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Fernando Ramallo, jornalero del cine: "A los actores no nos llega un euro de subvención"
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NOMINADO AL PREMIO GOYA

Fernando Ramallo, jornalero del cine: "A los actores no nos llega un euro de subvención"

Le sacaron del instituto, hicieron de él una estrella del cine español... y descubrió un sector en el que las cosas no son como las pintan

Foto: El actor Fernando Ramallo. (EFE)
El actor Fernando Ramallo. (EFE)

Fernando Ramallo (Madrid, 1980) es un actor contento. Viene de trabajar, y eso es algo que no puede decir todos los días. De hecho, si echa la vista atrás, ha pasado más tiempo esperando a que suene el teléfono que en los rodajes. "Es la vida del actor", dice a este periódico, resignado pero cargado de razón. Según el último informe de Aisge, la asociación de artistas, en torno a un 60% de los actores y actrices españoles no trabajó ni un solo día durante el año pasado. De los demás, solo un 2% ingresan al año más de 30.000 euros —un salario al que acceden 'juniors' de otros sectores— y acaparan todo el glamour y las portadas.

En el medio de estos dos grupos, una masa seminanónima de curritos del escenario se busca la vida como puede. Hacen un papelito en esta serie, se dejan ver en aquella obra de teatro y, con suerte, quizá puedan salir en un anuncio o doblar a un animal en una película de animación. Picoteo en mitad de la economía de guerra a la que obliga el estado del cine español.

Ramallo es uno de esos actores que están fuera del foco. Él ni siquiera quería dedicarse al cine; fue el cine el que fue a por él. Un buen día de 1995, David Trueba se presentó en su instituto para hacer el 'casting' de su ópera prima, 'La buena vida'. Escogió a Ramallo entre más de mil candidatos y, sin darse cuenta, se vio con 15 años metido en un rodaje sin noción alguna de interpretación.

La película salió bien y al año siguiente se vio como protagonista de 'Carreteras secundarias', compartiendo cartel con pesos pesados Antonio Resines, Maribel Verdú o Antonio de la Torre. La crítica alabó su actuación y estuvo a punto de recibir el Goya a mejor actor revelación. Las revistas decían que Ramallo era el futuro del cine español, pero el cine español tenía otros planes.

PREGUNTA. ¿Qué le ha pasado al cine español?

RESPUESTA. Que se ha extinguido la figura del productor independiente, apenas quedan. Casi todas las películas las produce una de las tres principales televisiones, TVE, Telecinco y Antena 3, y siempre llaman a los mismos actores, es como una rueda. Ahora prefieren meter a un cómico de protagonista, como Dani Rovira o Leo Harlem, que sabes que te van a llenar la sala, que contar con actores profesionales. Y cuando llega alguien más potente, como Netflix, exige a ese 2% de actores famosos que pueden vivir bien del cine.

P. Pero la tecnología ha abaratado costes y ahora se producen más películas que antes.

R. Sí, pero son películas muy pequeñas, con un presupuesto bajísimo. Hablamos de rodajes de diez personas, contando los actores, que casi nunca pasan por los cines. Como mucho puedes aspirar a que una plataforma la suba a su catálogo. Que por otra parte es lo suyo, porque nadie va a los cines ya. Es muy difícil rentabilizarlas.

P. ¿Ya no se hacen 'castings'?

R. Pocos. De hecho, a partir del confinamiento, tienes que enviar un vídeo que grabas tú mismo. Si no les gusta, no tienes ni una oportunidad. O quizá ni los vean, yo que sé.

P. Vamos a los comienzos. ¿Qué tal estudiante eras?

R. Malo. Hacía muchos novillos y solo me importaba hacer grafitis.

P. Vida callejera en el Argüelles de los años 90. Era uno de los epicentros del movimiento skin-head.

R. Vaya si lo era. De hecho yo fui a clase con uno de los que asesinaron a Lucrecia. Me los ganaba regalándoles cómcs y caricaturas que dibujaba, de otro modo me habrían matado, porque era un chaval muy pequeño, muy blanquito, se reían de mí en clase.

Foto: Un ultra hace el saludo fascista frente al estadio Santiago Bernabéu. (Ultras Sur)

P. Ahora se habla mucho del 'bullying', pero lo que había por esa época en los institutos públicos...

R. Te pegaban, te robaban, te insultaban... y había que espabilar. A mí me sirvió como aprendizaje, aprendí a saber con quién aliarme para sobrevivir. A nadie se le ocurría ir a chivarse a los padres, estábamos acostumbrados a tener una vida dura.

P. ¿Por qué crees te eligió Trueba?

R. Porque escribía poesía, hablaba de la muerte... era un niño viejo, un chaval muy atormentado. David fue muy listo, porque yo no sabía actuar, pero sí sabía hacer de mí. El personaje de 'La buena vida' se parece mucho al adolescente que fui.

