninguna conciencia de ello, algo que sí existía en el cómic original. En su voluntad de llevar a cabo una comedia romántica simpática y ligera sin más, los responsables del film ponen en evidencia hasta qué punto han envejecido en menos de una década todas estas rutinas y estereotipos ligados a la crisis del hombre maduro.

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