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'Relic': ¿por qué los ancianos nos dan miedo?
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'Relic': ¿por qué los ancianos nos dan miedo?

En un momento en que muchos ancianos han sido abandonados por sus familiares, la ópera prima de la australiana Natalie Erika James critica este abandono a través del terror

Foto: Robyn Nevin es Edna, la matriarca de la familia protagonista. (Selecta Visión)
Robyn Nevin es Edna, la matriarca de la familia protagonista. (Selecta Visión)

Con la modernidad llegó el fin de aquel acuerdo tácito entre padres e hijos (normalmente padres e hijas) que convenía aquello de "yo te cambié los pañales para que tú me los cambies a mí en un futuro". La movilidad laboral, las jornadas de trabajo extensivas y, por qué no, el individualismo exacerbado han acabado con los acuerdos de cuidados dentro del núcleo familiar y, como esta pandemia ha demostrado, los que más suerte tienen han acabado abandonados en residencias de ancianos donde un personal cualificado los ha asistido y los que menos los han olvidado en sus casas, mal alimentados y desatendidos, sin nadie con el que cruzar media palabra durante semanas, lo que ha favorecido el deterioro cognitivo y físico de los mayores.

Y eso es lo que le ocurre a la protagonista de 'Relic', una de las sensaciones del último Sitges y cuyo punto de vista se reencuentra con el terror a través de la crítica social. La directora australiana Natalie Erika James —que coescribe junto a Christian White— toca una de las protestas fundamentales del feminismo, que es el concepto de los trabajos de cuidados, que tradicionalmente caían sobre los hombros de las mujeres y que tras su emancipación profesional o se han visto externalizados o que han quedado desiertos. Por eso, las protagonistas de 'Relic' son tres mujeres abuela, madre e hija— y la figura masculina está prácticamente ausente. Edna (Robyn Nevy) es una octogenaria que vive en una casa en un pueblo cerca de Melbourne y, un día, desaparece repentinamente.

placeholder Emily Mortimer es Kay, la hija de Edna en 'Relic'. (Selecta Visión)
Emily Mortimer es Kay, la hija de Edna en 'Relic'. (Selecta Visión)

Después de que los vecinos den el aviso de que no han visto a Edna en varios días, la Policía se pone en contacto con su hija Kay (Emily Mortimer) y su nieta Sam (Bella Heathcote), que regresan a la casa familiar para movilizar una búsqueda. El desorden de las habitaciones y las notas manuscritas que salpican los muebles y las paredes hacen pensar que Edna puede sufrir demencia senil. Y Kay esconde que la última vez que habló por teléfono con su madre dos semanas atrás, esta le contó que alguien había entrado en su casa y que tenía miedo de estar allí sola.

James conduce al espectador por una casa llena de recuerdos y reliquias y, aunque comienza desde el terror psicológico realista —una anciana desubicada que demuestra momentos de lucidez, pero también de confusión— y que se refuerza con una puesta en escena que convierte cada situación aparentemente irrelevante en una ocasión para provocar malestar e inquietud. La directora también juega con la ambigüedad de las imágenes y los sonidos, sin llegar a concretar si los golpes que se escuchan a través de las paredes son producto de los muebles, los crujidos de las maderas o si, realmente, la casa familiar esconde algo más.

placeholder Bella Heathcote es Sam, hija de Kay y nieta de Edna. (Selecta Visión)
Bella Heathcote es Sam, hija de Kay y nieta de Edna. (Selecta Visión)

Sin embargo, la película desconcierta cuando propone toques fantásticos que se separan de la tesis y no están bien amalgamados con el resto del relato. Lo que sí consigue la directora es construir un ambiente cada vez más opresivo y deteriorado y la casa se convierte en un espejo de lo que bulle en el interior de Edna. Porque 'Relic' también habla de la degradación del cuerpo, de la degradación de los materiales, que avanza inexorable como una mancha de humedad carcomiéndolo todo.

El personaje de Kay quiere meter a su madre en una residencia de ancianos y bascula entre la culpabilidad y la imposibilidad de manejar todas sus responsabilidades, mientras que su hija Sam, que no tiene una ocupación definida, se ve más capacitada para hacerse cargo de su abuela. El laberinto en el que se pierde la película acaba provocando un desenlace decepcionante —e, incluso, grotesco— que se aleja de la sutileza y la profundidad a la que, hasta entonces, había sido fiel 'Relic'. Es en la secuencia final cuando James vuelve a reencontrarse con la esencia de su ópera prima, que demuestra una sensibilidad y una capacidad de crear momentos de suspense e ideas visuales que, sin alejarse de las convenciones, resultan originales. Y la idea que queda no es trivial: ¿por qué no queremos presenciar la degradación de los cuerpos? ¿Por qué tenemos tanto miedo a la vejez? Porque pocas cosas hay más seguras en la vida de que no podremos huir de ellas.

Con la modernidad llegó el fin de aquel acuerdo tácito entre padres e hijos (normalmente padres e hijas) que convenía aquello de "yo te cambié los pañales para que tú me los cambies a mí en un futuro". La movilidad laboral, las jornadas de trabajo extensivas y, por qué no, el individualismo exacerbado han acabado con los acuerdos de cuidados dentro del núcleo familiar y, como esta pandemia ha demostrado, los que más suerte tienen han acabado abandonados en residencias de ancianos donde un personal cualificado los ha asistido y los que menos los han olvidado en sus casas, mal alimentados y desatendidos, sin nadie con el que cruzar media palabra durante semanas, lo que ha favorecido el deterioro cognitivo y físico de los mayores.

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