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'Spiderman: cruzando el multiverso': el nuevo cine ya está aquí (y si no te gusta, estás viejo)
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'Spiderman: cruzando el multiverso': el nuevo cine ya está aquí (y si no te gusta, estás viejo)

Se estrena la secuela del Spiderman animado, una constatación de que el nuevo lenguaje del cine es una metralleta de estímulos, de música, de historias que pelean a muerte por la atención del espectador

Foto: Miles Morales y Gwen Stacy, en 'Spiderman: cruzando el multiverso'. (Sony)
Miles Morales y Gwen Stacy, en 'Spiderman: cruzando el multiverso'. (Sony)

Miro la pantalla de cine con los párpados entrecerrados, entre el desconcierto y la incomprensión. Además, una metralleta de estímulos dispara contra mis pupilas: la pantalla se parte en tres, un montón de personajes se mueven a toda velocidad en distintas direcciones, la música permanente cambia cada dos minutos, como un borracho que en una fiesta le quita los platos al DJ. Todo a la vez en todas partes, como Todo a la vez en todas partes, hija putativa del multiverso Marvel que ha encontrado la piedra filosofal del séptimo arte: más, más grande y todo el rato.

En 2018, Spiderman: un nuevo universo, el debut en la codirección de Bob Persichetti, Peter Ramsey y Rodney Rothman, propuso una nueva concepción del cine de animación de masas que le valió romper el aplausómetro de la crítica y el público y, de rebote, un Oscar a mejor largometraje de animación. La novedad: una combinación de distintas técnicas de animación, de las más artesanas (en apariencia) al CGI (imágenes generadas por ordenador) de última generación, con un guion que dio con la fórmula equilibrada de humor, acción y emotividad —los productores, Phil Lord y Chris Miller, son responsables también del fenómeno de las Lego películas—.

El Universo Marvel ha encontrado el filón en las posibilidades infinitas que ofrecen los multiversos. En ellos Spiderman puede ser mujer, puede ser afrocaribeño, puede tener dos cabezas. No hay imposibles. Que los guionistas puedan saltar de un multiverso a otro da oportunidad a la sorpresa constante, a abrir tramas y alternativas, desechar las escenas de transición y mantener la adrenalina con una acción constante y arrolladora. Incluso sembrar las subtramas emocionales y volver para recogerlas sin tener que aguantar el tedio de verlas crecer. Aquí vamos al grano.

Ahora llega a las salas de cine Spiderman: cruzando el multiverso, la segunda entrega de lo que será —en principio— una trilogía. Un artefacto tan sofisticado como construido, un prodigio pirotécnico que, de nuevo, explora infinidad de opciones tanto artísticas como narrativas en un compendio churrigueresco admirable, pero también saturante.

placeholder Shameik Moore le pone la voz a Miles Morales. (Sony)
Shameik Moore le pone la voz a Miles Morales. (Sony)

Spiderman: cruzando el multiverso retoma la historia de Miles Morales, el Spiderman adolescente mitad afroamericano y mitad puertorriqueño, que intenta compaginar sus problemas de instituto pedestres con la salvación del multiverso. Conciliación a lo bestia. Pero esta vez comparte protagonismo con Gwen Stacy, la Spiderwoman también adolescente —aunque un poco más mayor—, que debe salvar su realidad a pesar de los impedimentos del jefe de Policía, que resulta ser su padre. Y luego están las hormonas de ambos, que ya se sabe, a ciertas edades pican. Los guionistas de Spiderman juegan con el concepto de identidad en ambas facetas, la pública y la secreta, del protagonista.

La identidad multicultural del personaje se explicita en las relaciones con sus padres —su madre le habla en castellano y él lo medio entiende, por ejemplo—, mientras que la cuestión de qué hace que Spiderman sea Spiderman —cuando Spiderman puede tener cualquier género, cualquier raza, cualquier tamaño, cualquier traje— centra la trama superheroica. Y la relatividad llega también a la villanía: los malos no son tan malos ni los buenos son tan buenos o, al menos, no es tan fácil identificarlos. ¿Se acuerdan del dilema utilitarista del tranvía de Philippa Foot? Pues eso mismo, pero en dos horas y cuarto de película de animación. De una animación, eso sí, cuidadísima y llena de ideas, que elevan el filme hacia la revalidación de su Oscar. Pocas veces una película tan ambiciosa respecto al público objetivo se ha arriesgado tanto al combinar estilos de animación tan dispares y sofisticados.

placeholder Otro momento de 'Spiderman: cruzando el multiverso'. (Sony)
Otro momento de 'Spiderman: cruzando el multiverso'. (Sony)

La trilogía de animación de Spiderman es, posiblemente, la muestra más clara de hacia dónde se dirige la narrativa del futuro. La película no suelta al espectador en ningún momento y las estructuras del pasado, las de los griegos, las de toda la vida, se han derribado. El clímax único ha dado paso a una concatenación de clímax, a cada cual más enfático, hasta estallar en una orgía de personajes en pleno éxtasis. Aquí, incluso, la pantalla se parte en tres, como una viñeta de un cómic, con acciones simultáneas, cada una en una dirección, con lo que se le exige a nuestro cerebro reptiliano que esté alerta a múltiples peligros. Tampoco existe la obligación de un final cerrado, ya no sugerido, sino expresado en un "continuará". Todo esto confluye en una ansiedad visual que es la vara generacional separatoria, el portero de discoteca que no deja entrar a los viejos. Y si no entras, es probable que lo seas, aunque no lo sepas.

Miro la pantalla de cine con los párpados entrecerrados, entre el desconcierto y la incomprensión. Además, una metralleta de estímulos dispara contra mis pupilas: la pantalla se parte en tres, un montón de personajes se mueven a toda velocidad en distintas direcciones, la música permanente cambia cada dos minutos, como un borracho que en una fiesta le quita los platos al DJ. Todo a la vez en todas partes, como Todo a la vez en todas partes, hija putativa del multiverso Marvel que ha encontrado la piedra filosofal del séptimo arte: más, más grande y todo el rato.

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