P. En la peli te enamorabas de Lucía Jiménez. ¿Y en la vida real?

R. También.

P. ¿Fue correspondido?

R. ¡Qué va! A todos nos gustaba Lucía. Venían muchos actores que no tenían nada que ver con la película al rodaje, la mayoría para conocerla a ella. Al final se lio con Jorge Sanz, que yo creía que era mi amigo (ríe). Encima que no me hizo caso, luego me robó todo el protagonismo.

placeholder Ramallo, David Trueba y Lucía Jiménez en una imagen reciente. (EFE)
Ramallo, David Trueba y Lucía Jiménez en una imagen reciente. (EFE)

P. ¿Cómo fue eso?

R. Pues que yo era el protagonista absoluto, salía en todos los planos, pero después del estreno, las portadas fueron para ella. Me lo llegaron a decir los de la prensa, que una chica siempre era más atractiva para una revista, porque además podía hacer promoción de ropa.

P. ¿Te pagaron bien?

R. Sí. Se lo quedaron mis padres hasta que cumplí 18, así que no recuerdo cuánto era. De lo que estoy seguro es de que era mucho más que ahora. Fíjate: ahora, puedes ganar más con una obra de teatro de gira, que haciendo una película. Los cachés se han desplomado.

P. Acto seguido te llaman para 'Carreteras secundarias', con Maribel Verdú, Resines... las grandes ligas.

R. Me trataron muy bien los dos. Resines estaba en su mejor momento y Maribel... bueno, Maribel siempre está en su mejor momento. Por entonces anunciaba lencería, de una marca que se llamaba Little Kiss, y la gente rompía los cristales de las mamparas para llevarse el póster. Era el icono sexual de España. Hay una escena en la que le toco los pechos y, hasta muchos años después, me paraba gente para darme la mano solo porque había tocado lo que había tocado.

P. Eras un adolescente. ¿No te asustaste?

R. Mucho. A Maribel le importan mucho los olores, le siguen importando, así que cada vez que teníamos una escena juntos, me echaba un bote de colonia encima (ríe).

P. ¿Cómo llevaste esa explosión de fama a los 16 años?

R. Bien, porque mis padres me gestionaron el dinero. Gasté mucho dinero en una clínica de Sol en la que te quitaban el acné, que por otra parte era necesario para mi trabajo. Y también invertí en formación: escuelas de teatro, de actores... ese tipo de formación es muy cara. Es curioso, porque cuando eres un actor famoso, te invitan a todo, te regalan la ropa, te pagan por subir fotos a Instagram... gastas mucho más dinero cuando eres un desconocido. Hoy en día, para ser actor hay que tener dinero.

"La gente me daba la mano por la calle por haberle tocado un pecho a Maribel Verdú"

P. Por entonces rechazaste varias series de televisión.

R. Sí, y ahora me arrepiento, pero es que en aquella época, estaba mal visto que un actor de cine trabajase en televisión. Había excepciones, como 'Los ladrones van a la oficina' o esas series que rodaba Pilar Miró, pero a mí mi agente me decía que no aceptase, en especial las de adolescentes. Ahora hay fenómenos como 'Elite', que está hecha por gente de cine, porque casi no hay trabajo en la pantalla grande.

P. También fuiste el protagonista de 'El corazón del guerrero', el debut detrás de la cámara de Daniel Monzón, una película que no funcionó.

R. No, a esa peli le fue mal, aunque ahora es una cinta de culto. Era una película con efectos especiales y compitió en las salas con el reestreno de la trilogía de 'Star Wars'. Los dos primeros fines de semana hizo poca taquilla y las salas empezaron a quitarla. Una injusticia, porque la gente que hizo esos efectos especiales, ahora trabaja en Hollywood.

P. Fue tu primer revés, pero después llegó 'Krampack'.

R. Esa película viajó por todo el mundo y ganó premios. Fue bien de crítica y de taquilla. Fue un icono del cine LGTB y todavía me escribe gente recordando que aquella película les influyó mucho.

P. Por entonces fue cuando dejó de sonar el teléfono.

R. Aún no entiendo lo que sucedió. Pasé de rechazar proyectos a no recibirlos. Me preocupé mucho y llegué a creer que me habían puesto en una lista negra, aunque ni siquiera era lo suficientemente conocido como para que me vetasen. Quizá fue porque por entonces la televisión empezó a ganar poder y yo les había dicho que no contasen conmigo.

P. ¿La liaste en algún rodaje?

R. ¡Qué va! Si yo era formalísimo. Llegaba pronto, me sabía siempre el guion, aguantaba toda la presión que fuese necesaria... es más, lo que me decían mis compañeros es que era muy serio, que tenía que rebelarme.

Lo que pasaba es que yo tenía un perfil muy concreto y muchas veces preferían a otro. Hubo una época en la que Eloy Azorín me quitaba todos los papeles (ríe).

placeholder Ramallo, en el rodaje de 'Krampack'. (Teodora Films)
Ramallo, en el rodaje de 'Krampack'. (Teodora Films)

P. ¿Tuviste otros trabajos?

R. Claro, me tuve que poner a trabajar en otras cosas porque no salía nada. Fui teleoperador, hice animación en fiestas de niños, estuve de dependiente en una tienda de ropa... la gente entraba en la tienda y flipaba: "¿pero tú qué haces aquí?", me decían. Era deprimente. Lo normal es empezar a trabajar en lo que sea y acabar de actor; mi carrera ha sido al revés.

P. Te refugiaste en el teatro. ¿Da para vivir?

R. Si empalmas una obra con otra, da para sobrevivir. Y empalmar es difícil, porque en el teatro sí que no existen los 'castings': los directores llaman a sus amigos, con quienes saben que trabajan bien.

P. ¿El cine español ha dejado de lado la calidad?

R. Yo creo que sí. Antes se le criticaba mucho porque se recurría mucho a la guerra civil, era un cine muy político... pero ganaba premios y se veía en el extranjero, porque tenía calidad. Ahora la fórmula es la que es: cintas familiares, tiran de monologuistas famosos... hacen buena taquilla, pero es lo que es.

P. ¿Por qué insistes en ser actor pese a todos los problemas?

R. Porque necesito vivir otras vidas. Esta la detesto. Detesto que, por ejemplo, un señor decida invadir otro país, matar a miles de personas y dejar sin calefacción a medio mundo. Solo porque a él se le pone en las narices. Es pura evasión.

P. Te acabas de abrir un canal de YouTube. ¿Qué te aporta?

R. Me lo aporta todo, es mi canal de comunicación con el mundo. Tengo la cruzada de explicarle a los jóvenes actores lo que les espera, porque en las escuelas de interpretación se venden sueños. Yo les cuento la verdad: que el 85% no van a poder vivir de esto, que aunque ganen un dinero esporádico, puede que se pasen dos años sin hacer otra peli. Antes podrías cobrar 30.000 euros por ser protagonista, y era y es una pasta, pero si tienes en cuenta que puedes estar dos años sin trabajar... es muy poco dinero. Ahora esos cachés no existen.

Y luego está la sensación de que, cada vez que acabas un rodaje, existe la posibilidad de que nunca te vuelvan a llamar. Esa sensación no te la quitas nunca de encima y es jodida.

P. ¿Qué le dirías a esa parte del país que os lleva llamando subvencionados 30 años?

R. Pues que esas subvenciones se quedan en el productor y que a los actores no nos llega nada. Y que hay películas que no amortizan la subvención, pero también hay cosas como 'Ocho apellidos vascos' que cuadruplican la cantidad que han recibido, y eso va para el Estado. Sin contar con el trabajo que se genera durante los meses de rodaje y que, en algunas zonas desfavorecidas, les sirve para dinamizar su economía. En una peli con cierto presupuesto, puedes dar de alta a 5.000 trabajadores.

Aparte, las subvenciones han bajado mucho y se mira cada euro con lupa.

P. Conozco a otros actores de tu generación y no me encajas con ellos. No eres excéntrico, no pareces ególatra, no bebes... al menos le darás a las drogas.

R. Nada. Nunca he tomado unas setas, ni probado la cocaína, jamás. Cuando era joven e iba a una fiesta, como veía que mucha gente estaba drogándose, yo me hacía el drogado para encajar. Nunca he sentido que ese fuese mi mundo.

También te digo que ahora es todo lo contrario: los actores se pasan la vida en el gimnasio y controlando lo que comen. El sector está tan complicado que pocos pueden permitirse una vida muy loca.

P. ¿Cómo es mañana tu horario de rodaje?

R. Me levanto a las 7, hago yoga y me presento en el rodaje. Allí estaré hasta las 8 de la tarde. Me agota mucho, porque mi personaje, El rata, es un hombre muy delgado, que fuma mucho y lleva mala vida, así que estoy comiendo lo justo para estar fino. Esto me angustia bastante, porque si enfermo, es un gasto de miles de euros de rodaje. Es mucha responsabilidad ser protagonista, prefiero ser un actor secundario.

Fernando Ramallo (Madrid, 1980) es un actor contento. Viene de trabajar, y eso es algo que no puede decir todos los días. De hecho, si echa la vista atrás, ha pasado más tiempo esperando a que suene el teléfono que en los rodajes. "Es la vida del actor", dice a este periódico, resignado pero cargado de razón. Según el último informe de Aisge, la asociación de artistas, en torno a un 60% de los actores y actrices españoles no trabajó ni un solo día durante el año pasado. De los demás, solo un 2% ingresan al año más de 30.000 euros —un salario al que acceden 'juniors' de otros sectores— y acaparan todo el glamour y las portadas.

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